lunes, 25 de julio de 2011

Alma blanda con mermelada.

Decido desayunar distinto, por una vez. Busco la tostadora en el armario del fondo de la cocina, estante superior, tras el escurridor naranja de los macarrones y el rodillo de los bizcochos. Pan de molde de color blanco lustroso y doble de ancho. Mantequilla ablandada y mermelada de fresa, en bote pequeño.

No hay nada que me guste más que untar de mantequilla una tostada bien caliente: el cuchillo acaricia la grasa, rompiéndola en escamas blandas que se amontonan sobre la hoja, los surcos diminutos de mi cuchillo marcados como un arado en el campo. La pericia de mantenerlas en el aire un segundo y deslizarse por la oscura cara de la tostada, apenas rozando su piel requemada para mantener la capa inmaculada de mantequilla blanca. Dejar otro segundo que desaparezca entre la miga y el calor. Adivinar el sabor dulce escondido en el alma de la tostada y dudar si poner otra segunda capa de roja y sangrante mermelada de fresa...

6 comentarios:

  1. La boca, agua. Esto sí que son vacaciones: dejar que el tiempo se derrita como la mantequilla, la ausencia de tiempo o, al menos, actuar como si el tiempo no existiera.

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  2. Primer paso, Pepe, dejar que el reloj de pulsera se amodorre encima de la mesilla...

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  3. ¡Ay, cómo recuerdo esa mantequilla blanca sembrada de cristales de azúcar, de mi niñez! Luego, llegaron los médicos e insensibles con mi alma, pero no con mi colesterol, ¡me la prohibieron! Me dejaron permutarla por margarina y poca, pero lo margarina ... no tiene alma.
    Actualmente, sólo gasto aceite de oliva primer prensado ... Imagínate, yo que era el que escondía la lata de mantequilla de Soria cuando llegaba alguna a casa.

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  4. José Luis, me quedo con el aderezo dulce del azúcar... Vicio por recomendado, pero ¿qué daño se hace al prójimo con el paladeo de semejante manjar?

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  5. Este texto no provoca hambre, sino ganas de comer, que es mucho peor.

    Lo he leído justo después de cenar y tengo la sensación de que debo desayunar cuanto antes.

    Me voy a meter en el bolsillo de la camisa una tarjeta que diga: "No leer Oculimundi cuando esté a dieta".

    Un abrazo.

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  6. Perikiyo... ¿Y una tostada para postre?

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