viernes, 13 de agosto de 2010

Anda, un señor maleducado en mi súper.

E
sta mañana he aprovechado para acercarme al súper más cercano a mi casa, ese al que no suelo ir porque es bastante más caro que el otro de la misma cadena que está en la otra punta de la ciudad. Además, hace dos años una amable señorita cajera me pidió poco amablemente que le enseñara el bolso, ya que llevaba un bulto sospechoso que resultó ser el biberón de agua de Niña Pequeña; yo, también muy poco amable, le pregunté si le gustaba el modelo, mientras que la clienta de delante se largaba sin pagar dos barras de pan y su hijo birlaba unas chuches... Por eso a este súper sólo voy en caso de emergencia, claro, y nunca me pongo en la caja de la amable señorita.

Tras coger los productos básicos que necesitaba esta mañana, deseando ya marcharme del odioso súper, me lanzo a una de las dos cajas que están abiertas -será cosa de la crisis, porque las otras cinco nunca están disponibles. Cuento mentalmente las cosas que tengo que pagar: una, dos, tres y la barra de pan, y cuando ya lo tengo todo colocado, esperando a que el de delante termine -cuento sus cosas: una, dos, tres, cinco, seis...-, un señor me grita -qué poco amables son en este súper-:

- Anda, si te has colado.

Miro hacia atrás y veo al señor con una cesta, allá en la lejanía.

- Anda -le respondo; el de delante sigue con sus productos: siete, ocho, nueve-. Si pusiera usted su cesta al lado de la caja, y no donde las empanadas, los demás sabríamos que va delante.

- Anda -dice-, vaya cara la tuya (y el de delante: diez, once).

- Anda -continúo-. No se preocupe.

He cogido mis trastos (uno, dos, tres y la barra de pan) y me he acercado a otra caja, ya libre. Uno, dos, tres y la barra de pan. Pago. Tiempo total de espera de mi turno: treinta segundos.

- Anda -saludo al señor de antes, que sigue en la caja de al lado, ya por fin con su cesta lejos de las empanadas-. Yo ya he acabado... (el que tenía yo delante todavía no ha pagado sus doce, trece, ¿quince? productos). Cojo de la mano a Niña Pequeña, que está esperando fuera con su padre.

Se ve que estoy de vacaciones... Durante el invierno ni me inmuto por la mala educación de la gente. Anda.

2 comentarios:

  1. Es curiosa, la lucha particular que tienen algunos, por un puesto en la cola del súper, o de lo que sea.
    Me llama la atención que, casi siempre, los más obcecados suelen ser personas mayores, que, después de salir del súper, no tienen absolutamente naaaaaada que hacer. Eso sí, que no se les cuele nadie, que tienen mucha prisa.
    Yo creo que lo hacen por romper con el aburrimiento crónico que sufren.

    Si alguna vez me jubilo, -aunque, como sigamos así, cuando nos toque no nos van a dejar- pienso buscar todos los entretenimientos posibles, para no tener que acabar con el hastío, a base de peleas en la cola del súper.

    Saludos.

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  2. Perikiyo,
    visto así, este señor tendría que haberme dado las gracias después porque tendría algo que contar a lo largo de todo el día a todos sus conocidos ;-)

    Un abrazo.

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