sábado, 2 de enero de 2010

Peligroso aroma envolvente...

No puedo evitarlo: me persigue su aroma por toda la casa. No puedo olvidarme de él. Siento su presencia, sus ojos en mi nuca, su presencia firme vaya donde vaya; cada rincón de esta habitación o de aquella está repleto de su nombre, su olor, hasta parece que veo los dorados destellos de su cuerpo casi escultural y trasparente, aun cuando no está conmigo, pero su mero nombre musitado en silencio resulta adictivo. No quiero dejarme llevar por su corriente porque no sé si mi mente será capaz de volver aquí. Sé, sí, lo sé, que cuando vuelva a aparecer no podré menos que mirarle cara a cara y pedirle, una vez más...

No puedo.

Y es que se acerca la mágica noche de Reyes (hoy leía esta noticia sobre ello). El día 6 será el momento en el que todos los españoles oleremos un poco mejor. El aroma y colorido de las colonias y perfumes de los anuncios de los dos últimos días han colmado ya ampliamente mis sentidos.

Por eso le he pedido imperiosamente a mi marido que ni se le ocurra regalarme un frasquito de olorosa emulsión. Por favor. No puedo soportarlo más. ¿Es que soy la única en este país que usa colonias durante el resto del año?

O tal vez es que mi frasco de colonia es más grande y me dura más...


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