Declaro inaugurado mi otoño, tras haber realizado el ritual propio de este día: poner la calefacción (tras constatar que por la mañana ya hace más frío que toda la semana anterior junta), buscar los pantalones de pana de Niña Pequeña (porque el vaquero o los leotardos de colores no han podido evitar hoy que sus pies estuvieran fríos) y comprobar que los árboles que están junto a la hiedra de mi vecino empiezan a amarillear...
Qué gusto poder notar el peso cálido de mi chaqueta gris de lana...
Qué gusto poder notar el peso cálido de mi chaqueta gris de lana...
No ha sido tan feliz el mío. El lunes me ponen la vacuna antigripal (dicen que soy grupo de riesgo); el martes empiezo con estornudos y como machacado; el miércoles tira que te va aún aguanto en pie; el jueves comprendo que tengo un trancazo y comienzo medicación; viernes, sábado y domingo, camita y poco más. Y aquí estamos. Así entro últimamente en el otoño: ¿a que no se merece que lo declare inaugurado?
ResponderEliminarJosé Luis
Un abrazo.
Pues vaya fiesta de inauguración, José Luis... Espero que te recuperes pronto.
ResponderEliminarUn saludo.
Pero es bonito saber que alguien disfruta sintiendo el peso cálido de una chaqueta de lana gris...
ResponderEliminarJosé Luis
Nuestro ritual es el cambio de guardarropa. No tenemos la libertad de poner la calefacción. Es decisión cuartelera de la comunidad.
ResponderEliminarPero ¡Qué bien entiendo ese placer del reencuentro con la ropa dormida durante el verano! Es como si te la pusieras por primera vez. Nos reinventamos cada año, amiga.
Un abrazo.
José Luis, ya la he sacado del armario... Tras la lluvia de hoy, mañana podría ser un día propicio para llevarla al colegio.
ResponderEliminarUn saludo.
Cierto, Pepe. No lo había visto así, pero es verdad: nos reinventamos. Yo, personalmente, disfruto más con la ropa de este tiempo.
ResponderEliminarUn saludo.