domingo, 30 de noviembre de 2014

Feliz cumpleaños, Niña Pequeña (y van ocho)

Mamá  -llama Niña Pequeña.

- ¿Hum? -digo, mientras busco las llaves de casa en las profundidades del bolso.

- Mamá, ¿a qué hora nací yo? 

- De madrugada, Niña Pequeña -respondo, metiendo la llave encontrada, hallada y rescatada.

- Pues eso está muy bien, mamá -dice, mientras entra correteando por el pasillo.

- ¿Hum?

- Porque así, cuando me levanto, ya tengo ocho años -dice, alejándose hacia su cuarto.

Hoy Niña Pequeña ha cumplido ocho años en esa madrugada que linda entre ayer y ahora mismo.


   

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Trabajo, dientes, Joaquín.

Volví a ver a Joaquín hace unos días, aunque él bien sabe que no por visita de cortesía ni por preguntar por su hijo, antiguo alumno mío y que a estas alturas ya debe de estar rozando su salida de la Universidad... Él siempre se ríe cuando me ve, le chisporrotean los ojos -porque es socarrón- y dice:

- Bueno, bueno, Negre, ¿qué tenemos aquí? 

Y luego añade, tras un par de segundos en silencio minucioso: 

- Vaya, vaya.

Y remata al fin, mientras miro de refilón el reloj de la pared:

- Claro, claro.

Joaquín es mi dentista, y Él también acude a veces -sólo a veces, porque le da un poco de miedo, aunque no lo reconocerá nunca. Me suele preguntar cómo se encuentra, aunque nunca atino y no sé muy bien si quiere saber, por cortesía, si le va bien o regular, si su boca sigue siendo un cúmulo de socavones y desperfectos o si, sin más, quiere entretenerme mientras sujeta el cabezal de alguno de sus instrumentos y pillarme desprevenida. 

- Después de la limpieza del otro día, Negre, toca mirar a ver qué hacemos con lo de rechinar los dientes por la noche, que eso ya lo habíamos hablado -dicta.

Si yo ya lo sé, que se lo expliqué antes del verano: que lo mío, esto de estar en el colegio, va a rachas y picos de trabajo, de ambiente, de interés o de motivación, y que cuando vienen malas, aprieto los dientes con fuerza, para evitar decir con más ganas lo que pienso. 

- No, si yo lo entiendo, pero que como sigas así van a acabar tus muelas partidas...

Y pienso yo que vaya fuerza que tiene mi trabajo, que me sale por las encías... Suspiro y le dejo maniobrar mientras toma medidas de los moldes de la que será la nueva camisa de fuerza nocturna de mis incisivos, premolares y molares. 

- Te llamo en unos días para que vengas a ver el resultado final y probar la funda...


 

martes, 11 de noviembre de 2014

La Envidia se envuelve en hojas de parra.

Estos últimos días están siendo un balcón desde donde observar, de lejos y como si nada, episodios: viñetas como de cómic que tienen a la envidia como eje temático. La Envidia. 

Envidia no es sana, no me engañe, Sr. Tiempo: Envidia es corrosiva bajo apariencia de voz dulce y atención fraterna; es una bestia agazapada que mudará su piel y erizará hasta la cola cuando se vea en peligro o a la presa preparada: allí, en el punto débil, la sangre palpitando rítmica y caliente, la ocasión propicia. 



Envidia es pútrida porque tiene carencias; quizá no la quisieron o no la amaron lo suficiente o tal vez se mira en un espejo roto que no puede reparar. Envidia quiere más y no puede, así que se esconde bajo falsa apariencia de las interesadas preguntas personales y la Soberbia, que es su hermana gemela; grita porque nadie la enseñó el arte del silencio y no levanta el pie del acelerador porque le fracturaron, seguro, el corazón en algún momento. Envidia, Sr. Tiempo, es una serpiente que se enrolla sobre sí misma y rumia diálogos entre hojas de parra.

La Envidia ha invadido lo que no debería ser una cueva de ladrones. Y son algunas familias -envidiosas ellas- las que convierten en descalificaciones lo que no es más que dolor y pérdida: el no saber cómo evitar que el que fuera un bebé es ahora un alumno pequeño...

 

martes, 4 de noviembre de 2014