Ayer estuve en el centro comercial donde ya es Navidad, dispuesta a no salir de allí sin encontrar lo que iba a buscar, a saber: un chaleco de lana gruesa no muy largo, de color gris o granate (con preferencia por esto último). Sólo en casos de extrema urgencia voy con premeditación y alevosía a comprar una prenda de ropa, y la ocasión -una fiesta familiar importante este fin de semana próximo- lo merecía.
El tiempo en este centro comercial se queda detenido -literalmente- a las puertas, trasparentes, verdes como todo él, desde el momento que atraviesas el cálido umbral y una bocanada de grata calefacción, luces y brillante decoración te agarra y empuja por la espalda. Lo primero que hago es buscar rápidamente donde están las escaleras mecánicas e intentar pasar desapercibido, no sea que me vea una amable señorita con cara de debilidad y quiera atribuirme la necesidad imperiosa de algún cosmético de la planta baja.
Subo. Una, dos, tres plantas. Ya no sé ni las que llevo, pero encuentro el piso de ropa -aún joven, por favor. Apenas sin moverme localizo el objeto en cuestión, rodeado de chaquetas cremosas, suaves, aterciopeladas, trapezoidales, con botones, sin botones, de cremallera, de punto, de... Me lanzo casi deslizándome entre los roperos, vigilando a mi costado a dos amables señoritas -señoras- de impoluto verdinegro que están haciendo como que colocan por enésima vez los productos. Miro sin tocar, encuentro el color, la lana, con cremallera. Curiosamente, las tallas se repiten: 36, 38, 40. Me giro. Localizo a una de las amables señoritas.
- Buenos días.
- Buenos días. ¿Le puedo ayudar? -me encanta la amabilidad de este centro de eterno espíritu navideño... Deberían exportar esto más allá de sus cálidas puertas.
- Sí, por favor. Quisiera este modelo en la talla 44 -le indico apenas con un dedo.
- Huy, lo lamento mucho. Eso es imposible en esta planta. Con esa talla, debe ir usted a la sección de tallas especiales.
Mi cara de estupor me está delatando. ¿Para eso he luchado día a día estos tres últimos meses? ¿Para eso he establecido una alianza non-grata con mi báscula y me he avenido a una dieta sana, equilibradísima y exenta de grasas? ¿Para volver a las tallas especiales de donde nunca parece que me fui?
- ¿Una talla 44 es una talla especial? -remarco lo de "talla especial" para que pueda comprobar cómo mi pantalón actual corresponde al esfuerzo de verduras al que me he sometido.
- Sí, señora -¿señora?-, desde hace tiempo. No se fabrican estos chalecos por encima de la 40.
El tiempo en este centro comercial se queda detenido -literalmente- a las puertas, trasparentes, verdes como todo él, desde el momento que atraviesas el cálido umbral y una bocanada de grata calefacción, luces y brillante decoración te agarra y empuja por la espalda. Lo primero que hago es buscar rápidamente donde están las escaleras mecánicas e intentar pasar desapercibido, no sea que me vea una amable señorita con cara de debilidad y quiera atribuirme la necesidad imperiosa de algún cosmético de la planta baja.
Subo. Una, dos, tres plantas. Ya no sé ni las que llevo, pero encuentro el piso de ropa -aún joven, por favor. Apenas sin moverme localizo el objeto en cuestión, rodeado de chaquetas cremosas, suaves, aterciopeladas, trapezoidales, con botones, sin botones, de cremallera, de punto, de... Me lanzo casi deslizándome entre los roperos, vigilando a mi costado a dos amables señoritas -señoras- de impoluto verdinegro que están haciendo como que colocan por enésima vez los productos. Miro sin tocar, encuentro el color, la lana, con cremallera. Curiosamente, las tallas se repiten: 36, 38, 40. Me giro. Localizo a una de las amables señoritas.
- Buenos días.
- Buenos días. ¿Le puedo ayudar? -me encanta la amabilidad de este centro de eterno espíritu navideño... Deberían exportar esto más allá de sus cálidas puertas.
- Sí, por favor. Quisiera este modelo en la talla 44 -le indico apenas con un dedo.
- Huy, lo lamento mucho. Eso es imposible en esta planta. Con esa talla, debe ir usted a la sección de tallas especiales.
Mi cara de estupor me está delatando. ¿Para eso he luchado día a día estos tres últimos meses? ¿Para eso he establecido una alianza non-grata con mi báscula y me he avenido a una dieta sana, equilibradísima y exenta de grasas? ¿Para volver a las tallas especiales de donde nunca parece que me fui?
- ¿Una talla 44 es una talla especial? -remarco lo de "talla especial" para que pueda comprobar cómo mi pantalón actual corresponde al esfuerzo de verduras al que me he sometido.
- Sí, señora -¿señora?-, desde hace tiempo. No se fabrican estos chalecos por encima de la 40.
A esta gente se les va la olla. La 44 especial? Si yo diría que el 90% nos movemos entre la 40-46 dependiendo de la tienda. Te lo digo porque yo tengo pantalones de la 40 y también de la 44. Yo hay tiendas de ropa en las que ya ni entro porque lo más grande que tienen es de la 40 y eso ni con calzador. En fin...
ResponderEliminarTiene gracia. Papá Noel no podría comprar ropa en ese "navideño" centro comercial.
ResponderEliminarHoy en día, se fabrica mucha ropa para esas pálidas, longilíneas y escuálidas mujeres, cuya envergadura no supera la de su caja torácica y su silueta equivale a la del palo de una escoba. La mayoría de la gente no es así.
Esas deberían ser las tallas "especiales", no una 44.
Está visto que, si una persona sana quiere algo de lana, es mejor que aprenda a tricotar.
Un abrazo.
Kassiopea,
ResponderEliminarpor eso el pentalón que compré hace un año de una supuesta 44 debe de ser una 42 y todavía me faltan pescados blancos hervidos para poder entrar en él...
Lo malo, la imagen y la influencia que ejercen estas cosas entre la gente joven...
Un abrazo.
Perikiyo,
ResponderEliminarla cosa es que yo sabía hacer cosas de punto, pero no es algo que me relaje :-)
Me temo que los Reyes Magos no entrarían tampoco. De hecho, su Cartero suele quedarse a las puertas recibiendo a los niños.
Un abrazo.
Leyendo esto me acuerdo de lo difícil que me resulta encontrar zapatillas de mi talla, que oscila entre un 45 y un 47, según la marca.
ResponderEliminarKratso,
ResponderEliminar¿qué será de ti y de tus pies dentro de 10 años?
Me preocupa mucho como encontraré calzado no en 10, si no en 5....
ResponderEliminarKratso...
ResponderEliminar¿qué haría Gulliver?
Respondería, pero aún estoy redando por el suelo riéndome(ROFL) :lol:
ResponderEliminar