sábado, 26 de marzo de 2011

Sobre la coherencia (1)

Esta semana estuvieron en el colegio dos antiguos alumnos. No son de esos alumnos luminosos que de vez en cuando me refrescan las ganas de entrar en las clases. No. Uno de ellos consideraba el colegio una cárcel, un antro de odio y represión del que su madre tuvo a bien sacarle antes de acabar Secundaria, hace ya algunos años.

Días después de su decisión, la madre de este alumno encarcelado me encontraba en un centro comercial, mientras yo esperaba pacientemente mi turno ante la amable señorita de la caja. Ella no reculó al verme: todo lo contrario. Habiendo avistado presa -yo-, se dirigió a mí con su peor cara y su mejor sonrisa falsa:

- Pues sí, Negre, estamos muy contentos de que mi nene ya no esté en tu colegio.
- ¿Ah, sí? Me alegro de que estéis todos felices. Y tu niña, ¿qué tal? -preguntaba yo, recordando a la hermana del alumno encarcelado, antigua alumna de bastantes buenas notas y mejor educación que la recibida por su madre...
- Muy bien, gracias, también muy contenta porque su hermano ya no está en ese colegio, que es una cárcel y fue una opresión para mi chaval. Fíjate que hasta está aprobando.
- No le exigirán mucho, entonces. Me alegro. Que venga a vernos cuando acabe su carrera universitaria -contesté yo.

El alumno encarcelado vino unos meses después a una fiesta colegial, con tan mala suerte que yo estaba encargada de vigilar la puerta del centro, a fin de impedir que gente extraña al colegio campara a sus anchas.

- ¿Y ya sabe tu madre que estás aquí? -le pregunté.
- No, claro. Si yo a esta hora tengo clase.
- Creo que deberíamos llamarla, ¿sabes? Porque aún tenemos tu ficha. Es lo que pasa en las cárceles...

Le vi esta semana, plantado en el pasillo, mientras hablaba con uno de sus antiguos profesores. Con la mala suerte de que mi compañero había sido -también como yo- uno de sus mayores carceleros. Me dirigió la misma sonrisa falsa que su madre, mientras yo saludaba al otro alumno -uno de esos que estuvo obligado a calentar silla en Secundaria, por obra y gracia de nuestro sistema (des) educativo.

- ¿Qué haces aquí? ¿Te gusta la cárcel?
- Deberíamos avisar a su madre -apostilló mi compañero, conocedor de la historia.
- ... -silencio; el chaval, seguramente, no entendía de ironías.
- Eres muy poco coherente. Deberías marcharte de esta cárcel.

¿Quién fue peor? ¿El colegio, encargado de evitar la evolución intelectual de este alumno? ¿O la madre, dispuesta a mantener a su hijo en un centro educativo considerado carcelario por ella misma? Y es que esta madre había pretendido, meses atrás, que a su hijo le aprobáramos la ristra de suspensas que llevaba detrás y entrara en el grupo de Diversificación, sin tener en cuenta que la ley educativa manda.

Pero, ya se sabe: hay familias que prefieren modificar la ley a su antojo y conveniencia. Sus niños van primero y la manipulación -de notas, exámenes, títulos-, su arma. En breve, posiblemente, hablaré de esto...

4 comentarios:

  1. De nuevo te digo lo mismo que el otro día: yo también he estado ahí. Tienes la virtud de reproducir en tus entradas la vida misma. Espero ansioso, la segunda parte.

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  2. Estuviste sensacional, tanto el centro comercial, con la madre, como con el ex-presidiario. En efecto, familias y alumnos piensan que leyes, docentes y centro educativos están a al servicio de sus intereses. No les interesa (ni a unas ni a otros)ni los aprendizajes ni, por supuesto, los valores que se transmiten. Aprobar al precio que sea. Y la persona, es algo secundario. Muy bien Negre. Y ánimo para Niña Pequeña.
    Saludos.

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  3. Pepe,
    lo que no me esperaba es que años después este alumno apareciera por el colegio, haciéndonos creer alegría por el reencuentro y simulando no enterarse de nada. Espero que el mensaje llegara a la madre.

    La segunda parte, en poco tiempo. Y será muy sonado en mi entorno más cercano, vaticino.

    Un saludo.

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  4. Pedro,
    totalmente de acuerdo con lo que dices: aprobar al precio que sea. Añado: "no repetir al precio que sea". Me atrevo a apuntar que está en la línea de la segunda parte de esta entrada.

    Sólo nos queda pensar que, tarde o temprano, estas familias se darán cuenta de su error. Aunque sea tarde ya.

    Un saludo.

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