Ya comenté hace tiempo que a veces surgen preguntas que me parecen extrañas cerca de mi o emplean sutilezas tal vez como arma de ataque que no tienen fundamento... No me considero una guerrera desafiante, pero tampoco permito, sobre todo, que alteren a mi gente.
O que cuestionen mi trabajo. Por ahí sí que no paso. Y por eso hoy estoy enfadada y rabiosa. Hoy no era buen día para llorar de rabia, pero me pudo el sentimiento y en el peor momento, el más desaconsejable y en el sitio más inoportuno. Por fortuna, a lo largo del tiempo me he ido tejiendo, como la joven Aracne -pero sin su soberbia- mi red social, mis guardaespaldas -como dice una compañera de trabajo.
Y esto me molesta, me quiebra, me enrabieta, no me destroza, pero me urge expresarlo. ¿Quién es el otro para cuestionar lo mío, si lo mío es en grupo? De mi dependen -más o menos- ciertas decisiones que se toman al minuto; esto de trabajar de cara al público adolescente es lo que tiene, y pocas personas se dan cuenta hasta lo que lo ven en directo: que en un aula se deciden tantas cosas en poco tiempo que te desgasta la mente y el corazón. No es un trabajo a sangre fría como el de un socorrista de carretera -tuve un compañero en la Facultad que hacía esas cosas-, pero sí se pone a veces tanta entraña que te puedes quedar exhausto -y a esto ahora lo llaman "síndrome del quemado".
Pero esta mañana cuestionaban a mi gente, a mi grupo, a personas con las que trabajo codo con codo y que, aún hoy, a estas alturas, estamos haciendo piña para sacar cosas adelante. Y no lo consiento, bajo ningún concepto: soy leal a mi gente -amigos o compañeros- y si es necesario sacaré el ariete, la lanza, la falcata o la ballesta para no dejarme amedrentar. Y reconozco mis fallos (es conocido mi pronto enfurecedor, como buena tauro, mis arranques pasajeros pero resistentes), eso lo primero.
Y me molesta, sí, mucho. No consiento que digan que no soy organizada, que no quedan claras ciertas cosas... ¡Yo! ¡A mí! Qué indignación.
Qué tropelía...
Cuestionarse, sí, querida, criticar constructivamente, sí, por supuesto. Pero jamás, jamás, herir con ese puñal. No a mí. Y no a mi gente.
O que cuestionen mi trabajo. Por ahí sí que no paso. Y por eso hoy estoy enfadada y rabiosa. Hoy no era buen día para llorar de rabia, pero me pudo el sentimiento y en el peor momento, el más desaconsejable y en el sitio más inoportuno. Por fortuna, a lo largo del tiempo me he ido tejiendo, como la joven Aracne -pero sin su soberbia- mi red social, mis guardaespaldas -como dice una compañera de trabajo.
Y esto me molesta, me quiebra, me enrabieta, no me destroza, pero me urge expresarlo. ¿Quién es el otro para cuestionar lo mío, si lo mío es en grupo? De mi dependen -más o menos- ciertas decisiones que se toman al minuto; esto de trabajar de cara al público adolescente es lo que tiene, y pocas personas se dan cuenta hasta lo que lo ven en directo: que en un aula se deciden tantas cosas en poco tiempo que te desgasta la mente y el corazón. No es un trabajo a sangre fría como el de un socorrista de carretera -tuve un compañero en la Facultad que hacía esas cosas-, pero sí se pone a veces tanta entraña que te puedes quedar exhausto -y a esto ahora lo llaman "síndrome del quemado".
Pero esta mañana cuestionaban a mi gente, a mi grupo, a personas con las que trabajo codo con codo y que, aún hoy, a estas alturas, estamos haciendo piña para sacar cosas adelante. Y no lo consiento, bajo ningún concepto: soy leal a mi gente -amigos o compañeros- y si es necesario sacaré el ariete, la lanza, la falcata o la ballesta para no dejarme amedrentar. Y reconozco mis fallos (es conocido mi pronto enfurecedor, como buena tauro, mis arranques pasajeros pero resistentes), eso lo primero.
Y me molesta, sí, mucho. No consiento que digan que no soy organizada, que no quedan claras ciertas cosas... ¡Yo! ¡A mí! Qué indignación.
Qué tropelía...
Cuestionarse, sí, querida, criticar constructivamente, sí, por supuesto. Pero jamás, jamás, herir con ese puñal. No a mí. Y no a mi gente.
La persona o ser ignorante que intento molestarno no te conoce lo más mínimo o simplemente tuvo un mal día y quiso expresarlo con alguien. Da la opción a que rectifique igual te sorprende, sino lo hiciera no merece que le dedique siquiera tú tiempo.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte
MEDIACIÓN???
ResponderEliminarVaya, yo también he tenido un mal día. Va a ser cosa del emperoramiento del tiempo, seguro que mañana o pasado escampa y ves rayos de sol. Don´t Worry...Seguro que no merece la pena darle más vueltas.
ResponderEliminarSaludos.
Alfredo.
Anónimo1,
ResponderEliminargracias. Ignoro si esta persona tenía un día bueno, malo o regular, pero sí es cierto que cuando tantas cosas se repiten siempre desde el mismo lado del ring, es que algo hay...
Saludos.
Anónimo2,
ResponderEliminargracias por la propuesta. No lo sé, es cuestión de pensarlo y de si merece la pena gastar tiempo y recursos.
Saludos.
Alfredo,
ResponderEliminarsiento que hayas tenido un mal día. Como me ha dicho una amiga hoy, no hay tormenta qe no dure más tiempo que el de hoy...
Espero que haya ido hoy mejor.
Saludos.