viernes, 29 de enero de 2010

Protegida de ataques sin coraza.

Siempre que mi marido me habla de su trabajo, lleno de gente enferma -muy enferma- y rota -muy rota-, no sé bien qué pensar. Porque sus cosas atacan mi conciencia y rompen mi corazón, al que suelo tener protegido de ataques, pero deseoso de saber las cosas del exterior.

He conocido gente rota y he trabajado con ella: enfermos de sida con los que se podía jugar a las cartas y entre los que yo reclamaba su parte de dignidad, drogadictos en plena ansiedad carcomidos por un mono del que no lograban escapar, mujeres y hombres de la calle, mendigos del centro de Madrid, minorías desprotegidas donde las mujeres valían menos que nada a cualquier hora... Endurecí entonces -hace ya casi 12 años de esos primeros encuentros- mi corazón porque el mundo no respondía a las necesidades de estas personas, y luego yo por dentro lloraba de rabia e impotencia al no poder tener entre mis manos la casa de acogida que sacaría a la joven prostituta de la calle y decirle que era digna de un amor de verdad, por ejemplo... Guatemala, Honduras y El Salvador me llenaron los ojos de realidades que parecen sólo mínimas noticias de telediario europeísta cuando vuelves aquí.

Por eso, cuando mi marido me habla de su trabajo y hace llegar a casa las familias con enfermos tan graves, muchos de ellos con problemas genéticos y degenerativos que ya no tienen solución, deseo, tal vez, poder viajar en el tiempo, dar marcha atrás, retocar con trazo grueso algunos puntos de mi vida y repensar dónde hago más falta. O si, realmente, hago falta entre adolescentes que patrullan la red e ignoran la inmensa suerte que tienen, aun cuando piensen que no lo tienen ya todo.


2 comentarios:

  1. querida menina... a ti te queda clavada la frase del Che Guevara, "hay que endurecerse sin perder la ternura". Y desde mi realidad en Honduras vivo a diario con situaciones dolorosas: pobreza extrema, asesinatos, mujeres maltratadas, niños abusados... hay que hacerse fuertes, si no sería un sinvivir interno, aunque es realmente difícil no pensar en ciertas situaciones que me duelen y me dan rabia cuando me voy a la cama, o cuando me detengo a reflexionar sobre mi trabajo y mi vida aqui...
    Y por último decirte que desde tu condición de educadora tienes una gran responsabilidad: la de despertar, fomentar y encauzar la sensibilidad y el compromiso social a los jovenes. Gran tarea y reto!!!!
    Un gran beso menina...

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  2. Menino, que no eres anónimo :-)

    Gracias, como siempre, por tu testimonio... Más viniendo de tí, que tantos años en Honduras te han hecho uno más de la realidad de allí.

    Muchas otras veces me has dicho la responsabilidad de mi trabajo... Nuestro amigo común José Antonio nos decía que se puede trabajar con los pobres o para los pobres.

    Besazos enormes. Y ánimo.

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