Hace unas horas, en el ambulatorio este-de-aquí-arriba:
- Buenos días. ¿Niña Pequeña? Pase, pase -dice secamente la enfermera.
- Buenos días -contesto, arrastrando conmigo a Niña Pequeña.
- Ya veo. Revisión. Pero... ¿tiene cuatro años?- Sí, recién cumplidos.
- Huy -"ya estamos", pienso-. Esa revisión entonces la hace la pediatra, pero a estas horas ya no sé si te verá a la niña. Pasa y pregunta. Pero si no hay revisión, no te vacuno a la niña.
- Buenos días. Dígame.
- Su enfermera me ha comentado que hay un problema con la revisión de la niña -Niña Pequeña aprovecha para buscar de reojo la puerta o vía escapatoria más cercana.
- Veamos, claro, claro. Es que no tiene usted cita -afirma, mirando con ese nosabesnipedircita.
- Imposible -respondo-, porque es la tercera vez que vengo y me dicen esto.
- Pues sin cita no te miro a la niña. Buenos días.
- Ah, vaya. Buenos días.- Veamos, claro, claro. Es que no tiene usted cita -afirma, mirando con ese nosabesnipedircita.
- Imposible -respondo-, porque es la tercera vez que vengo y me dicen esto.
- Pues sin cita no te miro a la niña. Buenos días.
Subo las escaleras. Niña Pequeña respira tan tranquila: la amenaza de la vacuna ha desaparecido. Voy al mostrador con paso firme y gran resignación. Le cuento la película a la amable señorita que me atiende.
- Mire, es que no me vacunan a la niña, y ya es la tercera vez que esto pasa.
- Bueno, bueno, le vuelvo a dar cita, pero ya sabe que todos somos humanos.
- Claro, claro. Lo entiendo. Si un fallo por tercera vez con lo mismo lo tiene cualquiera.
- Mire, vaya a la sala 3 y otra enfermera le vacunará a la niña... Pero la revisión tendrá que ser otro día, ya sabe.
- Faltaría más. Oiga, ¿cuando va a ver al profesor de su hijo, le permite un falllito? -contesto.
- Mire, vaya a la sala 3 y otra enfermera le vacunará a la niña... Pero la revisión tendrá que ser otro día, ya sabe.
- Faltaría más. Oiga, ¿cuando va a ver al profesor de su hijo, le permite un falllito? -contesto.
Anda, que si esto llega a pasar en mi colegio... Porque a veces padres, madres, alumnos, fauna y flora variopinta son como los intocables de Elliot Ness y cualquiera dice:
Padre/madre 1: Buenos días. Vengo a hablar de una cosa urgentísima. No tengo cita.
Profe de turno: Huy, mire, imposiiiiiible. Sin cita por la agenda no le atiendo.
Recepción: Hola. Oye, que te llama una madre en tu rato de recreo y...
Profe de turno: Huy, imposiiiiiible. Sin previo aviso no le digo ni hola.
Profe de turno: Huy, imposiiiiiible. Sin previo aviso no le digo ni hola.
Padre/madre 2: Anda, qué bien me vienes, porque quería comentarte que...
Profe de turno: Huy, imposiiiiible. ¿Cómo no me has pedido cita para poder atenderte?
Vamos, que si profe-de-turno no está a plena disposición, amable, eficiente, preparado en cualquier instante para atender la mínima demanda urgentísima de vida o muerte del trabajo-entregado-con-tres-semanas-de-retraso-pero-tengo-yo-razón, ya tenemos la amenaza de voy a cambiar a mi niño de colegio, oiga; pues esto lo sabrá la Inspección; páseme con su director, por favor... Y no te equivoques, ¿eh?
Profe de turno: Huy, imposiiiiible. ¿Cómo no me has pedido cita para poder atenderte?
Vamos, que si profe-de-turno no está a plena disposición, amable, eficiente, preparado en cualquier instante para atender la mínima demanda urgentísima de vida o muerte del trabajo-entregado-con-tres-semanas-de-retraso-pero-tengo-yo-razón, ya tenemos la amenaza de voy a cambiar a mi niño de colegio, oiga; pues esto lo sabrá la Inspección; páseme con su director, por favor... Y no te equivoques, ¿eh?
Pero, claro, un fallo lo puede tener cualquiera:
Padre/madre 3: Hola. Venía a hablar con el tutor de mi hijo.
Recepción: Ah, claro, dígame el nombre y le llamo.
Padre/madre 3: Pues mire que no lo sé.
Recepción: Ah, claro, dígame entonces en qué clase está su hijo.
Padre/madre 3: Pues mire que tampoco lo sé.
Recepción: Ah, claro.
Lo de la burocracia y los protocolos en la medicina, a veces me supera.
ResponderEliminarRecuerdo que, hace unos años, un hombre falleció de un infarto, a escasos metros de un hospital, porque el personal sanitario se negó a salir a atenderle. No eran las normas.
Si después de explicar que era la tercera vez que, aun pidiendo cita, pasaba lo mismo, la cosa ya suena a pitorreo.
Al menos han vacunado a la niña. Pobrecita, me solidarizo con ella.
Si alguien me ataca con un hacha, le planto cara; pero si me veo amenazado por una fina aguja, huyo como un cobarde.
Un abrazo.
Así es, Perikiyo.
ResponderEliminarLa Pequeña batalló duramente contra las cuatro agujas que le amenazaron, y tuvimos que sujetarla entre cuatro.
La siguiente cita, la próxima semana...
Un abrazo.