martes, 16 de febrero de 2010

Desde vanos y gateras.

Hoy he visto un edificio abandonado. Cierto que siempre o casi siempre ha estado allí, pero hoy, no sé, me he entretenido una milésima de segundo más en él.

Un edificio abandonado es lastimoso. Es lastimero. Es una foto de un tiempo que se lo ha saltado. Este, además, tiene delante tres grandes anuncios; pero el tiempo los retoca y los permite, mientras que mi edificio abandonado me llama desde puertas y gateras. El tiempo se ríe de él y no lo sepulta.

No sé cuál es el futuro del edificio abandonado, o si lo tiene siquiera... Tal vez no, supongo, y sea sólo, en breve, ventanas huecas.


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