martes, 11 de noviembre de 2014

La Envidia se envuelve en hojas de parra.

Estos últimos días están siendo un balcón desde donde observar, de lejos y como si nada, episodios: viñetas como de cómic que tienen a la envidia como eje temático. La Envidia. 

Envidia no es sana, no me engañe, Sr. Tiempo: Envidia es corrosiva bajo apariencia de voz dulce y atención fraterna; es una bestia agazapada que mudará su piel y erizará hasta la cola cuando se vea en peligro o a la presa preparada: allí, en el punto débil, la sangre palpitando rítmica y caliente, la ocasión propicia. 



Envidia es pútrida porque tiene carencias; quizá no la quisieron o no la amaron lo suficiente o tal vez se mira en un espejo roto que no puede reparar. Envidia quiere más y no puede, así que se esconde bajo falsa apariencia de las interesadas preguntas personales y la Soberbia, que es su hermana gemela; grita porque nadie la enseñó el arte del silencio y no levanta el pie del acelerador porque le fracturaron, seguro, el corazón en algún momento. Envidia, Sr. Tiempo, es una serpiente que se enrolla sobre sí misma y rumia diálogos entre hojas de parra.

La Envidia ha invadido lo que no debería ser una cueva de ladrones. Y son algunas familias -envidiosas ellas- las que convierten en descalificaciones lo que no es más que dolor y pérdida: el no saber cómo evitar que el que fuera un bebé es ahora un alumno pequeño...

 

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