martes, 27 de octubre de 2009

La curiosidad es el motor...

Por curiosidad creo que mi padre me regaló, con nueve o diez años, un libro de mitología egipcia que fue el inicio claro de una de mis decisiones más claras e irrevocables: estudiaría Historia de mayor.

Con curiosidad mira mi hija lo que leo y se acerca ella: ¿Y esto cómo se lee, mamá? O con espíritu curioso coge un lápiz: ¿Cómo se escribe, mamá?, me pregunta, mientras traza rayas de un lado a otro de la hoja -a las que ella llama letras.

Por curiosidad aprenden los bebés a balbucear y por curiosidad te acercas a conocer a ese alguien que te llama la atención. Con curiosidad se acerca un profesor a las listas de sus nuevas y limpias clases en el principio de curso. Eres curioso y cuidadoso en tu trato con la persona con la que, por casualidad -como me pasó a mi hace cinco años- acabas pensando que mejor te dedicas a ella en cuerpo y alma.

Y supongo que por curiosidad me leen algunos de mis alumnos -que Jorge, de mi tutoría, así me lo deja entrever a veces. Con alegre curiosidad preparé yo mis viajes en la época en la que la hipoteca no se llevaba todo mi dinero y por curiosas coincidencias acabé en este trabajo y no excavando -hacia donde se dirigían, indudablemente, con curiosidad curiosa, mis estudios. Es la curiosidad la que hace que lea este libro y no otro y, tal vez, curiosamente, recuerdo bien los primeros rostros de los alumnos a los que conocí por primera vez en mi colegio.

Por eso, José me convenció un día, en un curioso Paseo por Madrid -actividad cultural para los alumnos de 3º que hacemos todos los años en el Colegio-, que luchábamos contra un peligroso y exponencial enemigo, contra el que no valían nuestras palabras y quizá ninguno de nuestros empeños: nuestros jóvenes no son curiosos. O no sabemos llamar a su curiosidad, que, en el fondo, les mueve a visitar a la famosa salamandra -que ha debido de huir, pobre-, a sus amigos fáciles y rápidos de las clases de al lado y a convertirse en expertos tecnológicos de las redes sociales de la red.

Ellos me dicen con frecuencia que sus padres no les entienden.

No me extraña. Yo muchas veces tampoco...

7 comentarios:

  1. Que razon tiene usted en que la curiosidad es el motor. Lo ha sido siempre para mi, sin duda.
    Cierto que muchas personas, entre ellos muchos jovenes, carecen de ella, y que en ocasiones la sienten hacia temas que no les aportarán nunca nada positivo, y es una lastima.

    Feliz martes, madame

    Bisous

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  2. Madame,
    ¿y como canalizar esa curiosidad "negativa" hacia lo positivo?
    Feliz tarde.

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  3. Lo que escribo aquí lo referí el otro día en el blog de una amiga.
    Hace poco tuve una conversación con un señor que me dobla la edad. Me dijo que se nota que alguien se hace viejo, cuando, ante la posibilidad de aprender algo nuevo dice: "¿Para qué?". Cuando alguien pierde el interés por descubrir cosas nuevas, por aprender algo, es que empieza a envejecer. A veces, observando a gente mucho más joven que yo, me da la sensación de que, algunos, han nacido viejos.

    Como bien dices, la curiosidad es el motor.
    Y si el motor no anda...

    Saludos.

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  4. Tienes razón Perikiyo, yo cuanto más mayor, más curiosidad tengo por saber, por ver ... cuando era adolescente no tenia despierta todavia esa faceta.El ser curioso te enseña mucho.

    Saludos

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  5. Perikiyo y Chamana,
    totalmente de acuerdo. Me ha llamado la atención esa frase de Perikiyo de que algunos han nacido viejos... Cuánta razón.
    Saludos.

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  6. Gracias Montse por acordarte jeje

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