Noto cómo cada centímetro, no: cada milímetro de su piel se acerca a mí, intentado tal vez rodearme. Su cuerpo se aproxima al mío poco a poco, casi de forma imperceptible, ocupando mi espacio y el suyo, intentando hacerlo uno. Quiero alejarme, pero no puedo: está tan cerca que cualquier movimiento que haga sería capaz de anularlo con sólo mover una mano. Miro por la ventana -quiero hacer como que no pasa- en un intento por disimular y hacerlo desaparecer, temiendo su proximidad, viendo que se acerca por mi derecha...
Lo comprendo, en el fondo sé lo que le pasa conmigo y soy consciente de lo que le ocurre a él: es el cansancio, el tener que esperar todo el día, el ajetreo del día acumulado y el deseo a flor de piel de llegar... No lo comparto: quiero mi tiempo, mi espacio, estos minutos y este lugar para mí sola y dedicarlo a mí misma. No deseo su compañía, pero no lo percibe. El silencio que nos envuelve crea una burbuja que le aisla en su pretensión de todos los que nos rodean.
Pero lo entiendo. Sí, porque eso mismo me ha pasado a mí otras veces. Es empatía en la distancia, tal vez. Lo comprendo...
...
El hombre que se ha sentado a mi lado en el autobús hoy se ha quedado dormido; su sueño era tan profundo que las curvas le acercaban una y otra vez a mí y un simple gesto mío, sin embargo, le bastaba para revolverse en su asiento e intentar mantener un somñoliento equilibrio hasta llegar a su destino.
Me estoy aficionando a leerte compañera blogger, sobre todo si escribes cosas tan geniales como ésta =)
ResponderEliminarGracias, Rukia. Depende de los que mis ojos ven cada día por el mundo ;-)
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