sábado, 27 de octubre de 2012

Gracias a mis zapatillas de flores...

Me apoyo en la esquina del portal mientras espero a que sea la hora de subir y recoger a Niña Pequeña de su clase de Inglés de los sábados. Enfrente de mí, una adolescente del Colegio de abajo me mira de reojo; estoy segura de que quiere preguntarme algo, pero, oye, mira, que no me voy a dar por enterada: hoy es sábado, hoy puedo hacer como que su joven persona es translúcida... Noto que coge aire. Se va a lanzar a decirme algo, eso que le quema. 

- Disculpa... Disculpe... Tú... Usted da clase en el Colegio de arriba, ¿verdad? -pregunta. Sonrío ante su indecisión en el trato.

- Sí, hace ya tiempo -respondo, mirándola con curiosidad, esperando la réplica.

- Ah, es que yo conozco allí a algunos profesores, ¿sabes? -vuelvo a sonreir, pues al final se ha decantado por lo que parece más natural: tutearme. Mi edad o, quizá, mi aspecto -sudadera polar ocre, vaqueros azules y zapatillas de flores- le ha servido para optar sin miedo al rechazo.

Es la hora y ella llama al telefonillo. Subo con paciencia los seis tramos de escalones, pues, aunque las zapatillas de flores y los vaqueros hagan parecer lo contrario, a estas alturas estoy ya agotada de ascender hasta la clase. Recojo a Niña Pequeña. Vamos en coche a hacer el recado que Él me pidió hace dos semanas y que he ido posponiendo por descuido.

- Buenos días -digo.

- Buenos días -me responde el relojero.

- Quería una pila nueva para este reloj -digo, mirando por el rabillo del ojo los pequeños pendientes infantiles del mostrador. Niña Pequeña cumplirá seis años dentro de un mes.

- Déjemelo un rato, señora, y se lo tendré preparado, si no le importa -responde él.

Le miro estupefacta, pero disimulo rápidamente, ajustándome la sudadera polar. Mi edad ha triunfado y no se ha dado cuenta de mis zapatillas de flores. No me tutea.

- Claro, no hay problema, muchas gracias. Volveré en un rato, aprovecho para hacer unas compras -contesto, despidiéndome. 

Cuando vuelvo al coche me miro en el espejo retrovisor interior. No es posible que esté ya en ese tramo de edad indefinida...

 

6 comentarios:

  1. ¡Qué identificada! A veces odias que te vean "mayor", pero en otras ocasiones, cómo se agradece el respeto.

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  2. Queda ya tan en desuso lo del respeto entre nuestros adolescentes...

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  3. ¡Ay Negre! me ha conmovido la ternura que encierra tu interrogante... Voy a intentar servirte para su respuesta. El binomio "edad indefinida" es una expresión de uso reciente que se aplica casi en exclusiva (de ahí su debilidad) para señalar ese tránsito de edad en el que "tal vez estés", te preguntas. Más si lo piensas: ¿qué tramo de edad en la vida no es experimentado con una cierta componente de indefinición? Para mí, ninguno. No te creas la etiqueta. Cada edad tiene su afán, bien lo sabes; lo de la "edad indefinida" es un invento para crear una duda sobre sí mismo y resolverla consumiendo más productos de "autoafirmación" en el campo de estética y del "disfrute" de la vida. El objetivo es falaz: "el logro de la eterna juventud está en tus propias manos", sólo tienes que consumir.....

    José Luis

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  4. José Luis, aunque he leído los dos mensajes que enviaste (que han llegado a la vez), publico el primero, ya que en el segundo nos haces un resumen de lo que aquí dices.

    ¿Y no tiene la adolescencia un punto de indefinición? ¿Quizá de ahí su inestabilidad?

    El final de tu comentario es bueno para abrir un debate con nuestro amigo Pepe Boza...

    Un saludo.

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  5. Claro que sí. La adolescencia lo tiene, y la madurez y no te digo nada la entrada en la tercera edad o último tramo. Por eso "estamos" siempre algo inestables.

    Un abrazo

    José Luis

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  6. Por alusiones: en vez de "consumir" lo que hay que hacer en toda edad es "consumirse". Y hasta la última gota.
    Saludos a ambos.

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