miércoles, 17 de marzo de 2010

Yo no me enfado.

Parecía que estábamos enfadados, pero no era tal. Habíamos buscado juntos el horario del autobús que nos llevaría a casa, y junto a otros, esperado a que llegara y el conductor nos dejara subir. Nuestro billete estaba en orden y podíamos resguardarnos de este último frío del invierno dentro del vehículo.

Fue ahí cuando me di cuenta de que no estábamos enfadados, digo, pero a ojos de los demás lo parecía: no nos mirábamos a los ojos, casi ni queríamos darnos cuenta de la cara del otro y hacíamos como que estábamos ausentes, pendientes sólo de encontrar el asiento que nos correspondía y, a ser posible, que nadie se sentara a nuestro lado, tan importante era para cada uno poder poner bufanda, bolso y maletín junto a nosotros -nunca, a ser posible, en el maletero, las rejillas superiores o en el suelo.

No estábamos enfadados; de hecho, no suelo estarlo de manera frecuente y menos con las personas con las que comparto mis viajes casi diarios en bus. Pero eso sí, cada viajero se separa prudentemente del otro y se sienta, como en damero, solo en cada par de asientos. Seguro que secretamente pidiendo al conductor que arranque ya por si acaso ese otro que acaba de subir pretende sentarse a mi lado...


4 comentarios:

  1. Viajé durante algunos meses en autobuses en el sudeste asiático (Indonesia, Malasia, Thailandia, Birmania, Singapur...)y recuerdo que iban tan llenos que lo más normal del mundo era que la gente entrara en contacto y éste no se evitaba. Era cordial. Una viajera ponía su cabeza sobre mi hombro para dormir y yo no lo retiraba. Sentí una profunda humanidad en esa necesidad de contacto que proporcionaba consuelo y compañía. Eso sí, nunca percibí ninguna falta de respeto en ello. Un cordial saludo.

    ResponderEliminar
  2. Joselu,
    yo tuve aventuras en autobuses de El Salvador y Honduras... Nunca pensé que vería a la gente viajando colgándose de la rueda de repuesto...

    Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Eladio,
    ese comentario del enfado se lo oí hace años a una señora en el tren. Qué razón tenía...

    Saludos.

    ResponderEliminar

No acepto comentarios anónimos. Si no nos dices quién eres, tu comentario no se publicará.

Visito tu enlace si tu comentario no es spam, anónimo o una falta de respeto.

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.