sábado, 15 de marzo de 2014

Un gesto revolucionario en la cocina es... (2)

Hoy, como todos los sábados en los que Niña Pequeña y yo nos quedamos solas y comemos juntas, he cocinado espaguettis con nata. No me gusta cocinar, no disfruto nada con los tejemanejes domésticos y no me aclaro con esta química casera de mezclar ingredientes, así que las pocas comidas que preparo yo son de emergencia, de batalla de guerra del Vietnam, en ausencia de Él.

Y no es la primera vez, sin embargo, que hago gestos revolucionarios en la pequeña cocina de mi más pequeña casa: pequeños detalles que se revelan grandiosos y me hacen remontar un peldaño más en mi conquistada independencia. 

No es difícil hacer esos espaguettis, que son siempre para mí recuerdo de mi amigo Óscar, que sé que me lee a veces desde Honduras, y que me trasladan en el pasado a la tarde-noche de cada jueves de hace dieciséis años, cuando, por costumbre en la casa, cocinábamos para los demás, los dos solos, sin hablar mucho, pero acompañándonos siempre. Queso, jamón, nata, pasta, pimienta, unas vueltas y Niña Pequeña va poniendo la mesa. 

Y es ahí, en el precios instante en el que la pasta toca, redonda, ocre, aún dura, el agua burbujeante, cuando me acuerdo de mi madre: ella, que siempre decidía cortar en dos o tres partes cada uno de los espaguettis hasta convertirlos en poco más que fideos; así, porque ella era de esta manera, dictatorial en la cocina, intolerante en las costumbres. 

- ¿Por qué cortas la pasta, mamá? -le preguntaba yo, escondido medio cuerpo tras la puerta de la cocina. 

- Porque me da la gana -respondía ella, que siempre fue mala madre y nunca supo de ternura. 

En ese preciso segundo he echado revolucionariamente cuatro nidos de pasta, bien larga y ancha, dejándolos reposar brevemente, sin trocearlos, en un gesto que recordarán los invisibles ojos que me observan cada día, conquistando un diminuto fragmento más de mí misma, alejando de mi casa el fantasma non grato de la que era mi madre. Porque me gustan así, mira por donde, porque Niña Pequeña se entretiene con ellos en el tenedor. Porque son mis espaquettis, mi nata, mi jamón, mi aceite y pimienta, mi Óscar.


sábado, 8 de marzo de 2014

Hoy, esto.

Hoy estoy enfadada; quizá lo estaba ayer y me hervía la sangre, pero el cansancio del día me impidió sentir cómo la sangre hervía por las venas y todo mi alrededor se volvía rojo. 

Hoy me levanté con relativa poca gana y menos deseos de trabajar, pero luché contra la almohada y las sábanas que se retorcían -malditas- entre mis piernas. 

Hoy quise saludar los restos de nieve desde mi ventana y fotografiar los primeros copos blancos de los almendros cercanos a mi casa. 

Hoy decidí no ser prudente ni discreta -y creo que nunca lo fui- y proclamar en cuatro direcciones que no consentiré más daño cercano a mi alrededor. 

Hoy coloqué el libro de mi mesilla de noche un poco menos esquinado, para que no se cayera, y dejé preparado el siguiente, ese que compré hace dos días. 

Hoy, ahora, en fin, intentaré olvidarme del egoísmo de alguien no cercano, pero sí ignorante de que estoy cerca, de sus insultos y amenazas, para concentrarme en lo que sé hacer.