lunes, 31 de agosto de 2009

Una sonrisa (3)


Más sonrisas para un buen día

Lo curioso del tiempo.

En unas horas me dispongo a comenzar mi temporada (aquí, como los futbolistas: ¿no han comenzado ellos su liga? Pues yo no voy a ser menos). Y me ha venido a la cabeza lo curioso y subjetivo que es el tiempo.

Te quedas embarazada y te miden por semanas.
Nace el bebé y la cuenta se transforma en meses.
Tu hijo va evolucionando y ya cuentas por años.
Cuando eres un niño tus padres te premian tus graciosos aciertos con un es que ya eres mayor (expresión que cuando eres adolescente asocias a tengo 16, ya puedo entrar en las discotecas o, como sueñan mis alumnos profe, voy a cumplir ya 18, no puedes mandarme nada.... -ilusos...).

Pasas los 30 y te gustaría oir estás como una niña...

Y ahora pasa el verano y pienso más bien ocho semanas que han pasado como un suspiro. Y no me quejo, ¿eh?, que reconozco que forma parte de mi suerte laboral, pero, admitamoslo: mi marido empieza mañana las vacaciones ¡y la que voy a poner el despertador voy a ser yo!

Más cosas de mi cole.

domingo, 30 de agosto de 2009

La bella jardinera: hoy es fiesta en mi cocina

Admito que lo mío no es la jardinería. Queda claro: mi amiga Diana me regaló hace muchísimos años un cactus de esos enano que la gente tiene al lado de su ordenador, se quedó en casa de mi madre cuando me vine aquí y tiempo después de murió (vamos, que es decir como que se secó). Mi cuñada nos regaló una navidad un bonsai, pero tampoco es para mi el legendario arte chino (me da que un bicho lo atacó)

Los claveles sí me duran...

Pero hoy, mientras preparaba el desayuno. ¡¡Notición!! La planta de la cocina tiene esquejes. Después de tres años, ya le vale. Pero bien. De hecho, son dos plantas en un mismo tiesto (vamos, dos esquejes que me dio mi vecina) y cada una tiene dos minúsculas, enanas, verderísimas ramitas que servirán como esquejes... Mi marido sostiene que tanta fecundidad es gracias a él, porque en verano sacó la planta a la ventana y se presenta ahora más verde y lustrosa que en los últimos años.

¿Esto quiere decir que soy algo así como abuela o tía ya?

Más sorpresas.

sábado, 29 de agosto de 2009

El supermercado es un campo de batalla.

Esta mañana he estado en el supermercado. Esta no es una gran noticia, así de entrada, pero claro, si consideramos que voy con el carrito de paseo de mi hija, una mochila para guardar la compra y unos 40 grados a la sombra, la cosa se muestra más interesante...

Me encuentro que la mitad del pueblo había decidido hoy ir al mismo sitio que yo y a la misma hora. Así que la empresa se podía parecer a una misión de los marines.

Y entonces, ¡sí! Ahí están. ¿Quiénes son? ¡¡Los demás!! Porque... ¿Es posible que yo sea invisible cuando voy con el carrito de mi hija? No me explico por qué en la isla de los congelados se chocan con sus ruedas (y vamos, no llevo un tanque). Señor, ¿sería tan amable de decirle a su hijo que se quite de enmedio de la zona de la verdura, para que yo pueda pasar? ¡Ostras, que si me descuido, le tengo que pedir perdón por ir a comprar!

¿Y qué decir de la señora que va con su cesta de la compra, bolso en una mano, cartera de mano en la otra, gafas oscuras -debe de ser para que los fluorescentes no le molesten- y te aparta de un codazo de la fila de la pescadería? Digna señora de ser nombrada al hablar de las mujeres mayores que se ponen brazos en jarras al subir al autobús, procurando capturar dos sitios e impedirte a tí, pobre ingenuo, pillar un sitio en el pasillo... Esas sí que saben...

Ah, no me olvido de la chavala que ayuda a su madre a colocar las cosas de la compra en la línea de cajas. Memorable (también porque lo de ayudar no está de moda). ¿Nadie le ha dicho que es conveniente apartar un poco el carro de la compra para permitir a los de detrás acceder a la caja de al lado y poder seguir su vida tranquilamente?

Y no puedo dejar de comentar la que se lía con las bolsas para meter la fruta y la pesa correspondiente. Perdone, pero no deje la pegatina de lo que le han costado las peritas de agua en la mesa del peso, por favor. ¿Le importaría usar los guantes? ¿Y por qué cuando alguien ha cogido una bolsa de más no la deja en su sitio, sino que la mete en la caja de los guantes?

Claro, mi hija flipaba. Hoy es que parecía que estábamos en la sesión de primera hora de la tarde...

¿Quieres saber qué más cosas me molestan?

viernes, 28 de agosto de 2009

Una sonrisa (2)

Más usos artísticos del Lego en la galería de Flickr del artista Balakov.

Lo cual me recuerda al montón de horas que yo le dedicaba al mundo del Lego cuando era pequeña...

Se va a abrir la veda.

No puede ser. Esto es increíble.
Hoy es viernesSanviernes. Y se me acaban las vacaciones. Vaya, oiga, que el lunes comienza la temporada y yo con estos pelos (lo que me recuerda que tengo que llamar a la peluquería, por cierto). Me llamó mi jefe-dire hace muy poco para recordarme que el 31 nos veíamos ya en el cole.
Tengo suerte porque mi jefe es un buen jefe.
¿Y qué cualidades debe tener un buen jefe? Veamos, desde mi punto de vista:
  1. Que esté, pero sin estar (es que a mi eso de que me vigilen el trabajo no me mola nada)
  2. Que potencie el trabajo en equipo por encima de todo (pero todos trabajando, ¿eh?)
  3. Que favorezca el diálogo con el trabajador (cada uno en su puesto, pero que soy persona, ¿vale?)
Fijo que tiene muchas más cualidades (de hecho, no sé cómo es capaz de tener tantas cosas en al cabeza; seguro que duerme cuatro horas, como el gran Leonardo).

Pero esto no quita que este fin de semana es el último de mis vacaciones. No han estado mal, desde luego, porque he podido desconectar (es el objetivo vacacional, ¿no?) y hasta creo que vuelvo con las pilas alcalinas cargadas.

¿Quieres saber más sobre mi trabajo?
Tengo más listas de cosas...

jueves, 27 de agosto de 2009

Una sonrisa


Más humor...

Mi trabajo no gusta a mis vecinos

Hoy voy a reivindicar mi derecho a que me dejen en paz con mi trabajo. En realidad iba a hablar de mi amigo Óscar, que vive en Honduras desde hace nueve años y vive de forma intensa estos días el golpe de Estado que sufren allí (y del cual nosotros no sabemos ni pío).
Pero estaba preparando unas cositas para mis alumnos cuando me han venido a la cabeza los últimos comentarios que han hecho mis vecinos sobre mi trabajo.
No es que me importe especialmente que se critique más o menos lo que yo hago. A fin de cuentas, con frecuencia me parece que es deporte nacional observar qué hace el vecino. Pero, oiga, ¡un respeto! ¿O es que los profes no merecemos el mismo respeto que todos los demás?

¡Ah, esa es la gran pregunta! ¿Por qué yo tengo que ir dando explicaciones en el patio de vecinos sobre lo que hago o a quién rindo cuentas? Y luego encima te miran mal. Eso sí, es curioso: tooooodos son súper padres y madres preocupadísimos por el rendimiento escolar de sus hijos, tooooodos están súper pendientes de lo que hacen sus retoños en el colegio o el instituto, y por supuesto, tooooodos están súper por la labor de coordinarse con el profesorado de sus hijos para conseguir los mejores resultados.

Ya.

Hay excepciones, claro, pero ahora hablo de mis vecinos.

En el instituto, una vez, una madre me dijo que los profesores no deberíamos tener derecho a la huelga.
Una vecina me ha dicho que nuestro horario de trabajo debería ser adaptable al de las familias.
Un día que fui a comprar al centro comercial, otra me dijo que cómo nos pasábamos los profesores al poner el precio de los libros.
Ayer otra persona me miró con cara de póquer cuando le dije que no iba a dar clase particular a su hija, alumna de Primaria, porque no era parte de mi trabajo.
La semana pasada otra me dijo que la conciliación laboral pasaba por dejar yo a mi hija en casa de mi madre toda la tarde para que yo cuidara a su hija en mi trabajo (me pregunto qué pintaría su hija, una niña de Primaria, en mi Instituto de Secundaria, pero bueno...)

Claro, es que a mis vecinos no les gusta mi trabajo...

¿Y por qué no, toda esta gente que critica tanto a los profesores, opta por enseñar -no educar, que esa es labor primordial de los padres- en sus casas? Oiga, que la enseñanza es obligatoria, pero no la escolarización. Si tan mal lo hacemos todos los profesores, ¿por qué no lo hacen ellos?
Esta tarde, como me digan algo en el parque, igual se lo propongo...


miércoles, 26 de agosto de 2009

Aquellos maravillosos años de... (2)

Ayer estuve viendo un rato la serie Numb3rs. Mi marido me dijo que le sonaba mucho uno de los protagonistas (no es una serie que veamos con frecuencia). Claro, él no recordaba...



Tal vez quieras ver otro vídeo sobre mis recuerdos...

¿Con qué juegan los niños?

Ayer mi hija descubrió las pistolas de agua, sumerida en una frenética lucha por el control del patio de una casa, inmersa en una guerra sin cuartel y, como es propio de ella, sin analizar la estrategia a seguir. ¡¡Jerónimooooo!!

Pero en casa posee lo último de lo más sofisticado en juguetes educativos: el puzzle de encajables, la granja de peluche, la tabla de aprendizaje con fotopalabras, la pizarra de agua que no moja ni ensucia (afortunadamente),...

¿Y qué hace ella? Ayer, concretamente, me explicó, apuntando con un pequeño dedo índice hacia arriba, que iba a coger todos sus muñecos de peluche, los iba a llevar al salón y con mucha seriedad, cumpliendo su amenaza, los sentó a todos en círculo y les dio una clase (horror), ella rodeada de -esta vez sí- un público atento y gentil.

Y los últimos modelos de juguetes se quedan aparcados cuando se trata del día de Reyes... Ese día, hasta ahora, los papeles que envuelven los regalos son los reyes de la imaginación. Un vídeo que hice de su primera Navidad lo atestigua.

Me pregunto por eso: ¿por qué no dejaremos volar su imaginación y, como me decía ayer mi amigo Nacho, nos apañamos regalando en su cumple unas comiditas de juguete? Y yo dando vueltas a la cabeza pensando en el regalo de su cercano cumpleaños...

martes, 25 de agosto de 2009

Hoy hay comida de amigos

Ayer me llamó mi amiga Maricarmen; era una llamada que estaba esperando -con expectación, porque es una gran persona, y de esas hay pocas últimamente rondando por aquí. Empieza a ser una institución el ir a comer a su casa unos días antes de comenzar el curso, por aquello de hacernos a la idea de que lo bueno veraniego se acaba y estamos ahora a otra onda.

Coincidió que por la tarde, mientras mi hija jugaba con los hijos de otros vecinos en el parque de aquí al lado salió en la conversación cómo era el ambiente en el trabajo de algunos de nosotros. Claro, el comentario de para mucho, o, al menos, para muchos tipos de comentarios.

Lo cierto es que yo no tengo queja. Tal vez porque llevo ya tanto tiempo con las mismas personas que me conozco -nos conocemos- los puntos débiles y fuertes de cada uno. Pero lo más curioso es que comenté que el trabajo no es el sitio para hacer coleguitas y me miraron como si... ¡Oiga, pero si tengo razón! ¿Usted no va a trabajar? Pues limítese a eso, que yo a mis amigos los prefiero elegir yo, no que me los impongan. Claro, no quiero decir con esto que dentro de una semana, cuando empiece el curso, le ponga la zancadilla a ese compañero con el que sólo comparto el saludo de por la mañana (y no está mal, porque hay gente que no saluda ni al conductor del autobús, encima que te lleva a donde quieres). Pero como me molesta que, de vez en cuando, alguien en mi curro me diga que nos tenemos que llevar bien; ¿cómo que nos tenemos?

Así que me parece muy bien lo de la comida hoy en casa de mi amiga, es como la despedida del verano en forma de banquete de mis vecinos. Total, ayer me mandó mi dire un mail para que no se me olvidara que empezamos ya...

lunes, 24 de agosto de 2009

La tecnología colapsa a los alumnos...


No, no tienes que cliquear un icono. Es una pizarra.

Recuerdos a la hora del desayuno


Esta mañana luchaba de nuevo con mi hija para que se tomara los cereales del desayuno (ardua tarea que, sin embargo, se le da bien a mi marido). Mientras, claro, aprovechaba para ordenar el caos de la cocina dejado tras la cena de ayer. Y he recordado una conversación que tuve hace ya la friolera de once años (once, ¡madre mía!) con un amigo de Pamplona, mientras desayunábamos en aquella pequeña casa de amigos compartidos a la que llamábamos La Parrita, en un barrio marginal de Madrid...
Recuerdo que él era -supongo que lo sigue siendo- un gran amante del café -con leche-, mientras que yo me mantenía -mantengo- fiel al cacao soluble. Y en aquella mañana que coincidíamos, me decía "¿A qué olerá el cielo?" -siempre se le dio bien lo de hacer de nostálgico melancólico-. "Supongo que a ti, a café, claro..."
Pero yo siempre he preferido las tostadas, los croissants que mi madre me compra a veces cuando voy a dormir a su casa, el olor de pan recién calentado en la panadería de la esquina. Claro, a mi el cielo no me va a oler a café cuando lo visite -tarde, espero-, pero sí a mermelada de ciruela, mantequilla blanda, tostadita blanca, leche fría.

domingo, 23 de agosto de 2009

Ayer hubo cena de vecinos


Ya está el verano acabándose (bueno, no oficialmente, claro, que eso lo dice la tele cuando toca y encima, nos hacen cambiar la hora del reloj, con el trastorno que eso me produce). Y por tal motivo, mis vecinos decidieron esta semana hacer una cena de traje -eso, de traje un tupper y tú otro- para despedir la temporada estival.

Hombre, es que yo por naturaleza soy un poco antisocial, vamos, que me cuesta un poco eso de establecer lazos vecinales (no como a una de mis cuñadas, que enseguida se da a conocer y casi me piden su número de teléfono). Por eso, que ya podían insistir en que bajara a la cenorria en el patio común (mesas, tableros, sillas de cocina); aún así, es como si estuvieras presente, porque como los materiales de las casas son lo que son y el calor espantoso te obliga a tener todo abierto (con prudencia, vaya, las cortinas echadas, tampoco hay que pasarse). Vamos, que te enteras de las conversaciones, de los niños jugando con los triciclos, lo buenas que estaban las croquetas de la vecina y que la pizza de cebolla no es de las preferidas.

Mi marido fue a la cena (es que él es más sociable). Asegura que las croquetas estaban muy buenas, que quizá nos fuera mejor si a nuestra hija no le metiéramos tanta caña con los horarios y que la pizza de jamón y queso está bastante mejor que la de cebolla, efectivamente. Por no hablar de la mermelada de pimientos que hizo la vecina del bloque de enfrente (¿mermelada de pimientos?). Eso sí, que el arroz con leche no me lo subía porque mejor que hubiera bajado a por él, chincha.

Bueno, otra vez será. ¿Celebraremos la entrada del invierno?

23 de agosto: Día Internacional del Recuerdo del Comercio de Esclavos y su Abolición.

Hoy la UNESCO nos invita a recordar el amotinamiento de esclavos sucedido en República Dominicana y Haití hace 218 años.

Este tipo de iniciativas me parece buena, como el día de los Derechos Humanos, el de la Infancia, el del Niño, el de la Solidaridad,... Al menos a algunos nos sirve para no olvidar que nuestra suerte se la debemos a muchos que han vivido antes que nosotros y que no podemos ser impasibles ante las injusticias que todavía tenemos alrededor. Ese eslogan que una ONG usaba hace años de Tu indiferencia te hace cómplice.

"Hombre -pensará alguno-, que la esclavitud se abolió hace años..." Claro, en EEUU en 1865, en Francia en 1848, España en 1886. Ya. Pero aunque es ilegal, se mantiene todavía. ¿Qué hay de los reclutamientos forzosos de niños para participar en conflictos armados? ¿Y la prostitución infantil? ¿Y la trata de mujeres? ¿Y los matrimonios forzosos o precoces? ¿Y la terrible situación de deuda externa que impide a muchos países salir de su pobreza por no poder invertir recursos en educación?

Que sí, que tenemos estas situaciones en nuestras sociedades más o menos modernas. ¿Qué hay de esas mujeres obligada por ley a mantener relaciones sexuales de forma periódica con sus maridos? ¿Y las míseras condiciones de trabajo en otros países, donde está prohibido trabajar por encima de los 40 grados y por eso no hay termómetros en los lugares de trabajo? ¿Y las adicciones a drogas o alcohol?

Creo que hasta la languidez y falta de curiosidad que viven muchos de nuestros adolescentes -desde mi punto de vista, la mayoría- en las aulas es una forma de esclavitud: esclavizados a lo que venga, a la falta de reflexión, a no saber decidir de forma consciente por uno mismo, a dejarse llevar...

viernes, 21 de agosto de 2009

Aquellos maravillosos años de... los 80

Estaba terminando en el blog de mis alumnos una entrada sobre las historias de Ulises y me ha venido a la cabeza, bloggeando por ahí, una de las series de dibujos animados que veía de pequeña. La canción de la entrada tenía una letra tan pegadiza en español que aún me la sé (Uuliiiiiiises, su misión.........)
Ahí os dejo el comienzo de Ulises 31:

Lo imprescindible

Salía ayer en la tele (o el otro día, que es lo que se dice en estos casos) que se había hecho una encuesta (a mi nunca me las hacen) y la gente había decidido que por delante de todo, para ser feliz en la vida, lo que necesitaban era el amor.
Mi marido y yo nos lanzamos a una discusión (poca, la verdad, porque resultó que estábamos de acuerdo desde el principio, pero es ya una tradición) y decidíamos que sí, que contigo pan y cebolla, pero por encima de todo, mejor la salud (que bien me acuerdo de la racha que tuve pillando todas las gripes planetarias de todas las letras del alfabeto hace tres años).
Y ahora es cuando suelto lo del dinero, plantar un árbol, escribir un libro, tener un hijo...
Pues mira por dónde, que no. Yo me estaba preguntando, viendo el salón ahora y a punto de despertarse mi hija, qué es lo realmente imprescindible en una casa (más que nada porque luego hay que limpiarlas). Y se me ocurre una serie de cosas que he oido a mis allegados:

1) La lavadora (dice mi madre)
2) Si tienes bebés, los cachivaches de la limpieza y el baño (dice mi amiga Maricarmen)
3) El microondas (supongo que lo dirá mi padre, es más cómodo para calentar el café mañanero)
4) La cama (una ya no tiene edad para dormir en colchoneta, como cuando los campamentos de verano)
5) El ordenador y el móvil (dicen mis alumnos; flipan cuando les digo que yo, con su edad, nos manejábamos con el fijo de casa de papá y los trabajos, todos escritos a mano)
6) El aire acondicionado (dice mi vecina, que lo está pasando fatal estos días)

Estas son las cosas que puedes oir, por ejemplo, cuando bajas al niño al parque, por el pasillo del trabajo o en una conversación de terracita. Pero, ¿cuáles son, por ejemplo, mis cinco cosas imprescindibles?

Se me ocurre (no por orden):

1) El cepillo de dientes
2) Mi almohada
3) Una agenda (no tengo, pero sé que no me vendría mal)
4) El libro que me estoy leyendo
5) El despertador

Se admiten sugerencias.

jueves, 20 de agosto de 2009

Hoy me conecto, busco y me encuentro ¿indignada?

No sé muy bien si indignada o sorprendida. La verdad es que no sé de qué me sorprendo, a estas alturas, a mis años, con las cosas que oigo cuando empieza el curso y tal.
Vaya, resulta que me levanto pronto (vamos, normal, con una niña pequeña...) y aprovechando que me he despertado antes que mi hija (al hilo de esto, creo que algún día tendré que decir cómo se llama), me conecto para empezar a trabajar (¿en vacaciones? ¡Anda! ¿Y cuándo piensas que tengo tiempo para preparar mis trastadas en el colegio?).

Tecleo con mucha calma el título de un libro del que quería hacer una reseña (uno que mandé leer a mis alumnos de EpC el curso pasado). Correcto: imagen. Vamos a buscar un resumen por ahí para no confundir nombres... Vaaale, el Rincón del Vago (que no me gusta, pero bueno)...¡Toma yaaaa! Ahí está... ¡¡El trabajo que mandé el curso pasado!! ¡¡Entero!!

Me han dado ganas de escribir al alumno que lo ha colgado ahí (porque muy avispado no es, ha puesto hasta las fotos... y se ha olvidado que yo lo guardo todo). Enfadada no estoy, pero indignada sí, ¡porque les aviso siempre de que antes de mandar un trabajo me paso por la paginita web en cuestión para asegurarme que no hay otro igual y así no me lo cuelen! Menuda sorpresa... No sé si decir que soy famosa, ahora que escribo esto, porque, en el fondo, ha puesto una obra mía por la red. ¿Y por qué no ha colgado la nota que tuvo?

Eso sí, el curso próximo, mandaré un trabajo nuevo. Aviso a navegantes.

miércoles, 19 de agosto de 2009

10 cosas inventadas por casualidad


Navegando por la red me he encontrado esta reseña curiosa sobre inventos casuales. Dentro de nosotros tal vez hay un genio en potencia aún oculto...

Coñac. En la Edad Media había avispados mercaderes que hervían el vino para evaporar el agua y así poder llevar más producto en el mismo espacio, para después volver a añadirla… Hasta que alguien decidió evitar este último paso y crear una nueva bebida.
  • Caucho vulcanizado. El vulcanizado es un proceso que evita la descomposición del caucho que descubrió Charles Goodyear en 1839 cuando se le cayó una mezcla de la sustancia con azufre sobre una caldera… Quizá por eso siga vendiendo ruedas tantos años después.
  • Papas. El cocinero George Crum quería satisfacer a un cliente que siempre se quejaba de que hacía las patatas demasiado gruesas, así que las cortó lo más finas que pudo y las frió hasta que quedaran crujientes… 1853 debería ser un año largamente recordado.
  • Edulcorante. Si la gente supiera que la sacarina se descubrió en 1879 tras tratar brea de carbón quizá dejarían de usarla tan alegremente.
  • Rayos-X. Menudo susto debió llevarse Wilhelm Röntgen en 1895 cuando vio los huesos de su mano proyectados en la pared tras colocar unos objetos ante la radiación que producía un chorro de electrones chocando contra una placa metálica.
  • Penicilina. Alexander Fleming no debía ser demasiado limpio, a juzgar por el moho verdoso que se posó sobre una de sus muestras mientras investigaba la gripe en 1928.
  • Blandi-blub. Aunque no sea una de esas cosas imprescindibles en nuestra vida cotidiana, muchos niños se han divertido gracias al entusiasmo de James Wright en 1942 a la hora de descubrir una goma artificial. La mezcla de ácido bórico y aceite de silicio no fue exactamente lo que él buscaba. Por cierto, el blandi-blub no explota.
  • LSD. Corría el año 1943 cuando Albert Hofmann intentaba crear un compuesto para estimular el parto a base de dietilamida del ácido lisérgico, aunque lo que descubrió no fue exactamente eso, sino el nombre de una canción para los Beatles años después.
  • Microondas. Originalmente se usaban para los radares aliados en la Segunda Guerra Mundial, hasta que en 1949, con la guerra ya acabada, uno de esos aparatos derritió la barra de caramelo que Percy Spencer, un ingeniero, llevaba en su bolsillo.
  • Viagra. Mrthyr Tydfil, una pequeña villa galesa dedicada a la producción de hierro, fue el escenario en 1992 de las pruebas de una nueva droga contra la angina de pecho… pero los efectos no fueron los esperados.

lunes, 17 de agosto de 2009

¡Qué mañanita!


9:15: mi hija decide que ya ha dormido lo suficiente
10:00: comienza la lucha ¡¡el desayuno!! ¿Qué será hoy? ¿Cereales? ¿La tostada -Murphy, qué sabio? ¿Galletas?
10:15: decide que mejor desayuna en el salón, que la lavadora hace ruido...
10:30: mejor, leche fría. Los cereales me los tomo yo... (que no he desayunado)
11:00: fin del desayuno. Comienza al campo de minas en el salón; mi hija se decide como arma para hoy por la muñeca (carrito incluido), el oso grande de peluche y la caja de herramientas de plástico que le regaló su padre hace poco.
11:15: ¡¡mamáaaaaa, quiero lecheeeeeee!! (claro, es que le quedaba un poco en el vaso y lo metí en la nevera)
11:35: ¡¡ mamáaaaaaaaaaaa, quiero jamón!! (¿es que esta niña no se alimenta bien?)
11:45: corre hacia su habitación (malo, algo trama). Obtiene en la búsqueda dos toallitas, dos, y se lanza a limpiar con extrema urgencia la mesa de la tele (¡qué maja!).
12:30: ¡¡mamáaaaaaaaaaa, tengo hambre!! (no me lo creo). Mejor ponemos algo de música para amansar a la fiera.
13:00: inigualable ayuda para tender... ella en el radiador (apagado, claro) y yo en el tendedero. ¿Objetivo? Vaciar el barreño de ropa y meterse en él, junto con el cojín amarillo y su mono de peluche. ¡¡Mamáaaa, tengo una cama!!
13:00: ¡¡mamáaaa, tengo hambre!! Platazo de macarrones, a ver si con el estómago vacío...

Descanso. Siesta.
...

domingo, 16 de agosto de 2009

Mi último viaje: Gijón


La última escapadita ha sido a Gijón. Buscaba (buscábamos: fui con mi marido) escapar del sofocante calor de Madrid, acercarme al mar (debe de ser afición de los del interior) y dentaja desconectar unos días. Casi nada preparado. Iba con la ventaja de que ya conocía un poco la ciudad a través de mi amiga Laura, así que conocía ya algunos hoteles y puntos interesantes. Claro, algunos nos decían que viajar al norte era no poder bañarse en la playa, pero como no era el objetivo primordial (vamos, que si la idea era coger cubo, pala, sombrilla y tostarse, pues para eso, al Mediterráneo).

Dos agradables sorpresas en el viaje:

1) La exposición "Atapuerca y la evolución humana", en el Centro Cultural Antiguo Instituto, con la presencia de varias réplicas de objetos encontrados en este yacimiento, sus principales hallazgos y un pequeño documental sobre el origen del lugar y las principales investigaciones. Me gustó mucho (sobre todo los murales explicativos y los esquemas sobre la evolución), como era de esperar, aunque me volvió a remover el gusanillo que llevo dentro -me pasa cada vez que veo cosas de este tipo: ¿habré hecho una buena elección al abandonar el campo de la excavación? Enseguida me defiendo recordando la mala experiencia pasada hace más de diez años, que echó por tierra mis ganas de convertirme en arqueóloga de campo y el ambiente de competitividad vivido los dos últimos años en la Facultad (¡compañeros, no se quitan de los pasillos las ofertas de empleo para dañar a los demás!)

2) Varekai. El Circo del Sol. Impresionante, un sueño: malabarismos, humor, acrobacia y mucho, mucho color. Fue la tercera vez que nos sentábamos en el circo y nos encantó. Lástima de día lluvioso que nos pilló, impidiéndonos un buen paseo por el Parque de Isabel la Católica, pero mereció la pena.

Habría que añadir una tercera sorpresa gastronómica: el bar que había detrás del hotel y que descubrimos en la comida del último día. Cosas de conocer a fondo una ciudad, claro. Vaya espectacular ensalada (boquerones equilibristas incluídos) y soberbios calamares...

sábado, 15 de agosto de 2009

Los apellidos viajeros.

Hace un rato, leyendo esta página, he estado curioseando la distribución de todos los apellidos de mi familia que recordaba sin mirar la chuleta, y ha sido muy curioso. Estas cosas siempre me llaman la atención, y muchos conocen que mi interés por descubrir (en algunos casos, redescubrir) mis orígenes ha llegado a veces a extremos curiosos (como aquella vez que me pasee por el cementerio de mi ciudad localizando lápidas o tumbas sin nombre que sabía podían estar asociados con los de mis familiares conocidos...).
Como esperaba, los Martín somos montones, y algunos apellidos de mi familia ni aparecían. Mi madre, que estaba hoy conmigo, me ha pedido que buscara los suyos y se ha llevado la sorpresa de que igual tiene parientes en Argentina, EEUU, Suiza y Reino Unido, jejeje.

viernes, 14 de agosto de 2009

Novedades en Oculimundi.

Si os fijáis en el sidebar derecho, he añadido un nuevo enlace a un blog que estreno hoy sobre lectura. Muchos ya sabéis que mi gran pasión son los libros (de hecho, mi hija con frecuencia se pasea por casa con un cuento bajo el brazo diciendo soy mamá) y una de mis preocupaciones es cómo animar a mis alumnos (ahora también a mi hija) a engancharse a la lectura. Con esta idea en la cabeza es por lo que me he animado esta mañana a crear este nuevo espacio.
Espero que os guste y podamos ver pronto vuestras colaboraciones.

jueves, 13 de agosto de 2009

Viviendo con un euro al día y experiencias.

He encontrado en la red dos artículos que me han parecido interesantes (luego os diré porqué): vivir con un euro al día y ser capaz de vivir con un euro al día.
Me han parecido interesantes porque me ha recordado a una experiencia que hice el curso pasado con mis alumnos de 2ºESO, dentro del tema del Consumo responsable (me parece básico el uso del comercio justo e intento animar a los alumnos a hacer uso de él). Dado que calcular la supervivencia con sólo sólo un euro les sería casi imposible -y a mi me interesaba establecer luego un debate-, les pedí que durante el siguiente fin de semana acompañaran a un familiar a hacer la compra y que miraran cómo aguantarían ese día con 2 euros.
Curiosamente (y en contra de lo que yo esperaba), casi todos hicieron los deberes y las reacciones fueron de profunda extrañeza. Pero una de las chicas, indignada, comentó que sería prácticamente imposible para ella aguantar y, asombrada, dijo que hubiera tenido que tirar con pan de molde, algo de embutido y agua de la fuente. La verdad es que la clase dio para mucho y, al menos, les hizo reflexionar, que era el objetivo.
Y eso que no les pedí que calcularan el costo del agua, la luz, electricidad, etc, de ese día...

miércoles, 12 de agosto de 2009

BIENVENIDOS

Hoy es un gran día: ¡por fin me he decidido a ser alguien!
... Es decir...
hoy entro en la red..., que es como decir ¡¡chisssst, aquí estoy!!
Poco a poco os iré ampliando las posibilidades de mi casa virtual.