viernes, 30 de abril de 2010

Yo tengo el mismo derecho que sus señorías.

Estos días se aprobaba en el Senado un nuevo tema de máxima importancia política y social para España: el uso de todos los idiomas oficiales en la Cámara Alta -cuya utilidad, de paso, podrían debatir y votar. Al filo de los cinco millones de parados, convencidos por enésima vez en la certeza de que la crisis está-a-punto-de-acabar y de que todas las previsiones negativas venidas desde la UE no son más que falacias, sus señorías del Senado por fin sacan a la luz este tema crucial.

Bien, pues ha llegado la hora: clamo y reivindico más aún. Solicito, pido, exijo, ¡reclamo de forma inmediata! -a ser posible, antes de las elecciones del próximo año- mi derecho legítimo a poder expresarme en mi vida diaria madrileña en una de esas lenguas oficiales de España. Por supuesto, sin que eso suponga detrimento en mi cómoda vida actual y con la seguridad absoluta de que mi derecho a expresarme en mi día a día en catalán no será vulnerado. Por derecho de sangre, ya que mi padre se apellida Pons y desciendo de la familia Negrevernis, afamado grupo de la Barcelona del s.XIX. Vamos, que si me lo propongo, soy más catalana, más pluriligüe, más demócrata y más progre que Montilla -que es de origen aragonés. Así se construye país y verdadera memoria histórica, sí, señorías. Sí, señor.

Desde este lugar de la pantalla agradezco sobremanera, además, a esa senadora del PNV su recordatorio de sus orígenes vasco-várdulos (un pueblo prerrománico del s. VI a.C); es decir: es digno de mención que la reinvindicación de la España plurilingüe se asiente en los pueblos previos a la llegada del mundo romano -ese pueblo opresor por antonomasia. Pienso yo que podría haberse remontado al mundo previo Neolítico, por ejemplo, pero bueno...; así que yo reivindico mi origen carpetano y layetano, y mi origen latino por conquista romana antes del s.I a.C.. Y mi origen musulmán por conquista islámica en el 711. No sé si nombrar a los fenicios, griegos o celtas de la Edad Antigua para que a sus señorías no se les escape la importancia que supone para mí el poder expresarme, por tanto, en virtud de mis raíces, en cualquiera de mis idiomas: español y catalán -ya que no sabemos muy bien cómo sonaría el idioma de los pueblos prerromanos-, fenicio -o árabe del Líbano, ya que estamos-, griego moderno o algún otro del mundo anglosajón derivado del céltico...

Gracias, señorías, por recordarme, pues, que mi abuela paterna, catalana de pro, no hablaba en su otro idioma oficial en la postguerra, pero le cantaba así a mi padre en la cuna, y no estamos traumatizados, oiga. Gracias por remontarme en esta tarde al mundo anterior a la conquista romana peninsular del s. I a.C para ahondar en mis raíces.

120 000 euros anuales parece que va a costar que sus señorías, de nacimiento españoles, puedan entenderse a golpe de traducción simultánea en la Cámara Alta; pero bueno, no pasa nada, porque este es el país de la lucha contra la demagogia de los cuentos infantiles y del curar los traumas de la Guerra Civil a base de no dejar a la gente que la vivió morir ya en paz (no sé, me da que tal vez su señoría Presidente es que tiene traumas... por no haber luchado en la guerra, como mi abuelo).

Juraría que eso de la Historia de España ha sido algo común a todos los españoles, pero quizá sus señorías prefieran quedarse en su rincón várdulo...


Lista de deseos poco reflexionados.

Tras esta semana he aprendido a desear que...
  1. la adolescencia de ellos pasara más rápido y durara menos;
  2. las cosas de casa se realizaran según yo pensara que todo se acumula y ya no cabe más en la cesta de la plancha;
  3. el tiempo se expandiera tanto como parece que lo hace el Universo;
  4. la hipocresía dejara de ser la bandera de algunos de los que me rodean para dar paso a la sinceridad de corazón;
  5. cualquier tiempo pasado no fuera ni mejor ni peor, si no real y no manipulada memoria histórica;
  6. la ropa de primavera tuviera su sitio definitivo en mi armario;
  7. los trabajos y exámenes de mis alumnos se corrigieran solos;
  8. el reloj se detuviera a mi voluntad para lograr este rato libre que me falta y envolverme en las hojas de mi último libro;
  9. ese alumno concreto logre la segunda oportunidad ¿definitiva? que pide sin decirlo;
  10. tener la capacidad de entrar en la mente de aquel.

jueves, 29 de abril de 2010

Lilas breves.

Se fueron los almendros y ahora flota en el aire olor agudo y profundo de lilas.

¿Por qué esta querencia a aquello que dura tan poco y es sutil, yo, que prefiero lo inmutable?


miércoles, 28 de abril de 2010

Sí, ha sido mi cumpleaños.

- Ven, venga, toma tu regalo de cumpleaños -dijo.

Abandoné el sofá y la lectura que tenía asociada; era 23 de abril, el día anterior a mi trigésimo quinto cumpleaños y en el fondo, yo era consciente de que intentaría superarse a sí mismo al pensar en el regalo que me ofrecería esta vez. Entré en la habitación -él es capaz de casi todo- y le vi metiendo algunas cosas en la maleta.

- Pon tus cosas: nos vamos. Todos lo saben menos tú. Dos días nada más y no puedes llevarte tu ordenador.

Sin preguntar demasiado terminé de hacer lo que él había empezado. Sólo pregunté si volveríamos el domingo a la hora de comer, pues ya me imaginaba que Niña Pequeña se quedaría el fin de semana en casa de sus abuelos. Dije adiós a mi ordenador, a su conexión a internet, a los amigos en la red, a la vida social que supone la pantalla... Ni en la estación pude saber cuál era el destino, ya que no me dejó comprar los billetes o mirar las pantallas; yo sabía que en el fondo él estaba disfrutando más que yo, que simplemente me dejaba arrastrar.

Algunas horas después estábamos en medio de mi regalo: un tranquilo fin de semana alejada de trabajo y de cualquier persona o cosa conocida, rodeada de aromas, aguas termales y relajantes masajes para esta paciente espalda. El misterio quedaba desvelado.

He cumplido 35 años, que no sé si es mucho o poco, pero me ha dado tiempo a hacer mucho y ser más. No tengo miedo a lo que vendrá y contemplo la presencia del futuro con calma.


jueves, 22 de abril de 2010

Sólo queda un día para...

Queda un día; mañana será el comienzo del día clave o, más bien, del fin de la semana clave. Mi marido, todos los días, puntualmente, me recuerda la cuenta atrás -no sea que se me olvide.

Mañana será el día clave porque es el previo a mi cumpleaños, algo así como el calentar motores que dicen los presentadores deportivos ante los grandes eventos futbolísticos -en esa parte del telediario en la que mi mente siempre desconecta y de la que no soy capaz de recordar nada por mi falta absoluta de interés ante lo que allí se cuente. Mi marido comenzó la cuenta en Semana Santa y desde entonces una amenaza flota en el salón, junto a las pelusas, el polvo que jamás se va -más bien se esconde- y los juguetes de Niña Pequeña: el viernes deberás esperar en casa y no podrás estar ante la pantalla de tu ordenador, me ha dicho desde hace dos semanas.

No sé qué prepara; el año pasado, que fue de fiestas sorpresas entre mis amigos -no en vano, algunos alcanzaban la cifra de 40 años-, él se apuntó a la idea y mi salón fue invadido por las variadas delicias culinarias que mis amigos más cercanos llevaban preparando en secreto para mí desde hacía días. Anoche, además, él me decía que estaba todo controlado, que todos los que me rodeaban sabían y yo no sospechaba nada -esto último lo prefiero, porque las sorpresas me ponen un poco nerviosa porque no las controlo y a veces me hacen sentir un poco ridícula.

Niña Pequeña pone la guinda, marcando seria con índice recto:

- Mamá, mañana hay una sorpresa, pero es un secreto y no puedes decir nada.



martes, 20 de abril de 2010

Fantasía, 1940.

Seguiré ordenando mentalmente a la ropa que se coloque por las mañanas mientras me ducho, a la leche que se caliente, a las galletas que formen marcialmente en la mesa, a la cama que abandone el desorden de sus sábanas... Nunca me gustaron las tareas de la casa.





lunes, 19 de abril de 2010

Jugar al escondite.

Niña Pequeña se bañaba ayer, convertida en estatua de espuma de jabón. Acurrucándose en su toalla, cantaba suave:

- Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, ocho y nueve.

Mamá escuchaba en la tarea de secarle despacito el pelo.

- Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, ocho y nueve.

Mamá le indicó:

- Niña Pequeña, ¿y el número siete? Se te ha olvidado dos veces seguidas.

- No, mamá, es que está siempre escondido.


domingo, 18 de abril de 2010

Ganando días.

Aprendiendo a resolver el presente, Niña Pequeña preguntó en la mañana:

- Ayer fue ayer, pero ¿cómo se llama hoy?


sábado, 17 de abril de 2010

Jornada Deportiva Provincial.

Jornada pasada por agua en mi colegio. ¿Hoy? ¿Sábado? Soy de las que piensa que las aulas son pretextos para encontrarse con personas...

Hoy preparábamos la Jornada Deportiva Provincial, haciendo frente al frío y la lluvia. Muchas gracias, sobre todo, a esas personas que pudieron compartir la mañana trabajando para hacerla posible: profesores, madres solidarias -nunca nos cansaremos de repetirles lo importante que es su labor, hablando más con sus gestos de colaboración que las horas que pasamos dentro de las clases- y antiguos (o no tan antiguos) alumnos. Felicidades, ¡buen trabajo!


jueves, 15 de abril de 2010

La raza de los líderes.

Cuando estoy con un grupo grande -como estoy estos días-, siempre hay unas personas que son diferentes. No falla: están de forma inevitable, tal vez hasta necesaria. Son los que pertenecen a la raza de los líderes. No me molestan ni me incomodan, pues realizan las labores a las que yo no llego.

Los de la raza de los líderes suelen ser, en general, de estatura alta. La Naturaleza les ha hecho así para que, de entrada, nos fijemos en ellos. Son aquellos que te saludarán los primeros, con la sonrisa en los labios, mirándote a los ojos, preguntando por tu familia, agradeciendo de forma no verbal que estés en esos momentos molestándote en gastar tu tiempo en su mismo espacio y, posiblemente, te harán algún gesto como el cogerte del brazo o tocarte el hombro.

El que pertenece a esta raza de líderes grupales observará atentamente la situación y analizará inmediatamente lo que le rodea y sabrá decir la palabra oportuna con el gesto más adecuado -tal vez aquella o aquel que a ti te hubiera gustado poseer en ese preciso momento. Habitualmente, además, en determinados contextos vendrá acompañado de una guitarra, instrumento social donde los haya y que permitirá, en algún momento, reafirmar su papel de líder.

Ocasionalmente, no lo olvidemos, el de la raza de los líderes intentará ceder algo de su tiempo y espacio a alguna de las personas que le rodea calladamente, pidiéndole que haga uso de unos minutos de su público mostrando la habilidad más característica que tenga; sólo unos pocos, por cierto, se darán cuenta a tiempo de que esa persona en concreto a la que le han hecho bailar, cantar o pasearse -por ejemplo- detesta esas situaciones y prefiere mantenerse en su tono gris habitual. Este rasgo de los líderes grupales no lo entiendo aún muy bien; tal vez es que se asombran aún de que no todos sean como ellos..., aunque con frecuencia lo leo como una breve y generosa donación de un poco de su espacio, en una especie de falsa modestia que llega a veces a revolverme por dentro...

Yo no soy de la raza de los líderes. Pero, de hecho, estoy muy agradecida a la Naturaleza por haberlos creado, porque me solucionan cosas cotidianas, como el no tener que ser el centro de atención o que, habitualmente, los que me rodean no se fijen demasiado en mí -lo que permite trabajar a mi ritmo, calladamente. Es muy importante tener a uno de estos en un grupo -mejor dos o tres-, porque te animan una fiesta, cantan y bailan sin problemas, conocen docenas de chistes o movilizan masas de un lugar a otro, facilitándome este trabajo que ya no tengo que hacer yo.

Yo no soy de la raza de los líderes, aunque una vez soñé con serlo. Y me lamenté de no tener estas habilidades sociales que tanto gustan y llaman la atención. Yo, más bien, soy de los otros, del montón, de los que hablan quedamente, de los de tono gris, de los silenciosos, pero observadores. Yo soy de los de la mano anónima que cala despacito... Por eso, ahora que me he tropezado con tantos, ya no me lamento como lo hacía en mi adolescencia: porque sé que necesito a los otros, a esos líderes, para que me dejen despejado el espacio... y poder yo realizar, tranquilamente, lo que es mío.



martes, 13 de abril de 2010

Sus sesudas señorías y los cuentos infantiles.

Leo hoy en el blog Literatura infantil y juvenil actual una entrada sobre la polémica creada alrededor del machismo detectado en los libros de nuestros niños más pequeños.

Y me alegra la noticia. Mucho. Me congratula, me anima, me hace mejor persona; porque me justifica, por fin, para qué sirve el Ministerio de Igualdad. Sus sesudas señorías, representantes del pueblo democráticamente unido en votación cada cuatro años, al fin tienen algo de qué hablar: el cuento de Blancanieves que le gusta a mi hija es demagógico, antidemócrata, poco menos que contrario a la Constitución. Ya iba siendo hora de que alguien detectara tremendo error en los cuentos de Perrault, Grimm o Andersen: el príncipe, personaje obsoleto y machista hasta no poder más, debe de ser desterrado, masticado, explicado, contextualizado (como se puede leer pinchando aquí: no me estoy inventando nada).

La lógica es tan aplastante que estoy por lanzarme a por mi teléfono y avisar inmediatamente a mi marido y ponerlo en guardia: esta noche, por favor, no le des a elegir a Rut entre el cuento de Blancanieves o el de la Bella Durmiente. Es preferible que le leamos antes de dormir algo más actual y tolerante, algo más progre, no sea que la niña crezca rodeada de traumas, convencida de su rol clásico de mujer tras haber leído que el amor siempre triunfa en el beso casto del príncipe y la princesa, que son felices y comen perdices.

Gracias, señora ministra, sesudas señorías, bienavenidos representantes sindicales de la izquierda, por dedicar su tiempo y el dinero de los impuestos a luchar contra la tremenda infamia que suponen los cuentos clásicos infantiles.

Cuando acaben de indicarme cómo debo educar a mi hija, ¿podrían, por favor, debatir sobre cómo solucionar lo de los casi cinco millones de parados de España? Gracias.


Musicando.

Se entretienen sus tacones en el pentagrama del paso de peatones.


domingo, 11 de abril de 2010

No se irá el bus sin mí.

Poner un pie en la entrada del autobús es indicar que se ha ganado una batalla, rodilla flexionada y agarrando con aplomo la baranda. No se irá sin uno, sin mí, sin aquel que ya ha tomado el primer escalón de forma ineludible: no es el billete lo que da la seguridad del acto final, sino el atrevimiento del pie firme.


sábado, 10 de abril de 2010

Amando adolescente.

Le preguntaba ayer a la alumna si seguía saliendo con aquel compañero suyo de adolescencia.

- No, profe, ya no. Se cansó el amor.



jueves, 8 de abril de 2010

Violencia contra profesores.

De vez en cuando salen en las pantallas situaciones de violencia contra los profesores; obviamente, tema tan delicado me toca de cerca -no, no me he visto en una de esas-, de forma que pongo la oreja rápido o siempre hay alguien en casa que me avisa para que deje lo que esté haciendo en ese momento y acuda rauda frente al televisor.

Ayer en las noticias se hablaba de esta noticia: una madre de alumna de ESO en un instituto de Barcelona era condenada a dos años de cárcel por agresión a una profesora. Condena que no cumplirá, ya que carece de antecedentes, aunque debe estar alejada del Centro durante dos años... Ignoro el contexto del suceso, pero la relevancia es evidente; más de lo mismo sobre lo bien traída que es esta profesión para la sociedad en general.

Y si tan valiente fue esta mujer como para lanzarse contra la profesora en plena calle y delante de testigos, ¿por qué se intenta cubrir la cara ante las cámaras? Semejante hazaña merece ser conocida por todo el país, disfrutar de sus minutos de gloria, gritar a los cuatro vientos el buen ejemplo que esto es para su hija. Lo mucho que estará aprendiendo su hija con esto, por cierto. Ejemplar...

Qué país...


martes, 6 de abril de 2010

España de pandereta.

Comienzo del tercer trimestre en el colegio. Lo inaugurábamos con los talleres del Día de Europa (este año, dedicado a España, por aquello de que los alumnos alemanes del intercambio con Hannover estaban entre nosotros) y el mío lo dedicaba a los símbolos nacionales. Elegido el tema a riesgo de que alguien me llamara de derechas -como si entre los alumnos haya alguno que sepa lo que es-, pero sin temor porque conozco bien la historia de mi familia hasta bien entrado el s. XVI... y consciente de que parece que nos da miedo decir que somos españoles.

Una de las pruebas del taller: poner letra a 57 segundos de himno español. Resultados, variopintos: desde los que, misteriosamente, introducían menciones a un dictador español muerto hace 35 años -alumnos de 15 que dudo sepan, al menos, el nombre de tal personaje-, otros que descubrían que el himno español, por nacimiento, no puede tener letra y alguno más que no sabía muy bien a qué música me refería. Jóvenes...

Pero un mensaje claro: este es el país de la tortilla de patata, el arroz en todas sus variedades -con preeminencia de la paella-, el turrón y la pandereta. Ignotos símbolos nacionales que he descubierto en la mentalidad absolutamente apolítica -y adormecida, inane y acomodada- de algunos de los jóvenes que han pasado la mañana por mi taller. Protagonistas de letras de himnos que en nada representan la Historia de un país -que es lo que tiene que reflejar la música nacional. Eso sí, no dudo que en el momento de mayor patriotismo nacional -cuando juega la selección-, alguno hinchará orgulloso el pecho tarareando aquello del chuntachunta.

Con lo cual, no me extraña, pues, leer lo que he leído en este artículo escrito por Arturo Pérez-Reverte -uno de mis escritores favoritos- en su columna dominical.


sábado, 3 de abril de 2010

Vencida la naranja en buena lid...

Observaba anoche fascinada cómo mi compañera de mesa se centraba en comer una naranja en el postre. Y me pareció que tremenda tarea debería ser considerada, como poco, disciplina olímpica de demostración.

Una naranja no es un alimento fácil. Se resiste a ser vilipendiada con cuchillo y tenedor, aferrándose a su cáscara con blancos filamentos, desangrándose en color sobre el plato de postre.

Una naranja deja sus restos, como despojos abandonados, para no permitir que la conciencia del comensal quede tranquila. Ahí persiste su tenacidad de no desaparecer del todo, gajos maltrechos o irregularmente cortados, poco apetecibles.

Forcejeaba mi compañera de mesa, concentrada plenamente en su tarea, el ceño fruncido, enfrascada en el empeño. Se resistía la naranja en cada acometida, buscaba la mujer por dónde hundir el cuchillo con mayor efectividad.

De poco le sirvieron a la naranja sus reticencias, vencida al fin y desecha...


viernes, 2 de abril de 2010

Hoy es Viernes Santo. Calla.

Ocurrió hace tal vez seis o siete años; en clase de 3º ESO esa misma semana había puesto un documental sobre uno de los proyectos que la ONG SED tiene en un suburbio de Paraguay. Aparecía en él la cruda, pero no por eso menos real, vida de las personas que dependen para su supervivencia del basurero de la metrópoli. Mujeres y niños, en su mayoría, escarban diariamente para lograr el material que les hará ese día más soportable; una de las escenas, mediado el documental, es el testimonio de uno de los niños, explicando cómo un día se había encontrado el cadáver de un recién nacido y, movidos por la piedad, le habían enterrado decentemente.

Pocos días después la madre de unas alumnas me pidió cita. La cuestión a tratar no era el cúmulo de faltas de ortografía que sus hijas realizaban -supongo que siguen haciéndolo- en sus escritos -y que justificaba ella diciendo que las palabras se pronuncian igual, da lo mismo cómo se escriban. Ni siquiera le movía para llegar al colegio que las dos necesitaran, a mi juicio, una ayuda externa para solucionar que no comprendieran sencillos textos -muy por debajo de su nivel educativo, porque la Ley manda y hay que aprobar al mayor número de personas.

No. El problema había sido aquél vídeo, ya que una de sus hijas le había contado, llorando, lo que allí se narraba. Y venía a decirme, de forma muy clara y amenazadora, que fuera la última vez que ponía ese tipo de documentales en una clase, y menos en la de sus hijas, porque ella no estaba dispuesta a que sus hijas vieran sufrimiento y penas. El curso siguiente volví a poner el mismo documental en 3º ESO, claro. Y a la madre le respondí que fuera buscando una burbuja de cristal bien aislante para meter en ella a sus hijas el resto de su vida...

Hoy es Viernes Santo. Los cristianos necesitamos cuarenta días para prepararnos para este día, uno para recordar la muerte del Señor, cincuenta para celebrar la Resurrección. Diariamente me rodean personas con dudas, que buscan, algunos que desean creer y en su dolor no pueden, otros que no entienden, muchos que no quieren saber, otros que abanderan discursos trasnochados sobre la existencia o no de Jesús de Nazaret.

Estos últimos son los peores, a mi juicio, porque no sólo hablan sin saber -sin saber Historia, Teología, Literatura, Filosofía y tantas cosas que hay que saber para comprender sólo desde fuera el misterio de Jesús de Nazaret-, sino que además se creen en posesión de la verdad -la suya-, sin permitir a los demás el resquicio de la duda ante nuestra vivencia de otra verdad... Veo en ellos resentimiento, dolor no asumido, experiencias negativas mal curadas y falta de diálogo.

Pero hoy es Viernes Santo. Hoy es un día incomprensible; nuestra mentalidad humana se resiste a lo que hoy se celebra en el mundo cristiano y grita ante Dios. Fenomenal, porque es muy sano enfadarse con Dios. Hay que hacerlo, como dice uno de mis mejores amigos, jesuíta. Hoy es el día de aquellos del documental, de los miles de niños a los que no dejan nacer, de los que mueren en el seno de su madre, de los que son esclavos, de los enfermos, de los que sufren persecución de cualquier forma por sus creencias -dichosos ellos, dijo Jesús. El mal no tiene solución; hoy es el día para asumirlo y para acompañar en silencio -el tremendo silencio de las procesiones- lo que nuestra humanidad no entiende. Pese a quien le pese.



jueves, 1 de abril de 2010

Abel.

Veo desde la ventana los tres almendros, empeñados por competir en color.
¿Qué pasará cuando estallen?

Ayer nació Abel, al son de los almendros; bienvenido.