viernes, 5 de marzo de 2010

Aquiles y Ulises.

Ulises es uno de los grandes héroes de la mitología griega. Su astucia y curiosidad le llevan por todo el Egeo saltando de una aventura a otra, aprendiendo paso a paso y siempre con la idea clara en la cabeza de recuperar a su fiel Penélope.

Aquiles es un héroe de la Guerra de Troya. Valiente, feroz, leal a su mejor amigo, de gran carácter. Su curiosidad le conduce a ser protagonista de uno de los episodios más importantes de la mitología griega.

Por eso los alumnos que sobreviven -como pueden- a una excursión colegial como la de hoy son un poco Aquiles y un mucho Ulises. Esta mañana acompañaba a los tres grupos de 1º ESO a un museo. Preparar una visita escolar es como intentar penetrar en las murallas de Troya, pero sin caballo de madera; armarse con la astucia de Ulises para capear el temporal y rogar a la diosa Atenea que envíe grandes dosis de sabiduría y paciencia. Y, a ser posible, que el tiempo pase rápido.

El alumno que es como Aquiles y Ulises es un raro especimen al que le gusta aprender cosas nuevas y se siente atraído y contento por ir a visitar un museo; en este caso, además, uno que suele ser especialmente didáctico, muy experimental y cercano a los jóvenes. Este aguerrido alumno incluso pregunta tímidamente -no se vaya a notar que le interesa la cosa- y se acerca a tí para pedir información sobre una u otra cosa que no conoce y por la que ha sentido curiosidad.

Y este es el problema: que, como ya he dicho por aquí otras veces, la curiosidad es el motor. Yo no la veo por ninguna parte, sólo en mi alumno Aquiles, porque el resto no sabía que en un museo no se comen chucherías, patatas ni gusanitos, que las gorras no se llevan en sitios cerrados, que hay que obedecer al profesor, que no se corre ni chilla para no molestar a los otros visitantes, que no hay que tumbarse en el suelo cubriéndose con los abrigos, que en un autobús es mejor tener el cinturón puesto -por lo que pudiera pasar,...

Claro que yo lo entiendo: no es tarea de los padres educar a sus hijos, enseñarles otras cosas, curtirles en nociones básicas de cultura, proponerles el respeto como un valor que te hace mejor persona y cosas así. La tarea corresponde al colegio, que esto lo tiene muy claro mi vecina: "yo llevo a mis hijos a la escuela para que lo eduquen, que para eso están los profesores".

¿Y para qué me ha servido esta excursión? Además de para llevarme seis malas horas pensando que estos serán los adultos que llevarán España sobre sus espaldas, para decidir llevar a mi hija a ese museo. Porque yo quiero que sea un Aquiles y un Ulises, que aprenda, que respete a sus mayores, que sea honrada ciudadana, que demuestre que tiene curiosidad por el mundo que la rodea y no va a dejar pasar la vida de puntillas. Porque mi hija es mi tarea, no del colegio -o no sólo del colegio- y ella y lo que muestre es mi reflejo.

Ojalá nunca un profesor pueda pensar de mi hija que estar junto a ella es desear que pasen las horas lo más rápido posible.

10 comentarios:

  1. Pues claro, el profesor enseñandoles que no se comen gusanitos en los museos y asi se pasa el tiempo y al final no lo hay para las lecciones. Asi resulta el nivel cultural finalmente.
    Y los padres de vacaciones todo el rato, en ese sentido.

    Feliz fin de semana, madame

    Bisous

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  2. Madame,
    y además, sin compartir las chucherías con el profesor...

    Feliz fin de semana.

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  3. Se conoce inmediatamente a los padres de los alumnos a través de sus vástagos. No entiendo por qué se ha abdicado de educar. Sé que es duro, que requiere tiempo, energía y dedicación, además de dar buen ejemplo de lo enseñado. No se puede enseñar el valor del esfuerzo o de la educación si la vida en casa es muestra de todo lo contrario. Y ahora son ellos los que tendrán que educar a sus hijos futuros. La perspectiva es temible, desde luego.

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  4. Joselu,
    exactamente sobre esto hablábamos los tres compañeros cuando volvíamos del museo: ¿qué será de los hijos de estos alumnos que no han conocido el esfuerzo?
    Mi padre, maestro vocacional desde hace más de treinta años, tiene la teoría de que esta situación es cíclica, repetitiva incluso, y que dará un salto en la siguiente generación.
    Cruzaremos los dedos.

    Gracias por tu visita. Un saludo.

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  5. Recuerdo mi viaje a Roma con 1º de Bachillerato; bajamos del autobús y... ¡ahhhh.... EL COLISEO!. Decenas de niños corriendo hacia él... Se pararon justo a veinte metros de él atraídos por los puestos y tiendas como abejas al néctar, sin siquiera mirar lo que tenían delante...
    Ánimo, al menos a uno le sirvió...

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  6. Jajajaa, Profesor... Imagino que la cara de los profesores sería de estupor... Yo me hubiera puesto de todos los colores del mosqueo... En fin.

    Saludos.

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  7. Lo peor es que cuando iba recolectando alumnos uno a uno para llevarlos a la fila del coliseo, dos romanos ataviados con sus mejores galas (de esos que se ponen para que te hagas la foto con ellos), me cogieron del brazo porque me estaba llevando a dos alumnos que se estaban haciendo la foto con ellos, sin saber que valía dinero... Fue un impulso pero, mirando cara a cara a uno de los romanos (que lucía una asquerosa barba de tres días; no de esas de los modelos, sino de los guarretes) le hice el gesto de ¡Vaya cara tienes! al tiempo que señalaba a un alumno... En lugar de ensartarme el gladius de plástico que portaban, se rieron y me dejaron en paz... Sobreviví ...

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  8. No he ido nunca a Roma, pero lo tendré en cuenta...
    Cómo me molesta ese momento de recolección del alumnado... Y, encima, no te dejarían ver a gusto el Coliseo.

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  9. que suerte tengo de tener una amiga como ésta, y encima que me haya elegido para poder convertir a una pequeña mocosa en una mujercillla no solo con piercings en el ombligo (aunque esto no lo sabrá su padre) sino en una pequeña genia de la pluma y de la ciencia
    besiños

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  10. Anónimo -no tan anónimo ;-)

    De nada...

    Y lo del piercing, prefiero no pensarlo :D

    Besos.

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