¿Y qué hace un profesor lejos de sus aulas? -eso les gustaría saber a mis vecinos, tan curiosos ellos... Reflexionar sobre la cosa educativa, por ejemplo, intentar mejorar o tratar de comprender lo inaccesible de la adolescencia -eso de "mis padres no me entienden" "y yo a vosotros tampoco". Le dábamos vueltas ayer al panorama de los jóvenes de hoy y lo ilustrábamos con el corto de Zoé Berriatúa El despropósito.
Y tal vez demasiado crudo por lo real o por los nombres y apellidos que los personajes de la película Barrio significaban para algunos de nosotros; para muchos. Y me quedaba yo con el personaje rubio, que intentaba salir de la orden del grupo, conocer otra realidad que no la del botellón y la risa floja de sus amigos, con referentes adultos -pero negativos- y la sensación de caos y soledad a su alrededor.
Nos preguntaba el ponente sobre nuestra sensación al ver el cortometraje. No he hablado mucho en esa ocasión, lo admito, porque soy de medir mis palabras y evaluar, más bien, mi alrededor. Pero el sentimiento era claro: situación de falta de control. A los adolescentes la vida caótica e ininteligible se les escapa de las manos y no pueden asumirla; ni absorberla. Tal vez por eso muchos se la beban en botellas de litro... Y me preocupaba -porque para eso también son estos momentos que el trabajo fuera de las aulas brinda a un profesor-: una excesiva humanización -normalización- hace al hombre menos humano...
Y para mí, realmente, el problema de la juventud -que es más bien un dilema: ¿qué hacemos con ellos?- tiene tres letras: mi hija Rut, que va a cumplir 3 años... que en otros rápidos más será como ellos...
Y tal vez demasiado crudo por lo real o por los nombres y apellidos que los personajes de la película Barrio significaban para algunos de nosotros; para muchos. Y me quedaba yo con el personaje rubio, que intentaba salir de la orden del grupo, conocer otra realidad que no la del botellón y la risa floja de sus amigos, con referentes adultos -pero negativos- y la sensación de caos y soledad a su alrededor.
Nos preguntaba el ponente sobre nuestra sensación al ver el cortometraje. No he hablado mucho en esa ocasión, lo admito, porque soy de medir mis palabras y evaluar, más bien, mi alrededor. Pero el sentimiento era claro: situación de falta de control. A los adolescentes la vida caótica e ininteligible se les escapa de las manos y no pueden asumirla; ni absorberla. Tal vez por eso muchos se la beban en botellas de litro... Y me preocupaba -porque para eso también son estos momentos que el trabajo fuera de las aulas brinda a un profesor-: una excesiva humanización -normalización- hace al hombre menos humano...
Y para mí, realmente, el problema de la juventud -que es más bien un dilema: ¿qué hacemos con ellos?- tiene tres letras: mi hija Rut, que va a cumplir 3 años... que en otros rápidos más será como ellos...
Da miedo pensar en eso, y en lo que pueda pasar, en como va a ser. pero usted sabe, por lo bien que va la cosa, que no habra mucho que temer.
ResponderEliminarBuenas noches, madame
Bisous
Madame,
ResponderEliminarsus palabras de apoyo siempre son bien recibidas.
Feliz noche.
Mi hermana siempre dice,hijos pequeños problemas pequeños,hijos mayores problemas mayores,y que razón tiene.
ResponderEliminarSaludos.
Creo que es la primera vez que no estoy de acuerdo con lo que escribes.
ResponderEliminarMi padre siembra tomates y guía las matas con unas cañas que clava en la tierra. La planta se va enrollando en la caña, a medida que crece.
En unos años, Rut tendrá la misma edad que ellos. Es en lo único en que se les parecerá. De eso estoy seguro.
Rut, al contrario que los protagonistas de la película, tiene una buena "caña", que la guiará correctamente.
Saludos.
¡Eso espero, Perikiyo!
ResponderEliminarEra una reflexión tras un largo día de reflexiones alrededor del fenómeno adolescente... Y la película, tan real...
Chamana,
pero lo importante es estar ahí, fiel...
Saludos a los dos.