sábado, 31 de julio de 2010

La raza de los guardaespaldas.


Hay una raza diferente a nuestro alrededor, un grupo de personas en el que quizá no hayamos nunca reparado, pero que está ahí: la raza de los guardaespaldas.

El guardaespaldas es la persona que se siente, sin que tú se lo hayas pedido, en el derecho de poder opinar sobre tus usos y costumbres, con la buenaintención de hacerte la vida más fácil y cómoda, basándose en que tiene más años y experiencia que tú en eso de la escuela de la vida. Además, los seres de este raza tienen una capacidad camaleónica, pudiendo adoptar, casi al mismo tiempo, diversas apariencias.

De esta forma, el guardaespaldas asumirá el aspecto de tu suegra o de tu madre cuando acabas de parir e intentas hacerte a la idea de que el bebé ese quiere comer:
- Pero tú sabes cómo se hace, ¿no?
- Mira, mira, reina, que tienes que ponerte al niño así y así.
- Huy, huy, el chiquirriquitín tiene hambre, ¿no lo ves?

O tal vez sea ese grupo de personas que, desinteresadamente, te acompaña en tu búsqueda y captura del piso de tus sueños:
- Pues no, mira, que este no tiene ascensor.
- Tal vez este mejor, que hay jardincillo cerca.
- Que no te engañen, que como en casa de mamá, en ningún sitio.
- ¿Pero estás seguro? Si lo que tienes que hacer es quedarte con tus padres, hombre...

El guardaespaldas asume, además, que su obligación es velar por tí, que no eres capaz de cuidar de tí mismo, pagar tus recibos, educar a tus hijos o pensar, siquiera, qué es lo que te conviene:
- Hace mucho sol, lleva al niño en el carrito mejor, ¿eh?
- Coloca la maleta esa ahí, mejor, no, esperaespera, ya lo hago yo, que tú no sabes.
- Te acompaño a la piscina, que tú no te apañas solito y no sabes cómo se hace esto, déjame-que-yo-tengo-experiencia en cosas de estas.
- Estaba mirando las fotos de tu móvil mientras hacías eso, sin permiso, sí, porque parece que no te das cuenta de que me las tienes que enseñar... Es que no me cuentas nada.

El guardaespaldas es como un ángel sin alas, pero con rabo de diablo que intenta hacerte comprender, en tus malas entendederas, que lo tuyo es ser eternamente joven y que los otros tiempos pasados fueron mejores. Porque, ¿qué sería de tí sin sus constantes llamadas o preguntas sobre tu programación familiar de fin de semana? El problema es que los que pertenecen a esta raza son también muy susceptibles, de forma que cuando sienten que no son tenidos en cuenta y sus recomendaciones no son llevadas a cabo en un tiempo corto, deciden hacerse notar con caras largas y miradas que mezclan rencor y languidez, pues emplean con frecuencia el arma de la pena para hacerse con un hueco que consideran suyo por naturaleza.

Uf.

jueves, 29 de julio de 2010

Y la próxima prohibición, la caza, por favor.

Ya dije en otra ocasión que yo no puedo ser muy objetiva con el tema de los toros. Leía hoy en el periódico que sus señorías parlamentarias de Cataluña han sacado adelante en su Parlamento regional la prohibición de la fiesta taurina.

No me gustan los toros. No he ido jamás a una plaza y no tengo intención de acudir a la Feria de San Isidro. Porque no me interesa demasiado. Pero no me quita el sueño, la verdad. Sin embargo, me gustan esos animales, que me parecen bravos, temibles y soberbios en su estampa; disfruto con las imágenes congeladas del toro en la plaza o arremetiendo por la calle Estafeta en San Fermín. Y no puedo negar que el toro ha inspirado la poesía española -qué le vamos a hacer, me gusta Lorca-, el arte, la música o la escultura. Y me asombran los toreros, que deciden en su libertad jugarse la vida porque sí ante este animal.

Y digo yo, sesudas señorías, ya que estamos en defensa de los derechos del animal -a ver si de paso, ya que se ponen, sacan una ley en defensa de alguno de los cuatro millones de parados del país o se manifiestan contra las guerras invisibles mundiales, por ejemplo. Eso, que ya que estamos, se me ocurren otras propuestas sumamente ecológicas:
  • prohibir la fiesta de los correbous catalanes, aprovechando que Artur Mas, líder de CiU, considera que en ella se respetan los derechos de los animales. No veo yo el respeto al animal al que se ensoga o atan material inflamable en los cuernos, pero en fin...
  • eliminar la caza y pesca, porque imagino yo el sufrimiento de liebres, perdices o truchas ante el intrépido y valeroso cazador o pescador...
  • solicitar en el Parlamento Europeo la inmediata ilegalidad de la caza del zorro inglesa, evitando así traumas innecesarios al animal, habida cuenta que esta práctica no tiene más objetivo que su persecución y humillación. No me cabe la menor duda de que sus sesudas señorías de Cataluña serán oídas con atención.
  • echar el cerrojazo sine die de todos los mataderos del Estado español -antes, España-, dando ejemplo primero en Cataluña, propiciando en las escuelas -con efectos retroactivos- desde el primer día del próximo curso la sana costumbre de la cultura vegetariana absoluta. Ni un macarrón con tomate y carne picada en los comedores escolares desde el 13 de septiembre, por favor.
  • quitar de los estantes los botes de foie; evitaríamos así la tortura a la que son sometidas miles de ocas a las que se las engorda el hígado hasta que revientan...
  • solicitar ipso facto a la comunidad canaria la eliminación de las peleas de gallos, aunque gocen de una muy enraizada costumbre en esas tierras -todo lo contrario que las corridas de toros... De paso les recuerdo que en Canarias no está prohibida la lidia, sino la crueldad contra animales domésticos o de compañía con fines lucrativos, como se puede leer pinchando aquí.
Huy, se me olvidaba -¡qué despiste!-: la Constitución Española de 1978 indica que los poderes públicos deberán garantizar eso del patrimonio cultural..., como se puede leer pinchando aquí. El debate, claro, de si eso de la lidia es patrimonio cultural en España -que está por ver. Y corresponde sólo al Estado lo de legislar en cuestión de patrimonio cultural (art. 148.1.28: aquí).

No sé porqué me da que de lo que se trata es de eliminar lo que no es catalán. Vamos, que se han dado unos naturales recios y de lidia nada: sólo política. Digo: ¿por qué no se dedicarán, con nuestro dinero, a solucionar los problemas reales de la gente?

miércoles, 28 de julio de 2010

¿Puedes abrir la bolsa de plástico del super?


Esta mañana he ido a rellenar la nevera al supermercado, pues gemía ella ante su propio vacío tras unos días de vacaciones fuera de casa... Niña Pequeña me acompañaba, empeñada después en llevar arrastrando la cesta de la compra, ante el estupor del resto de usuarios -debían de pensar, tal vez, que era una nueva forma de explotación infantil y yo una mala madre que abusaba de la inocencia de mi hija...

Ante la avalancha de personas con el mismo problema que el mío, me he armado de paciencia ante la caja que he elegido para pagar. Dos puestos más allá, una mujer intentaba, en vano, abrir la bolsa de plástico que la amable señorita le había dejado junto a su compra.

Se esfuerza con denuedo, aprisionando con pulgar e índice de la mano izquierda uno de los laterales, mientras que con la derecha restriega una y otra vez el plástico, sin conseguir abrirla. La bolsa se resiste y escurre en veinte arrugas que hacen imposible su uso. La mujer la deja apartada y coge una segunda, mientras mira por el rabillo del ojo a los que esperamos tras ella, como pidiendo perdón por su torpeza. Las prisas hacen que los dedos se le resbalen, la bolsa queda pegada en sí misma, defendiendo su integridad o resistiéndose a ceder. La amable señorita espera, mientras le tiende la tarjeta de crédito. Tercer intento, tal vez el definitivo -vive Dios-, ante las miradas de la clientela, arremolinada ya ante la cinta de la caja, los nudillos casi blancos de impaciencia y los dedos enlazados entre los barrotes del carrito de la compra. Decididamente, la mujer usa el arma determinante: sujeta el lateral de la bolsa, con la izquierda, extiende el índice de la otra mano y lame la punta del dedo; el plástico, al fin, cede ante la humedad decisiva y, flojamente, la bolsa se abre. Se oye el suspiro de alivio contenido del personal...

Yo es que voy con un carrito de compra, de los de siempre...


martes, 27 de julio de 2010

Éranse unos días pasados en familia...

Mi Tíamagda es una bienvenida constante y arrolladora. A principios del siglo pasado se hubiera dicho de ella por la calle, haciendo gesto tímido de quitarse el sombrero, que se está ante una señora de las de verdad, de las de antaño. Hoy sería una persona con más de mil amigos en el Feisbuc, porque toda ella es un árbol plagado de ramitas que se ofrecen...

Niña Pequeña y yo regresábamos ayer de un breve viaje: visitar a la familia es sano -si breve- y estar acogidas en casa de Tía. Esta vez, además, con la carga emotiva de conocer por fin a los más pequeños de los nuestros y retroceder en el tiempo ante el olor usado, cálido, como de pan tostado, de una playa de la costa catalana donde yo también fui una vez Niña Pequeña...

Y Ella, además, veía por primera vez el mar, quieta bajo la sombrilla, sin pestañear, como contando las olas:

- ¿Te gusta el mar, Niña Pequeña?
- Sí, mamá: me gusta cómo suena...


lunes, 19 de julio de 2010

¿Te gusta conducir?

Ya he dicho aquí que la verdadera independencia comienza cuando te rascas tu propio bolsillo, se ratifica al poder llevarte a tu casa una bolsa repleta de objetos más o menos útiles del Ikea y, definitivamente, cuando puedes cargarte el embrague de un coche por el que respondes.

Por no sé qué extraño motivo, la conversación que teníamos ayer por la tarde en casa de Tíamariadolores derivó en algún momento hacia el arte de la conducción.

Mi padre forma parte de ese selecto club que me trae y me lleva en su coche la mayor parte de las veces, a pesar de que hace poco pudo renovar su carnet de conducir sin que le hicieran las pruebas físicas pertinentes -es curioso cómo, si te separas tres centímetros de la acera al aparcar, te crujen en el examen de conducción, pero no pasa nada una vez que tienes el permiso: tú paga la renovación y luego ya hablaremos...; él admite, además, que le gusta conducir -a lo que mi madre apostilla que, encima, corre demasiado. Vamos, que tiene un par de ingredientes el asunto perfectos para que en esta mi casa no nos guste demasiado montar con él en su auto rojo...

Tíamariadolores es de esas personas perfectamente naturales, entregadas con pasión a hacer que la vida de los demás sea más fácil y estupenda, de forma que en medio de la conversación se gira decidida y sonriente hacia mí:

- A tí te pasa lo que a mí, Negre: que no te gusta conducir y por eso no tienes coche (dando con el dedo en la llaga del tema del mes).

Hombre, mujer, ¡tía! No exactamente. Una cosa es que no conduzca nunca y otra que no me guste. Analizando la situación, resulta:
  1. Que no se ha cumplido la palabra de caballero dada por mi padre hace ya cuatro años, tras un accidente de coche en el que este quedó hecho trizas: "el próximo coche que me compre te lo vas a quedar tú, que yo ya no lo usaré para trabajar". Se entiende que con gastos a mi cuenta (palabra de damisela).
  2. Que el primer coche que poseímos en casa acabó k.o. con resultado de embrague a arreglar -fijo que con defecto de fábrica- y batería casi finiquitada por no moverlo del garaje. Claro, con esas, poca gana de volver a las andadas...
  3. Que mi marido tiene el carnet de conducir desde hace años, pero sólo lo usa para identificarse al pagar con tarjeta. Porque es el nuevo y en la foto ha quedado muy guapo. Vamos, que la conductora oficial irremisible voy a ser yo. El destino está ya escrito -como defienden mis alumnos.
  4. Que mi desconocimiento vital natural impidió en su momento saber que cuando tienes un hijo viene con todos los complementos y capacidad de expansión ilimitada, de forma que luego ya es tarde para financiar un segundo coche. Lo de que vienen con el pan bajo el brazo no sé quién se lo inventó...
  5. Que a buenas horas, mangas verdes. Ahora necesitas un coche -ahora sí-, pero todavía no sé falsificar el número de billetes necesarios para aparecer en el concesionario más cercano. Mi marido es de esos que aún tienen fe ciega en la Lotería...
Así que, lo de gustarme conducir o no, no lo tengo muy claro, porque la vida me ha arrastrado a mi condición actual de peatona. Pero todo se andará... con cuatro ruedas, espero.


sábado, 17 de julio de 2010

¡No te vayas!

Niña Pequeña se empeñaba hoy en el asiento del columpio; delante del parque infantil a alguien se le había olvidado cadena y candado en una rama.

Tal vez para que nadie se llevara el árbol.

Seguramente, más bien, no fuera que él se marchara...

(Foto real)


viernes, 16 de julio de 2010

Hay que irse, pero no quiero.

Viniendo del parque de llenarnos las manos y las sandalias de tierra:

- Mmmmmamá....
- ¿Hum?
- ¿Por qué tenemos que irnos a casa ya?
- Porque ya va a ser de noche -dice Mamá, comprobando que son las ocho de la tarde, pero esto promete largo- y van a salir las estrellas.
- Las estrellas no, mamá, la luna. ¡Que t'as equivocaoooo!
- ¿Y las estrellas no salen de noche?
- No, mamá. Sólo la luna. Las estrellas están en la tripa de la luna.
- Ah. Hum.


jueves, 15 de julio de 2010

La República Independiente de mi Casa.

¿Cuándo se consigue la verdadera independencia?
  1. Terminas de estudiar -en mi caso. Consigues un trabajo. Tu primer sueldo. Dejas de pedir en casa para aprender que es mucho mejor rascarse el bolsillo propio -al menos así no tienes que rendir cuentas a nadie. Tu Banco te envía la renovación de tu tarjeta de crédito: has entrado en la madurez económica.

  2. Logras tener tu propia casa. Te esclavizas al Banco de turno por el módico precio de un tercio de tu vida, o a tu casero. Ya puedes poner las cucharas y los vasos donde quieras, y recoger -o no- las migas del mantel, allá tú, sin temor a que alguien te recrimine tu ignorancia doméstica en lo que a ubicación de enseres se refiere.

  3. Han pasado unos meses desde que pones el pie en tu actual casa. Recibes la visita -sorpresa- de tu padre, que echa un vistazo al agujerillo en el que vives -tu suegro, seguramente, abrió la nevera sin más-, y te espeta: "¿Ya sabes dónde están las cosas en tu cocina?". Hombre...

  4. Transcurre tu vida con calma y más o menos sosiego. De vez en cuando necesitas hacer algún recado o compra gorda para casa; no importa, porque existe internet y se puede hacer ya de todo sin salir del hogar. Pero... Niña Pequeña hierve de fiebre de madrugada -por ejemplo-, o al día siguiente truena y el diluvio cae de nuevo sobre la Tierra, o la farmacia está urgentemente de guardia a una hora de camino de tu casa. Es decir: no has logrado tu independencia porque ahora, de pronto, uno y uno suman dos y necesitas ese coche que no se te ha ocurrido nunca tener. Un amigo, un vecino, el padrino o alguien de tu familia -incluso aquel que logró renovarse el carnet de conducir sin que le hicieran las pruebas físicas mínimas- te cede su tiempo y te lleva y te trae, en plan Mrs. Daisy.
Así, de pronto, nos hemos dado cuenta en casa de que nuestra soñada independencia no es tal. Necesitamos un coche, básicamente porque no he salido de casa de mis padres para que, desde la ¿distancia? me controlen lo que tengo o no tengo que hacer o dónde ir y cómo. Y es que la independencia será eso de ganar tu dinero, vivir en tu casa o no dar explicaciones, pero, si no tienes coche, como me dijo una vez mi amigo Nacho, es como seguir viviendo con los padres.


miércoles, 14 de julio de 2010

Soy la única a la que no le gusta el fútbol.

No, no me gusta el fútbol. ¿Y qué? Es que soy así de rarita -ya lo dice mi madre con relativa frecuencia, obstinada en dinamitar mi autoestima con el primer arma que tenga a mano. No, no lloré al ver cómo la selección española de fútbol ganaba por primera vez el Mundial futbolero. No, tampoco me he enterado demasiado de lo de la periodista y el jugador de fútbol -habría que ver si se hablaría tanto de esto si fuera al revés. Lo lamento, pero no: no tengo la camiseta-de-España, ni he ido al fiestorro de principio de semana, ni he invitado a los amigos ni tengo la dichosa trompetita -que sí poseen los vecinos de abajo, enfrente a la derecha.

Sintiéndolo mucho, me he dedicado a lo mío de Mari veraniega. No me interesa el fútbol, ni el baloncesto ni el ciclismo; en general, más bien, he creído siempre con fe firme y ciega que los deportistas visten los colores, pero trabajan para ellos y su equipo, cumplen con su profesión, ganan su dinero y la gloria es para ellos. Como en el mundo clásico -donde, por cierto, el premio era una honrosa corona de laurel y una estatua en el circo: ni un dracma, oiga.

Aunque ayer leía que puede que tanta paraonia futbolera pueda venir bien para salir de la crisis... O es que la gente necesita, como decía Juvenal, un poco de pan y circo. Por aquello de animarse, vaya.


lunes, 12 de julio de 2010

Hoy se cruzó el Estigia.

Para los antiguos griegos el koimeterion era un lugar de descanso que nosotros, por influencia cristiana, hemos transformado en un cementerio. Pero sus difuntos vivían en la necrópolis, la ciudad, el lugar, el reino terrestre de los muertos, esos cuyas almas eran acompañadas por Hermes para ayudarlas a cruzar el Estigia y entrar en su verdadero y definitivo espacio...

Los egipcios escribían cartas a sus difuntos, que dejaban periódicamente en sus cámaras funerarias, de forma que el muerto podía estar en contacto con los suyos a través de una puerta especialmente construída para ello. Lavaron los mirmidones el cuerpo del amado Patroclo, mientras la pena y la rabia corroyeron el corazón del divino Aquiles ante la muerte de su amigo. Y los dioses solían elevar al firmamento a las almas más puras...

Hoy era enterrado César. Y el cementerio se me figuraba, mientras los suyos despedían su cuerpo, no un lugar de descanso, sino de espera bien atemperada. Yo sé que un corazón cuando se rompe suena como un pan al crujir, de esos de corteza leñosa que pinchan al buscar la miga; por eso, claro, el corazón de mi amiga al despedirse de su padre sonaba fuerte, chillando, rompiéndose en trozos que se esparcían por el suelo sin posibilidad de recomponerlo. Pero sé también que hoy César era esperado, recibido para ser acompañado a cruzar su propio Estigia...


sábado, 10 de julio de 2010

Soy una Mari veraniega.

Inauguro oficialmente el verano cuando tengo entre mis manos el primer helado de la temporada y en el momento en que me atrevo a posar en bañador en el evento social de las vacaciones: la piscina de mis padres.

La piscina de mis padres es una especie de injerto social del que yo no era consciente hasta que Niña Pequeña empezó a gotear de calor como los churretones de las velas. Ese es el instante en que decido armarme de valor, buscar la olvidada bolsadelapiscina y reponer todo aquello que ya no vale por caducado o talla inferior, amén de los juguetes, cuaderno, pinturas no tóxicas, biquini de recambio, merienda, termo, botellita de agua, toallitas y demás accesorios que necesita un niño pequeño para salir más de una hora y remojarse. Ignoro si todo esto era imprescindible cuando yo era Niña Pequeña, pues sólo recuerdo bajar con la toalla en el hombro y el carné...

Pero la piscina de mis padres no es sólo una actividad social donde, de un vistazo, te das cuenta de que la gente tiene un cuerpo normal, compra el bañador más o menos en el mismo sitio que tú o busca con ansia la mejor sombra para plantar la toalla y los aperos -como todos. No. Es el lugar donde te conviertes en Mari.

Ser una Mari es una cosa muy digna, porque es algo así como vivir de anónimo, pero sin que lo parezca, y sobrevivir al día con la cara bien alta. Ser una Mari veraniega, además, es bajar a la piscina de mis padres y reencontrarte con la gente detodalavida, por la que sí pasan los años -como para tí, aunque te defiendes con uñas y dientes a traspasar la frontera de los treinta- y tiene Niños y Niñas Pequeños que quieren ponerse los manguitos, aunque maldita la gracia que te hace a tí quitarte la camiseta. Yo soy, además, una Mari veraniega que admite sin pudor que su Niña Pequeña es normal: n-o-r-m-a-l; vamos, que no sabe nadar sola, no le gusta compartir sus juguetes, llora de forma intermitente y quiere hacer su santa voluntad.

Como hoy, que vaya perra ha cogido Niña Pequeña, empeñada en defender a toda costa sus tres pelotas de colores de los feroces ataques de otros dos niños, empeñados ellos en hacer buenas migas. Una, además, decía también con su seriedad de los tres años: "¿a que no se llora y hay que compartir?".

Cosas de Maris, empeñadas en destruir el egoísmo natural del ser humano desde la más tierna infancia...


jueves, 8 de julio de 2010

Abanicando el calor.

Levantando los ojos, Niña Pequeña afirmó con la seriedad de sus tres años y medio:

- Mamá, el abanico me quita el calor porque se lo queda él, ¿verdad?


martes, 6 de julio de 2010

Hoy he salvado a una golondrina.

Hoy he aprendido que la libertad tiene cuerpo menudo negro y blanco, como de traje de etiqueta y fiesta, y esos ojos brillantes que creíamos que sólo eran propiedad de Platero. Incluso posee alas curvas puntiagudas y chilla de miedo, acurrucada.

La libertad hoy en mi casa tenía aspecto de golondrina, una de esas que convive al otro lado de la ventana del cuarto de Niña Pequeña. El nido se llena de piares en verano y esta mañana una de los animales más jóvenes ha caído en la contraventana de la habitación. Se debatía y luchaba contra los cristales, hasta que se ha dejado vencer por la fatalidad y se ha escondido en una esquina de la ventana, la cabecita metida entre las alas. Tal vez, en el fondo, asustada al ver el palo que yo le tendía para que se posara en él y así poder llevarla a la ventana abierta -la libertad tiene eso: que asusta, hay que elegir, no se sabe muy bien por dónde va a ir uno...

Y es que las golondrinas saben mucho de qué es eso de la libertad, como puedes ver pinchando aquí...


lunes, 5 de julio de 2010

Hoy me han dado las notas...

Hay algunos momentos en los que se contiene la respiración: antes de escuchar, embarazada y en la primera ecografía, que todo va bien, dos segundos después de que Niña Pequeña haya nacido y sabes que ahora-tiene-que-llorar, el jugador del equipo contrario va a tirar un penalti a tu selección y al torero le ha pillado el toro y es volteado de muerte.

Y, como hoy, buscando mi nombre en la lista de las notas y compruebo que están todas aprobadas, cuatro años después de retomar los estudios.

domingo, 4 de julio de 2010

No venceremos al mal, pero nos queda Avatar.

El problema del mal no tiene solución; pero ayer vi la película Avatar y me fortalecí pensando que eso no es razón para no tratar de frenar su lento avance.



sábado, 3 de julio de 2010

Me están vigilando y no lo sabía.


Un comentario que me han hecho me ha recordado hoy uno de mis libros para-no-olvidar: 1984, de G. Orwell. Y es que me vigilan. No ha sido la policía, ni la Guardia Civil, ni mi querida Hacienda o sus respetables señorías; no ha sido un vecino, ni un familiar ni un amigo. No he sido atacada por un spam ni me han baneado en el día de hoy. Ningún virus malicioso se ha acercado a mi ordenador ni mi Banco me ha mandado un certificado urgente diciendo que... Pero siento, percibo con claridad impoluta, incluso afirmo, que se ha producido algo insólito e insospechado para mí.

Con sabor agrio a limón alguien ha decidido que no soy una apetecible compañía, y así me lo ha hecho saber.

Lo que esa persona no sabe es que me gusta mucho el sabor del limón... Me refresca, me quita la sed y es mi arma contra el calor; lo elijo antes que la fresa o la naranja y a veces hasta saboreo la rodaja esa que se pone al tomar un aperitivo o pido mousse de limón como postre, uno de mis favoritos. El limón tiene además propiedades curativas contra la fiebre y trabaja en grupo con la miel para lograrlo, tiene vitamina C y es bueno para las dietas. Y además, un limón es un aliado, porque elimina el exceso de grasa de la piel, ayuda a los diabéticos, adereza las ensaladas y les da buen sabor, neutraliza los malos olores y acondiciona el cabello.

Decidido: esta persona tiene razón. Su agrio limón me representa. Sí.


viernes, 2 de julio de 2010

Cien personas encendiendo a la vez una chimenea.

Estos últimos días he estado en una larga reunión de trabajo con cien personas. He sacado una importante conclusión: un centenar puede hacer mucho; por ejemplo, darle la vuelta a la vez a la hoja y que me crea que estoy oyendo el crepitar de la chimenea...