jueves, 28 de febrero de 2013

Niña Pequeña, la nieve, el colegio y yo.

Una de las entradas de mi colegio, esta mañana.

Mamá.

-¿Hum? -digo, mientras sostengo mi teléfono móvil en la mano derecha y el paraguas en inestable equilibrio en la izquierda.

- ¿Estás haciendo una foto a esta esquina del patio?

- Sí, Niña Pequeña, porque no todos los días entramos en el patio del colegio por la mañana y vamos rompiendo la nieve con nuestras botas -contesto, mientras presiono la tecla digital de la pantalla.


 

sábado, 23 de febrero de 2013

Estimado Ratón Pérez (sí, de nuevo)

A la atención del Sr. D. Ratoncito Pérez. C/ Arenal, 8 (Madrid, España)

Muy sr. mío: 

Por la presente le anuncio de nuevo, por sexta vez, la pérdida de una nueva pieza dentaria por parte de Niña Pequeña. Como ya sabe, esta se encuentra actualmente víctima de una fuerte tos seca, fruto de la floración de arizónicas en el entorno, de manera que es posible a lo largo de la noche observe que va y viene, se levanta, bebe agua o lloriquea. Le ruego no lo tenga en cuenta a la hora de atender esta, mi nueva solicitud

Le hemos dejado preparado un pequeño tentempíé nocturno junto a la puerta de la habitación, a mano izquierda, ya sabe, junto a la mesita de juegos y pinturas, consistente en una tacita de leche y dos galletas de chocolate, a fin de que pueda reparar fuerzas. Esperamos que sea de su agrado.

Atentamente, le saluda
 
 

domingo, 17 de febrero de 2013

Avería en el Negrevercarruaje (y 3)

Emulé a César ante el Senado, respondiendo a las preguntas sobre su victoria en la batalla de Zela en aquel 47 a.C. Vini a Logroño, a 400 kilómetros de mi ciudad, donde reposaba el Negrevercarruaje; vidi, allá, en el fondo del taller esquinado. En el bar de la misma acera me recreé con un pincho de tortilla rellena y un té. Y vinci. 400 kilómetros más tarde llegaba a mi casa, con el motor arreglado, dos piezas nuevas y bastante menos peso en el bolsillo que al principio de la tarde...

¿Vinci?


 

martes, 12 de febrero de 2013

Avería en el Negrevercarruaje (2)

Decían que habían perdido en la nada de la distancia que hay entre el depósito de la grúa y el taller al Negrevercarruaje; por eso hice una llamada de auxilio, o de comprobación -como esas de cuando un alumno quiere colarme que su padre ha visto la nota en la agenda, pero no ha querido firmarla, profe. Sólo nombrar una denuncia por desaparición hizo que la amable señorita del otro lado del teléfono pulsara no-sé-qué-botón para que el mecánico de la casa me confirmara que no, que allí estaba el Negrevercarruaje, que con calma y buenas maneras. Pero eso sí, que hasta el viernes no podía abrir el capó para ver si el piloto del alternador indicaba algo más sobre el estado del paciente.

Supongo yo que en ese taller de Logroño deben de tener más trabajo que en todo el país junto. 

Fue entonces cuando Él decidió tomar cartas sobre el asunto. Me recordó a aquel padre en entrevista hablando de la falta de trabajo de su retoño:

- Déjalo, cari, que de esto me encargo yo...

No sé qué dijo, ni qué palabras, o quizá fue el acento de más allá del Sistema Central, que crea redes, en una especie de olor tribal que une a la gente más allá del teléfono y por encima del límite de los 400 kilómetros de distancia. Él aquí, en el salón, el mecánico allá, acordando sin problemas que el capó verde del Negrevercarruaje ya estaba levantado y el diagnóstico era la correa rota y no sé qué artilugio infernal más. 

- Tranquila, Negre, que el jueves como tarde ya puedes volver a Logroño a por el coche.

 

sábado, 9 de febrero de 2013

Avería en el Negrevercarruaje (1)

Se iluminó de repente, y quizá yo debí sentirlo antes, pero no lo noté. La curva se hizo eterna y su trazo más grueso de lo que prometía, mientras brillaba en rojo en el salpicadero de mi coche y saltaban las letras y pitidos en un grito de urgencia. Apenas tuve el tiempo justo para dominar el volante y acompañar sus últimos estertores hacia el arcén, la mano izquierda en el volante, la derecha ya encendiendo las luces de emergencia. 

Era el kilómetro 108 de la autopista cuando el Negrevercarruaje fallecía...

 

martes, 5 de febrero de 2013

Enfadada en grado 20.

Estaba colgada de una esquina de su pizarra, sujeta con una pinza y mostrando claramente su mensaje: "20 enfadada estoi". Sí, claro, así escrito, como escriben los dulces adolescentes de mis aulas, pero con la diferencia de que Niña Pequeña tiene seis años y ha empezado hace poco a dominar el arte del lápiz...

Niña Pequeña está muy enfadada. Mucho. En una cantidad de 20, y además es capaz de retratarse para que quede más constancia de su ceño fruncido, su mirada inquisidora y el rictus claro de su boca. Está muy enfadada, aunque Él y yo no sabemos por qué, aunque lo sospechamos: porque hay que recoger, porque no se puede jugar a la pelota en el pasillo, porque hay que tomar zumo en la merienda, porque hay que... Y hasta aquí hemos llegado, o ha llegado Niña Pequeña, claro, que harta de aguantar límites en su corta vida, lo expone públicamente, como grito gráfico, que siempre tiene más peso que una rabieta, evidentemente. En gélida protesta que sigue la estela de los carteles más feroces de la Europa del siglo pasado...