lunes, 18 de abril de 2011

A veces hay un baile en el salón.

Es meticuloso en sus acciones y ordenado en herramientas y espacio. Todo sigue un ritmo preestablecido, minucioso, deliberadamente programado.

Revisa la parrilla de la televisión para la noche y señala el programa elegido. Tendrá lugar después de la cena, cuando ya nadie pueda ocupar el espacio y todo quede así invadido por sus utensilios. Sin romper el ritmo, la cesta de mimbre se irá vaciando; las prendas, que guardó preservando sus arrugas, quedarán desmontadas sobre la tabla, sin distinción de tamaños, colores o dueños, colocada en el mismo centro exacto del salón, a medio camino entre la puerta y la ventana. Jerséis, camisetas y chaquetas se irán apilando en exactos montones distribuidos a izquierda y derecha -Él, yo, Niña Pequeña. La para mí tediosa tarea se convierte así en un sincronizado baile de prendas, agua, vapor y plancha: coger, estirar, revisar al aire, alisar sobre la tabla, comprobar calor y agua, estirar y repasar lentamente, doblar, recoger, apilar.

4 comentarios:

  1. Con coreografía todo es mucho más llevadero, madame, desde luego :)

    Que tenga unas felices pascuas.

    Bisous

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  2. Madame,
    a mi es que bailar nunca se me dio bien, así que prefiero mirar desde el palco, en estos casos.
    Feliz tarde.

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  3. Siempre me gusta la forma en que cuentas la cotidianeidad de tu casa. Desde la pista o desde el palco, debe dar gusto participar de ese baile :)

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  4. Claro, Ana Laura, ¡pero prefiero no tener que planchar! Tarea tediosa y sin fruto a largo plazo...

    Un saludo.

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