jueves, 31 de diciembre de 2009

Como poco, mejor.

Lo de menos hoy son las horas de luz. Lo que importa es la noche, esa nocturnidad que en horas se irá aferrando poco a poco a cada punto de la Tierra -y de la tierra. Merece la pena en este día cómo se desliza el reloj, impacientes todos por llegar a la cena, el postre, las uvas -en España-, el reloj marcando la frontera simbólica y hoy menos tenue entre un año y otro, los deseos suspendidos en el aire durante sesenta lentos segundos...

Que sea, espero, como poco un año mejor. Buen 2010.


miércoles, 30 de diciembre de 2009

Mañana es fiesta.

Todo está preparado.

Mi centro comercial ecológico favorito estaba hoy a rebosar de alumnos y antiguos alumnos; no sé si prepararían ya la noche de mañana, marcando terreno o dejando claro quién es joven para según qué cosas. Hace años que me llaman la atención los preparativos adolescentes y jóvenes de la próxima fiesta: centro peninsular, doce de la noche, cero grados y bajando, chicos y chicas vestidos para fiesta primaveral,...; pero la nocturnidad es joven y el frío no duele, claro.

Hacía yo mis últimísimas compras, caldo de sopa incorporado -que no es cena de estas fechas, tal vez, pero en casa nos gusta-, mientras me codeaba con los que cogían las uvas, langostinos, dulces navideños y demás. Se ve que la crisis aprieta y todos nos dejamos las cosas para el penúltimo momento.

Todo está preparado y admito sin problemas que la cena de mañana es de las que me gustan. Estoy segura que es porque no soy excesivamente familiar y las comidas navideñas ad hoc me resultan forzosas, tradicionalmente hay que caerse bien... Ignoro todavía si mi compañía telefónica me deseará un buen y futuro año...

Y para los que no tengan claro a estas horas qué cena preparar mañana, no dejen de leer esta suculenta entrada que escribió J. Antonio González en su blog Ah de la vida: Ah de la vida...: Menú navideño

martes, 29 de diciembre de 2009

No vuelven los jóvenes cerebros.

Mientras espero tranquilamente a que mi óptico me llame para indicarme que mi nuevo par de gafas está listo -azules, rectangulares, metálicas, con cristales perfectos sin rayar-, os dejo dos noticias que me han impactado y hecho reflexionar hoy: aquí y aquí.

Así nos va...


lunes, 28 de diciembre de 2009

Las niñas son princesas.

Mi hija es una princesa. O debe de querer serlo, porque no sé por medio de qué conjunción cromosómica misteriosa, está empeñada en preferir el color rosa, ponerse coletas, seleccionar la ropa que llevará ese día y dar de comer a horas decentes a sus muñecas. Todo esto para gran deleite de su abuela, claro, supongo que porque yo me resistí desde bien joven a semejantes juegos vandálicos.

Mis intentos de alejar de ella esta perniciosa costumbre son bien conocidos por todos los que me rodean, ya que en mi cabeza los niños pueden -y deben- jugar con muñecas y las niñas pueden -y deben- dedicarse a explorar el mundo de la mecánica de las excavadoras infantiles...

Y Rut cede, sobre todo cuando su padre decide que es hora de hacer algunas chapuzas en casa, caja de herramientas en mano, y le propone abandonar la tarea emprendida conmigo -generalmente, pintar tranquilamente o hacer un puzzle- por descubrir los entresijos de un grifo por dentro. Obviamente, la respuesta resplandece antes de ser emitida y me acabo quedando yo sola en el salón dedicada a mis labores mientras que ellos se entretienen...


domingo, 27 de diciembre de 2009

Facebook y Tuenti. ¿Messenger?

El poder de la red...

Yo sólo quería localizar a unos antiguos alumnos para planificar estrategias -esto está muy de moda ahora en los colegios: parece que si emulamos a las fábricas, los resultados serán mejores, pero la crisis es para todos... Pero allí, en Facebook, en Tuenti, he podido encontrar las caras de antiguos compañeros de colegio e instituto a los que veo ahora con niños y todo... Bien, de acuerdo, porque hacía años que no sabía de Asun y me la encuentro como arqueóloga -como debía ser.

Por no hablar de las fotos -privadísimas, por eso se pueden ver todas, vaya con la seguridad del Tuenti entre menores de catorce años...

¿Y quién usa entonces ahora Messenger, además de mi marido y mi familia política?


sábado, 26 de diciembre de 2009

Puntales navideños.

Hay cosas que son como puntales navideños, osadas columnas que sustentan todo el aparato de los dos días principales de estas fiestas y que se echan en falta si no ocurren, como el mensaje del Rey o los hijos de mis vecinos pidiendo el aguinaldo... No es lo mismo, sin duda, sin las llamadas telefónicas.

Cuando yo era pequeña se llevaba lo de mandar tarjetas de Navidad; llegaban a casa de mis padres desde Albacete, Madrid y Barcelona, lugares donde la familia se hacía presente un poco más en estas fechas y que te permitían saber si todos estaban bien. Malo, cuando alguna dejó de llegar...

Yo he recibido sólo una, además por sorpresa. Bien, vale, gracias -considerando que yo no soy muy proclive a efusiones familiares... Pero la verdadera columna, el auténtico esqueleto del bienestar navideño es la conversación telefónica en la que el peso lo lleva la pregunta "¿qué tal la noche?" Y sus respuestas certeras: "todo bien", "aquí, en familia", "sin novedades".

Nada puede ser igual una Nochebuena en una de mis casas familiares sin que alguien llame y se inicie esta conversación. Pero, ¿cómo va a ir la noche? Como todas, oiga. No hay cataclismos planetarios que impidan el acercamiento a la pantagruélica cena, por ejemplo. Y si pasara algo, seguro que ni iban a llamar ni lo iban a contar. Fijo, vamos.

Más bien, me digo, en la resaca -yo no bebo- de estas obligatorias cenas, si hoy alguien me llamará y me preguntará qué tal la noche. O si alguien se acercará a uno de los muchos que estarán en la calle y, sin miedo por la proximidad, se atreverá a decírselo. Yo lo hice, una Navidad, hace nueve años, bien guiada por mi amigo Joséantonio; y esas noches, duras, frías, en la calle, rodeados de gente, esas sí que no son nochebuenas ni mazapanes. Y nadie les llama... Sorprendente, porque se merecen el sms, al menos, de mi compañía telefónica.

Una opinión que me ha gustado hoy aquí.


viernes, 25 de diciembre de 2009

jueves, 24 de diciembre de 2009

Querida lectora, querido lector...

Querida lectora, querido lector...,

Sería muy fácil hoy poder desearte una Feliz Noche, una Buena Noche. Pero eso ya te lo habrán dicho tantas veces, lo habrás oído innumerables veces, hoy lo repetirán por activa y pasiva y hasta tu compañía teléfonica, tal vez, te mandará un sms lleno de esperanza y amor -eso ha hecho la mía esta mañana. Si eres creyente, no tengo que desearte nada: todo está dicho y todo lo sabemos...

Por eso yo, más bien, no te deseo nada. Te pido. Te exijo. De forma contundente quiero que esta Noche seas consciente de que estás aquí, al otro lado de la pantalla o con los tuyos. O acompañado de amigos o de la red. Te conmino a que respires no una, sino dos veces, a que dejes que tu cuerpo se haga realidad en tu mente y notes cómo se mueve por tus actos conscientes e inconscientes.

Te pido, te exijo, te conmino a que te des cuenta de que este es mi deseo y mi regalo para tí esta Navidad: estás vivo. Sí, siempre, a pesar de todo, hoy, ahora mismo. Felicidades.

Y, además, entre ayer y hoy José, Óscar, Jesús y el pequeño Lucas tienen un año más:



Querida lectora, querido lector: que todo sea enhorabuena, que todo sea estar vivo.


miércoles, 23 de diciembre de 2009

Emulando a Harry Potter.

Me gusta Harry Potter, lo admito. No tengo vergüenza en decirlo y además afirmo con rotundidad que he visto las películas -que me han gustado menos, cierto...

Comentaba la semana pasada que Harry Potter, si estuviera en mi colegio o en cualquier otro, sería un niño asimilado al sistema de asistentes sociales, adaptaciones curriculares, apoyos, intervenciones psicológicas y algún médico psiquiatra. Sus tíos le maltratan, su primo le hace la vida imposible, lee periódicos con imágenes que se mueven, entra en las columnas de una estación para llegar a una vía invisible, vuela en una escoba y no conoce más sistema de Correos que las lechuzas... Y, por cierto, pasa de un curso a otro de casualidad, sin estudiar y en una ocasión, además, con el curso anulado por una competición cuasideportiva...

Una de las cosas que más me llama la atención de este personaje es que sufre estoicamente, con la esperanza puesta en los días contados que le quedan para refugiarse en su escuela de magia. Y, mientras, vive en casa de sus tíos en vacaciones en un armario bajo la escalera del recibidor...

Como me va a pasar a mí: hoy he ido al alergólogo -por fin, después de dos semanas de reacciones alérgicas. Diagnóstico a confirmar: fotodermatitis. Vamos, que la luz artificial daña mi principesca y delicada piel... Las pruebas específicas se realizarán en enero. Mientras tanto, ¿quién sabe?, quizá a la vuelta de mis vacaciones tenga que pedir dar mis clases online, vía blog -vale, bien- e intranets colegiales... Y vivir como Harry: bajo la escalera o en la balonera del cole.


martes, 22 de diciembre de 2009

Más de la fiesta del toro.

Hace unos días escribía esto sobre el debate que se pretendía montar en Cataluña sobre la fiesta de los toros. Hoy Luis María Ansón publicaba esto otro como respuesta -no a mi entrada, más quisiera yo- a tan tremendo, sesudo y necesario tema nacional... Y en las "cartas al director "del mismo periódico un lector comentaba esto.

Y no se me había ocurrido a mí esto de que lo del toro -las verónicas, los naturales, chicuelinas, largas y gaoneras- dieran tanto juego entre sus señorías... O tienen mucho tiempo o la crisis está arreglada y no nos hemos enterado. Igual es que no era para tanto...

Para ayudar a sus sesudas señorías, un poco de vocabulario torero (nunca se sabe si lo pueden necesitar).


Cantos de sirena...



¿Por qué esta entrada? aquí. Un esfuerzo muy grande jalonado de detalles por parte de mi amiga Silvia y el apoyo de José... Gracias, equipo, lo hemos logrado.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Nieva.


Arrinconadas, crujientes, crepitan las hojas caídas de mi casa en la nevada...


domingo, 20 de diciembre de 2009

Hoy encontré a Nerea.

Hace tiempo que descubrí el precioso valor de las redes sociales para mis alumnos y antiguos alumnos. El mundo está ahí, al alcance de la mano, sorprendentemente pequeño, inmensamente cercano, todo tan cerca que casi da miedo.

Estos días, navegando por la red, ya que han pasado los tiempos de corregir, evaluar, poner notas y demás, estoy encontrando por ahí a antiguos alumnos que ya se han hecho jóvenes, muchos trabajando y haciéndome mayor... Una de esas alumnas perdidas y halladas es Nerea, que ahora es fotógrafa -lo siento, Nerea, pero yo te recuerdo... ya sabes...- y me ha indicado la web en la que se pueden visitar sus obras: pinchad aquí para conocer de lo que es capaz una de mis chicas.


Libros que acompañan, quedan contigo.

Los libros nacen, crecen, se reproducen, nunca mueren...

Ayer por la mañana estuve en Madrid; tenía un examen de lo mío y después quise aprovechar para adelantar algunos regalos del día de Reyes. Suelo hacer esto con frecuencia: prever los detalles, ir por delante del calendario o ser más lista que mi bolsillo. Porque parece que así el daño de las compras es menor -vana ilusión. Lo tenía muy claro porque mi marido ya me había dicho hacía tiempo qué les iba a pedir a Sus Majestades y mi hija hace semanas que tiene hecho su pedido.

Y es que para mí un libro es un buen regalo, el mejor, un compañero que queda contigo siempre en la estantería, en la mesilla, en la mesa del salón o, incluso, los de mi hija en la alfombra. Porque con los libros se juega, se viaja, se divierte, se aprende, se pierde, se... Me lo enseñaron mis padres: siempre, en la noche de Reyes, Sus Majestades dejaban los juguetes -a veces los pedidos o soñados, otras veces otros elegidos en Su Sabiduría- y al lado uno o más libros. Espero que mi hija vaya asumiendo ya, con su corta edad, que a ella, curiosamente, Melchor siempre tiene a bien regalarle un libro.

Hice mi selección en la librería más grande que encontré en mi camino -no necesariamente la mejor, pero sí suficientemente amplia como para rebuscar entre varios temas. Para él -mi marido-, para ella -mi hija-, para mí: un libro que había leído hace años, La ciudad de la alegría, y que me dejó tan tremendo regusto que necesitaba tener entre los míos.

Es matemático: siempre pico... Y hoy mi marido me decía: "Deberías escribir tu carta a los Reyes". Es cierto. Por eso he sacado mi lista de libros, la que voy apuntando con el tiempo, uno tras otro. No sé muy bien cuál elegir...


sábado, 19 de diciembre de 2009

Rabiosamente urticaria.

Mis ojos han caído rendidos a la evidencia de que soy alérgica sin remedio y algo me ha atacado en este mes de diciembre de forma inesperada... La enfermedad se extiende en forma de ronchas, el picor me ataca de mala manera, una urticaria se apodera de mí rabiosamente...

Me molesta estar enferma. Me fastidia. Me incomoda. Especialmente así, que no es de paracetamol y cama, que es a base de tiempo y tanteo, antihistamínico, colirio, crema, de consulta en consulta...

Pero da tiempo a leer. Pasad a la biblioteca y compartid conmigo vuestras lecturas favoritas en la encuesta.


jueves, 17 de diciembre de 2009

Sus señorías no conocen mi realidad.

Veía esta tarde el telediario y me encontraba con la noticia del debate que se está realizando en Cataluña a cuenta de las corridas de toros; ilustraban los minutos escenas de manifestantes -no sé si muy o poco numerosos, porque no se veía nada claro-, pancartas más o menos teñidas de sangre y breves comentarios acerca del toreo. Parece ser que se quieren prohibir estas fiestas en esta zona de España, del mismo modo que ya se hizo hace veinte años en otros sitios.

Sin entrar en el debate -porque no podría, ya que vengo de una familia aficionada al toreo y no sería objetiva-, siempre que me encuentro con tan sesudas votaciones y trascendentales temas, me viene a la cabeza que porqué estos señores diputados regionales y nacionales no dedican sus señoriales e ilustrísimas neuronas a cosas más importantes para la nación, es decir, para el pueblo que les vota.

Aunque tal vez es que sus señorías no están al pie de la calle -esto hace tiempo que ni me lo cuestiono, por real. A tal efecto, a fin de poder ayudar a nuestros buenoshombres, les indico algunos temas que me preocupan. Porque claro, para eso voté en las últimas elecciones. Para que me solucionen los problemas:
  • los jóvenes adolescentes que me rodean tienen problemas realmente serios de comprensión lectora y resolución de problemas. ¿O es que sus señorías prefieren que las nuevas generaciones piensen poco y se dejen hacer mucho?
  • casi cuatro millones de parados y subiendo. ¿O es que sus señorías consideran mejor seguir repartiendo subvenciones a sindicatos que aún no han salido a protestar, dos años después?
  • mi hipoteca; afortunadamente, ahora no subiendo
  • la estabilidad del empleo. Se me olvidaba: sus señorías tienen las pensiones más altas de España con cuatro años de trabajo... cuando van, porque encima, al Congreso no va ni el tato ese...
  • parece que está mal visto que yo pueda elegir el colegio que quiero para mi hija. Claro, mejor el que sus señorías me dicten, aunque yo prefiera otro antes que los de la línea política que ellos me marquen.
  • el recibo de la luz, el agua, el gas, el teléfono, la comunidad, la recogida de basuras... ¿O es que sus señorías no pagan recibos?
Pero, por supuesto, es mejor hablar de las corridas de toros, el quitar crucifijos de escuelas públicas -yo estudié toda mi vida en públicos, jamás vi un crucifijo: ¿podrían dejarme en paz con los que hay en mi lugar de trabajo, que a mí no me molestan para nada?-, los piratas -total, para que paguemos el rescate...-, cosas así.

¿Qué tal un poco de dosis de realidad?


martes, 15 de diciembre de 2009

Dura competencia...

A mi centro comercial ecológico favorito le ha salido un competidor.

Claro, es normal: la presión es mucha y todo se pega, sobre todo cuando el competidor comparte escalera mecánica, paredes, tejado y casi siempre personal. Y es duro tener que hacer frente a un monstruo ecológico como este: esto es la ley de la selva, así que hay que adaptarse o morir. Y lo verde vende, claro -aunque a mi padre le siga costando entender para qué sirve el contenedor amarillo...

Así que mi cara debió de ser de tal estupefacción que la persona que me atendía en el mostrador no ha podido más que tener que darme explicaciones: "No, ya no damos bolsas de plástico, desde que [centro ecológico número 1] no las da, nosotros tampoco". Ostras, me he dicho: qué dura es la vida de la competitividad, qué difícil hacerse un hueco, cuán complicado tener que estar al pie del cañón...

¿Por qué mi oficina de Correos más cercana tiene que competir con el ecologismo del centro comercial?

Eso sí, las verduras y los preparados de carne siguen en este sitio en sus bolsas y bandejas de plástico... ¿En Correos me pondrán ahora un contenedor azul para echar allí los sobres a reciclar de los recibos que me llegan?

lunes, 14 de diciembre de 2009

Ojos que fallan, corazón que lo siente.

Mis ojos me fallaron... Hoy me levantaba sin saber que a la tarde debería ir al médico; nada grave, pero molesto, incómodo más bien. Mis ojos me fallaron porque muy de vez en cuando me recuerdan que son una parte débil que maltrato a base de lectura y pantalla de ordenador. O de arena de Belén y polvo de tiempo encerrado en una caja.

No me recetaron colirio, sino pomada. Esperaremos con paciencia y que nada se empeore. Me molesta no estar al cien por cien.

Pero pude ver bien a las madres -siempre ellas- que hoy acudieron a mi colegio a preparar la Campaña Solidaria de final de trimestre. Gracias, señoras: no sería posible si no nos dieran tiempo de su reloj...


domingo, 13 de diciembre de 2009

Se acerca la Navidad.

La iniminente llegada del tiempo navideño es la vuelta al ritual y a las tradiciones caseras. Como si fuera imprescindible para hacer que sea de verdad Navidad, digo yo... Por eso, este fin de semana, en mi casa, se hacía necesario ir al trastero y recoger las cajas que cuidadosamente guardé en enero, sacar las guirnaldas, las bolas, las estrellas, las luces y molestar en su descanso anual a las figuritas del Belén.

Encontrar el papel de roca, buscar piedrecitas que serán airosas rocas, pedir unos corchos para esas montañas que siempre tienen los Nacimientos caseros... La arena y las ramitas de un paisaje en miniatura, alfileres, celofán, lucecitas -de esas que no me gustan, de las que parpadean. Descubrir que los adornos se ponen mejor si hay villancicos de fondo, como si eso inspirara, y que ya hay que sacar del escondite los dulces que compré hace unos días -mi madre los ha guardado siempre para evitar que nos los comiéramos antes de tiempo...

Mi hija ha preferido el árbol, costumbre que nunca adopté yo de pequeña, pero que mi marido ha traído desde su casa de soltero, de forma que ellos preparan sus adornos, colocan tambores de plata, bolas rojas de purpurina, cintas de esas que dejan luego el suelo lleno de hilitos que no abandonan la baldosa en todas las fiestas... Mientras, yo estreno mis nuevas y espléndidas figuras de Reyes Magos, recorto el papel que será de estrellas, cribo la arenilla, coloco con primor una hoguera que calentará mi Niño de barro.

Y eso que aún faltan dos semanas...

miércoles, 9 de diciembre de 2009

A Belén, pastores.

Un conocido centro comercial me invitaba hoy: este año, te lo mereces. En mi camino hacia la Universidad, me adelantaba en el tiempo y en el calendario de mi cocina -que es muy conocido entre mis alumnos, además-: y el año que viene, también. No entiendo muy bien qué relación hay entre ese eslogan y el maniquí del escaparate vestido para una fiesta invernal, con vestido mínimo y ligero, recostado toda ella -siempre son ellas- encima de la mesa de la cena navideña.

Me traía a la cabeza recuerdos de películas vampíricas vestidos ellos -siempre ellos- muy a lo siglo XVIII...

Pensaba estas cosas mientras iba a mi destino: la compra de unas figuras de los Reyes Magos para mi Belén, pues ya toca. He estado todo el año ahorrando para este momento. Ahorrar no es fácil, menos ahora. Pero hoy tocaba mi premio: entrar en la tienda elegida, en el casco antiguo, y pedir solícitamente y con pinta de entendida unos Reyes Magos de 12 centímetros. La presteza de mi pedido, la decisión que he puesto en mi tono de voz, la rapidez con la que he hecho mi selección..., supongo que todo un poco han hecho que en poco tiempo -el justo para que entraran en la tienda más compradores de tiempo de crisis: una banderita con el Niño Jesús, un Cristo de Medinacelli, una lavandera de cerámica- saliera con bolsa azul y una gran caja de cartón.

Continúo así la tradición familiar, que a este paso se remontará ya a esos Nacimientos que dicen que San Francisco de Asís hacía. El Belén de mi casa -mi casa, la de mis padres- cuenta años, explica mi padre todas las navidades de todos los años que ya siendo él niño mi abuelo los montaba. Y en la cáscara de nuez que es mi casa -la mía, la otra de verdad-, tendrá un espacio nuevo y más grande un nuevo Nacimiento.

Porque este año, me lo merezco.



martes, 8 de diciembre de 2009

Trazo grueso.

Echaré la vista atrás y no borraré esas cosas de mi vida. Más bien, seguro, resaltaré bien en trazo grueso aquellas. Para no repetirlas. Para aprender. O para revivirlas.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Estaba escondido.

En mi afán por hacerme listas de cosas que me ordenen diariamente, cuadriculadamente cada hora, minuciosamente al minuto, lo que tengo que hacer, me había propuesto ponerme al día de mis tareas colegiales en estos días de puente . No sé cómo se las apañan mis compañeros, pero lo cierto es que no hay día que no me lleve cosas a casa para corregir, preparar o programar. Admito que no lo he logrado del todo, pero casi, casi.

Pero he abierto mi correo electrónico y allí estaba, escondido entre otros de amigos, los spam de turno y esos que de vez en cuando llegan llenos de listas de remitentes a los que no tengo el gusto de conocer ni tampoco la intención... Se encontraba esperándome, dispuesto a derrumbar mi ordenada lista de tareas que ya se encontraba a medio terminar. Un correo electrónico del trabajo que desestabilizaba la metódica programación de mi puente con una nueva tarea que no estaba prevista. ¡Y que es para enero!

Así que no tengo muy claro si esto me molesta porque tengo que dejar un nuevo hueco en una nueva lista de un nuevo año... Tal vez debería tener una agenda...


viernes, 4 de diciembre de 2009

Agudo dolor punzante.

De uñas afiladas, me rasga por dentro con rabia incontenida. Sus manos, seguro garras que me aprisionan, aprietan, ahogan hasta la asfixia para luego retorcerme con lentitud aguda... Mi cuerpo se dobla en lucha mientras me muevo despacio entre la gente, el semáforo no cambia a verde con la premura que requiere mi caso, cruzo, no corro porque no puedo, no puedo más, me tenso, noto el esfuerzo de mis pulmones por aguantar la náusea, el dolor, agudo, punzante, atraviesa mi cerebro y se convierte en lo único.

Tengo una úlcera nerviosa... Hacía años que no sufría un ataque como el de ayer...


jueves, 3 de diciembre de 2009

Encuesta Oculimundi

Acabada la encuesta sobre la razón del nombre de este humilde blog, me preguntaba ayer uno de mis alumnos de 3º que cuál era la respuesta correcta, afirmando que este era el único nombre disponible en la infinita red que había encontrado.

Oculimundi, los ojos del mundo, mi casita virtual, fue bendecido con nombre latino por querer convertirse en mi vistazo pasticular al mundo que me rodea; vamos, ¿para hacer pensar? No, más bien -como dijo mi hermano-, por ser este espacio pensado para mí. Pero si a otros acompaña, produce sonrisa o al menos, esa curiosidad que necesitamos para mover el mundo, bienvenido sea.

Y Oculimundi son, claro, los ojos de mi hija, la que acompaña esas breve descripción muy incompleta de mí.

Gracias a los 41 blogueros que habéis participado.


Porque para eso es mi blog
7 (17%)
Porque me lo ha chivado mi hija
3 (7%)
Porque quiero que suene bien
2 (4%)
Porque era el único que encontré disponible
1 (2%)
Porque quiero hacer pensar a la gente
28 (68%)

martes, 1 de diciembre de 2009

Luces de Navidad, copos de neón.

Ya en otra ocasión hablé de la premura por introducir la Navidad antes que el Adviento -y es que las compras si no corren, vuelan. Ayer me sorprendía con un escaparate de una conocidísima marca de ropa; y lo hacía porque había logrado el tal vez efecto deseado: que la gente se quedara mirando la cristalera, por el rabillo del ojo el género. Y eran bolas navideñas, plateadas, doradas, enorme en su ser esfera, brillantes, espejos de los transeúntes más o menos despistados -algunos, como yo, quizá pensábamos en el derroche energético de las golosonas luces navideñas de la entrada de Madrid...

Y en aquella ocasión admití que me gustaban las luces, derroche incluído a pesar de todo. Por eso, no recobrada de la sorpresa de esas pulidas esferas, en uno de los semáforos que más veces he cruzado en mi vida, un inmenso centro comercial iluminaba la plaza: copos de nieve metalizada, blanca, inmaculada y gotas de lluvia de néon cayendo en cascada por toda la fachada principal. Curioso. Llamativo. Atrayente. Y luego, además, el cambio de luces a ese color lila que queda muy moderno y femenino.

Luego dicen que si las compras son cosa de mujeres...


lunes, 30 de noviembre de 2009

Cumpleaños feliz.

Ojos que miran al mundo con la curiosidad del que tiene como misión explorar todo lo que se eche por delante. Con la temeridad que da el todo aún por descubrir y la valentía del que se sabe protegido. Corriendo, descubriendo, devorando la vida que se da a manos llenas.

Aquel día hacía sol, aire frío, con tranquilidad pese a todo porque nos íbamos a conocer; con el tiempo, a querernos, ya se sabe. La noche se hizo larga y se acabó rompiendo: hoy fue un día de bebés muy guapos, dijo alguien.

Y hoy Niña Pequeña ha cumplido 3 años.


domingo, 29 de noviembre de 2009

No ver los cuentos sin la magia de niño.

Llevo un año recordando mis cuentos infantiles -qué remedio- y es a la luz de los ojos adultos cuando me doy cuenta del mundo mágico de los niños. Los personajes de las historias que a mi hija le encantan ahora viven, a los ojos de un noniño historias dramáticas: Hansel y Gretel a punto de ser devorados por una bruja y engañados a través de su inocencia por chucherías, la abuelita devorada por el lobo, el patito que no es tal rechazado por todos -un bullying de esos que ahora nos crispan-, la princesa que sufre malos tratos por su madrastra...

Leía con curiosidad, por eso, este artículo sobre Mickey Mouse en el blog Siglos Curiosos. Quién fuera niño...


sábado, 28 de noviembre de 2009

Sábado temático.

Hoy comenzábamos el fin de semana temático en casa: Rut cumplirá tres años -añitos, añazos- el próximo lunes. Este sábado comenzaba la celebración con la comida de su padrino en mi casa, primera tarta adelantada y vela con fuerte soplido y mejores deseos. Lo mejor, claro, para ella, los regalos; para los padres, oir de su padrino que qué grande está.


viernes, 27 de noviembre de 2009

El Mago de Oz.

El cuento de esta noche que eligió Rut antes de dormir fue una adaptación infantil de El Mago de Oz. Uno de mis libros de juventud favoritos...

Sigamos el sendero de baldosas amarillas:






jueves, 26 de noviembre de 2009

¿Qué le pasa al calendario de mi cocina?

Hace varios días que vengo observando que el calendario de mi cocina debe de estar mal. No lo comprendo, porque siempre, mensualmente y con resolución, cambio la hoja correspondiente para observar el cúmulo de días que me espera, nuevo, a estrenar, lleno de cosas que aún no me ha dado tiempo a descubrir...

Y no cuadra con lo que veo en una conocida calle madrileña, cuando varias tardes a la semana me dirijo a la universidad para seguir estudiando -por las mañanas, en un lado, por las tardes volviendo a ser alumna... Antes de llegar a la esquina, ya he visto varios ositos polares, bolas plateadas y estrellas que parecen salidas del Reino de las Nieves. Pero allí, en la esquina, justo al cruzar, se encuentra el escaparate que descoloca mi calendario. Un escaparate enorme, inmaculado, de enormes ventanales, aprovechando el edificio el solar de otro que se derrumbó hace años, niños maniquís perfectos en sus caras, edulcorados o tan bien educados que ni gestos hacen.

Y entre ellos, falsos árboles con cintas doradas... y juego de luces azules y blancas cayendo en cascada. La verdad es que el efecto es bonito -otra cosa, el gasto de energía, claro- y me gusta, es agradable ver el jueguecito de las luces que me hace creer durante unos segundos que ya llegó la Navidad.

Pero es que en mi calendario pone que el próximo domingo empieza el Adviento y que Navidad sigue siendo el 25 de diciembre. Así que, o el escaparate prefiere saltarse un tiempo litúrgico o mi calendario está estropeado...

martes, 24 de noviembre de 2009

Hojas secas.

Bajaba esta noche del autobús y me despejaba este frío... Hoy no tuve suerte y el conductor dejó todas las luces de su vehículo encendidas; se ve que no era noche para dejarse llevar pensando en lo ocurrido a lo largo del día... Los lunes son horas de muchas reuniones y de preparar esas docenas de cosas que nadie sabe que los profesores hacen, pero que están ahí y son necesarias para que todo funcione. Prefiero mis clases, francamente, con su nosesabequéocurrirá.

Bajaba del autobús y me envolvía en mi bufanda nueva. Me la he regalado esta tarde porque me la he merecido: el día fue cansado, arrastraba como sombra indeseable toda la carga de la semana pasada, su trabajo pendiente. Y pensaba que mi marido tenía razón: no te veo el fin de semana, estás a lo tuyo. Es cierto. Lo lamento. Se me acumuló la tarea, esta semana voy con prisa, los días deberían tener más horas.

O no. Las llenaría.

Llegaba a casa, mi bufanda hasta arriba: soy friolera. Me acompañaba crujir -me gusta esta palabra- de hojas secas -me gustan también: naranjas, marrones, los colores de la tierra. Imposible llegar al portal sin que nadie se diera cuenta; mis pasos, las hojas, me delataban. No me importa. Me gusta este medio otoño que quiere ser medio invierno y no puede.


viernes, 20 de noviembre de 2009

Humeando rabia.

Me miran con brillantes, más bien chispeantes ojos... Rugen sus tripas y se incomodan a mi paso, lento, seguro, desafiante incluso. Los noto fríos y atentos, deseando saltar sobre mí, incómodos por mi presencia que les impide avanzar, vigilantes de mis pasos pausados y retadores... Miro a izquierda, derecha, y ahí están, chirriantes, agresivos, humeando rabia por parar...

Y es que hoy crucé por un paso de peatones...


Hoy estuve con Elia.

Esta mañana fue una de esas en las que, por un momento -y en el trabajo- se me regaló una sonrisa: vino Elia de visita. Yo había dejado a una adolescente y se apareció una joven madura que encuentra poco a poco su espacio, bloc bajo el brazo, ilusión y un montón de sueños... Elia me ha regalado esta mañana una breve charla, un montón de sonrisas, algunos recuerdos y mucho cariño...

Un regalo. Hacía varios años que no la veía, pero todavía ella recuerda, según me ha dicho, que el colegio fue una buena etapa de su vida, llena de vida. ¿Qué mejor para un profesor que escuchar esto de un alumno?

Y no os olvidéis de visitar su blog.

martes, 17 de noviembre de 2009

De lunes.

Regresaba desde Madrid a mi casa la tarde del lunes ya bien entrada la hora de la cena -cosas de los lunes, primerizos de la semana, traidores... Cuando vuelvo en aquel autobús -que suele ser siempre el mismo, repetitivo y con idéntico conductor que conoce casi ya nuestros nombres-, mis compañeros de viaje no están para muchas conversaciones. Va la gente poco a poco, sin prisa, sin pausa, lenta pero de andar apresurado noseaquesevayaelbus.

Cuando estudiaba en la Universidad todas las mañanas, puntualmente a las 7:55 me encontraba a un grupo de adolescentes. Todos los días, pasara lo que pasara. Nunca supimos nuestros nombres, pero el encuentro matutino nos hizo reconocernos y saludarnos. Siempre, en la puerta de la Policía Municipal. Llegué a preocuparme cuando alguna mañana uno de ellos no estaba...

Los lunes me pasa lo mismo. También otros días, pero las tardes cansadas de los lunes-noche tienen el aspecto especial de quien dejó atrás hace horas el fin de semana -que, para mí, suele estar lleno de cosas que hacer y trabajo atrasado. El conductor, que lo sabe, deja su auto en penumbra, un detalle para quien echa la penúltima cabezada del principio de semana. A mí a veces me gusta, me relaja, me deja pensar, otras me incomoda, porque voy con prisa de estudiar y aprovecho los minutos contados.

Al llegar a casa, mi marido, que está en todo, ya se encargó de mi hija -baño, cena, cuento, jesusito y a dormir. Y aunque la noche es mía y Rut siempre me llama a mí en la larga madrugada, es de agradecer sólo tener que sentarse y cenar.


domingo, 15 de noviembre de 2009

Reconocerse por un nombre de sueño.

Ayer mis tíos le regalaron a mi hija una muñeca.

Y mi hija lleva, por lo tanto, dos días jugando a que es mamá, imitando no sé muy bien a quién -es hija, nieta, sobrina única. Tan contenta, pone a su bebé tumbado en el sillón, en su cama, en su carrito, en un cojín o en cualquier lugar que considera cómodo y apropiado. Le quita el chupete y espera con ojos abiertísimos y sin pestañear a que la muñeca le diga algo así como mammma, y entonces ella, con sonrisa resplandeciente, dice "¿Ves? Ha dicho mamá, soy yo y quiere chupete".

Y yo me figuro, entonces, contenta de verla a ella así, que su mirada es deslumbrante porque una muñeca -su bebé- le ha reconocido por su nombre de sueños...


Cosas de niños. Cosas de adultos.

Algunas cosas me molestan.

Como la irresponsabilidad. Y es que no todo es justificable, como el que dos niños -preadolescentes, en plena definición de su libertad: hacer lo que me dé la gana- de mi vecindario hayan optado como el ocio más creativo el romper a base de patadas los dos columpios de bebés que había en mi casa. Lo comprendo: la juventud de hoy es rebelde, irrefenable en sus impulsos, deseosa de construir mundo.

En consecuencia, ejerciendo en pleno uso su libertad -pobre país-, nada mejor que romper porque sí -con alevosía y reconociendo su acción de forma hilarante- los columpios de los niños pequeños. Mis vecinos, que, ya se sabe, todo lo justifican y arreglan diciendo que la culpa es de la escuela, han dictado sentencia: cosas de niños.

Pues eso, que como es cosa de niños, digo yo que me devuelvan mi parte proporcional y justa de la derrama con la que se pagó hace un año ese parque infantil. Porque el dinero, el mío, es cosa de adultos.


sábado, 14 de noviembre de 2009

Como ondas.

Cuando un grupo se despide me recuerda al tirar una piedra a un lago. Ondas concéntricas se difuminan en su superficie, pequeñas olas inquietan la superficie hasta lamer la orilla...

Regresaba ayer desde Valladolid. Volvía a mi centro. Marchaba alguien a Pamplona, Logroño, se dispersaban otros por Andalucía, se repartían algunos por Cataluña... Ondas concéntricas similares desplazándose por ancho y largo.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Tostada con mantequilla y mermelada.

Empezaba el día con olor de tostadas con mantequilla y mermelada -de fresa, claro, que si no la tostada no es lo que es... No te planteas la dificultad de la mantequilla hasta que te enfrentas a ella con cuchillo al ristre, la susodicha está fría, no se extiende bien: la tostada va perdiendo su esencia... La mantequilla ya no se derretirá convenientemente, como le corresponde a una tostada de buena categoría...

Hoy caía en la cuenta de que los milagros, los buenos, los de verdad, existen. Yo los he visto. Vi a mi amiga Carmen diciéndole a aquella chica que se levantara y andara, que ella era mucho más y merecía ser mujer... Veo cada día pequeños milagros: merece la pena que andes, que veas, que te levantes, que tires de tí mismo, que saques de tu pequeño corazón aquello que te hace grande, mayor, mejor persona, mejor adolescente, mejor niño... Levanta, camina, no te duermas...

martes, 10 de noviembre de 2009

Ellos están fuera de control...

El trabajo nos ha traído a mi maleta y a mí por unos días lejos de mi ciudad.

¿Y qué hace un profesor lejos de sus aulas? -eso les gustaría saber a mis vecinos, tan curiosos ellos... Reflexionar sobre la cosa educativa, por ejemplo, intentar mejorar o tratar de comprender lo inaccesible de la adolescencia -eso de "mis padres no me entienden" "y yo a vosotros tampoco". Le dábamos vueltas ayer al panorama de los jóvenes de hoy y lo ilustrábamos con el corto de Zoé Berriatúa El despropósito.

Y tal vez demasiado crudo por lo real o por los nombres y apellidos que los personajes de la película Barrio significaban para algunos de nosotros; para muchos. Y me quedaba yo con el personaje rubio, que intentaba salir de la orden del grupo, conocer otra realidad que no la del botellón y la risa floja de sus amigos, con referentes adultos -pero negativos- y la sensación de caos y soledad a su alrededor.

Nos preguntaba el ponente sobre nuestra sensación al ver el cortometraje. No he hablado mucho en esa ocasión, lo admito, porque soy de medir mis palabras y evaluar, más bien, mi alrededor. Pero el sentimiento era claro: situación de falta de control. A los adolescentes la vida caótica e ininteligible se les escapa de las manos y no pueden asumirla; ni absorberla. Tal vez por eso muchos se la beban en botellas de litro... Y me preocupaba -porque para eso también son estos momentos que el trabajo fuera de las aulas brinda a un profesor-: una excesiva humanización -normalización- hace al hombre menos humano...

Y para mí, realmente, el problema de la juventud -que es más bien un dilema: ¿qué hacemos con ellos?- tiene tres letras: mi hija Rut, que va a cumplir 3 años... que en otros rápidos más será como ellos...

domingo, 8 de noviembre de 2009

Noche estrellada.


Mi aliado estas últimas noches ha sido rojo y blanco.

Un termómetro.

Y noches largas, de esas eternas que parece no se acaban nunca, lentas, que se deslizan, gotean interminables, esperando que amanezca -porque cuando empieza la luz parece que todo es más fácil.

Rut tiene anginas.


jueves, 5 de noviembre de 2009

El problema del vocabulario.

El vocabulario nos puede poner en aprietos. Así me ha pasado con la palabra suele.

Ay de mí, ay infelice... Dos compañeras, valientes, osadas como ellas solas, me habían comentado que el alumno solía hacer los deberes en sus asignaturas. Tamaña ofensa no podía pasar desapercibida por la familia. Allí estaba yo, pertrechada detrás de mis fichas, bolígrafo en ristre, agenda como escudero, mientras me llegaba el ataque frontal: ¿¿cómo que suele?? No hubiera sido yo la que me hubiera atrevido a aventurar, ni someramente, que un alumno suele hacer los deberes. Es evidente, meridiano, transparente, obvio, que todos los alumnos hacen siempre -no sólo suelen- las tareas; el problema es que el profesor no se entera ni, por supuesto, está capacitado, para darse cuenta del trabajo constante y diario de todos y cada uno de sus alumnos.

Por eso no entiendo la pretensión de mis dos compañeras al tildar a este alumno de los que sólo suelen hacer los deberes... Por supuesto, obviamente, ha sido un error de ellas. Meridiano, claro, transparente. Y yo, encima, indicando que tal vez sería conveniente que la familia se entrevistara directamente con ellas... Qué osadía. Qué desfachatez.

Y por si no fuera suficiente, llegaba el remate, holgado, sin florituras, de la amenaza implícita y la duda circunstancial de que tal vez yo -pero sólo tal vez, no vayamos a pasarnos- tuviera la culpa de no estar bien informada. Me faltaban datos evidentes sobre el alumno. Obvio. Claro, meridiano, transparente. Menos mal que una está ya curtida en peores campos de batalla.

Habrase visto...

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Hoy volvimos a encontrarnos.

Hoy lo ví de camino al autobús. Con rojo penacho engreído y plumas marrones, su cola insultante y negra con enormes plumones. Se paseaba orgulloso por su camino, sin permitirse hacer ver que sabía que lo observaba -tal vez porque otros muchos se quedaron asombrados ante él.

No es la primera vez que nos vemos. La verdad es que nos conocimos hace tiempo, tal vez tres o cuatro años, cuando me mudé y pasé a vivir cerca de allí. Pero siempre le había oído, más bien -como a otros, con oirlos, sin necesidad de escucharlos, ya les conocemos... Y de vez en cuando, haciendo caso omiso de mi presencia, picoteaba noséqué en el suelo. Estoy convencida de que lo hacía para ser mejor observado y admirado con ojos boquiabiertos por su irreverente presencia. Por atípica. Y eso a pesar de que muchas mañanas, yendo hacia la casa de mis padres, le oía romper el hielo de la madrugada con estruendoso kikireo -no siempre bien visto, haberlas haylas.

¿Quién tiene un gallo por animal doméstico?

martes, 3 de noviembre de 2009

Un teléfono nuevo.

Hoy he tenido que cambiar mi teléfono móvil. La pantalla de mi viejo y fiel teléfono decidió esta tarde que ya no podía más y, agotado por el esfuerzo, se quedó en blanco. No hubo posibilidad de reanimación ni consuelo final; ha acabado en las manos de mi hija, que, imitadora de todo lo que ve, charlaba con amigos imaginarios al otro lado de la línea...

He tenido que cambiar mi teléfono móvil. Y me molesta, por más que a mi marido le encanta ir de compras y le gustan estos juguetitos; yo sólo quería un terminal que me permitiera estar conectada al mundo exterior, apéndice de mi mano aunque no me guste su insolente dependencia.
No, gracias, no me hace falta conexión a internet, bluetooth, revisión y volteo de imágenes y casi una red social única e irrepetible desde mi pantalla, le he dicho a la amable señorita que me mostraba las cajas de teléfonos como quien busca los zapatos únicos de su boda. Sólo quiero un teléfono, porque tengo una niña pequeña y parece que así estás más cerca de ella cuando se pone mala en el colegio y me llaman para avisarme -bien es cierto que también me llaman al trabajo, pero la proximidad hace al teléfono móvil único y ultranecesario...

Y he cambiado mi teléfono, finalmente, porque ahora llamando y conectándote coleccionas puntos como antes yo en mi infancia los cromos de Willy Fogg. Y como eres fiel a las marcas -de toda la vida: los yogures de Danone, los Donuts o el Bollycao-, la marca te regala, me regala, la posibilidad de lucir un flamante teléfono de pantalla roja, brillante hasta ser casi febril. Canjeando los puntos, que eso sí que está bien: cambiaba cromos en mi EGB, cambio puntos con mi compañía telefónica.

No sé si he salido ganando o perdiendo, pero me gustaba mi teléfono antiguo. Me lo había donado mi hermano.

lunes, 2 de noviembre de 2009

¿Dónde está mi mesa?

Debajo de los papeles que se amontonan esperándome tengo una mesa.

Dedicado a mi vecina de enfrente, que es de esas convencidas de que un profesor no trabaja y vive bien...



sábado, 31 de octubre de 2009

Es tiempo de buñuelos.

Hoy volví a comer castañas. Ocho, exactamente. Después me encontré a los hijos pequeños de mis vecinos corriendo de portal en portal gritando eso del truco o trato de la pegajosa cultura americana que nos ha traído Halloween.

Pero realmente hoy es tiempo de buñuelos. Los romanos tenían un postre en forma de bolas dulces que amasaban con los puños, los árabes calentaban en aceite caliente masas redondas de hojaldre bañados después en miel hirviendo, el rey Felipe III los servía en su mesa en estas fechas...

Es tiempo de buñuelos, de panallets y de huesos de santo. Es tiempo, tal vez, de ir despidiendo el otoño aunque la teoría indique que eso será por diciembre. Y como es tiempo de buñuelos, la pastelería de toda la vida cercana a mi casa estará mañana llena de gente haciendo cola, tal vez hasta la esquina, como todos los años. Me agobian las muchedumbres, así que no creo que mañana por la mañana desayune buñuelos.

Lo cual es una lástima. Y es que hoy se me olvidó lo del tiempo de buñuelos y no aprovisioné mi nevera con ellos.

Cáspita.

viernes, 30 de octubre de 2009

Hoy, encuentro de exalumnos en mi Colegio.

El trabajo del docente tiene a veces grandes alegrías y sorpresas, como esta

Esta tarde me alegraba al ver que la convocatoria para exalumnos que habíamos hecho en el colegio tenía sus frutos. Lo cierto es que no esperaba mucha afluencia, y me he llevado la sorpresa de encontrarme con algo más de una veintena en la puerta, esperando a que llegara para abrir; previamente, además, me llamaban algunos para excusar su ausencia, pero también solicitando información de lo que se hiciera en el encuentro.

Es la primera vez que hacemos esto en mi centro, y es una alegría poder ver las caras de los que fueron tus alumnos -claro, estos que vienen, algunos hasta seis años después de abandonar el centro para seguir sus estudios de Bachillerato en otro sitio, lo hacen motivados o con curiosidad... Pero mayor mi sorpresa cuando aceptaban de buen grado la propuesta que les lanzábamos mi amiga Silvia y yo: juntarnos de nuevo para llevar a cabo un encuentro de exalumnos y realizar algunas actividades de voluntariado en diversas ONG's y en el mismo Colegio.

La veintena venía más o menos engañada, porque no tenía yo todas conmigo de que lo social tirara todavía entre ellos. Por eso me he llevado la sorpresa del día cuando un puñadillo de ellos me decía que estaban perdidos, que querían hacer cosas sociales, que estaban motivados, pero no sabían por dónde empezar... Y me decía yo al volver a mi casa, después de acordar otra convocatoria en breve, que esto es también educar; o, visto el tema de la Secundaria, educar tal vez de verdad, crear buenas personas, honrados ciudadanos...

Motivador y agradecido. Buena andadura para el proyecto. Para todos.

jueves, 29 de octubre de 2009

No permitir que la vida se escape rondando.

Esta mañana les decía a mis alumnos de 2º ESO, en medio de una de las actividades especiales programadas para este mes, que no permitieran que la vida se les escapara rondando. Bueno, para no faltar a la verdad, lo cierto es que casi literalmente les he dicho que el día de hoy no lo volverían a vivir y que había que sentirlo y saborearlo. Nada del carpe diem ese al que tengo cierta manía, sino más bien una de déjate cuestionar por la vida; pero, como todo: si no lo digo así, no se entera ni el tato...

Al menos este grupo ha sabido -más o menos, tampoco hay que pasarse- cuidar algo el silencio. Y quizá por eso, mínimamente, uno de los chavales se atrevía a contar al grupo un par de cosas personales, de esas que les rondan a los adolescentes por la cabeza a todas horas y que para ellos son el centro de su propio mundo. Me ha sorprendido porque no es uno de esos alumnos a los que un profesor pondría la etiqueta de "buen alumno", sino más bien tirando a conflictivo, esperando en la silla el momento de salir del sistema educativo por la puerta de atrás o dejarse llevar vete tú a saber por qué o quién... Y sin embargo, era el primero en romper el hielo, ofrecerse voluntario o coger una escoba para barrer. Sus palabras, además, despertaban en mí la certeza de que a los adolescentes hay que prestarles oído, porque no se entienden, no saben, algunos hasta sufren. Y esto no me gusta. Y me molesta.

También los padres sufren. Hoy, además, recibía la visita de cuatro. Y todos sufrían, de uno u otro modo y en distinta medida. Mis compañeros, en general, tienen menos entrevistas con padres a lo largo del curso que yo; me imagino que es debido a que no me acostumbro a no mandar deberes para casa o permitirles que se vayan de rositas sin haber hecho algo en clase. Mala costumbre la mía la de forzarles a trabajar y regañar cuando no lo hacen. Un padre de alumno sufriente es mala cosa y a veces se revuelven contra el profesor -que, en el fondo, ya sabe la sociedad que es el culpable de todo, claro. Sorprendentemente, estas familias venían de buenas, con ganas de que a sus hijos se les ayudara y de colaborar para lograrlo. Uno me decía, incluso, que no sabían cómo ayudar mejor a su hija.

Y me ha gustado la expresión, por lo sincera y clara: no sabemos qué hacer, pero necesitamos hacerlo. Ojalá todos los padres de mis alumnos vinieran así de claros y con las cartas sobre la mesa. Seguro que vencíamos entre escuela y familia a la Administración y los adolescentes saldrían más airosos.

Y, además, me he divertido. Gracias.


miércoles, 28 de octubre de 2009

Yo también soy una alumna.

Este año retomé mis estudios, nunca olvidados, pero tampoco a pleno rendimiento; las situaciones familiares, lo cotidiano y algún toque de estrés adicional hicieron hace tiempo que aparcara volver a las aulas como alumna. Pero este curso era tan bueno como el siguiente o cualquier otro para regresar a la mochila, los folios -en algunas cosas, soy una clásica- y la carpeta de apuntes.

Es curioso ver las cosas desde el otro lado; nunca del todo sólo como alumna, claro, porque ya llevo dentro eso que dicen deformación profesional, pero sí es cierto que critico un poco ácidamente a mis colegas profesores que me corrigen ahora ejercicios y trabajos. Y me sirve esto de mirar desde la orilla lo educativo para darme cuenta de lo importante que es ser conciso y claro en la explicación, llevar las clases bien preparadas por lo que pueda surgir y no dejar demasiadas cosas a la improvisación -de todas formas, en el aula se toman tantas decisiones que hay espacio para que las cosas fluyan a su modo...

Mis compañeros de afán no son precisamente treintañeros. Más bien, por el contrario, talluditos y maduros que están de vuelta universitaria; algunos, además, con familia como yo y algún hijo más o menos pequeño. No todos. De hecho, creo que estoy en franca minoría.

Pues bien, hoy, esperando a que llegara la profesora -lo reconozco, por cierto: qué pasadas se pueden hacer las clases y qué despacio pasa el tiempo cuando lo que escuchas no está bien estructurado-, uno de mis no tan jóvenes compañeros le comentaba a otro que él, en su labor profesional -por lo que decía, le supongo profesor jubilado- prefería enseñar a dejar las cosas claras antes que a dar datos. No estaba yo en total desacuerdo con él. ¿De qué me serviría a mí que mis alumnos no supieran reconocer lo importante de lo secundario? Poca cosa puedo hacer cuando se enfrentan a un texto y no saben por dónde pillarlo...

Pero yo descendía más a lo terreno: enseñar, incluso, a dejar ordenada la mesa de trabajo en el aula, no estar rodeado de papeles, guardar las cosas de la asignatura anterior, colgar el abrigo en la percha y no conformarse con dejarlo encima de cualquier alféizar -si las madres vieran lo que sus hijos son capaces de hacer con el material escolar...- y quitar de mi alrededor todo aquello que me distrae o molesta para trabajar. Vamos, mi día a día. Y no me disgustan estos gestos educativos porque me lo enseñaron a mí siendo adolescente y ahora, en mi treintañerismo, me doy cuenta de lo que pretendían aquellos profesores de la extinta EGB. Mis recuerdos de los '80...


martes, 27 de octubre de 2009

El silencio me permite escucharme.

Para mí el silencio es fundamental; soy, en principio, una persona tranquila que se programa su tiempo para sacarle el mejor partido. El silencio me permite trabajar y preparar mis clases -esto seguro que es una novedad para alguien, porque soy consciente de que muchos piensan que los profesores aparecen de forma espontánea en sus clases e improvisan más o menos con lo que se les viene a la cabeza en ese momento.

El silencio me hace descansar y poder parar, reflexionar, darle vueltas al partido que voy tomando con mi día, organizar el día que está por venir u optar por sentarme a leer un rato. Un gesto silencioso nos permite sonreir de la mano de la sorpresa de un alumno o la sonrisa inesperada del joven que no se esperaba tan buena nota. Una mirada silenciosa puede hacer callar al más pintado en una clase revoltosa o animar a seguir hablando al compañero que expone una idea.

Por eso salía hoy con algo de pena de mi trabajo, esta mañana. Porque constataba con la actividad especial programada para hoy que mis alumnos viven en un mundo volátil de ruído; no pueden ni saben disfrutar de diez minutos de silencio. Todo a su alrededor hace bocina y sólo dentro de su estruendosa tribu adolescente se sienten con identidad. A la orden del día está el no sé y me sorprendía -se ve que no aprendo- al oir que uno se sentía feliz porque tenía todo y más. Me regalaban la amarga imagen del conformismo absoluto y una supuesta felicidad basada en que sus padres les protegen de todo lo que les pueda hacer daño -no sea que, pobrecitos, la vida les golpee.

Yo sé que hay otros jóvenes, ocultos como esos padres que se preocupan al cien por cien de la educación de sus hijos. Sé, porque he convivido con ellos, que hay adolescentes que se sienten buscando y cambiando y que no se entienden porque no se saben.

Y me molesta esto. Me molesta que sus padres no les hayan enseñado que el chicle, mejor en casa y no en clase, que hay que guardar el turno de palabra -pero, claro, imagino que en sus casas sus palabras son deseos absolutos y prioritarios-, que los mayores son fuente de conocimiento de la vida y que por eso hay que respetarlos o que los padres no son los amigos de los hijos. Las cosas son así.

Me molesta que no sepan que el silencio se puede oir, porque jamás aprenderán de sí mismos.


La curiosidad es el motor...

Por curiosidad creo que mi padre me regaló, con nueve o diez años, un libro de mitología egipcia que fue el inicio claro de una de mis decisiones más claras e irrevocables: estudiaría Historia de mayor.

Con curiosidad mira mi hija lo que leo y se acerca ella: ¿Y esto cómo se lee, mamá? O con espíritu curioso coge un lápiz: ¿Cómo se escribe, mamá?, me pregunta, mientras traza rayas de un lado a otro de la hoja -a las que ella llama letras.

Por curiosidad aprenden los bebés a balbucear y por curiosidad te acercas a conocer a ese alguien que te llama la atención. Con curiosidad se acerca un profesor a las listas de sus nuevas y limpias clases en el principio de curso. Eres curioso y cuidadoso en tu trato con la persona con la que, por casualidad -como me pasó a mi hace cinco años- acabas pensando que mejor te dedicas a ella en cuerpo y alma.

Y supongo que por curiosidad me leen algunos de mis alumnos -que Jorge, de mi tutoría, así me lo deja entrever a veces. Con alegre curiosidad preparé yo mis viajes en la época en la que la hipoteca no se llevaba todo mi dinero y por curiosas coincidencias acabé en este trabajo y no excavando -hacia donde se dirigían, indudablemente, con curiosidad curiosa, mis estudios. Es la curiosidad la que hace que lea este libro y no otro y, tal vez, curiosamente, recuerdo bien los primeros rostros de los alumnos a los que conocí por primera vez en mi colegio.

Por eso, José me convenció un día, en un curioso Paseo por Madrid -actividad cultural para los alumnos de 3º que hacemos todos los años en el Colegio-, que luchábamos contra un peligroso y exponencial enemigo, contra el que no valían nuestras palabras y quizá ninguno de nuestros empeños: nuestros jóvenes no son curiosos. O no sabemos llamar a su curiosidad, que, en el fondo, les mueve a visitar a la famosa salamandra -que ha debido de huir, pobre-, a sus amigos fáciles y rápidos de las clases de al lado y a convertirse en expertos tecnológicos de las redes sociales de la red.

Ellos me dicen con frecuencia que sus padres no les entienden.

No me extraña. Yo muchas veces tampoco...

sábado, 24 de octubre de 2009

Rut quiere aprender a leer.

En mi casa somos grandes lectores; realmente, yo tengo más variedad de lecturas que mi marido, que se quedó vagando en la tierra de Mordor hace tiempo y siempre está volando entre alas de dragón o paseando por bosques de elfos. Mi porción de estanterías de salón acumulan libros de lo mío, de Historia, claro, Arte, literatura varia, el teatro que mi padre me enseñó a reverenciar, la filosofía que me trae de cabeza o las disquisiciones teológicas a las que de vez en cuando acudo. Por ejemplo.

Pero, siguiendo el comentario de mi amiga María, los libros en mi casa están para verse y tocarse, ojear y hojear, cambiar, descolocar, mover, apilar, casi saborear. También los pequeños cuentos e incipientes lecturas de mi hija Rut. Y a ella le gusta, parece -de momento, afortunadamente-, coger de lo suyo, hacerlo rodar por la alfombra, abrir y cerrar y pasearse con sus cuentos como hace mamá.

Por eso anoche sonreía para mí al ver que copiaba uno de mis momentos favoritos: leer en la cama. Tumbada yo en una cercana a la suya, me disponía a leer lo que ahora me tengo entre manos y veía cómo ella se ponía de puntillas para alcanzar un cuento, colocaba el cojín que usa de almohada y se explicaba en voz tenue su lectura... Tal vez, espero, sea el inicio de las discusiones que yo me traía con mi padre por las noches, cuando él me decía, en medio de la madrugada, que apagara la luz y yo me metía entre las sábanas para seguir con mi historia...


viernes, 23 de octubre de 2009

Vaya castaña...

Me gustan las castañas. Y muchas tardes paso junto al puesto de un castañero en una de las calles más concurridas de Madrid. Y, además, parecía ayer por la tarde que todo invitaba a pararse y pedirle una docena, así , bien calientes, acordes con el rato otoñal y medio lluvia que sufría la ciudad...

Comer castañas es dejarse los dedos manchados del fuego donde se han asado y enfrascarse en acabar con su piel antes de que ella se quede en minúsculo resto junto al fruto. Es saborear que el carbón ha chamuscado una parte, pero no te importa porque es lo que tiene disfrutar de una docena de castañas. Y calentarse el bolsillo dejando que la mano descanse sobre el papel. Y, además, leer luego por curiosidad ese fragmento de revista que el castañero ha usado para darte el paquete de castañas...

Por eso comer castañas es casi un arte que hay que paladear y que se saborea y que, para mi, tiene el nombre propio de mi amigo Damián, porque nos debemos un largo paseo por un parque de Madrid rompiendo el otoño mientras comemos y hablamos. Siempre que tomo castañas me acuerdo de él y ayer por la tarde no fue menos, claro. Sigo sin saber dónde está Damián, pero la docena de castañas de ayer y el paseo por esa calle de Madrid -donde le vi, por cierto, la última vez hace años-, me lo trajo a la cabeza.


jueves, 22 de octubre de 2009

Y escampó la tormenta.

Hoy me decía una amiga que no hay tormenta que dure más que el día de hoy... No soy amiga de estas frases que sirven para hacerte pensar -quizá porque ya pasó mi etapa de adolescencia-, pero cierto es que hoy sólo apetece sacar el paragüas para frenar la lluvia que cae con fuerza esta tarde...

Por eso, como gato panza arriba trasteaba hoy por los pasillos del colegio; tal vez era la lluvia, que me gusta, o la rodilla, que volvía a darme la lata -la edad pasa para todos, incluso para mis jóvenes alumnos de 4º, que se asomaban a las ventanas a ver a los de 1º, como olvidando que una vez ocuparon esos pupitres... Pero sin olvidar que los gatos panza arriba siguen siendo felinos a los que no les gusta ser domesticados; su zarpazo queda semioculto y preparado a salir cuando sea necesario.

Pero gracias a los que estas horas han tejido y destejido a mi alrededor con finos hilos de apoyo. Hasta aquel que es el más discreto a mi alrededor hoy me demostraba, calladamente, que estaba hombro con hombro; y yo me guardo en caja fuerte con mi propia llave ese hoy por tí, mañana por mi.


miércoles, 21 de octubre de 2009

Jamás contra mi gente.

Ya comenté hace tiempo que a veces surgen preguntas que me parecen extrañas cerca de mi o emplean sutilezas tal vez como arma de ataque que no tienen fundamento... No me considero una guerrera desafiante, pero tampoco permito, sobre todo, que alteren a mi gente.

O que cuestionen mi trabajo. Por ahí sí que no paso. Y por eso hoy estoy enfadada y rabiosa. Hoy no era buen día para llorar de rabia, pero me pudo el sentimiento y en el peor momento, el más desaconsejable y en el sitio más inoportuno. Por fortuna, a lo largo del tiempo me he ido tejiendo, como la joven Aracne -pero sin su soberbia- mi red social, mis guardaespaldas -como dice una compañera de trabajo.

Y esto me molesta, me quiebra, me enrabieta, no me destroza, pero me urge expresarlo. ¿Quién es el otro para cuestionar lo mío, si lo mío es en grupo? De mi dependen -más o menos- ciertas decisiones que se toman al minuto; esto de trabajar de cara al público adolescente es lo que tiene, y pocas personas se dan cuenta hasta lo que lo ven en directo: que en un aula se deciden tantas cosas en poco tiempo que te desgasta la mente y el corazón. No es un trabajo a sangre fría como el de un socorrista de carretera -tuve un compañero en la Facultad que hacía esas cosas-, pero sí se pone a veces tanta entraña que te puedes quedar exhausto -y a esto ahora lo llaman "síndrome del quemado".

Pero esta mañana cuestionaban a mi gente, a mi grupo, a personas con las que trabajo codo con codo y que, aún hoy, a estas alturas, estamos haciendo piña para sacar cosas adelante. Y no lo consiento, bajo ningún concepto: soy leal a mi gente -amigos o compañeros- y si es necesario sacaré el ariete, la lanza, la falcata o la ballesta para no dejarme amedrentar. Y reconozco mis fallos (es conocido mi pronto enfurecedor, como buena tauro, mis arranques pasajeros pero resistentes), eso lo primero.

Y me molesta, sí, mucho. No consiento que digan que no soy organizada, que no quedan claras ciertas cosas... ¡Yo! ¡A mí! Qué indignación.

Qué tropelía...

Cuestionarse, sí, querida, criticar constructivamente, sí, por supuesto. Pero jamás, jamás, herir con ese puñal. No a mí. Y no a mi gente.