Principio de la mañana. Entro en la clase del pasillo principal del edificio, a la derecha. Hoy toca una clase más tranquila: los alumnos del grupo están trabajando bien. El alumno del fondo, a la derecha, pronto se decanta, pues mientras el resto trastea con lápices, cuaderno, libro, rotuladores prestados, él decide mostrarme el escaso interés que tiene por mi asignatura. ¡Ay, qué dolor! Como si a los dioses les importara mucho...
- Llevamos un buen rato de clase y aún no has empezado -le digo-. Saca el cuaderno, abre el libro, siéntate bien, guarda por ahora la agenda -empiezo a ordenar de forma más o menos amigable.
- No quiero -responde. Tenemos la pelea verbal asegurada, me digo.
- ¿Y eso? -me hago la sorprendida, aunque ya le conozco de otros años y sé sus cuatro puntos débiles; entre ellos, ser adolescente, consentido, rebelde porque el mundo me ha hecho así y tú no lo puedes evitar.
- Lo voy a hacer en casa -hace como que busca en la cajonera, encuentra lo que parece el cuaderno de mi asignatura. Miro de reojo, comprobando que los deberes de hace una semana siguen sin estar hechos.
- Ponte al día en lo que queda de clase, haz lo de la semana pasada -le digo, con voz un poco menos amigable. Sus padres son sus colegas, de forma que ya tiene suficiente pandilla.
- No quiero. Te he dicho que lo voy a hacer en casa -dice, mientras me mira con lo que él debe de creer que es una torva y brutal mirada de las nueve y cuarto de la mañana.
- Pues ya sabes cómo va esto -zanjo la cuestión-. Si no trabajas, el perjudicado eres tú.
- No, lo eres tú. Si yo no trabajo, peor para tí -sentencia, con su mirada agresiva de primera hora. Seguramente se cree que lanza chispas desde sus oscuras pupilas.
- No, para mí no, porque yo no soy tu amiga -digo, mientras abro mi cuaderno de notas, sabiendo que está vigilando mis movimientos de refilón. Me retiro de la lucha verbal tras blandir bolígrafo rojo y anotar por enésima vez que no hace nada. Por si acaso, no sea que venga papá- amigo o mamá- colega a decirme que lo que pasa es que no comprendo la forma de trabajar de su hijo. Hoy tengo clase en la Universidad, está diluviando, un derrame en un ojo tal vez fruto de la tensión del trabajo, y no voy a pararme a discutir, mira por dónde, sobre el gran inconveniente que supone para mi vida que el alumno del fondo, a la derecha, decida no hacer los tres míseros ejercicios y el comentario de texto de hoy.
- Llevamos un buen rato de clase y aún no has empezado -le digo-. Saca el cuaderno, abre el libro, siéntate bien, guarda por ahora la agenda -empiezo a ordenar de forma más o menos amigable.
- No quiero -responde. Tenemos la pelea verbal asegurada, me digo.
- ¿Y eso? -me hago la sorprendida, aunque ya le conozco de otros años y sé sus cuatro puntos débiles; entre ellos, ser adolescente, consentido, rebelde porque el mundo me ha hecho así y tú no lo puedes evitar.
- Lo voy a hacer en casa -hace como que busca en la cajonera, encuentra lo que parece el cuaderno de mi asignatura. Miro de reojo, comprobando que los deberes de hace una semana siguen sin estar hechos.
- Ponte al día en lo que queda de clase, haz lo de la semana pasada -le digo, con voz un poco menos amigable. Sus padres son sus colegas, de forma que ya tiene suficiente pandilla.
- No quiero. Te he dicho que lo voy a hacer en casa -dice, mientras me mira con lo que él debe de creer que es una torva y brutal mirada de las nueve y cuarto de la mañana.
- Pues ya sabes cómo va esto -zanjo la cuestión-. Si no trabajas, el perjudicado eres tú.
- No, lo eres tú. Si yo no trabajo, peor para tí -sentencia, con su mirada agresiva de primera hora. Seguramente se cree que lanza chispas desde sus oscuras pupilas.
- No, para mí no, porque yo no soy tu amiga -digo, mientras abro mi cuaderno de notas, sabiendo que está vigilando mis movimientos de refilón. Me retiro de la lucha verbal tras blandir bolígrafo rojo y anotar por enésima vez que no hace nada. Por si acaso, no sea que venga papá- amigo o mamá- colega a decirme que lo que pasa es que no comprendo la forma de trabajar de su hijo. Hoy tengo clase en la Universidad, está diluviando, un derrame en un ojo tal vez fruto de la tensión del trabajo, y no voy a pararme a discutir, mira por dónde, sobre el gran inconveniente que supone para mi vida que el alumno del fondo, a la derecha, decida no hacer los tres míseros ejercicios y el comentario de texto de hoy.
La situación me recuerda a la mítica frase "Profe me has suspendido". Cosa que luego cuando "les aprobamos" se dan el mérito a ellos mismos.
ResponderEliminarEspero que algún día estos adolescentes a los que damos clase gente como tu y como yo se den cuenta de que todo lo que hacen en la vida, o por lo menos en los estudios, no va a ser para sus padres, hermanos, amigos; si no que va a ser para ellos y solo para ellos.
Un saludo, Laura.
Habrá otros días de luz y de alumnos luminosos, Negre. ¡Ojo con el ojo! ¡Cuídate!
ResponderEliminarUn muchacho prometedor.
ResponderEliminar¿Por qué habrá padres empeñados en ser los "colegas" de sus hijos?
Adoro a mis hijos, me llevo estupendamente con ellos, pero no soy su amigo, sino su padre. Ya tengo amigos y la relación con ellos es diferente de la que tengo con mis hijos.
A lo mejor esos padres-colegas no tienen amigos y se los fabrican en casa, utilizando a sus hijos.
Un adolescente con la madurez a medio cocinar, respaldado por sus también inmaduros padres. Menuda bomba de relojería.
Un abrazo y cuídate ese ojo.
¡Vaya por dios, cómo siento tu derrame, Negre! Sé lo que es eso porque tuve uno también en circunstancias laborales adversas. No suelen ser nada, pero asustan por lo aparatoso. Por si acaso, que te vigilen la tensión ocular.
ResponderEliminarLo del figura de la mirada lanza llamas: en alguna ocasión, ya remota, tuve que "razonar" con mis hijos adolescentes para que trabajaran más en sus estudios. El tenor de sus respuestas no permitía dialogar propiamente, así que recuerdo haberles dicho: "Oye, que a mi plín, yo ya tengo la vida resuelta, eres tú quien te la tendrás que resolver, así que lo que estudies hoy, para ti será mañana, no para mí".
Un abrazo
José Luis
Laura, pues espero yo también que así sea. Lo malo es que se dan cuenta tarde, cuando ya estudiar es más difícil por edad o falta de tiempo, o cuando el trabajo que creían prometedor no lo es tanto y no pueden mejorar por falta de estudios.
ResponderEliminarUn saludo.
Ya estoy mejor, Pepe, gracias.
ResponderEliminarPerikiyo, me recordaba a mí este alumno a un comentario que a veces hace Él: "que se fastidie mi coronel, que yo no como rancho"... Asi está como tú dices: una bomba de relojería, tal vez porque no está en el sitio que le corresponde.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias, José Luis. Ya estoy mucho mejor; me revisaron la tensión, de paso, y me comentaron que debió de ser cosa de estrés.
ResponderEliminarAlgo así le contesté yo también al alumno, en medio del contexto, pero no lo tuvo muy claro. Como los adolescentes piensan que a ellos no les va a pasar nada...
Un abrazo.
"...no voy a pararme a discutir, mira por dónde, sobre el gran inconveniente que supone para mi vida que el alumno del fondo, a la derecha, decida no hacer los tres míseros ejercicios y el comentario de texto de hoy."
ResponderEliminarEs tal cual, hay que elegir las batallas, y principalmente, pararse en profesor, que uno no es un adolescente para estar discutiendo casi de igual a igual con ellos.
Saludos y que mejores de ese ojo :)
Y además, Ana Laura, no merece la nada, pues la batalla del día a día y del esfuerzo ya la tiene perdida de antemano.
ResponderEliminarMi ojo ya se ha recuperado, gracias.
Un saludo.
La paciencia y la constancia son nuestras mejores virtudes... ¿o no?. A veces los chicos sólo nos tienen a nosotros...
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