martes, 31 de agosto de 2010

¿Mañana me arrollarán?

La noche del 28 de diciembre de 1895 los hermanos Lumière presentaron en público lo que ellos consideraban un invento para la intimidad, sin ningún futuro: el cinematógrafo.



Algunos de los treinta y tres espectadores de aquel Gran Café de París huyeron de la sala al ver la imagen de la locomotora, pensando que iban a ser arrollados...

Arrollados como el día de mañana que se me echa encima: un puñado de alumnos llegará mañana al colegio, dispuestos a demostrar lo mucho que han estudiado -espero- a lo largo del verano para aprobar las asignaturas pendientes de junio.

Esta mañana comenzaba mi particular periodo otoñal (porque, ya se sabe, empieza el primer día que pones la punta del pie en el colegio). Tal como está la situación, por cierto, dando gracias de poder trabajar, claro... Feliz curso a todos.


domingo, 29 de agosto de 2010

Se acaban mis vacaciones.

Este fin de semana se producirán miles de desplazamientos, fruto de la operación retorno- dice la locutora, fijando su mirada en la pantalla.

- Muchos españoles han acabado ya sus vacaciones y se disponen a regresar a su lugar de residencia habitual -continúa, impasible.

- Dentro de unos días se dispondrán medidas de seguridad para aquellas personas que comiencen sus días de descanso en septiembre -remarca, mirándome seriamente, pero con un punto irónico (ya se debe de haber dado cuenta que soy de esos que van a comenzar a trabajar en breve).

- Una vez más, las playas del Mediterráneo han registrado un lleno casi absoluto -la locutora se mueve de forma casi imperceptible, la cámara se centra en su cara, parece que me guiña un ojo: no hay duda, lo sabe: se acaban mis vacaciones.

- Los precios de los hoteles bajarán de forma considerable a lo largo del mes de septiembre -ella se sonríe: sin duda, sus vacaciones comienzan el día 1 y ya tiene la habitación reservada en uno de esos lugares de la costa atestados en agosto.

Me mira desde su pulcro lugar de trabajo, el ordenador esequetienenenlostelediarios, abierto para-por-si-acaso, impecable su estudiada melena, perfecta la coordinación color de cabello/ traje de chaqueta veraniego/ complementos. Toma aire -yo lo noto, lo sé- y añade con su mejor sonrisa:

- Las vacaciones de verano han terminado ya.

Por algo prefiero leer los periódicos digitales...


sábado, 28 de agosto de 2010

Tengo un amor consentido.

No sé si fui yo o, más bien, él quien me encontró a mí, allí, medio escondido entre otros similares, como ocultándose o haciendo que no me veía. El tono de su piel destacó sobre todos los demás y al tocarla fue como rozar apenas las yemas de los dedos, tan suave era su textura; suave y cálida, como las mantitas de los bebés, anunciando ya desde el exterior cómo sería saborearlo y paladearlo lentamente.

No pude entonces dejar de tocarlo, acariciarlo con las dos manos, dejar que se quedara conmigo, conmovida por su olor dulzón único que me transportaba a paisajes tranquilos -tal vez, incluso, algún lugar paradisíaco, con rumor de olas. Mi marido lo comprendió, como no podía ser de otro modo, en cuanto lo vio entrar conmigo en la puerta, invitándole a pasar y buscando el mejor sitio para él, el más adecuado para poder disfrutarlo juntos...

Y es que hoy compré media docena de melocotones...


viernes, 27 de agosto de 2010

miércoles, 25 de agosto de 2010

La raza de los pulsadores.

Existe entre nosotros una raza especial: la raza de los pulsadores.

El hombre o mujer pulsador es aquel -o aquella- con el que te cruzas en la parada del semáforo, peatón como tú y consciente también de que algunos de los semáforos de tu ciudad tienen un botón al que hay que presionar para que pase al color verde y puedas pasar a la otra acera.

El hombre o mujer pulsador toma carrerilla, coge aire, coloca los brazos en jarras y le da al botón, a ese precisamente en el que tú ya pusiste el dedo hace unos segundos. Pero el hombre o mujer pulsador está convencido de que sólo él o ella conoce los intricados vericuetos del funcionamiento de los semáforos de tu ciudad, de forma que se ve en la obligación de accionar el complejo mecanismo de estos aparatos, consciente de su misión en la sociedad, paladeando lentamente su superioridad.

Después de hecho esto, el hombre o mujer pulsador se colocará a tu lado, pero un pasito pequeño, casi imperceptible, por delante de tí, cobrándose de esta forma el servicio prestado a los viandantes de tu ciudad. Mirará al frente, vigilando el color del semáforo, observando sin pestañear y manteniendo la respiración en el infinito segundo que va del rojo al verde...


martes, 24 de agosto de 2010

Crónicas marinas (7): El regreso.

Volví ayer, tarde -le dije a la madre-incondicional de mi cole que me encontré esta mañana en el súper.

Volví ayer, casi de noche, maletas en ristre, muñeco, mochilas y mucho tren. Volví ayer, pero la arena de la playa se quedó entre nosotros, materializándose en la terraza, las suelas de las zapatillas, las camisetas y las toallas. Cientos, miles, inconmensurable número de motitas de polvo y arena de playa mediterránea teletransportados gratuitamente en mi maleta, invadiendo mi casa y sus baldosas, apropiándose en minutos de mi suelo, resistiendo ahora y siempre al ataque de escoba y fregona en mano...

Volví ayer, pero esta mañana me despertaba la voz de mi vecino, apurando aún sus vacaciones, hablando por teléfono desde la calle, susurrando como dicen que hizo Marilyn a Kennedy en su cumpleaños, dictando suavemente a alguien un número de teléfono: "nueevve, nueevve, occcho...", dejando arrastrar con deleite las letras, marcando los espacios, tal vez moviendo apenas los labios: "unnno, tressss".


domingo, 22 de agosto de 2010

Crónicas marinas (6): Flotar.

Se despedía hoy NiñaPequeña de la playa aferrándose al flotador, rojo y azul de spiderman -no lo había de otro modelo... Y parecía ella navegar en un pequeño barquito, con los brazos apenas rozando las olas, la pequeña coleta al viento ("mójame el pelo, mamá"), cerrando incluso los ojos al rumor del agua ("papá, papi, papito, vamos más adentro"). Subía y bajaba con las pocas olas y se dejaba deslizar, caminando de puntillas ("mira, mira, hago pie") cuando la ocasión lo merecía, rebuscando con los dedos las conchas que le había pedido su abuela ("esta, esta, otra más grande").


sábado, 21 de agosto de 2010

Crónicas marinas (5): El castillo de arena.

Construir un castillo en la arena de la playa es todo un ritual; requiere estrategia y organización -casi tanta como encontrar un lugar donde plantar la sombrilla, dejar los aperos, extender la toalla y hacer tuyos unos centímetros de arena y sal. No vale cualquier lugar, como bien decía hoy el padre-vecino-de-playa:

- Aquí, aquí, que es liso: haced vuestro castillo.

Además de la necesidad de un lugar llano -mal, me digo: los castillos se construyen en lo alto, por aquello de defender el territorio-, el castillo playero puede estar o no cerca de la orilla. La madre y tía-vecinas-de-playa se lo señalaban esta mañana a sus cachorros:

- Huyyy, hala, que se inunda el castillo, tan cerca de la orilla -solucionado rápidamente por los niños, que han terminado la destrucción de la olas pala en mano.

El castillo de la playa puede tener diversas formas: tipo cubo-pastel, con torrecillas -según el mismo cubo de antes-, redondo, alineación de atalayas unidas por muro de arena o agujero con paredes y salida al mar. La elección corre a cargo del niño y su padre, como indicaba el vecino-de-playa-de-atrás:

- No, no: el castillo lo haces tú, yo sólo soy el supervisor de obra -es decir: la construcción en cuestión requiere de una cuadrilla de obreros bajo la eficaz dirección de uno más hábil.

Y las defensas básicas del castillo deben ser reforzadas rápidamente una vez culminada la obra, detalle del que se ha dado cuenta enseguida Niña Pequeña, de forma que, cubo en mano:

- Voy a ir a la orilla yo sola a por conchas para poner en el castillo -dice, remarcando muy seria ese yo sola. Y es que la creatividad última del artista tiene algo de soledad...


viernes, 20 de agosto de 2010

Crónicas marinas (4): Las sombrillas.

Me parece la orilla de la playa con sus cientos de sombrillas floreadas un sembrado de girasoles...


jueves, 19 de agosto de 2010

Crónicas marinas (3): El bochorno húmedo.

Hunde sus raíces en el punto exacto del nacimiento de un cabello -uno cualquiera, da igual. Se desplaza lentamente, reptando, recoveco a recoveco, hasta que alcanza el cuello. Se desliza lentamente, como regodeándose, por su curva, el pelo recogido levemente en una coleta casual, dejando su húmedo rastro. Se detiene pensativamente cerca del hombro, con indecisión tal vez, abajo, quieto, seguir deslizándose... Finalmente resbala pausadamente, poco a poco, como deleitándose, por el torso, se bifurca, se pierde, se riza, vuelve a la altura de la cadera. Se acomoda y espera allí. Se inclina luego con rapidez estudiada: la rodilla, la larguísima pierna y lamiendo con su dorado brillo. Languidece, al fin, más allá del tobillo, feliz por el cansancio, mojada huella.

Bochorno y una gota de sudor...


miércoles, 18 de agosto de 2010

Crónicas marinas (2): El paseo por la playa.

Es necesario regular el paso de personas por la orilla de la playa. Decenas, tal vez cientos de ellas circulan a lo largo de la mañana por allí, hormiguean, deambulan o siguen con paso firme las huellas de otros cientos anteriores a ellas que ya pasaron horas antes. Bañadores ceñidos, bikinis ajustados, top less venidos a menos, vestidos de leves trasparencias, abdómenes dados de sí, carnes prietas, modelos musculados de tórax acompañados de esculturales -y jóvenes- cuerpos dorados, redondas tripas llenas de vida de multitud de embarazadas...

Un gentío de personas marchando al mismo son, émulos del paso castrense, ansiosos de mostrarse o de absorber la máxima cantidad posible de rayos de sol. Una riada de faldas suaves, camisetas de tirantes, blancuras lechosas de recién llegados y pareos casi tahitianos, exhibiéndose ante un público de sombrillas coloreadas y cremas de sol llenas de arena.

A paso seguro, uno, dos, tres, cuatro, espalda recta, conversación con el vecino o auriculares para no ver a los demás. Uno, dos. Niña Pequeña intentando acercarse con su cubito a la orilla y coger así las conchas con las que decorar un castillo de arena...


martes, 17 de agosto de 2010

Crónicas marinas (1): El viaje.

Todo el mundo sabe que los niños son básicamente caprichosos y esencialmente egocéntricos, característica esta última que se extiende en el tiempo de manera exponencial hasta el final de la adolescencia.

Por eso, no me extrañó el comportamiento del tierno y endemoniado infante que estuvo a mi lado con sus padres durante mi viaje en tren de ayer. Claro, que la gente viaja como en las películas españolas de Paco Martínez Soria, rodeada de la tumbona playera a rayas, sombrilla, neverita, tres bolsas, la de la piscina, la de ir a tomar el sol y dos maletas descomunales... Y además, el niño.

Los niños tienen una gran capacidad para atraer la atención de todo el que se ponga por delante, y usan para ello diversas estrategias -a veces, ayudados por los felices abuelos: "venga, nene, dile a la vecina lo bien que bailas". Este pequeño viajero usó a lo largo de cinco horas el arma de mayor destrucción masiva que podía tener cerca: el llanto.

- Mamá, Irene me ha pegado.
- ¿Hum? No puede ser, cariño, que tu hermana está sentada dos puestos más allá y no se ha movido.
- ¡Mamá, te he dicho que Irene me ha pegado!
- Cielo, ya te he dicho que si mientes te crecerá la nariz como a Pinocho.
-¡¡Mamá!! ¡Hazme caso, que Irene me ha pegado!
- Niño, siéntate como una persona -apunta el padre, que empieza a estar harto del niño.
- ¡¡Mamá!! ¡Mira lo que dice papá!
- Cariño, cielo mío, siéntate y no molestes a ese señor -mi marido, que estaba delante.
- Mamá, yo quiero ver Popoyó -indica el pequeño, dándose cuenta de que Niña Pequeña va entretenida con un capítulo nuevo del muñeco.
- Cielo, no molestes a la niña, anda, y siéntate. No tires la Sirenita por los aires y deja en paz la cabeza de ese señor -mi marido, de nuevo.
- ¡¡Niño, que te calles!! -curiosa manera de mandar al hijo silencio, diciéndoselo a voces- ¡Y siéntate como una persona! -el padre, tomando cartas en el asunto.

El niño en cuestión calla, mira a un lado y a otro, observa a sus padres, mira con ojos golosos el capítulo de Pocoyó de Niña Pequeña, hincha el pecho, expande su tórax al máximo, cierra los ojos, coge aire...

-¡¡Aaah!! ¡¡Bbpa-bbpáaaa!! ¡Yo quiero ver Popoyó! ¡¡Aaah!! ¡¡Iiih!! -chilla, los ojos con lágrimas domesticadas en su medida oportuna, el labio inferior casi blanco de rabia sobre el superior, los dedos agarrotados para coger fuerza, sus pulmones en pleno esfuerzo- ¡¡Bbma-bbmá!! ¡¡Iiiih!! ¡¡Popoyó!!

Y encima, el tren se para quince minutos en medio de la nada porque un astuto viajero ha decidido fumar un cigarrito a escondidas en el aseo, por lo que han saltado los detectores de humo del vagón...

- Mamá -me llama Niña Pequeña- ¿A que no se llora?


lunes, 16 de agosto de 2010

Neptuno, las nereidas y yo.


¿De verdad no oís el rumor de las olas al paso de Neptuno? ¿No distinguís ahora mismo los rizos blancos de sus nereidas?


Una maleta es un diccionario.

Hacer la maleta es un diccionario de sinónimos: encajar, recolocar, ordenar, enrollar, distribuir, poner, rehacer, meditar, ubicar, disponer... Aprovechar cualquier resquicio para introducir los calcetines, remeter camisetas y pantalón, apilar la ropa-de-por-si-acaso, dar uniformidad al aspecto final del embalaje, comprobar cinchas y ruedecillas, cuadrar esquinas para cerrar la cremallera y dejar, por un aquél, un mínimo espacio arriba-de-todo para eso de ultimísima hora.

Ya huelo la sal marina...


sábado, 14 de agosto de 2010

Niña Pequeña en el columpio.

U
no, dos, impulso, encoger, estirar, atrás, delante. Uno, dos, encoger, estirar. Atrás. Delante.

Niña Pequeña afila el aire, lo estira, rompe, divide en dos como las hojas del pinar, se mete dentro, ataca: uno, dos, impulso, estirar, encoger. Atrás. Delante. Hace días que aprendió a impulsarse sola, de puntillas, apretando los brazos para saltar levemente y sentarse; inclinada hacia atrás encoge las piernas, estira, hace fuerza con los brazos. Uno, dos, impulso. Atrás. Delante. Su columpio reparte el esfuerzo y el impulso de manera mecánica, en espacios medibles y controlables como un metrónomo: uno, dos, atrás, delante.

- ¡Papá, mamá! ¡Ya puedo sola!


viernes, 13 de agosto de 2010

Anda, un señor maleducado en mi súper.

E
sta mañana he aprovechado para acercarme al súper más cercano a mi casa, ese al que no suelo ir porque es bastante más caro que el otro de la misma cadena que está en la otra punta de la ciudad. Además, hace dos años una amable señorita cajera me pidió poco amablemente que le enseñara el bolso, ya que llevaba un bulto sospechoso que resultó ser el biberón de agua de Niña Pequeña; yo, también muy poco amable, le pregunté si le gustaba el modelo, mientras que la clienta de delante se largaba sin pagar dos barras de pan y su hijo birlaba unas chuches... Por eso a este súper sólo voy en caso de emergencia, claro, y nunca me pongo en la caja de la amable señorita.

Tras coger los productos básicos que necesitaba esta mañana, deseando ya marcharme del odioso súper, me lanzo a una de las dos cajas que están abiertas -será cosa de la crisis, porque las otras cinco nunca están disponibles. Cuento mentalmente las cosas que tengo que pagar: una, dos, tres y la barra de pan, y cuando ya lo tengo todo colocado, esperando a que el de delante termine -cuento sus cosas: una, dos, tres, cinco, seis...-, un señor me grita -qué poco amables son en este súper-:

- Anda, si te has colado.

Miro hacia atrás y veo al señor con una cesta, allá en la lejanía.

- Anda -le respondo; el de delante sigue con sus productos: siete, ocho, nueve-. Si pusiera usted su cesta al lado de la caja, y no donde las empanadas, los demás sabríamos que va delante.

- Anda -dice-, vaya cara la tuya (y el de delante: diez, once).

- Anda -continúo-. No se preocupe.

He cogido mis trastos (uno, dos, tres y la barra de pan) y me he acercado a otra caja, ya libre. Uno, dos, tres y la barra de pan. Pago. Tiempo total de espera de mi turno: treinta segundos.

- Anda -saludo al señor de antes, que sigue en la caja de al lado, ya por fin con su cesta lejos de las empanadas-. Yo ya he acabado... (el que tenía yo delante todavía no ha pagado sus doce, trece, ¿quince? productos). Cojo de la mano a Niña Pequeña, que está esperando fuera con su padre.

Se ve que estoy de vacaciones... Durante el invierno ni me inmuto por la mala educación de la gente. Anda.

jueves, 12 de agosto de 2010

Un año juntos.


E
ventual, ocasional, esporádico, fidelizado, amigo en persona o en la red, enemigo, compañero, lectora y lector en este momento:

Oculimundi cumple hoy un añito.

Gracias.


miércoles, 11 de agosto de 2010

Una señora hoy con zapatillas galácticas.

S
alía ella esta mañana de su portal, una vieja casa que se ha quedado encajonada entre dos bloques de edificios. De edad difusa, floreada bata de calle en azules y blancos y ese pelo perfectamente peinado, inmaculado, de señora de jueves en la peluquería. Maquillada de mañana, dispuesta tal vez a hacer la compra. Única para mí en la combinación -¿buscada a propósito, tal vez?- entre el monedero que llevaba en la mano -ya se sabe: ladrones, muchos, aprovechando la vejez...- y las zapatillas, brillantes y galácticas, del mismo tono plateado brillante que el monedero aquel...


martes, 10 de agosto de 2010

¡No me toques!

Lo siento, pero en general no me gusta que me toquen. Ya sé que esto es algo que me critica una compañera de trabajo -y en general, también mi madre, aunque no se por qué, ya que ella es la Dama de las Nieves....-, pero tocar es casi como poseer.

Tocar es sentir y dejar que lo más íntimo de aquello que es tocado se transmita a tu ser. Deslizar los dedos es sacar el alma de las teclas de un piano -el piano de mi abuelo, el que tocaba mi padre, donde yo aprendí a desgranar la música. Acariciar las palmas del ser querido o abrazar apenas con las puntas para dar consuelo. Dejarse tocar es reconocer al otro que eres un poco suyo.

Por eso no me gusta que algunas personas se apropien del derecho a rozarse con lo que va más allá de mi piel sin que yo antes no se lo haya hecho notar... Por eso no me gusta ese momento en el que, en el parque, mi suegra intenta hacerme suya en su familia y me toca la pierna mientras habla conmigo de la enésima batalla...

lunes, 9 de agosto de 2010

Va de suegras.

Estos días estoy en plan empacho familiar -familia política, se entiende...

Mi suegra parece que está muy contenta, pues según ella esta vez estoy muy simpática y hablo a todos -no sé de dónde ha podido sacar que no soy simpática, y mucho menos, que no les digo palabra cuando les veo. Léase pues que escucho sus historias de cuando mi marido aprendió a andar (él solito, persiguiendo a su vaso de agua rojo, que se había caído), la miro con paciencia cuando comenta lo poco que le gusta la antigua novia de su hijo o sonrío ante su eterno comentario de "yo quiero a mis tres hijos, ¿eh?, pero mi niño, es mi niño". Y para que quede claro, su consuegro -papá- habrá ganado un hijo -en mi boda-, pero el hijo es suyo. Y punto. Chist, y oiga, que no olvida ni perdona, que lo dice ella muy seria. Dios me pille confesada...

Pero hay algo que no me gusta, claro. Tranquilos todos, que no tengo problemas con mi suegra -¿tal vez porque vive a 500 kilómetros de mi casa?-, pero eso de "ya estamos todos los de la familia, tú eres la última que llegó". Pues que no, mire. Quizá es que yo tengo una idea de familia muy abierta y liberal, o que ya tengo suficiente con la mía y propia, pero eso de que ya pertenezco a la suya como si fuera una propiedad privada... Mujer, que no, que no me estaban esperando como agua de mayo, que mi familia la monto en mi casa. Y es que a mí no me va mucho eso de ir todos juntos a todos lados, en plan pack de súperoferta, como hacen los de mi marido, que soy más independiente, vaya, y no me van las comidas obligatorias con los abuelos los fines de semana y todas las santas tardes a la fresca en el jardín.

Pero esto no se lo digo, claro, no sea que no olvide ni perdone y me persiga en forma de ectoplasma en el futuro. Así que sonrío, me acomodo en el banco del parque y escucho por enésima vez lo rápido que mi marido aprendió a andar siendo un bebé...

domingo, 8 de agosto de 2010

Una iglesia en el portal.

Hoy entré en un portal que olía a iglesia antigua de piedra, a ermita oscura con un Cristo perdido y vela blanca titilante. A banco de madera clara usado por las rodillas, limpiado con bayeta húmeda. Era la barandilla de las largas escaleras como el tacto silencioso del confesionario medio vacío, su única luz clara, la lamparilla blanca que acompaña el ábside viejo.


sábado, 7 de agosto de 2010

Vals del aire en la ventana.

He dejado abierta la ventana y el aire ha quedado atrapado en el visillo, trenzando ambos un baile suave. Quería la corriente escaparse y la tela, hinchada, se ha enredado a su alrededor para impedirlo.


viernes, 6 de agosto de 2010

Niña Pequeña ¿es mentira?

Sé que a cada miembro de una familia le gusta verse reflejado en los más pequeños de la casa, de forma que estos son escrutados detalladamente en cada gesto o reacción...

Así, hoy me preguntaba que, si Niña Pequeña tiene la barbilla de su padre -de mi suegra y esta de su padre-, los ojos y genio de su madre, la gracia de su tío, la rebeldía de su primo, la curiosidad de su abuelo, la cantidad de cabello de su otro abuelo, las ganas de bailar de su abuela, el color de ojos de la otra abuela, la primera impresión a la vista de su madre cuando era pequeña y la conversación incansable de su prima cuando no dejaba ver la tele...

... Entonces... ¿Dónde queda Niña Pequeña, más o menos? Pobre, qué poco original es...


jueves, 5 de agosto de 2010

¿Te gusta dormitar?

Suena el despertador con toda la potencia de la que es capaz -incómodo, inoportuno. Separo las brumas y aparece mi mente. Me giro hacia el otro lado -¿no decían que dormir de lado es querer regresar a la seguridad?- estirando brevemente la sábana, un vago protector ante el fresco que se asoma por la ventanuca del tejado. Allí está, al final de mi espalda, la punzada lumbar que me persigue desde hace años y sólo se adormece de vez en cuando; encojo las piernas, arqueo la espalda y recoloco con los muslos el pequeño cojín que me dijeron me ayudaría a conciliar el sueño. Entra una luz amarillenta rota apenas por los huecos de la persiana entornada. Me hago la dormida -como siempre desde hace cinco años- mientras él se despereza y se levanta -y es que nunca le costó obedecer al timbre del despertador. Niña Pequeña ronronea "Pa-páaa, pa-páaa" mientras él hace como que no se da cuenta, para luego quitarle el pijama y ponerle camiseta y pantaloneta. Les oigo trastear en la pequeña cocina: desayuno de leche, rosquillas, galletas, cereales. Ella se habrá echado una cucharada de cacao soluble, seguro. No me levanto. La luz amarillenta me adormece, estiro las piernas hasta que noto los músculos en tensión, los hombros hacia atrás, la punzada se aletarga. Me duermo.


miércoles, 4 de agosto de 2010

Pan y chicha.

Chicha (1):

1. f. coloq. Carne comestible.

de ~ y nabo. 1. loc. adj. coloq. De poca importancia, despreciable.
no ser alguien o algo ni ~ ni limonada. 1. loc. verb. coloq. No valer para nada, ser baladí.
sacarle la ~ a alguien. 1. loc. verb. coloq. Ur. y Ven. Hacerle trabajar demasiado.
tener pocas ~s. 1. loc. verb. coloq. Tener pocas carnes o pocas fuerzas.


Chicha (2).

(De la voz aborigen del Panamá chichab, maíz).

1. f. Bebida alcohólica que resulta de la fermentación del maíz en agua azucarada, y que se usa en algunos países de América.
4. f. Pan. Refresco hecho con frutas.
7. f. Ven. Bebida refrescante hecha con arroz, leche y especias.

Como ya dije, de generación en generación lo femenino ha transmitido aquello de "si no quieres el bocadillo, cómete lo de dentro". Pero siempre hay algo que lo supera, que es soberbio, genial, exponencialmente superior a la sabiduría que da la Naturaleza. Y son las abuelas. Pero no estas modernas que hasta se encuentran en las redes. No. Digo las de toda la vida, esas que se han currado el primer puesto en alimentar y echar pa'lante a todos los hijos -siempre en jauría-, mantenerse firmes junto a un marido que no sabe nada de muchachada, acoger al sobrino o la sobrina que quedó atrás en un mal matrimonio y aconsejar, de paso, a la nuera sobre cómo destetar al más pequeño de la familia.

Esas son las rematan lo de los bocadillos, como oía yo hoy en el parque, mientras Niña Pequeña pugnaba por superar la prueba del tobogán gigante de casi doble vuelta. Ella, fijada en la hierba del parque infantil, bocata medio envuelto en papel aluminio, la mano derecha ofreciendo sin posibilidad de negación:

- ¡Venga, si no el pan, entonces la chicha!

A la luz de la RAE, si le hubiera oído entonces alguno de mis lectores latinoamericanos...


martes, 3 de agosto de 2010

Spiderman, Batman y Superwoman.

Los pies enredados entre las azuladas cuerdas, convertidas las suelas de las sandalias, casi de forma imperceptible, en diminutas extremidades de aspecto prensil. Las manos se estiran decididas hacia su objetivo, bajo la atenta mirada de los vigilantes al otro lado del recinto. Colores que emborrachan en amarillos, rojos y verdes. Y el cuerpo que se retuerce en una escalera diminuta y móvil, resbala por el leve agujero de un panel translúcido, queda medio aprisionado al ascender por una falsa tela de araña de cuerda y alambre, para, finalmente, erguirse, diminuto, brazos en alto sujetando obstinadamente la barra que le indica que ha llegado a su objetivo:

- ¡Mamáaaa! ¡Mira cómo me tiro por el tobogán!

lunes, 2 de agosto de 2010

La tapa no, sí lo de dentro.

Una madre bien aleccionada sabe que cuando se va de viaje y además con niños, estos comerán bocadillo. Igual que en el parque infantil, donde una brigada de madres se ocupará fervientemente mediada la tarde en alimentar a la prole: sandwiches de salchichón, rodajas de chorizo, goteantes nocillas, clásicos de jamón y queso.

Y es obligación de los pequeños, valientes como jabatos, plantar cara en la intromisión de sus juegos, plantarse con pie firme en el arenero y negarse a hincar el diente en las viandas.

Y una madre bien aleccionada, con la sabiduría que da el instinto, dirá, como generaciones y generaciones de féminas antes que ella:

- ¡Pues cómete lo de dentro!


domingo, 1 de agosto de 2010