Primer día del nuevo año. Me asomo al balcón. No hay vida en el exterior y las comunicaciones exoplanetarias no funcionan. Mis vecinos duermen o hacen como que sí: las persianas se mantienen bajadas, a pesar de rayar casi el mediodía. Frío. Vapor al respirar. Alguien hace footing pensando quizá que es la amanecida. Entro al salón.
Nos vamos a dar un paseo con Niña Pequeña. Mediodía. Sigue sin haber signos de vida inteligente más allá de la puerta del jardín. Gorro, bufanda, yo con guantes porque soy la más friolera de los tres. Nos aventuramos cuesta arriba hacia el centro comercial más cercano: tal vez haya un sitio abierto y una excusa para tomar el prometido batido de chocolate.
Llegamos. Dos seres de conciencia humana y edad más que mediana están apoltronados en las sillas del bar que sí está abierto -y limpio. Un cartel a la entrada avisa que hoy, como el día de Navidad, estarán abiertos hasta la hora de comer. Y es que todo el mundo tiene derecho a descansar después de la noche de ayer, claro. No hay batidos de chocolate, pero sí de fresa y un refresco para el padre de la criatura. En honor al primer día del año, en vez de patatas fritas de bolsa, unos canapés.
.....
- Mamá -dice Niña Pequeña, mientras juega un rato en el baño.
- ¿Hum?
- Mamá, hoy ha sido un día muy bonito -afirma seriamente; el patito de goma se ahoga en una nube jabonosa antialérgica para pieles muy atópicas.
- ¿Por qué?
- Porque hoy es el Día Feliz de Nuevo Año -me indica con aire despreocupado-. Todo el mundo lo decía.
Je, je. A mí mi pequeño, cuando se queda arropado en la cama, en lugar de buenas noches, hace días que me desea Felices Fiestas.
ResponderEliminarQué cosas tienen los niños.
Un abrazo.
¿No estará pensando ya en los Reyes?
ResponderEliminarUn abrazo.