viernes, 30 de noviembre de 2012

Hoy es un día tan especial...

Nació tan pequeña... Luchó contra el sueño, y este nunca la venció: las noches eran eternas, las horas tan lentas, el tiempo tan quedo... Se cayó siendo un bebé y conoció pronto qué era un hospital: las heridas fueron tan grandes, la hondura tan larga, que luce aún la cicatriz de la batalla. Comenzó a andar para poder correr: la prisa era tanta. Quiso pintar y escribir antes de saber leer: la ansiedad por estrenar rotuladores era tan fuerte. Hizo amigas en el colegio antes que amigos: las princesas se profesan tanta amistad...

Fue una noche tan larga que ni estrellas quedaron, pero rozaba diciembre y la luz quiso lucir a la mañana siguiente para darle la bienvenida. Tanta era su calma para mostrarnos su cara.

Hoy han pasado seis años y es el cumpleaños de Niña Pequeña.
 

lunes, 26 de noviembre de 2012

Y miro y miro sin ver nada...

No estaba. Desde mi privilegiado puesto de observación en una esquina de la clase, me di perfecta cuenta de que yo sólo podía ver una melena, unos ojos cuidadosamente pintados, su posición relajada y la mirada al vacío, un punto en blanco, tal vez, o aquel famoso infinito.  De repente, una sonrisa propia de un recuerdo que no se podía compartir iluminando su cara.
Una alumna en mi clase.

domingo, 25 de noviembre de 2012

De vestidos y desnudos.

Deja, Niña Pequeña, que te voy cortando yo el pollo -dice Él, solícito, mientras reparto el segundo plato y hago sitio a la bandeja. Niña Pequeña se ha deleitado con los macarrones, el tomate, el queso y ahora saborea con los ojos su ración.

Él se afana en desmigar el muslo, trocear la pechuga, salsear el plato. Aparta huesos, tendones y piel: todo para facilitar a Niña Pequeña la degustación de su segundo plato favorito. 

- Papá.

- ¿Hum? -contesta, cuchillo en una mano, tenedor aprisionando el resto de piel del muslo.

- Papá, ¡estás desnudando al pollo! -dice ella, alegre, mientras se come la miga de su trocito de pan...

 

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Un profesor debería siempre poder oir esto.

Tengo un alumno que ya no es mío, porque no le doy clase, pero que lo fue antes, aunque no es mío del todo, porque es de todos, de nadie y del futuro. Y este alumno que es compartible y compartido ha dado una noticia asombrosa, pública, verídica e igual de compartible, por aquello de no pensar que todos los adolescentes son iguales: 

- Mamá, me gusta saber el origen de las cosas. Quiero estudiar.

 

lunes, 12 de noviembre de 2012

Ese instante mágico...

Seguramente yo hubiera hecho lo mismo que Niña Pequeña.

Y me hubiera agazapado entre las mantas, con los dedos apenas saliendo por el borde del edredón, abrazando a mi muñeco de peluche -ese, el que tiene poderes para acompañar en las pesadillas. Hubiera abierto sólo una rendijita los ojos y los habría cerrado de nuevo rápidamente, apretando los párpados para que nadie se enterase. Y habría paladeado los últimos minutos de noche y de dormir, y habría contenido la respiración unos segundos, para que el instante mágico se mantuviera flotando en el aire adormecido de mi cuarto. Y luego, sí, hubiera musitado quedamente:

- Mamá... ¿Habrá venido ya el Ratoncito Pérez?

Anoche volvió el Ratón, dejando amablemente un nuevo regalo por el segundo diente caído...

 

domingo, 11 de noviembre de 2012

sábado, 10 de noviembre de 2012

Y el semáforo se puso verde...

No era bello, en aquella idea de esplendor y aura, ni siquiera llamaba la atención al resto de los transeúntes que esperaban con nosotros que el semáforo pasara al verde. Pero sí era hermoso, o, tal vez, más bien, de matemáticas proporciones: cabello negro, ligeramente ondulado, apenas movido por la brisa de la tarde de otoño, mandíbula marcada sin exceso, cejas bien definidas, ojos oscuros que la miraban, mientras mantenía su mano posada sin malicia en la cintura de su acompañante femenina y adivinaba yo una muñeca firme, levemente nudosa, la muñeca de una mano de dedos largos de violinista. Por fuerza de la diferencia de estatura entre ambos, él la miraba de reojo, asientiendo levemente a los comentarios que ella le hacía de manera desenfadada. Delgado, de apariencia flexible, seguramente no estudiante, un chaquetón oscuro de tres cuartos, con las solapas del cuello elevadas, abrazaba su figura...

 

sábado, 3 de noviembre de 2012

A mis categóricos alumnos de Secundaria.

No.

Decididamente no.

Definitivamente no.

Categórica, rotundamente no.

Los deberes, las tareas -los trabajos, como gusta decir un compañero, eufemístico él- no importan ni interesan a mis alumnos adolescentes.

Efectivamente.

Sí.

Absolutamente sí.

Tajantemente, sí.

Estoy en lo cierto. Y tengo pruebas, aquí, a mi lado, insoslayables.

No y sí porque no leen los enunciados de las preguntas. No pasan sus ojos ni someramente por la tarea que se les pide. 

Pero eso sí: escriben, escriben, escriben.

¿El qué?

Ah, amigo, lector, compañero, visitante del otro lado de la pantalla.

Escriben sin leer ni entender -ni deseo alguno por ello- los enunciados. 

Y luego lo entregan en blanco. Puro, inmaculado, límpido todo en la hoja que llevan en la mano, con la sonrisa del que ha satisfecho lo encomendado.

Y aún no me pregunto, tantos años después, si se piensan que yo hago lo mismo con lo que me entregan...