domingo, 22 de enero de 2012

Se alquila, pero no a cualquiera.

Se alquila. Y es que de un tiempo acá la gente se ha volcado más en el alquiler que en desangrarse en hipotecas. Una casa, un apartamento o una habitación. Lo que sea.

Me sorprendo leyendo el cartel que una mano anónima, deseosa de dinero, necesitada, más bien, dejó en el cruce que seguramente más veces he pasado en mi vida. Se alquila una habitación, pero no a cualquier persona: sólo a aquellas que sean tranquilas, no vayamos a tener problemas con el resto del vecindario. Imagino yo que a personas serias, reposadas, de esas que recogen las pinzas de la ropa que se le caen por el patio de luces cuando tienden los calcetines mal centrifugados de la lavadora. Personas, mejor, cuyas vidas ya se hayan cruzado más veces, un sólo corazón, una sola alma, un único ser latiendo a paso acompasado, valseado tal vez. Personas, en fin, que ya hayan superado los primeros impulsos que viven los recién casados, la sorpresa de los años iniciales, y se hayan convertido, claro, con el paso del tiempo, en el matrimoño que el cartel pregona.


4 comentarios:

  1. Acabo de leer un reportaje estremecedor sobre los deshaucios y no puedo dejar de pensar en el drama que se oculta detrás de cada uno y, seguramente detrás del cartel que muestras.
    Pobres algunos matrimoños...

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    1. Y el drama que debe conducir a las personas que alquilan o se desesperan por alquilar una habitación... El pensamiento que rodea la entrada va, más bien, por la ortografía.

      Un saludo.

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  2. Dulcísimo anuncio. Preciosa entrada.

    José Luis

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