miércoles, 31 de octubre de 2012

Anatomía de la Historia y yo.

Comparto hoy con vosotros mi descubrimiento de la revista digital Anatomía de la Historia, editada por José Luis Ibáñez, destinada desde mayo de 2011 a la publicación de artículos, canciones, libros y diversas opiniones sobre el mundo de la Historia. 

Agradezco desde aquí a José Luis la oportunidad que me ha dado de poder empezar mi colaboración con esta revista, con la publicación del primer artículo de una serie dedicada a la Historia... vista por mis alumnos. Podéis leer este artículo pinchando aquí.


 

sábado, 27 de octubre de 2012

Gracias a mis zapatillas de flores...

Me apoyo en la esquina del portal mientras espero a que sea la hora de subir y recoger a Niña Pequeña de su clase de Inglés de los sábados. Enfrente de mí, una adolescente del Colegio de abajo me mira de reojo; estoy segura de que quiere preguntarme algo, pero, oye, mira, que no me voy a dar por enterada: hoy es sábado, hoy puedo hacer como que su joven persona es translúcida... Noto que coge aire. Se va a lanzar a decirme algo, eso que le quema. 

- Disculpa... Disculpe... Tú... Usted da clase en el Colegio de arriba, ¿verdad? -pregunta. Sonrío ante su indecisión en el trato.

- Sí, hace ya tiempo -respondo, mirándola con curiosidad, esperando la réplica.

- Ah, es que yo conozco allí a algunos profesores, ¿sabes? -vuelvo a sonreir, pues al final se ha decantado por lo que parece más natural: tutearme. Mi edad o, quizá, mi aspecto -sudadera polar ocre, vaqueros azules y zapatillas de flores- le ha servido para optar sin miedo al rechazo.

Es la hora y ella llama al telefonillo. Subo con paciencia los seis tramos de escalones, pues, aunque las zapatillas de flores y los vaqueros hagan parecer lo contrario, a estas alturas estoy ya agotada de ascender hasta la clase. Recojo a Niña Pequeña. Vamos en coche a hacer el recado que Él me pidió hace dos semanas y que he ido posponiendo por descuido.

- Buenos días -digo.

- Buenos días -me responde el relojero.

- Quería una pila nueva para este reloj -digo, mirando por el rabillo del ojo los pequeños pendientes infantiles del mostrador. Niña Pequeña cumplirá seis años dentro de un mes.

- Déjemelo un rato, señora, y se lo tendré preparado, si no le importa -responde él.

Le miro estupefacta, pero disimulo rápidamente, ajustándome la sudadera polar. Mi edad ha triunfado y no se ha dado cuenta de mis zapatillas de flores. No me tutea.

- Claro, no hay problema, muchas gracias. Volveré en un rato, aprovecho para hacer unas compras -contesto, despidiéndome. 

Cuando vuelvo al coche me miro en el espejo retrovisor interior. No es posible que esté ya en ese tramo de edad indefinida...

 

jueves, 25 de octubre de 2012

Con orden y concierto.

Hoy decidí que las cosas se harían con orden: cada cosa en su sitio, los momentos aprovechados y la agenda encima de la mesa de trabajo para ir tachando lo que fuera haciendo. Porque recordé que una vida desordenada es una vida desleal.

 

lunes, 22 de octubre de 2012

¡Gracias, nueva lectora!

¡G racias!


Una novísima lectora le ha regalado esta mañana a Niña Pequeña este precioso ratoncito para facilitar al Ratón Pérez su delicada misión de cambiar dientes de leche por regalitos nocturnos.

A veces pasan cosas como estas, que iluminan el día por ser sorpresas inmerecidas.

 

sábado, 20 de octubre de 2012

viernes, 19 de octubre de 2012

Agradecimiento al Ratón Pérez.

A la atención del Sr. D. Ratoncito Pérez. C/ Arenal, 8 (Madrid- España)

Muy sr. mío:

Por medio de estas líneas quiero agradecerle la deferencia que ha tenido en la noche pasada hacia Niña Pequeña, así como hacia mi solicitud de dejar un pequeño obsequio para contrarrestar el efecto de la caída del primer diente de la joven.

La prontitud con la que Niña Pequeña se levantó en el amanecer de este viernes impidió poder realizar una foto para rememorar en el futuro el acontecimiento de encontrar mutado el pequeño incisivo por sus dos breves, pero atentos, regalos. Sírvale de referencia no sólo la ausencia de protestas ante el despertar matutino -por una vez-, sino también la firme decisión de la joven para llevar a clase hoy la nueva pulsera de mariposas multicolores y sus dos horquillas a estrenar.

Atentamente, le saluda

 

jueves, 18 de octubre de 2012

Carta urgente al Ratón Pérez.

A la atención del Sr. D. Ratoncito Pérez. C/ Arenal, 8 (Madrid- España).

Muy sr. mío:

Por la presente le comunico que Niña Pequeña -que a este ritmo deberá ver mutado su apelativo por Niña Mediana- ha vivido esta tarde la experiencia de la caída de su primer diente, en concreto, el incisivo central inferior derecho.

Sírvase de efectuar una visita nocturna para dejar un pequeño presente, acorde con su diminuto tamaño, en la casa familiar, a fin de mitigar el desconcierto -y la sorpresa- que tal hecho ha producido.

Atentamente, le saluda

 

domingo, 14 de octubre de 2012

viernes, 12 de octubre de 2012

¿Qué hago con un papel de propaganda?

Abrí la puerta trasera y Niña Pequeña escaló rápidamente el desnivel de los asientos traseros para arrellanarse en su silla de seguridad, mientras yo dejaba mi bolso, la cartera, la suya, la chaqueta y la bolsa con los cuadernos de los alumnos -sempiterna torre por corregir- en el asiento del copiloto. Cerré, abroché el cinturón trasero, cerré su puerta, rodeé el coche -¡qué sucio!, pensé- y me puse en mi sitio. El movimiento de puerta-llave-contacto-cinturón era casi mecánico a esas alturas, aunque aún suspiraba antes de bajar el freno de mano, pues una vez quedó enganchado -todavía lo recuerdo- y mi respiración paró durante un segundo y medio exacto. Caían las primeras gotas de una tormenta que sólo podría manchar -más- el verde del capó y escurrirse en polvo y suciedad por los lados de la luna delantera. 

Fue entonces cuando lo vi, en la esquina inferior derecha del cristal: el papelito de propaganda, el anuncio malhadado de un circo volante en la ciudad, tremolando en mi cristal al ritmo del aire de tormenta del final de la mañana.  No bajé a quitarlo: cinturón-contacto-llave-puerta, dar la vuelta al coche acompañada por el grito de "mamá, ¡tengo hambre!", y la duda en la conciencia de dónde tirar el papel en cuestión, que yo adivinaba suave al tacto y brillante por el marketing -aunque no hay que ser muy listo para dejar información circense junto a la puerta de un colegio. Acabaría, sin duda, en el bolsillo de mi chaqueta o en la cremallera del bolsillo superior de mi bolso, acompañando al envoltorio transparente de un caramelo blando y los tres clips de colores que seguía olvidando guardar en la caja del despacho.


 

sábado, 6 de octubre de 2012

La norma para aprobar.

Alguien les pidió ayuda para recortar y pintar unos carteles; a la falta de materiales se les sumó la falta de espacio, y acabaron en mi despacho. Allí me las encontré, haciéndose hueco entre mi torre de cuadernos por corregir y las bandejas de papeles urgentes esperando ser resueltos. La papelera junto a las sillas, lejos de su rincón, ya me permitió saber que no serían capaces de colocar otra vez todo en su sitio. 

Musitaron un leve saludo, apenas audible para alguien menos entrenado en cuchilleos de aula que yo, mientras entraba y me abstraía ante la pantalla de mi ordenador; sabía que habría varios correos electrónicos del colegio por abrir y todavía tenía unos minutos antes de entrar en mi siguiente clase. 

- Pues a mí me gustaba más la otra profesora de Lengua, la que había antes -dice una. 

- A mí es que no me dio clase, así que me tengo que aguantar con lo que hay -contesta la otra.

Tecleo. 

- ¿Y qué os parece la profesora de Biología? -pregunta la tercera.

- Es muy difícil, manda muchísimos deberes -contesta otra, sin dejar de recortar.

- Ya, pero a mí me dio clase el curso pasado y aprobé por los ejercicios, porque de los exámenes ni idea -confiesa la segunda. 

Tecleo.

- Pues a mí este año me está encantando Plástica, que el año pasado era un rollo, todo trabajos. -sentencia la tercera de nuevo.

- A mí no me gusta. Bueno, es que a mí no me gusta nada todo, en realidad, pero como tengo que estar aquí... -suspira la primera.

Tecleo. Decido volverme invisible durante los próximos cinco minutos, justo el tiempo suficiente para mirar el décimo correo electrónico y hacer como que no escucho nada de lo que dicen. Sólo una de ellas ha sido alumna mía, hace ya tiempo, pero ni a ella ni a su madre les gusta cómo doy clase: mando demasiadas tareas, hago trabajar mucho. Su madre sentenció que cambiaría de colegio a su hija si yo volvía a darle clase.

Tecleo. Y sé que, mientras yo siga aquí, no dirán nada de mí ni de mis clases, aunque mi nuevo estado de invisibilidad me permite enterarme de que prefieren, las tres al unísono, no trabajar, evitar el esfuerzo y, a ser posible, aprobar por su cara bonita. Al estilo de aquella alumna que me dijo una vez:

- A mí, como soy extranjera, me tienes que aprobar porque sí.



 

martes, 2 de octubre de 2012

De trampas y tramposos.

No ha sido esta la primera vez que una madre le hace los deberes a su hijo y este lo entrega así, con la letra de ella impresa en folios blancos.

Pero eso sí: en la esquina derecha puso él, orgulloso, su nombre y apellidos...

¿A quién le pongo la nota?