miércoles, 30 de septiembre de 2009

Una alumna, una sorpresa


La verdad es que hoy tengo un par de cosas que contar -lo cual no es de extrañar, porque, como todo el mundo sabe, a mi me gusta hablar, escuchar, impacientarme en una conversación, improvisar y salirme por peteneras si ha lugar. Y es que esta mañana, en unas horas, mientras estaba en la lucha diaria con la tiza -que sí, que yo sigo con lo mío-, la pizarra y un par de alumnos revoltosos -algunos ya se están aburriendo-, varias cosas me rodeaban:
  • tengo una alumna a la que le encanta la saga de la Guerra de las Galaxias. Lo cual me llama la atención desde el curso pasado, ya que es una película de las mías, de los 80 entraditos; se ve que algunas cosas no pasan de moda y Luke empieza a ser inmortal. Ella, que sabe que tengo una cierta querencia hacia la ciencia ficción, me ha regalado hoy una copia de la Guerra de los Clones. Y un muñeco temático espada en mano que no sé si dejarlo en mi mesa o llevármelo conmigo de clase en clase a modo de cofrade para que me proteja al estilo jedi... Estas cosas son las que te animan el día, francamente. Y te regalan una sonrisa al mismo precio. Gracias.
  • continúo esta tarde con mis retomados estudios -esto es lo bueno: que una no se cansa de aprender-, dejados cuando iba a nacer mi hija y recogidos de nuevo ahora que tiene más autonomía. Hoy me decía otro alumno "hoy no has descansado, profe, ¿verdad?" Y lo cierto es que no, que la mañana ha sido ir y venir y revuelo de cosas, anotaciones, preguntas y manos levantadas. Pero a pesar de eso, me apetece pillar el bus a Madrid para ir a clase. Quizá por desconectar, quizá para demostrarme que la cabeza todavía tiene ganas de llenarse de cosas. O, tal vez, para que no se me olvide decirme de vez en cuando que, a pesar del jaleo diario y de mis internos mosqueos porque los alumnos suelen trabajar poco o menos, merece la pena aprender.

Humor para profes

Yo sé que me leen algunos profesores -compañeros, colegas, luchadores, héroes de odisea cotidiana, pacientes entre la marea de impaciencia-, en estos días envueltos todos en la burocracia que la Administración nos impone -o el cómo llamar notable (7) cuando quería decir insuficiente (3).

Por eso, marineros del Argos hacia Medea, os dedico:




martes, 29 de septiembre de 2009

Primeros días en la Universidad.

Hoy recibí un mail inesperado de mi exalumna Laura, que pasó a esta condición hace tres años. Por lo que tengo entendido, de las rentas se vive hasta que se agotan -lo típico: si exprimes la cuenta bancaria, pero no ingresas, malamente-, y al final todo pasó factura para ella en 2º de Bachillerato, remontando costosamente en septiembre. O eso me ha contado, vaya.

Laura ha empezado esta semana sus clases en la Universidad. Cuando estaba con nosotros, adolescente perdida, era una de esas alumnas que sabíamos llegaría hasta la cumbre del saber. A los profesores a veces nos pasa eso: que podemos vislumbrar entre brumas algo del futuro de los alumnos que tenemos delante. Es cuestión de práctica, supongo.

El mail de Laura me ha recordado mis primeros días en la Facultad. La verdad es que creo que tuve bastante suerte, pues dado que por aquel entonces era yo algo tímida, hice rápido un puñadillo de amigos, varios conocidos y un montón de compañeros de clase. Y con los primeros acabé, casi al completo, la carrera. Algunos tenemos todavía algo de contacto, y es que la red tiene esas cosas: que te escribes simultáneamente con Chicago, Suiza, Ankara y Madrid... Recuerdo brumosamente que alguien debió de cambiar las listas de aquella clase de 1º de Historia de la Autónoma de Madrid y el grupo se dividió el primer día, hasta que la panda de despistados -en la que yo estaba, claro-, logró encontrar al grueso de la legión y aposentarnos en la clase correcta.

Buenos tiempos en casi todo.

En fin, Laura -y otras Lauras-, buena suerte.



Más recuerdos, cosas del colegio y amigos.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Mi autoestima

Dice la R.A.E:
autoestima.

1. f. Valoración generalmente positiva de sí mismo.


Entiendo yo con esto: percepción de quién soy yo: del conjunto de mis rasgos corporales, mentales y espirituales y que forman mi personalidad. Vamos, algo que se va fraguando desde pequeño y en lo que el entorno influye de forma bastante decisiva.

Hoy me decían que mi problema es que tengo falta de autoestima. Tenía que haberle contestado que autoestima tengo siempre, oiga, y afortunadamente, a estas alturas -y una vez superada la dura etapa de la adolescencia-, bien positiva. Por la cuenta que me trae. No sé muy bien a cuenta de qué ha sido este comentario ni porqué esta persona me percibe así. Lo apuntaré en una de mis listas: "preguntar a Fulanitez lo de mi autoestima".

Y es que yo tengo la fortísima convicción de que soy un gran castillo con una muralla, y en esa muralla, una puerta algo más débil, bien reforzada porque por ahí vienen luego todos los desequilibrios. Que de esos tenemos todos, vamos, digo yo. La imagen no es mía, claro, sino de mi amigo Joseantonio, que me conoce aventuras y desventuras desde hace muchos años y con frecuencia se me adelanta en mi autopercepción.

Por eso creo que esta persona estaba hoy desencaminada conmigo: porque si yo fuera como ella piensa, no defendería a capa y espada las dos o tres cosas que tengo clarísimas, porque no me callo como el asunto me llegue hondo; y no me importaría que con cierta frecuencia me correspondan tutorías complejas.

Si yo fuera como dice esta persona, no sabría tomar decisiones sobre mi vida -más o menos acertadas, eso sí, pero mías y asumiendo las consecuencias- y no podría vivir el hoy como el día que tengo imprescindible entre manos.

Si yo fuera como dice esta persona, no me codearía con personas que sé me adelantan en conocimientos e imaginación. Y, mira por dónde, encima les apoyo al cien por cien. Si fuera como ella dice, me dejaría manipular por esos y esas que pretenden dinamitar desde dentro, y, qué casualidad: no me importa trabajar en equipo.

Pienso que tal vez, en el fondo, es que a esta persona no le gustan mis decisiones. O es que es tan temperamental que se le llevan los demonios cuando me salgo de su marco. No lo tengo muy claro -tengo poco tiempo y mucho que hacer. Pero por si acaso le dejo una paginita para que mire a ver dónde me encasilla.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Este fin de semana ha tocado familia.

El miércoles llamó desde Barcelona mi tía Magda. Nos daba la sorpresa (hacía tres años que no nos veíamos): se acercaba a Madrid este fin de semana. Estupendo. Tía Magda siempre ha sido una persona especialmente querida para la familia, para todos: primos, tíos, sobrinos y hasta sobrinos nietos -y es que mi tía tiene una edad... estupenda para hacer y deshacer, cuidarse y nunca descuidarse... Algunos de mis primos y yo decimos con certeza absoluta que ella es el eje de muchas de las cosas de nuestra familia, la puerta siempre abierta para todos, el detalle absoluto y nimio al alcance de tu mano.

También es así la tía Maríadolores. Será cosa de familia.

Y recordaba yo estos dos días las dos fotos que tengo de ella en mi casa: una con mis abuelos bien jóvenes, ella de niña montada en bicicleta, su hermano al lado en triciclo; ella con limpio vestido blanco más reluciente porque la foto es en blanco y negro, su hermano de traje gris impecable del niño que era entonces.

La otra foto es moderna, vital, sonriente como es su costumbre, perfecta a cualquier hora, preparada en todo momento para bajar a comprar pasteles -porque mi tía es así: hospitalaria, detallista- o para recibir una visita imprevista. Es la foto hecha unos días antes de mi boda, cuando mi marido y yo fuimos a verla para invitarla al evento.

Pero sonaba también en mi cabeza los relatos que me cuenta mi padre de sus visitas hace muchos años a mi ciudad, unas veces sola, otras con mi prima mayor en brazos. Y es que el tren entonces echaba humo -eso de no fume en los trenes, los trenes ya no fuman-, no sé si en sillo granates o de madera, horas y horas para llegar hasta aquí. Dos horas y media esta tarde para regresar a su casa en Bonanova. La tecnología al servicio del hombre, la comodidad a la puerta de su casa.

Vamos, que no tengo ni una excusa más: el año que viene, Rut y yo tendremos que ir para allá. Ella debe jugar ahora con los hijos de mis primos...

¿Quieres conocer a mi familia? Pincha aquí.


sábado, 26 de septiembre de 2009

Lista de listas.

José me ha dicho varias veces que le gusta como trabajo con los de 1º de la ESO. Mi amigo Juancarlos con frecuencia ha corroborado la opinión y, de paso, está encantado porque así él se puede dedicar más y mejor a sus clases de 4º, que son las que le gustan con alma y corazón.

A mi también me gusta trabajar con estos alumnos.

Pero creo que el secreto está en mis múltiples listas de listas. O la lista de listas.

Y es que paso muchos minutos al día intentando organizarme. Tal vez sea un defecto, no lo tengo muy claro, pero desde pequeña me dijeron en casa que el tiempo es rápido -no breve- y hay que aprovecharlo muy bien. Así que me hago mis listas para cuadrar el Tiempo y mi tiempo. Hasta pongo números de urgencia a las tareas que tengo-que-hacer-en-cuanto-acabe-lo-que-estoy-haciendo...

Por eso ahora me encuentro rodeada por una invasión de listas y cosas que debería hacer si el Tiempo que me acorrala durara un breve instante más. Y me cercan, ahora, las tareas, me apremia lo urgente y lo que debo hacer hasta el extremo de no saber con exactitud si no se me habrá olvidado algo. En la mesa descansa la lista que me obliga recordar detalles urgentes y la libreta de lo que deberé hacer el lunes ya en el trabajo.

Y es en estos momentos cuando valoro más, pues, lo inesperado que se presenta como un regalo, como la visita de mi tía Magda desde Barcelona, el rato de charla y comentarios en la cena o el buenasnoches de la peque... Porque no está previsto y, tal vez, es lo que realmente importa...

Más reflexiones...


El patio de una casa

Rumor de enaguas y blondas en el pozo y el recreo.

Villa Ávila, c/ de la Fragua.

viernes, 25 de septiembre de 2009

¿Deben trabajar sólo los muy preparados?

Hoy me surgía una duda.

¿Quién debe hacer un trabajo concreto? ¿Aquella persona que es considerada como la mejor preparada, pero que tiene poco tiempo para hacer ese trabajo? ¿O la otra que, teniendo más tiempo que la primera, puede estar preparada, pero en un grado menor?

Me surgía la duda tras una conversación en la que no me ha quedado muy claro si me estaban diciendo que eligiera entre la primera o la segunda persona.

Porque hay otra cuestión de fondo: si uno está bien preparado, perfectamente cualificado, tiene clara cuál es su función, sabe lo que se espera de él, entonces... Entonces, ¿por qué cuando llega el momento de ofrecerse para realizar un trabajo, no se asume? A mi no me gustan los trabajos de primera fila, no me gustan los puestos de responsabilidad y no me agrada en absoluto tener que tomar decisiones.

No señor, no me gusta. Así de claro lo digo. Es mucho más cómoda la sopa boba.

Pero no me asusta la responsabilidad ni las consecuencias de mi actos, no me molesta que digan mi nombre en quinielas de acciones a realizar y no me importa que se me nombre cuando hay que hacer o decir algo.

Pero me molesta que se cuestionen mis decisiones. Me resulta incómodo que intenten entrometerse en mis proyectos. No me gusta que me digan porque sí lo que tengo que hacer. No es buena idea dejarme caer que tu idea no es buena, la mía es mejor, sin saber o escuchar las razones pensadas, dialogadas y consensuadas que llevan a la toma final de mi decisión irrevocable. ¿Quién sabrá mejor algo: yo, que estoy en el ajo, o tú, que lo ves desde fuera?

Pues si la persona que tiene más tiempo, pero parece peor preparada en realidad es amante de la toma de decisiones, su experiencia es irrefutable, su afán de superación proverbial, su cualificación es perfecta para ese trabajo... Entonces ¿por qué no lo dijo cuando yo tomé la primera decisión? Oigaaa, que ya nos conocemos...

Cómo me molesta que incomoden a mi gente...



jueves, 24 de septiembre de 2009

Hoy me he divertido...

Hoy me he divertido en mi trabajo.

Y esto es una cosa importante.

Me he divertido porque a veces me doy cuenta de que lo nuestro, lo de los profes, es ir tirando como se pueda con lo que se tiene: un adolescente que no sabe muy bien por dónde ir, otro que se pasa el día dándole vueltas a las mismas preocupaciones, el de más allá que se queja de que sus padres no le entienden (ni yo tampoco muchas veces, y mira que ya estoy acostumbrada),...

Pero me he divertido porque mi trabajo es también un lugar de encuentro y de trabajar codo con codo. Como un barco con José a la cabeza... Una nave que tiene que ser pilotada a golpes de programaciones (me hace gracia cuando mis vecinos me decían a principios de mes: ¿y tú para que vas al colegio ahora, si no hay alumnos? Hombreeee, que alguien tiene que preparar la llegada de tus hijos, le decía...), dando portazo a la impaciencia, pescando tiempo de donde sea para sacar adelante una clase...

Me he divertido porque he trabajado en grupo y he visto cómo entonces sí se obtienen ideas y donde mis gafas no llegan, avanzan los ojos de otro.

Me he divertido porque en el recreo un alumno ha querido venir a contarme eso, lo suyo: que no le entienden. Y es bonito encontrarse pensando en cómo será este joven dentro de cinco o seis años, cuando su enfermedad adolescente se haya curado...

Me he divertido porque un alumno se ha reido al darse cuenta de que yo había oido el comentario de otro y reconocido su voz de espaldas. Y este alumno se reía de forma sana, a pesar de que, en el fondo, tal vez no esté todavía en el lugar en el que le gustaría estar...

Me he divertido porque, en el fondo, muchas veces, si me divierto, ellos se divierten, el barco avanza y mi trabajo no sólo es más productivo -profe, estoy repitiendo curso, pero esta vez seré productivo, me decía ayer un alumno-, sino que es profundamente más creativo.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Salir a la calle con un niño pequeño: la Odisea.

Cinco de la tarde -por ejemplo-; verano -otro ejemplo-. Buen tiempo -claro. ¿Resultado? Decides salir con tu niño pequeño al parque. Tenías claro que este momento iba a ocurrir -dejaré para otra ocasión cuando alguien de tu familia decidió regalar a tu hija un carrito de muñecas y al final acabas siendo tú el que lleva el dichoso carrito porque ella prefiere jugar con una hoja...

Y decides llevar el carrito. Es un buen invento el carrito de un bebé, porque además de llevar al niño, pones en el hierro del mango la bolsa del pan, en la capota sin abrir las servilletas que se te olvidó comprar por la mañana, en el otro hierro otra bolsa con yogures y todavía tienes una mano libre -porque, oportunamente, tus amigas te aconsejaron comprar un carrito de asa única- para llevar el bolso.

Pero cuando vas al parque con un niño pequeño, además -¡además!- debes no olvidar que el kit completo de tu hijo consiste en:
  • el agua -biberón, botella, termo pequeño si hace mucho calor, porque luego oirás si no la musiquilla de mamáaaaaaaaaa, aguaaaaaaaaaaaa durante 15 minutos seguidos.
  • las toallitas -como dice mi amiga Laura: el cuarto de baño en tu bolso.
  • la ropa de recambio -porque en la guarde ya le quitaron el pañal; te das cuenta entonces de lo utilísimo que era este utensilio en tu vida: tu hijo decidirá necesitar hacer uso del baño exactamente cuando ya estás en el portal...
  • la chaquetita -esa prenda que dice mi marido que las madres llevan para poner a sus hijos cuando ellas tienen frío.
  • el cubo y la pala -aunque el niño decidirá más tarde que prefiere la pelota, el muñeco, el cochecito de su bebé, el camión, el patinete o la moto de juguete.
  • las galletas -ha merendado, pero en medio del columpio te dirá que tiene hambre...
  • el plástico de la lluvia -lo más doblado posible en la parte baja del carrito, porque si no no cabe el cubo ni la pala.
Me hacía gracia a veces oir a mi amigo Juan Carlos cuando llegaba con retraso a algún sitio y nos decía que la culpa había sido de su niña.

Claro, ilusa de mi: yo no sabía lo que el destino me iba a deparar años después...

martes, 22 de septiembre de 2009

Los primeros momentos de la mañana.

Por las mañanas voy con mi amigo Nacho al colegio. Vivimos relativamente cerca del trabajo y además, somos amigos desde hace tiempo, así que aprovechamos (bueno, para ser realistas, yo aprovecho que va en coche, de paso, y así me evito, en invierno, la helada mañanera) y vamos juntos. Diez o quince minutos sirven de mucho para hablar y ponerse al día...

Me gustan esos primeros momentos de la mañana. Es como estrenar algo un poco más, la curiosidad de no saber qué te va a deparar el día, pero no una curiosidad intranquila, sino relajada, con olor a croissant, diría yo, y todavía con el calor de la leche del desayuno en la garganta...

Sin saber qué pasará, me hago la silenciosa promesa de que será un día especial, el que me traiga entre manos justo en este momento, que no cometeré los fallos de ayer y adelantaré un par de alegrías de pasado mañana. Hoy prometí no enfadarme y ser amable, dedicar una sonrisa o una reflexión, no callar mi opinión si es constructiva y saludar tranquilamente al abrir la puerta de la clase.

Prometí ser ordenada con mi mesa y no dejarme arrastrar por las prisas de todo lo que urge-tengoprisa-hayquehacer. Me dije que miraría con calma el corcho de la sala de profesores para saber los últimos avisos y que me aprendería dos nombres nuevos de un grupo de alumnos. Y que, una vez más, mi mayor propósito sería hacer entretenida alguna clase. Por supuesto, ayudar a trascender alguno de esos momentos irrepetibles que se viven en la adolescencia y facilitar descubrir qué te hace feliz, qué no te permitiría ser mejor persona hoy...


Ilustraciones en la red.

La red tiene estas cosas...

Hace unos días, en esos momentos en los que intentaba localizar el blog de mi alumna Elia, me tropecé con un espacio que me gustó especialmente.

La verdad es que a mi siempre me ha gustado el arte (algún día, cuando tenga tiempo, cuando sea mayor, igual me pongo a estudiar Historia de Arte...), así que cuando encuentro espacios visualmente atractivos, me entretengo en ellos. Pero este que descubrí estaba parado y sin actualizar. Una pena, me dije, así que escribí a la autora del lugar en cuestión y hoy me ha llegado desde Argentina su respuesta.

Os dejo aquí y aquí los enlaces para que disfruteis de estas ilustraciones como yo ya lo he hecho.

domingo, 20 de septiembre de 2009

¿Qué pasa con los profesores?

Los telediarios de ayer y hoy saltaban con noticias sobre diversas agresiones a profesores. Claro, obviamente es un tema que me toca directamente... A mediodía saltaba el telediario de Antena3 diciendo que el 35% de los docentes ha tenido que recibir ayuda psicológica y que el 25% declara haber sufrido insultos y amenazas.

A mi también me ha pasado esto último. Hace unos cinco años, la verdad, y en dos ocasiones. Creo que soy buena al recordar caras y nombres, aunque en verano intento desconectar por cuestión de salud mental. Sin embargo, recuerdo los protagonistas de esos dos hechos... Hay apellidos que no se olvidan...

Y ayer, mi amigo Nacho me enviaba un mail con esta imagen... Viñeta real de una situación real:


El profesor Juan Antonio González, en su blog Ah de la vida, hace hoy una entrada al hilo de esto con la que estoy totalmente de acuerdo.

sábado, 19 de septiembre de 2009

El chalet de la esquina.

Hoy habían limpiado de maleza el chalet de la esquina.

Bueno, propiamente dicho, no es el chalet de la esquina, sino que la esquina está cerca del supermercado al que suelo ir. Así que paso con cierta frecuencia. Está abandonado. Casi. Porque también está lleno de gatos...

Y esta tarde, mientras venía de comprar lo que se me había olvidado esta mañana -es decir, la comida de mañana, y mira que voy con lista y voy tachando lo que voy metiendo en la cesta...-, esta tarde, decía, me fijaba en el chalet de la esquina. Está también en el centro de mi ciudad.

En lo que ahora llaman casco histórico de mi ciudad, que nunca fue casco ni histórico, pero se lleva ahora eso de rescatar la memoria histórica y hacer con ella lo que se antoje. Mi ciudad ha sido desde siempre un pueblo de ganaderos y algunos canteros, creciendo a ritmo de vía de tren cuando llegaron los primeros vagones y con ellos la fábrica de MADE y el barrio de sus obreros...
Pero claro, ahora es casco histórico. Y a la gente le gusta vivir en el casco histórico, lo cual se traduce en tirar las casas viejas de toda la vida y hacer bonitos adosados con vistas a la sierra oeste de Madrid...

Y venía con mi carrito de la compra e iba pensando, al pasar por la esquina del chalet de la esquina, que yo jugaba de pequeña por esa calle con los niños del estanco, mi padre acompañaba a su madre al recoger agua de la fuente (que pone que es fuente todavía, pero ya no sale agua), mi abuelo comía con su primo en el estanco, mi bisabuelo cedía la casita blanca de al lado de la frutería al señor que había servido en su casa desde niño y mi tatarabuelo conduciría -supongo- uno de esos primeros trenes que atravesaban Madrid a finales del s. XIX...

Tengo más recuerdos...

viernes, 18 de septiembre de 2009

El blog de Elia


Hoy por fin he conseguido la dirección del blog de Elia.

Elia fue alumna mía hace muchos años. Claro, que yo tengo en la retina la chavala rubia de 16 añitos que se iba del colegio, y ahora tiene más de 20; ya no es una niña y, como estaba previsto, ha sacado por fin a la luz su alma de artista y se desgrana a golpe de pluma y pincel.

Yo la recuerdo llena de cariño, dibujando a todas horas grandes muñecos y muñecas de enormes ojos redondos y piernas delgadas. Elia era entonces -y supongo que lo seguirá siendo- un niña solidaria a la que le gustaba participar en todas las actividades del Colegio, con la que sus compañeros -algunos, eternamente enamorados de ella- podían contar en todo momento. Ya prometía, claro...

Por eso esta tarde me he alegrado muchísimo de haber podido encontrarla por la red. De hecho, llevaba toda la semana intentando encontrar la dirección de su blog, donde tiene publicados sus últimos trabajos, además de una música que, cómo no, también habla de ella... No voy a negar que no me he emocionado...

Y es que, muchas veces, el trabajo se hace duro, el colegio es cuesta arriba, hay que decirse una y otra vez que merece la pena. Que la labor del profesor es sembrar y otros recogerán... Pero cuando se te cruza por la vida una persona con el corazón a flor de piel como Elia, es imposible permanecer indiferente.

Aquí os dejo el enlace a Eliart, que queda además en mi blogroll, como no podía ser de otra manera...

Gracias, Elia...

jueves, 17 de septiembre de 2009

Paradojas.

Hay un instituto en mi ciudad en el que se ha dado una extraña paradoja. Me lo contó hace unos días mi buena amiga Belén.

Los jóvenes que deciden estudiar el Bachillerato pueden optar ahora, según el actual sistema educativo -no entraré a dilucidar sobre si tiene bondades o maldades, porque se me puede atragantar la cena- por hacer un itinerario de Ciencias o uno de Letras. A mi esta posibilidad ya me parece una forma de encerrar el cerebro de nuestros jóvenes, pero como se lleva eso de especializarse hasta la extenuación...

Pues bien, como decía, en un instituto de mi ciudad no se ha podido completar el grupo de alumnos suficientes para ofrecer, en el itinerario de Letras, la asignatura de Literatura Universal (en mi cole sí, claro..., que para eso con frecuencia bordamos con primor cosas que parecen irrealizables con los medios que tenemos).

Bueno, pues esto me sorprende.

Y me molesta.

Me molesta ya de entrada que un joven de 16 años vaya ya encasillado, incluso desde los 14, por las cosas de Letras o las de Ciencias, de forma que desde temprana edad se le impide acceder a la holgura de la expresión artística, por ejemplo, o el regalo y placer de la lectura simplemente como asignatura -ahora se implanta la hora de lectura como algo obligatorio, cuando de toda la vida hubo una biblioteca de aula...

Me molesta que la mentalidad de hoy haga decir a gente que, ya que no vales para estudiar, dedícate a las Letras -que se dice, oiga, que yo lo he oído con frecuencia.

Me molesta que los alumnos de Letras, ¡de Letras!, no opten por la asignatura de Literatura Universal. Pues hombre, si la Literatura no es lo nuestro, de los de Letras, no sé de quién será...

Me molesta que hoy preguntara yo a mis recién estrenados alumnos de 1º de Secundaria (para los no profes, 12 tiernos años o a punto de cumplirlos) que a quién le gustaba leer... Y en una clase de 20 chavales, levantaban la mano 6. Así nos va.

Más cosas que me molestan...

miércoles, 16 de septiembre de 2009

La llegada de los alumnos.

Siempre tengo la sensación de que el primer día de clase es como ver entrar elefantes en una cacharrería: gritos, resbalones en los pasillos recién pulidos, toquecitos en los cristales de las clases más cercanas, saludos a voces de "¡¡¡Hooolaaaaaaaa, profeeeee!!!" (tanto cariño me escama...).

Me da la impresión de que durante los minutos en los que pongo el horario de la clase en la pizarra, es desvelado un momento misterioso. Tal vez el único momento mágico de expectación e interés de todo el curso, todo concentrado en sesenta o setenta preciosos segundos... Lástima que no se pueda guardar en un bote para sacarlo en pequeñas dosis de vez en cuando, en esos momentos en los que la soledad del profesor se hace patente pizarra con pizarra, tecleando en el portátil o pasando la tiza -yo es que soy todavía muy clásica y voy tiza en mano- de una mano a otra -porque yo me paseo, oiga, cuando estoy en mi clase.


martes, 15 de septiembre de 2009

Las bolsas de plástico y el supermercado.

Ayer fui a una conocidísima superficie comercial con mi lista de la compra -con lo que cuesta todo hoy, como para no ir con ella, bolígrafo en ristre-. Yo ya sabía que en este hiper/supermercado habían quitado las bolsas de plástico desde el 1 de septiembre, así que iba pertrechada de la mía propia, de rafia, claro, bien doblada, como me ha enseñado mi amiga Maricarmen, en el bolso.

Lo de ir ahora con la bolsa a cuestas me recuerda a cuando mi abuela iba al mercado con aquellas bolsas de color verde y asas duras, que también he conocido en casa de mi madre. Y mi marido me trajo a Madrid la buena costumbre de ir a la compra con un carrito de la compra -buena costumbre, digo, por lo de evitar el dolor de espalda. Bueno, bien.

Pero lo que me molesta, me indigna y me hace sentir que se ríen de mi es que me vendan con cara de ingenuidad que es por el bien planetario, la salvación de los pulmones verdes de la Tierra y dentro del plan solidario de la empresa.

Veamos...

¿No será, además, que un sesudo encargado del marketing de esta cadena ha hecho números y se ha dado cuenta de que sale mejor quitar las bolsas de plástico y hacer que los clientes compren las de rafia verde de la propia empresa? Porque, seamos sinceros: ¿cuántos nos acordamos de traer la nuestra propia de casa? O si no, tranquilo, estimado cliente: aquí están nuestras bolsas desechables, para que las use varias veces. Hombre, que yo siempre he reutilizado, reciclado y reusado las de plástico de toda la vida como bolsas de basura, para llevar cosas y luego las echo en el contenedor amarillo.

Pero gracias por recordármelo, claro. Y de paso, publicidad gratuita por la calle...

Así que cuando la cajera me dijo, al ver que yo pasaba los productos de mi compra por su línea, que ya no repartían bolsas ("¿recuerda, señora?", me dijo), yo ya sacaba la mía del bolso. Sonrisa de la cajera, claro. Y, por cierto, le contesté: ¿por qué siguen entonces las bolsas de la fruta, los guantes y el pan en bolsas de plástico? ¿O es que eso no entra en el plan de protección medioambiental de la empresa?


No me dijo nada. ¿Por qué sería?

Cómo me molesta sentirme engañada.

Como cuando estuve en el Zoco de Estambul y me decían "pase, pase, que aquí engañamos menos..."

lunes, 14 de septiembre de 2009

Una sonrisa (7)

Mr. Blogger, en su blog Pruébame, blogger!, tiene otras fotos para sonreir -o para pensar- un poco esta tarde. Pincha aquí.
¡Gracias, Mr. Blogger!

El primer día de cole.


Hoy ha sido el primer día de clase de mi hija.

Es decir, ha sido el primer día de clase de Niña Pequeña.

Niña Pequeña no tiene todavía ni tres años, los cumplirá dentro de poco. Y cuando ella nació, yo veía muy lejos el momento en el que le tendría que llevar por primera vez al cole. Bueno, su padre y yo, porque hemos podido ir los dos.

En medio de la oleada de estudiantes, chiquillos, adolescentes y demás marabunta, Rut se ha plantado con un dedito en la boca y ha observado a todo el mundo. Seguro que pensaba que qué locos estábamos.

O qué loco estaba el abuelo grabando la entrada de su nieto, hasta la mismísima puerta de clase -me ha dicho mi marido que también ha grabado la salida, claro. O las niñas llorando enganchadas a las piernas de su madre. O una mamá que presentaba en sociedad a su hija y le decía el nombre de todas sus compañeritas de clase -el de mi hija no, tal vez porque no la conocía, tal vez porque es una niña del montón, tal vez porque mi hija es bastante independiente...

Yo recuerdo un día de mis primeros días de cole. Y poco más. Una fila, la verja verde abierta, el pabellón -¡con qué grandilocuencia llamábamos pabellón a la clase que estaba separada del resto!-, el babi de cuadros rojos y blancos -las cosas no han cambiado mucho ahora: el de mi hija es azul y blanco- y seguir sin más el cogote del de delante. También recuerdo que en ese curso me castigaron a sentarme en el banco del final de la clase porque yo ya sabía leer con mis cuatro años y, posiblemente, consideré innecesario tener que estrenar mi cartilla del Palau...

Y estos maestros de Infantil... Estos sí tienen vocación...

sábado, 12 de septiembre de 2009

Una reclamación.


Ahora no iba a escribir, esperaba un momento más tranquilo y con menos ajetreo en casa (esta mañana toca adecentar nevera y casa ante la inminente llegada de mi marido y mi hija desde León, donde han pasado una semana de vacaciones). Pero no he podido resistirme porque he recibido un correo electrónico que me ha electrizado...

Veamos, vamos a recordar sitios donde es necesario esperar, guardar turno o seguir unas mínimas normas de urbanidad:
  1. Cuando voy al supermercado y espero pacientemente en la línea de cajas a poder ser atendida por una chica -generalmente- que, además, llevará toda la mañana ahí de pie y a la que casi nadie le habrá saludado ni dado las gracias por su trabajo.
  2. Cuando voy a una ventanilla de la Administración y pido, explico o pongo una reclamación -por ejemplo, mi última experiencia en Hacienda, donde todavía no se han enterado, después de cinco años, de que no me compro una casa todos los años... Pero no se te ocurra acudir fuera del horario de ventanilla.
  3. Cuando me es necesario renovar el carnet de identidad o de conducir. Horas de espera, la mayoría de las veces.
  4. Cuando tengo cita con el médico. Claro que tienes que esperar, y encima siempre hay alguien que le vocea al profesional. ¿Y cuando tú estás dentro, no te gusta que te atiendan todo el tiempo necesario, y más, con detalle y atención? Serás egoísta...
Por ejemplo.

Entonces, si en las ventanillas tienes un horario, si en la línea de cajas lo normal es que no te cueles, si para renovar el carnet de conducir esperas -por la cuenta que te trae- o si te quedas en la sala de espera del médico esperando tu hora de cita...

Entonces, ¿por qué un padre de un alumno me pedía hoy, de malos modos y cuatro días fuera de plazo, que el examen de su hijo -en blanco, por cierto-, fuera revisado? Veamos, ya lo entiendo:
  1. No soy una cajera, por lo cual no tiene que esperar turno. Ya se sabe, el bote de leche siempre tiene preferencia en atención y dedicación: merece la pena guardar las normas en este caso.
  2. No le puedo renovar el carnet de conducir. Por lo tanto, no es preciso esperar. El carnet -encima, por puntos- es infinitamente más importante que la atención en su tiempo sobre el caso de su hijo.
  3. No soy Hacienda -aunque sí la Administración. Y como no le voy a devolver dinero ni tengo una ventanilla entre él y yo, puede usar el horario y los medios que quiera. Total, para lo poco que trabajan los profesores...
  4. Y no sé nada de virus ni bacterias -sólo que mis alumnos me contagiarán la gripe A en algún momento del curso-, por lo que no es preciso pedir cita ni esperar en una salita a que le pueda atender, en su día, a su hora y como sería conveniente.
Ahora lo entiendo. Tantos años estudiando para no darme cuenta hasta ahora mismo...

Más listas de cosas, cosas que me molestan y otros asuntos del colegio...

jueves, 10 de septiembre de 2009

No lo dejes todo para el colegio

Mi amiga María se acordó ayer de mi y hoy me ha traido un recorte del periódico donde Elvira Lindo comenta unos consejillos para los padres de adolescentes.

Podeis leerlo pinchando aquí.

Claro, que no es sólo un artículo para padres, porque resulta que, querámoslo o no, vivimos rodeados de niños y adolescentes -pocos, que ya se sabe que el creciemiento poblacional de España va un poco lento, pero bueno.

Y este artículo me ha gustado mucho, porque Elvira Lindo, con mucho más estilo que yo, dice lo que claramente me paso el día a día del curso diciendo a los padres de mis alumnos: que tú no eres el amigo de tu hijo, que noooo, que no puedes salir de marcha con tu hija, no, mujer, no, que ya sé que tu niño tiene ya -¡ya!- doce años, pero que como no le controles el cuarto, el mp3, el móvil, los cd's y las redes sociales de internet, se te irá de las manos... Y sí, ya sé que tu nena es supermegamayor con sus 14 años, pero que sigo pensando que no estaría mal que de vez en cuando -sólo de vez en cuando, no vayamos a pasarnos-, le preguntaras si tiene deberes del cole...

E insisto: entiendo a los padres y madres de los alumnos, pero no se logra autoridad ante ellos si no quedan claras las normas en la casa, si el chico/a -esto de tener que evitar el lenguaje sexista para seguir los consejos de nuestra ministra de Igualdad me está matando/a- no percibe que en su entorno se preocupan milimétricamente por todo lo que hace.

Que los padres no somos los colegas de nuestros hijos. ¿Que no les entendéis? Ni ellos a vosotros, si eso ya se lo digo yo muchas veces. Pero es lo suyo: que no nos entendamos, porque mis recuerdos de los '80 no pueden ser lo de mi hija, que es del '06...

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Ver el mundo de otra manera.

A veces me desanimo.

Hoy leía en el periódico esta noticia de la situación crítica que se está viviendo en Guatemala. Y esto me molesta. No leer ni mucho menos leer este tipo de noticias. Lo que me molesta es que habrá gente que no sepa ni dónde está Guatemala -lo siento por los que me lean y no lo sepan, pero estas cosas se explican en el cole...
Lo que me molesta es que lo leemos y nos quedamos como hemos empezado.

Y me molesta porque yo he estado en Guatemala mes y medio hace seis años y estas situaciones me desaniman, me cuestionan, me agreden por dentro... Claro, si ya lo sé: ¿y qué puedo hacer yo? Esta es una pregunta que alguna vez oigo en boca de algún alumno -cada vez lo oigo menos, la verdad, porque como tienen de todo, les protegen de todo, les meten en su burbuja particular, no sea que les hagamos pensar... Será por cosas: estudia, fórmate, da las gracias, reflexiona, dona, ayuda, lee, déjate sorprender...

Me molestan las imágenes sensibleras de víctimas sin nombre, objetos que son usados también como consumo emocional.

Me molesta que no se haga un análisis serio de la realidad.

Me molesta que salga en la sección de Solidaridad -aunque, es cierto: al menos sale- y no en primera plana. Y que luego, mañana, pasado o el lunes, tenga a dos columnas el éxito futbolístico del momento.

Me molesta que después de la noticia yo vea un anuncio de cómo adelgacé 29 kilos. Hombre..., seriedad, por favor.

Y me molesta, mucho, especialmente, que de un tiempo a esta parte, he observado que cada vez estamos más en nosotros mismos. Mi amigo Óscar vive en Honduras desde hace 9 años. Y también estuve allí hace cinco. Y porque está él allí, los de aquí más cercanos nos podemos enterar de qué está pasando en aquel país. Óscar me dice con frecuencia que estamos en otro rollo, que no nos enteramos, que cada vez estamos más lejos de la vida real y que, por favor, cuente a mis alumnos que existen otras personas, otros sentimientos, otras realidades y otras culturas...

Y a mi esto me molesta: que tenga que venir alguien a recordar que si Europa está en el centro de nuestros mapas europeos es porque nos hemos acostumbrado a un convencionalismo.
Igual cambiaría nuestra percepción del mundo si lo viéramos así:



Si quieres ver el mundo de otra manera...

O saber de otras cosas que me molestan...

martes, 8 de septiembre de 2009

Tú habla, que yo te escucho.

  • ¡¡Maarijóoossse, Maarijóoossse!!
  • Ya sabes que en Ibiza las cosas son por casualidad.
  • ¡¡Maarijóoossse, Maarijóoossse!!
  • Ays, tía, que me voy veinte días a Tailandia con mi novio.
  • ¡¡Maarijóoossse, Maarijóoossse!!
  • Sí, el director, un tipo genial, pero eso de estar en caja, muy pesado, ¿sabes?
  • ¡¡Maarijóoossse, Maarijóoossse!! Nada, que no me oye...
  • ¿No te ha dicho Ruso que nos veremos en Inglaterra? Sí, es que me voy veinte días a Tailandia con mi novio.
  • ¡¡Maarijóoossse, Maarijóoossse!! ¿Me oyes?
  • Nada, nada, ya hablaremos entonces cuando puedas. O ya te llamo yo antes del día 20.
  • ¡¡Maarijóoossse, Maarijóoossse!! Nada, ¿eh? ¡¡Oye!! ¡¡Que cuelgo!!
No tengo ni idea de quién es la tal Marijose, pero por los aspavientos que hacía la señora y los golpecitos que daba al cristal para llamar la atención a la amiga que le había ido a despedir, el que no la oyera al otro lado del teléfono debía de ser un asunto grave. La que se iba a Tailandia, mira qué bien, pero por lo que nos hemos enterado, prefería estar en mesa dando préstamos -vaya, le tenía que haber preguntado en qué caja o banco trabajaba- antes que en caja, que como ella decía, al final no te cuadra nada -pues como la vida misma: ni a mi en fin de mes...

Y esto me molesta, claro, porque yo esta tarde en el tren lo que quería era evadirme con el libro que me traigo entre manos, que a ver si lo acabo de una vez, que no me da tiempo, pensar sobre eso de la incertidumbre que yo decía ayer -y es que todavía no tengo algunas cosas claras- y llegar a casa para remolonear, de paso, en el sillón, mando de la tele en mano...

Pero qué le vamos a hacer: la gente se empeña en contar su vida al aire, móvil al ristre, sin duda deseosos, a voz en grito, de hacer a los demás partícipes de su bondad al querer dar préstamos, indicarnos que tiene una amiga con mala cobertura en su casa y darnos envidia porque tú vas al curro, pero yo me voy de viaje. Y a Tailandia, nada menos...

lunes, 7 de septiembre de 2009

Qué mala cosa es la incertidumbre...

Me molesta mucho la incertidumbre.

Me incomoda la falta de información.

Y, especialmente, no me gusta nada tener que pensar, a estas alturas de mi vida, tener que decidir, tener que pararme para ver no qué rumbo o qué timón coger, sino para intuir cómo mi vida puede no pasar de la sartén a las brasas...

Me molesta cuando las cosas a mi alrededor no están claras.

Me molesta cuando no se ponen todas y cada una de las cartas sobre la mesa, sean del palo que sean.

Y me molesta mucho que pasen cosas a mi alrededor que me afectan -que intentan destruirme- y que nadie se dé cuenta de que la causa de la caída a lo mejor no está fuera -¡qué fácil es echar la culpa a los demás-, sino dentro.

Me molesta la falta de respeto, claro, porque como soy profesora, está a la orden del día en las aulas. Y fuera de ellas, porque a veces las familias... No todas, claro. Y mira que yo les entiendo. Comprendo mucho a los padres y madres que vienen a hablar conmigo a lo largo del curso -más madres que padres: es curioso que mi padre, maestro, ya lo decía hace treinta años y hoy sigue igual la cosa... Me pongo con más facilidad en su lugar porque yo ahora también soy madre. Pero tengo muy a gala que soy muy objetiva con mi hija, tanto que a veces los que me rodean se molestan conmigo -claro, yo a veces también soy molesta...

Hace un rato he hablado con un amigo que compartía mis molestias -es bueno saber que las molestias pueden llegar a ser grupales, hasta colectivas, tribales, culturales... No veíamos mucha solución. Otro amigo nos decía que a veces estas molestias pueden durar años en curarse. Y eso me molesta, claro, porque yo quiero una solución rápida, o, al menos, una pista para poner una tirita a mis molestias.

Bueno, tal vez no sean muchas las cosas que me molestan. Pero la incertidumbre es muy mala cosa...

domingo, 6 de septiembre de 2009

La importancia del silencio.

Hoy no iba a escribir.

No por nada en especial: es que el día ha estado muy liado, es tarde, hay poco tiempo, está la cena sin hacer y el lavaplatos esperando con impaciencia que le dedique a él también sus minutos de gloria.

Pero ha pasado algo fantástico en mi casa. Un hecho que no ocurre con frecuencia y por eso lo convierte en especial, lo revaloriza, le da un toque, una luz y casi un resplador.

Hoy, ahora, en este mismo y preciso instante en el que vivo, hay silencio en mi casa.Lo cual se traduce en varias cosas:
  • no suena la música del CD (que no está mal diariamente: el problema viene cuando mi marido prefiere poner sus músicas y yo lucho denodadamente por imponer mi humilde opinión)
  • mis vecinos hoy han empezado a preparar el horario del cole (supongo, porque no oigo nada en el patio)
  • el teléfono móvil está apagado (vamos, que se está cargando la batería)
  • mi hija hoy no está aquí (lo cual quiere decir que es una fuente bastante recurrente de decibelios...)
Y todo esto me hace recordar la de veces que les digo a mis alumnos que hay que escuchar el silencio. Claro, decir esto a un adolescente en plena ebullición de exigencia de sus derechos (inalienables, probables, deducibles, imparables, jamás acompañados de deberes), es una empresa con dudoso éxito. Las caras de estupefacción, primero, de sorpresa, después, y de sonrisitas y miraditas son siempre presumibles (como sus derechos, vaya). Y es que un adolescente parece que tiene derecho, por serlo, a producir un batiburrillo de sonidos, gritos, gracietas, contra el cual no cabe ninguna lucha ni resistencia.

O tal vez es que no tienen muy claro, seguramente, que sin silencio no puedes pararte a ver cómo va tu vida, o a pensar dos segundos si tu decisión es acertada, o a decidir si no sería mejor guardar lo que mi incontrolable lengua está dispuesta a decir ahora, aquí mismo y en este instante...

Bueno, yo lo digo todos los años. Por eso dice mi amigo Nacho que lo nuestro es sólo sembrar (a veces pienso que las semillas están algo caducadas, pero esa es otra historia...).

Tal vez quieras conocer alguna de mis listas de cosas...
O saber de otras sorpresas que me ocurren...
O, simplemente, conocer más de mi colegio...

viernes, 4 de septiembre de 2009

Los auriculares. Los jóvenes.

Estos son los oidos de mis alumnos.
Y sus orejas.
Sus verdaderos apéndices.

Y no sólo de mis alumnos: también, por lo que vengo observando, de la mayor parte de la gente de la calle, de los que cogen el bus conmigo, de los del vagón del tren, y, si me descuido, igual pillo a alguno de mis compañeros de trabajo.

No tengo muy claro cuál es su utilidad. Hombre, hombre -mi amiga Carmen, que es muy puntillosa con esto de la sexualidad del idioma, me corregiría: mujer, mujer-, pues está claro: ¡escuchar música! Una de mis alumnas de 1º me decía hoy que ella los llevaba para hablar y escuchar música a la vez; genial: una adolescente con banda sonora incorporada...

Pero yo creo que debe de haber algo más, porque, o de repente a todos los adolescentes les mola eso de la música o hay un fondo que los adultos sólo intuimos. Y como lo nuestro es protestar porque nuestros hijos no son como nos gustaría a nosotros, pues no avanzamos nada. Me parece a mi, más bien, que lo de érase un auricular a una oreja pegado es más bien un escudo protector.

No sea que me digan qué es lo mejor para mi.
Por si acaso me indican que las cosas que merecen la pena sólo se obtienen con tiempo y esfuerzo.
Buf, y es que si no, me toca pararme a pensar y darme cuenta de las cosas que me rodean.
Y porque, en el fondo, tengo miedo de que escuches lo que hay escondido tan debajo de mi camiseta que todavía no me he enterado de que lo tengo...

Mis alumnos me inspiran más cosas cada día...

jueves, 3 de septiembre de 2009

Con las palabras no se juega.

Fui testigo activo hace unos días de una conversación interesante en el patio de vecinos. No es que el resto de las conversaciones no sean interesantes, pero suelen tratar de lo mismo: qué bien come mi niña, la última revisión del pediatra o a ver si tengo suerte y no le da clase a mi nene el profesor Fulanitez...

Pero esta fue distinta, por lo original y por las palabras que salieron. Claro, el que hablaba era el abuelo de una peque que andaba por allí, y ya se sabe que los abuelos cuentan muchas cosas curiosas -lo malo es que ahora no es estila eso de hacerles mucho caso.

Me contaba este hombre de su infancia y el huerto de su abuelo (una, por deformación profesional, ya calculaba que nos remontábamos a finales del s.XIX) y su infancia en la cocina -de esas de antes, donde se calentaban las planchas de hierro fundido- de la abuela. Y escuché por tercera o cuarta vez en mi vida la palabra trébede (mi padre también la nombra, al recordar su infancia por aquí, en el pueblo, acompañando a su abuelo). Y no sólo eso, ¡no!, también nombró quinqué y candil.

Subí yo tan contenta luego a mi casa. No sólo porque la conversación marujil hoy había sido novedosa (mis otras madres hablaban entre sí de las maravillas de los retoños mientras yo charlaba con el abuelo), sino porque pensaba en la cantidad de palabras que nos perdemos al abandonar el uso de los las trébedes, los quinqués y los candiles...

Pero no hay problema: para eso están mis alumnos. Ayer dos de ellos se inventaban dos fantásticas palabras que no tienen desperdicio: recolectación y gobernancia. ¿Que no se usan? No pasa nada, por si acaso, ya inventamos las palabras... Y sin copyright...

martes, 1 de septiembre de 2009

Aquellos maravillosos años de... (3)

En homenaje a esos que están descubriendo -¡ahora!- la estética de los '80... Ahí va la entrada de una de las series que veía de pequeña. Qué recuerdos de los sábados por la mañana...


¿Quieres ver más recuerdos?

El reencuentro.

Hoy voy a hablar de reencuentros. Es inevitable, claro, porque hoy comenzaba aquí el curso para los profesores (ánimo, compañeros) y el primer día siempre me ha llamado la atención. Uf, es como si no hubiera pasado el tiempo... Para muestras, los botones: Huele a clase, profe, decía hoy un alumno al entrar a hacer un examen de recuperación (ostras, claro, no va a ser a bocata de chorizo, he estado a punto de decirle).

Pues sí: somos los mismos (yo, con unos kilitos de regalo de más, claro, pero eso no lo dices, que queda fatal, y además aseguras que pooooor supuesto que este curso vas a ir a la piscina). Se reincorporan al trabajo las casi recién estrenadas madres (hola, hola, que sé que me leeis), me viene la otra compi con su nuevo corte de pelo, estrenamos coche, miramos otro nuevo...

Pero hay otros muchos reencuentros en el primer día de cole y con sólo echar un vistazo al pasillo te das cuenta de que fulanito ya no sale con menganita, aquel se ha hecho un nuevo piercing, este otro ha convencido a su padre para que le deje llevar el pelo largo, aquella estrena churri y alguno redescubre no sólo a ACDC (vamos, que el heavy le mola a su padre, porque el adolescente no era ni proyecto en los '80), sino ¡¡atención!! las crestas. Sí, habéis leido bien: vuelven las crestas, pequeñas, discretas, ni siquiera multicolores, pero ¡ahí estáaaaan! Oooh, que me encuentro con mi infancia y La bola de cristal...
Sí, estamos todos. Bienvenidos y feliz curso. ¿Habéis estudiado en verano? Hummm.

Una sonrisa (4)


Hoy comienza el curso para los profes. Empecemos con una sonrisa...