lunes, 27 de agosto de 2012

Crónicas marinas (8): estado de la mar.

Negre -llama Él.

-¿Hum?

-Negre, mira ¡qué olas! ¡Si parecen rizadas!

Marinero, Él. Se ha ido a enseñarle a Niña Pequeña el tacto de la playa húmeda.


viernes, 24 de agosto de 2012

Crónicas marinas (7): Álex.

Había rabia en la forma como cogió carrerilla para impulsarse sobre la pierna, la derecha, y aplastar, con toda la planta del pie, el montón de tierra que había apilado minutos antes junto a la sombrilla familiar.

Se llamaba Álex. Así le había nombrado su padre, unos cuarenta años y pelo muy corto simulando algunas canas; bañador de esos cortos, de los que se usan para parecer más joven. Y a Álex no le gusta la arena. O sí, porque descarga sobre ella testosterona infantil y toda la energía que no le cabe en el cuerpo: dos cubos, una pala superlativa y la colchoneta de Spiderman.

A mí tampoco me gusta la arena de la playa, aunque no derrumbo sus castillos. Me disgusta su manera de apropiarse de las plantas de mis pies, los remolinos que hace entre las olas y esa manía tan suya de esconderse en la bolsa de las toallas para no irse nunca de las fibras... Alguien inventó o tuvo la brillante idea de plantar pequeñas fuentes al final de las plataformas de madera de acceso. Aún no se le ha reconocido en el país a esa mente preclara tamaña idea: se acabó, al menos, atravesar la calle, subir la cuesta, remontar la escalera con arena fina y pegajosa, ávida de interferir en vida humana, en las sandalias.

Lo cual no impide que la playa, su arena, el rumor de las olas y hasta el castillo conscientemente derruído de Álex, tengan otro tono y color bajo la luz de la luna.

...Pero esa es otra historia, claro.

martes, 21 de agosto de 2012

Crónicas marinas (6): la regla de las tres R.


¿Por qué no se me ha ocurrido a mí reutilizar la sombrilla del carrito de Niña Pequeña? ¿Cómo he podido dejar pasar esta oportunidad de patente? La regla de la minimización y aprovechamiento del espacio playero; el fin de la odisea y conquista de unos centímetros cuadrados de arena de playa: pim, pam, pum: llegar, besar el santo, desplegar silla y sombrilla en un dos por uno.

domingo, 19 de agosto de 2012

Crónicas marinas (5): olas y casa.

Mi casa es amarilla. Era amarilla, más bien, porque hace unos días hubo una revolución y Él aceptó mi propuesta: cambiaríamos el color de algunas paredes, sólo de algunas; verde pistacho, teja, tal vez en el pasillo otro color. Mi madre siempre sentencia que no le gustan las casas de colores, y hace ese gesto de desprecio tan suyo, ese "no estáis a mi altura: color blanco, blanco, blanco".


El verde pistacho se apoderó de una pared del salón, del bajo de la ventana, el teja hizo suyo una parte de la habitación y el fondo del pasillo adquirió en un momento, "porque no me cuesta nada, Negre", un tono indefinido que seguramente será otro en el futuro. Nada del blanco, blanco, blanco y del gesto hosco de mi madre: luz, color y novedad tras años en casa.


No sé porqué recuerdo ahora mi casa amarilla, y verde y teja, con las paredes blancas de esta casa, terraza anaranjada y azul de mar y de piscina. Pero sí hay blanco, blanco, blanco: el de las crestas de las leves olas a las que esta mañana se enfrentaba Niña Pequeña, armada con el coraje que da un biquini de rayas y manguitos rosas...

sábado, 18 de agosto de 2012

Crónicas marinas (4): de niños e Infantes.

El grito del niño se expande en ondas sísmicas sobre la superficie de la piscina, gira alrededor del tronco de las palmeras, sortea veloz media docena de tumbonas, hace un quiebro en la escalerilla de la esquina, para volver, tronante, al punto de partida.

-¡Yo quiero ir a la playa! -ruge el crío con la potencia sonora de sus ocho o nueve años.

La fuerza expansiva de sus cuerdas vocales aflora entre sus labios, atrona de nuevo entre sillas y sombrillas y elude la paciencia del padre.

-Yo quiero ir a la playa. ¡He dicho que a la playa!

La madre, embarazada hasta la asfixia, acomoda los manguitos a un bebé, mientras hace como que no conoce al rugiente, sangre de su sangre y mismo perfil.

-¡¡A la playa!!

Noto las hormonas a flor de piel, entre los poros del infante; percibo de reojo el disgusto de Él por tener que aguantar en sus juegos con Niña Pequeña no a semejante niño, sino a semejantes padres. El agua dura de la piscina central me sabe a retoño consentido y príncipe doblemente destronado.

-¡¡He dicho que vayamos a la playa!! -atrona la voz de Su Alteza, se zambulle su exigencia entre los azulejos coloreados de la piscina.

-Mamá.

-¿Hum?

-Mamá, ese niño llora como un bebé.

viernes, 17 de agosto de 2012

Crónicas marinas (3): (in)útiles de playa

Pin.

Toallas. Gafas de sol. Cubo y pala, castillo de arena. Sombrilla. Chanclas. Arena. Arena. Arena. Agua helada. Sillas.

Pan.

Hincar la sombrilla. Extender las toallas. Resguardar las chanclas. Proteger las gafas. Arena. Agua. Agua. Agua.

Pum.

Un abuelo que llega. Y esa su camisa, ¡esa!: desabrochada y de rayas. Extender la toalla mientras Niña Pequeña esconde su agua en un hueco de la arena.

Splash.

Agua. Huir de la camisa desabrochada y de sus rayas.

jueves, 16 de agosto de 2012

Crónicas marinas (2): la lista de la compra.

Hay momentos en la vida de un calendario que marcan claramente un antes y un después, que son un stop vital y resaltan soberbios en rojo de cocina.
El 16 de agosto es uno de esos días claves, esenciales como una tumbona playera. Hoy, sí, 16 del presente, es el día elegido por el calendario para marcar a los veraneantes que hay que llenar el carrito vacacional de la compra.
Por eso esta mañana, en el sudoroso intervalo entre ir a la playa y refrescarse en la piscina, el supermercado de la esquina, según se sale, rotonda a la izquierda, era un baile de cestos, bolsas y listas de la compra: jóvenes enrojecidos con toallas anudadas y litronas en su compra, matrimonios jóvenes con niños pequeños enzarzados en la búsqueda de potitos y toallitas de bebé, adolescentes gloriosos, una abuela despistada ante el aceite en oferta, aquella señora que pregunta, oiga, ¿la sal?
Guardé la lista de la compra de las crónicas marinas del anterior agosto, y es que yo soy así, lo afirma Él con sus ojos brillantes de travieso. Por si acaso, porque nunca se sabe y así está el trabajo hecho; quizá se me escapa el presente asegurando cómo debería ser el futuro...
-¿Has encontrado los trapos de cocina? Siempre se nos olvida traerlos... -suspiro, tachando los guisantes de la lista de la compra, una copia en el cuaderno verde de la del año pasado.

martes, 14 de agosto de 2012

Lucha animal entre bestia y hombre.

Todo apuntó desde el principio a que aquella iba a ser lucha épica: el hombre contra el animal, un encuentro entre dos naturalezas: la humana, racional, lógica, de bloqueo de sentimientos encontrados como pago por la estrategia; la animal, instintiva, el deseo único de la supervivencia por encima de todo, a precio de todo, irracional en su simple ser bestia. 

Apenas había comenzado la noche, el animal salió del escondite que había elegido durante las largas y calurosas horas de luz veraniega y, amparándose en la oscuridad, comenzó su ronda, buscando alimento, programado para la lucha por el sustento de un día más. No sabía entonces el hombre que aquello no había hecho más que empezar, pues el animal hizo un primer vuelo de reconocimiento -bzzzzzsssi-, casi rozando el límite del hombro húmedo de sudor del hombre, que se estremeció liberando los primeros sueños de la madrugada. 

Reconocido el terreno, el animal se lanzó en un segundo vuelo, directo al olor de la sangre caliente que se arremolinaba sobre la sábana arrugada. Cogió apenas impulso, en su frenesí por alimentarse, arrojándose a tumba abierta sobre aquellos embriagadores efluvios del hombre -bzzzzzsssssiii... Él, humano, racional, lógico, más allá del puro sentimiento, abandonando el sueño por la premura del ataque del animal, ruge y sacude vigorosamente la sábana, saca hombro -húmedo aún-, brazo, muñeca y gesticula a la nada de la habitación. 

- ¡De dónde sale este mosquito!

 

domingo, 12 de agosto de 2012

Tres años de blog, tres años de Oculimundi

 Queridos amigos lectores, amigos virtuales, amigos físicos o, simplemente, queridos viajeros que quizá ahora mismo estáis de paso aquí: 

Hoy se cumplen tres años de Oculimundi. Gracias a los que leen y comentan, a los que sólo leen, a los que comentan por correo, a los que venís desde las redes sociales, a los que habéis mencionado por la Red esta casita virtual, a vuestros correos, sugerencias, propuestas, apoyo y mimitos varios online (incluído eso de Negre, tienes que escribir un libro)

 

jueves, 9 de agosto de 2012

Crónicas meseteñas (5): vuelta a casa.

Es el mismo reloj y el mismo tiempo, pero corren de manera diferente para ella -ella, la madre de Él, leona protectora deseosa de tener siempre cerca la manada- y para mí.

El tiempo, segundos agrupados en minutos, conectados entre sí en varias horas, conjuntados en armoniosos días, no se desliza ni galopa: tan sólo cumple escrupulosamente el circuito establecido en la esfera de los dos relojes del salón, tic- tac. Pero le roba, a ella -ella, que quisiera siempre cerca a la manada-, Él, que se marchará, semanas, días, minutos con todos sus segundos. Y en ese lamento de esfera, agujas y números en digital, ella pierde el gusto acaramelado de tener cerca a su hijo. Abandona el recreo de tener cerca a Él por el agrio sabor de la despedida.

Segundos con sus minutos, días arremolinados en semanas, que me anuncian la llegada de mi rato del té, el tiempo a solas con Él sin interrupciones junto al televisor y la rutina que ayuda y equilibra.

Ella -ella, leona querría siempre cerca a la manada- y yo tenemos algo en común, sí: contamos el tiempo, horas que se desgranan rítmicamente en las dos esferas que tengo vigiladas. La leona, porque la manada se disgrega (me dejáis sola, en voz quebrada de chantaje), yo, porque -por fin- vuelvo a mi té...

martes, 7 de agosto de 2012

Crónicas meseteñas (4): la jura de bandera.

Y le dolió el alma, vaya que sí -afirma con media sonrisa la madre de Él.

Preside un lateral del salón la foto heroica de Él jurando bandera, tantos años atrás que la imagen guarda tonos en tecnicolor.

- Qué guapo estaba -sentencia el amor de madre.

Debieron de llegar pronto, orgullosos y acompañándose. Otra madre ostentaba un primer sitio, primera línea de frente, privilegio nacional el retoño y su milicia.

-Y ya le dije yo que ese sitio era mío -pues menuda es la madre de Él, gallina y leona defendiendo la camada, deseosa siempre de tenerlos a todos alrededor.

Un mal quiebro debió de hacer la otra, aprovechada la ocasión por mi suegra, leonesa y leona, sí, que la otra, pardilla o inocente, perdió silla y sitio, la madre de Él imagino yo brazos en jarras y dando más órdenes que usía para poder acompañar al niño, a la bandera y a la foto que blande orgullosa en el lateral, bien visible por encima del televisor.

-Y le dolió el alma, que me puse yo la primera -cierra rotunda. 

Nada más, nada peor, que un dolor de alma hondo, pienso yo, que ni se quita ni ahí anden con berbiquí y cazuelilla. Pobre la otra, que no conocía a la leona y no la vio venir. El alma puso en pago...

lunes, 6 de agosto de 2012

Crónicas meseteñas (3): el Barrys.

Este reloj paraliza el tiempo.

Quedó parado en algún momento desconocido, congeló un reencuentro, impidió una despedida, permitió, tal vez, una larga noche de amantes.

Este reloj paraliza el tiempo y se arrinconan los recuerdos en las teclas de un polvoriento piano cercano. No quedan los nombres de los retratos en gris y blanco de las paredes, una entrada de toros perdida hace treinta años y el sonido silenciado en el aire de una antigua máquina de escribir.

Él pide lo de siempre: dos refrescos y una tapa, mientras se me pierden los pasos en las lámparas de piedras y metal; no sé dónde se quedó la luminosidad de la cercana catedral: la atmósfera invita al abandono y a dejarse mecer lánguidamente entre adornos y decorados que harían las delicias de un anticuario. Junto a nosotros, un cartel de mediados de siglo me avisa: aquí hay barbero, y su silla está, efectivamente, en un rincón del local...

sábado, 4 de agosto de 2012

Crónicas meseteñas (2): Casa de Botines

Mamá.

- ¿Hum?

- Mamá, en ese palacio hay una princesa -afirma rotunda Niña Pequeña-. Yo lo sé.

-¿Y cómo lo sabes? -pregunto; con curiosidad o por sabes el secreto que oculta la Casa de Botines, en la ciudad de Él.

-¡Porque tiene una torre, mamá! -Niña Pequeña parece al borde de la desesperación, los ojos en blanco, el gesto torcido-. En las torres siempre hay princesas...
Tantos paseos con Él y nunca me dijo el secreto...

jueves, 2 de agosto de 2012

Crónicas meseteñas (1): León.

Te llevo a tu ciudad, sí. Cojo el coche, hay que levantarse temprano, ya sabes: por si acaso, por si los coches, por este bautismo tan terrenal como es echar la mañana en conducir para que te reencuentres con tu familia. No, no se vendrá con nosotros el portátil ni el wifi, aunque sean casi como de la familia; pero sí el teléfono y su conexión. Porque nunca se sabe... Una foto, una crónica.

Y luego, cuando lleguemos, no te olvides de llevarme cerca de donde nos conocimos. A tomar algo: no quedaría bien decir que estuvimos en tu ciudad, sí, tú, Él, y no me dejaste holgazanear...

miércoles, 1 de agosto de 2012

De maletas con ruedines.

Preparar maletas es localizar el hueco preciso para cada cosa en unos centímetros cuadrados. ¿En qué cabeza cabe que se pueden plegar armarios y previsiones entre dos huecos de aluminio reforzado? ¿A qué este empeño por diferenciar entre lo imprescindible y lo necesario? Es más: ¿qué le ocurre a la maleta que, en el viaje de retorno, impide que todo vuelva a ocupar su posición original? Y eso que ahora las maletas, receptáculos sin igual, ya no son como lasdeantes, que yo las he visto, cuero del país y cinchas externas para evitar el despliegue accidental de los bártulos. Coloca, encaja más bien, calcetines, camisetas, pantalones, porsiacasos, y esa sensación, sí, de que algo se ha quedado, que te lo digo yo, Negre, que tengo la impresión de que nos hemos dejado algo importante, pero, oye, que ya no vuelvo para atrás, que ya he cogido carretera -le respondo a Él.