viernes, 25 de febrero de 2011

Joaquín.

Visitar a Joaquín es contener la respiración. Joaquín es mi dentista, además del padre de un antiguo alumno. Joaquín es alegre en la consulta, incluso a veces algo socarrón y se ríe un poco del miedo de sus clientes.

Pero estar ante él, vestido de higiénico azul y armado de sus extraños y torturantes instrumentos, es respirar quedo y contar minutos -que son interminables-, mientras él revisa, comprueba, cambia aparatos, escudriña. Conozco el techo, el hilo musical, cada una de las bombillas de bajo consumo de su consulta, a la espera de su veredicto. Aguanto el oxígeno que apenas entra, a la vez que él se sonríe bajo la mascarilla:

- Efectivamente, Negre, hay que arreglar ese empaste. Por eso te dolía.

4 comentarios:

  1. No hay nada peor que esos minutos interminables de exploración obligada de techos, paredes, guantes de látex, profilaxis y pijamas verdes.

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  2. Uff, cada vez que voy al dentista me siento como Dustin Hoffman en 'Marathon Man'...

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  3. ¡Ugggggggh!.
    Me dan escalofríos.
    Soy capaz de plantar cara a alguien que me quiera agredir con un hacha, pero si se trata de un pequeño objeto punzante, al que, además, le suena un motorcito, soy víctima del pánico.

    Un abrazo.

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  4. Gracias, queridos amigos.

    Ya llevaba una semana con molestias. Afortunadamente, es sólo un empaste, que espero poder solucionar del todo esta misma semana que entra.

    Un saludo.

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