domingo, 19 de agosto de 2012

Crónicas marinas (5): olas y casa.

Mi casa es amarilla. Era amarilla, más bien, porque hace unos días hubo una revolución y Él aceptó mi propuesta: cambiaríamos el color de algunas paredes, sólo de algunas; verde pistacho, teja, tal vez en el pasillo otro color. Mi madre siempre sentencia que no le gustan las casas de colores, y hace ese gesto de desprecio tan suyo, ese "no estáis a mi altura: color blanco, blanco, blanco".


El verde pistacho se apoderó de una pared del salón, del bajo de la ventana, el teja hizo suyo una parte de la habitación y el fondo del pasillo adquirió en un momento, "porque no me cuesta nada, Negre", un tono indefinido que seguramente será otro en el futuro. Nada del blanco, blanco, blanco y del gesto hosco de mi madre: luz, color y novedad tras años en casa.


No sé porqué recuerdo ahora mi casa amarilla, y verde y teja, con las paredes blancas de esta casa, terraza anaranjada y azul de mar y de piscina. Pero sí hay blanco, blanco, blanco: el de las crestas de las leves olas a las que esta mañana se enfrentaba Niña Pequeña, armada con el coraje que da un biquini de rayas y manguitos rosas...

8 comentarios:

  1. Pistacho y teja, mola. Blanco, también, pero no para todo. Mi debilidad para fachadas y terrazas es el rosa-masía-catalán (una especie de rosa palo, pero no es rosa palo)y si las ventanas y puertas van cor orla en blanco ya es lo máximo para mí. También me encanta el baldosín catalán de terracota para suelos y celosías (supongo sin saberlo que debió ser un invento de árabes y musulmanes). Por cierto, estoy dando por supuesto que vuestro mar es el Mediterráneo, pero igual es el Cantábrico: como estáis en el centro de España os desparramáis, los madrileños, por todas las costas...

    José Luis

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  2. Me gusta también tu combinación; la habitación de Niña Pequeña cogerá colores pastel el verano que viene.
    Cierto: los de la meseta nos dispersamos por las costas... Yo siempre he preferido más la fuerza del Cantábrico que no este monótono y masificado Mediterráneo, pero la seguridad de sol y baños impera.

    Un abrazo.

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  3. Y tanto que sí. Nosotros vereneamos un año con los cuatro niños en Cuevas del Mar (Asturias) y por las tardes íbamos a una cala pequeña del pueblo a pasar miedo viendo, oyendo y sintiendo moverse las rocas en las que nos sentábamos, al romper las olas de una altura indeterminada pero enorme a escasos metros de nosotros. Precioso, salvaje, pero no volvimos más al Cantábrico. La ventaja que le ví al Mediterráneo es que es el mar que puede contarnos gran parte de nuestra Historia. Y por lado plástico es sencillamente encantador y único, especialmente desde la media tarde hasta la puesta del sol.

    Un brazo
    José Luis

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    1. Comparto contigo la bravura de Cantábrico y la Historia y luz del Mediterráneo. Yo he estado más en el norte.
      Un abrazo.

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  4. Me encantan esos colores. Me encantan las casas soleadas, coloridas y cálidas. Seguro me encantaría la tuya también.

    (mi casa es de madera, y las pocas paredes de material que tiene son amarillas, a excepción de mi dormitorio que es blanco y azul. me encanta también ;)

    Esa imagen de Niña Pequeña braveando el mar en su bikini a rayas es hermosa.

    Un abrazo.

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    1. Ana Laura, recuerdo una foto del interior luminoso de tu casa. ¿Sabes que nunca he estado en una casa de madera?
      Un abrazo.

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  5. Hablando de colores, no hay color entre uno y otro mar. Uno es el mar, el otro...

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