Leo hoy en el blog Literatura infantil y juvenil actual una entrada sobre la polémica creada alrededor del machismo detectado en los libros de nuestros niños más pequeños.
Y me alegra la noticia. Mucho. Me congratula, me anima, me hace mejor persona; porque me justifica, por fin, para qué sirve el Ministerio de Igualdad. Sus sesudas señorías, representantes del pueblo democráticamente unido en votación cada cuatro años, al fin tienen algo de qué hablar: el cuento de Blancanieves que le gusta a mi hija es demagógico, antidemócrata, poco menos que contrario a la Constitución. Ya iba siendo hora de que alguien detectara tremendo error en los cuentos de Perrault, Grimm o Andersen: el príncipe, personaje obsoleto y machista hasta no poder más, debe de ser desterrado, masticado, explicado, contextualizado (como se puede leer pinchando aquí: no me estoy inventando nada).
La lógica es tan aplastante que estoy por lanzarme a por mi teléfono y avisar inmediatamente a mi marido y ponerlo en guardia: esta noche, por favor, no le des a elegir a Rut entre el cuento de Blancanieves o el de la Bella Durmiente. Es preferible que le leamos antes de dormir algo más actual y tolerante, algo más progre, no sea que la niña crezca rodeada de traumas, convencida de su rol clásico de mujer tras haber leído que el amor siempre triunfa en el beso casto del príncipe y la princesa, que son felices y comen perdices.
Gracias, señora ministra, sesudas señorías, bienavenidos representantes sindicales de la izquierda, por dedicar su tiempo y el dinero de los impuestos a luchar contra la tremenda infamia que suponen los cuentos clásicos infantiles.
Cuando acaben de indicarme cómo debo educar a mi hija, ¿podrían, por favor, debatir sobre cómo solucionar lo de los casi cinco millones de parados de España? Gracias.
Y me alegra la noticia. Mucho. Me congratula, me anima, me hace mejor persona; porque me justifica, por fin, para qué sirve el Ministerio de Igualdad. Sus sesudas señorías, representantes del pueblo democráticamente unido en votación cada cuatro años, al fin tienen algo de qué hablar: el cuento de Blancanieves que le gusta a mi hija es demagógico, antidemócrata, poco menos que contrario a la Constitución. Ya iba siendo hora de que alguien detectara tremendo error en los cuentos de Perrault, Grimm o Andersen: el príncipe, personaje obsoleto y machista hasta no poder más, debe de ser desterrado, masticado, explicado, contextualizado (como se puede leer pinchando aquí: no me estoy inventando nada).
La lógica es tan aplastante que estoy por lanzarme a por mi teléfono y avisar inmediatamente a mi marido y ponerlo en guardia: esta noche, por favor, no le des a elegir a Rut entre el cuento de Blancanieves o el de la Bella Durmiente. Es preferible que le leamos antes de dormir algo más actual y tolerante, algo más progre, no sea que la niña crezca rodeada de traumas, convencida de su rol clásico de mujer tras haber leído que el amor siempre triunfa en el beso casto del príncipe y la princesa, que son felices y comen perdices.
Gracias, señora ministra, sesudas señorías, bienavenidos representantes sindicales de la izquierda, por dedicar su tiempo y el dinero de los impuestos a luchar contra la tremenda infamia que suponen los cuentos clásicos infantiles.
Cuando acaben de indicarme cómo debo educar a mi hija, ¿podrían, por favor, debatir sobre cómo solucionar lo de los casi cinco millones de parados de España? Gracias.
Calle calle, madame, que estoy que trino.
ResponderEliminarMenuda diarrea mental se ha declarado en los ministerios. Igual alguien debería tenderse en el divan de un psicoanalista, a ver qué le pasa.
Mire, madame, esa gente acabara fabricando una generacion de psicopatas tarados.
Feliz dia
Bisous
Jajaja MONTSE,
ResponderEliminarrealmente sí que es curioso observar como una infección asesina neuronas, está destrozando las pocas que les quedan vivas a nuestros gobernantes y políticos en general.
En el colmo del despropósito, en post de no sé que quimeras liberadoras y antisexistas, se están diciendo y haciendo tantas tonterías, tantas majaderías, que día sí, día también los ojos se nos ponen como platos y sinceramente, llegados a este punto, no sé si prefiero ser una retrógrada machista con sentido común o una ultrafeminista progre descerebrada.
Muchos besos Montse.
A veces me gustaría ver algunos despachos, por el ojo de la cerradura. Lo aburridos que deben estar algunos miembros -y miembras- del gobierno, para andar pensando en estas patochadas, tal y como está el patio.
ResponderEliminarHay cosas que no se entienden. Al menos yo, no.
Saludos.
¡¡SOCORRO!!
ResponderEliminarEste fin de semana, como todos los fines de semana de los últimos años, me sentaré junto a mi nieto de 5 años y le leeré algunos cuentos.
Ahora me ha dado el pánico. Lo tengo que contextualizar. Y explicarle el rol de los protagonistas y las protaginistas, de los príncipes y las princesas, de los niños y las niñas, para eliminar los estereotipos y las estereotipas.
¡¡Socorro!!
Madame,
ResponderEliminarya sabe que debe de haber una consigna por ahí: impidamos a los niños ser niños y hablar y entender desde su propio idioma infantil de magia.
Feliz día.
María,
ResponderEliminardifícil me lo pones... ambos extremos son malos y parece que se juntan.
Yo, por si acaso, seguiré contándole a mi hija Blancanieves. Afortunadamente, me lo sé de memoria, por si acaso lo retiran del mercado por inmoral...
Saludos.
Perikiyo,
ResponderEliminarpan y circo.
Saludos.
Evaristo,
ResponderEliminarme temo que sólo te va a dar tiempo a leerle un cuento, porque si pretendes seguir las indicaciones del ministerio...
Un saludo.