Visitar a Joaquín es contener la respiración. Joaquín es mi dentista, además del padre de un antiguo alumno. Joaquín es alegre en la consulta, incluso a veces algo socarrón y se ríe un poco del miedo de sus clientes.
Pero estar ante él, vestido de higiénico azul y armado de sus extraños y torturantes instrumentos, es respirar quedo y contar minutos -que son interminables-, mientras él revisa, comprueba, cambia aparatos, escudriña. Conozco el techo, el hilo musical, cada una de las bombillas de bajo consumo de su consulta, a la espera de su veredicto. Aguanto el oxígeno que apenas entra, a la vez que él se sonríe bajo la mascarilla:
- Efectivamente, Negre, hay que arreglar ese empaste. Por eso te dolía.
No hay nada peor que esos minutos interminables de exploración obligada de techos, paredes, guantes de látex, profilaxis y pijamas verdes.
ResponderEliminarUff, cada vez que voy al dentista me siento como Dustin Hoffman en 'Marathon Man'...
ResponderEliminar¡Ugggggggh!.
ResponderEliminarMe dan escalofríos.
Soy capaz de plantar cara a alguien que me quiera agredir con un hacha, pero si se trata de un pequeño objeto punzante, al que, además, le suena un motorcito, soy víctima del pánico.
Un abrazo.
Gracias, queridos amigos.
ResponderEliminarYa llevaba una semana con molestias. Afortunadamente, es sólo un empaste, que espero poder solucionar del todo esta misma semana que entra.
Un saludo.