Existe entre nosotros una raza especial: la raza de los pulsadores.
El hombre o mujer pulsador es aquel -o aquella- con el que te cruzas en la parada del semáforo, peatón como tú y consciente también de que algunos de los semáforos de tu ciudad tienen un botón al que hay que presionar para que pase al color verde y puedas pasar a la otra acera.
El hombre o mujer pulsador toma carrerilla, coge aire, coloca los brazos en jarras y le da al botón, a ese precisamente en el que tú ya pusiste el dedo hace unos segundos. Pero el hombre o mujer pulsador está convencido de que sólo él o ella conoce los intricados vericuetos del funcionamiento de los semáforos de tu ciudad, de forma que se ve en la obligación de accionar el complejo mecanismo de estos aparatos, consciente de su misión en la sociedad, paladeando lentamente su superioridad.
Después de hecho esto, el hombre o mujer pulsador se colocará a tu lado, pero un pasito pequeño, casi imperceptible, por delante de tí, cobrándose de esta forma el servicio prestado a los viandantes de tu ciudad. Mirará al frente, vigilando el color del semáforo, observando sin pestañear y manteniendo la respiración en el infinito segundo que va del rojo al verde...
El hombre o mujer pulsador es aquel -o aquella- con el que te cruzas en la parada del semáforo, peatón como tú y consciente también de que algunos de los semáforos de tu ciudad tienen un botón al que hay que presionar para que pase al color verde y puedas pasar a la otra acera.
El hombre o mujer pulsador toma carrerilla, coge aire, coloca los brazos en jarras y le da al botón, a ese precisamente en el que tú ya pusiste el dedo hace unos segundos. Pero el hombre o mujer pulsador está convencido de que sólo él o ella conoce los intricados vericuetos del funcionamiento de los semáforos de tu ciudad, de forma que se ve en la obligación de accionar el complejo mecanismo de estos aparatos, consciente de su misión en la sociedad, paladeando lentamente su superioridad.
Después de hecho esto, el hombre o mujer pulsador se colocará a tu lado, pero un pasito pequeño, casi imperceptible, por delante de tí, cobrándose de esta forma el servicio prestado a los viandantes de tu ciudad. Mirará al frente, vigilando el color del semáforo, observando sin pestañear y manteniendo la respiración en el infinito segundo que va del rojo al verde...
Jajajaja. Yo hago eso, pero a la inversa: es decir, cuando la persona es tan aristocrática que decide que no tiene por qué pulsar el botón, que para eso ya estás tú.
ResponderEliminarEntonces pulso el botón, me pongo un poco por delante y suspiro mientras entorno los ojos.
Yo también ando por aquí :
annikasvenningsson.blogspot
Hola, Mara.
ResponderEliminarNo hacía falta el enlace: ya visité tu perfil ;-)
Tú siempre tuviste un aire de aristocrática, más bien (jejeje... ya te veo: polémica servida).
Un saludo.
Yo eso lo he observado con los botones de los ascensores. Pasa exactamente lo mismo.
ResponderEliminarJe,je. Qué bueno.
ResponderEliminarParece el texto de un documental. Mientras lo leía, me lo he imaginado pronunciado por una de esas famosas voces de los documentales de National Geographic.
Saludos.
Kassiopea,
ResponderEliminarno me había fijado... Claro que los ascensores que uso, como les des dos veces seguidas, te dejan en la estacada...
Un saludo.
Perikiyo,
ResponderEliminares que hay cada fauna cerca... :-)
Un abrazo.