Poner un pie en la entrada del autobús es indicar que se ha ganado una batalla, rodilla flexionada y agarrando con aplomo la baranda. No se irá sin uno, sin mí, sin aquel que ya ha tomado el primer escalón de forma ineludible: no es el billete lo que da la seguridad del acto final, sino el atrevimiento del pie firme.
A veces, conseguir poner el pie en el autobús, puede ser más difícil que clavar una banderita en la cima del Everest.
ResponderEliminarBuen domingo.
En Honduras y El Salvador me sorprendía al ver cómo la gente puede viajar kilómetros y kilómetros simplemente agarrados a la rueda de repuesto que colgaba de los viejos autobuses en la puerta de atrás...
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