sábado, 16 de abril de 2011

Hoy me doy unos minutos.

No hace frío; se anuncia primavera, aunque en el telediario han dicho que es sólo espejismo de un par de días.

Aún así, me arrebujo en la breve manta de cuadros rojos y blancos, tocando apenas los flecos. Niña Pequeña está jugando en su cuarto, como cada tarde después de comer -sí, vecina: hay que mantener rutinas y horarios, aunque estemos en vacaciones. Él tendrá unos días libres dentro de poco. Así que cojo el mando de la televisión, la cuchara y el yogurt de trozos de pera -mi favorito. Dejo las zapatillas de casa junto a la alfombra y le doy un descanso a mis pies al apoyarlos en su suavidad azul, mientras contemplo con poco interés la noticia de los nueve millones de desplazamientos previstos para esta Semana Santa -es curioso cómo los que me rodean se quejan y envidian de las vacaciones de los profesores... o, más bien, ¡qué cantidad de profesores proliferan en este país, que se van todos de golpe a las playas mediterráneas!

Sí: no hace frío. Dejo la manta sobre las rodillas, los brazos bajo un suave calor que me protege; Niña Pequeña es un rumor al otro lado del pasillo, jugando con sus muñecas a ser mamá. El soniquete escenificado de los presentadores del telediario ondula por el salón. Me recuesto en el sofá y doblo las piernas: la espalda me lo agradece, sobre todo ese punto doloroso. Recoloco la manta sobre mi hombro izquierdo, mientras no suelto el mando del televisor. Apoyo la cabeza en el cojín rojo, también a cuadros, a juego con las cortinas. La presentadora de la televisión avisa de un partido de fútbol mañana, sumamente trascendental, el presidente del Gobierno termina su gira en Asia, el partido de la oposición acorta distancias de cara a las próximas elecciones. Noticias de Japón, Chile, Perú, Libia y algo ocurre en Damasco.

Entra luz rojiza de media tarde por la ventana de la esquina. Niña Pequeña canturrea algo, creo que se despiden los presentadores, el cojín me abraza, me estiro, crujen cuello y rodillas. Cierro los ojos. Sueño que me digo que me voy a dar sólo unos minutos...

6 comentarios:

  1. Esa presencia ausente de la televisión tan bien dibujada en tu entrada entre la calidez de luces, rumores y tejidos, es uno de los mejores ingredientes de esa tecnología.

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  2. Lo que dice Pepe, Negre, es lo que quería decirte yo y no he sabido decir. Esta entrada es una delicia. La he leído varias veces y es seguro que lo haga otras muchas. ¿Y dices que no tienes "alma de escritora"?

    Pepe, con perdón: si quitas "en tu entrada" te queda ya ¡cañón!

    Siempre que aparece algún textil "a cuadros" en un texto, mi memoria se va al mantel a cuadros de la mesa de Juan Dalhmann sobre el que "alguien" lanza una bolita de miga de pan y pronuncia su apellido. Ello supondrá que Dalhmann acepte el desafío y para lavar su linaje salga de la taberna a la estrellada estepa argentina para batirse a cuchillo ..... "un cuchillo que tal vez no sabrá emplear" ("El Sur", Jorge Luis Borges).

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  3. Pepe,
    no hay nada más adormecedor que una sobremesa de tres de la tarde con luces indirectas...

    Un saludo.

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  4. Gracias, José Luis.

    Textil a cuadros fueron las mantas de viaje de mi abuela y la pequeña de mi salón. Creo que mi madre tenía un mantel similar sobre el que mi padre, medio en broma, agrupaba las migas abandonadas de la comida...

    Un saludo.

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  5. Bueno, lo dije recién en otra entrada. Adoro la forma en que retratas la cotidianeidad de tu vida y tu casa. Tienes una forma especial de hacernos estar ahí, está lleno de detalles tan tan 'cotidianos' (perdón, mi diccionarios de sinónimos interno se trabó) que nos permite convertirnos en ti por unos segundos.

    ¿Quién dijo que no tienes alma de escritora? ¿Tú? Pues vas a tener que ir reviendo eso, porque yo no me lo creo.

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  6. Ana Laura,
    me voy a tener que pensar lo de escribir algo. Igual así desconecto de las clases, jejeje.

    Un saludo.

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