miércoles, 24 de febrero de 2010

Admito que te amo.

Mi compañera Eva, que es de esas personas que se empeña hasta la saciedad por sacar adelante una idea original, se empeñó en este caduco mes de febrero en hacer un concurso de cartas de amor por san Valentín. Incluso se atrevió a lanzar la propuesta al claustro de profesores; cierto que, en este caso, con poco éxito de convocatoria, pero ya se sabe que los inicios son duros.

Dejo aquí copia de mi aportación a dicho concurso:


No recuerdo bien cuándo fue la primera vez que nos conocimos; siento, más bien, que siempre has estado ahí, pendiente y constante en tu fidelidad. Como si nunca hubieras no estado junto a mí, así siento mi relación contigo. Incluso antes de necesitarte –o de nombrarte, ya ves-, yo ya intuía que te mantendrías aquí con lealtad intachable.

Creo que lo nuestro ha sido un juego de sentidos, pues noto tu presencia con sólo oírte trastear –ese chipchipchip que tanto te caracteriza- y tu figura me persigue cuando vuelvo a la naturaleza –sí, aquel campo en el que nos conocimos hasta casi paladearnos, ¿recuerdas? Admito que a veces tú has sido motivo de disputa entre los que me conocen; no sé si por envidia o por rabia, pero todos quieren tenerte a su lado, y sabes que eso no va conmigo: exijo, lo sé, toda tu atención, incluso cuando llegas por tu cuenta, de casa ajena y sin previo aviso. Es en esos momentos cuando te miro con curiosidad, preguntándome por dentro por qué has tardado tanto en llegar…

Pero el momento del encuentro es siempre como el primero –si pudiera recordarlo, pero sé que debió ser así: no es posible otra opción. Tu cuerpo se me ofrece diría que hasta con jugosidad, sin posibilidad de pecado porque lo nuestro –te lo he dicho muchas veces- está por encima de eso. Lo nuestro es conocernos, encontrarnos, descubrirnos cada vez que sabemos que el otro está ahí; y la próxima vez –porque habrá otra y muchas, no puedo evitarlo- será igual, siempre. Es impensable que no pueda ocurrir esto entre nosotros.

Y tal vez en otras casas sea el amor que te ofrecen más intenso o te llenen y rodeen de oropeles. Es posible. Pero yo te quiero así, con tu sencillez, sin más, como de toda la vida.

Por eso te amo. Tortilla de patata. Tú, la de mi madre. La de siempre.



5 comentarios:

  1. Madame, que bueno!
    Que genialidad de final, sorprendente tortilla de patata amada. Pero como la comprendo, jiji.

    Feliz dia

    Bisous

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  2. Que genial, jaja
    felicidades :)
    por cierto, ¿ha acabado ya el concurso?

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  3. Ay querida amiga, ese sí que es un amor fiel! Besitos.

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  4. Me ha encantado tú amor por la tortilla, muy ingenioso.
    Besos.

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  5. Gracias a todas.

    A mí la tortilla no me sale... y a mi marido, a pesar de ser un cocinillas, tampoco... Como la de mi madre, ninguna.

    MiniSchoch, que te has quedado en la parra... El concurso acabó hace días. Observo que no te has fijado en los carteles. Lástima, porque escribes tan bien que hubiera habido una durísima competencia en tu pasillo...

    Saludos.

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