jueves, 18 de agosto de 2011

Crónicas marinas (3)

La playa tiene un fallo. Uno muy pequeño, o, si se mira bien, inmenso, infinito. La playa tiene arena. Una arena endemoniada que se queda junto a las toallas de forma casi lasciva.

2 comentarios:

  1. Un fallo no es ná al lado de sus muchas virtudes... ¿o no, Negre? ¿Cómo, si no, jugaría Princesita con sus útiles al respecto? Y las bromas, las guerras en la orilla de bombas barroarenosas, los enterramientos, la protoconstrucción, la preescritura, la experiencia de lo efímero, y tantas y tantas cosas importantes..... ¿cómo habrían de ser?

    Un fallo puede ser el peaje a pagar por un placer mayor. No obstante, cuando mi Pepa se hartó de ese fallo, lo resolvió comprando toallas baratas –posiblemente en algún "chino"– y esterillas más anchas que las toallas. Parece ser que en las toallas de los chinos, más delgadas ellas, la arena que logra traspasar la orla de estera, se comporta con menor lascivia que en las "güay" y, de esto doy fe, al sacudirla desaparece toda, prácticamente.

    Con tanta y tan inevitable "escucha involuntaria", solo achacable a la proximidad, supongo que leer en la playa es algo que no consigues con facilidad..... a esas horas caniculares que gastas, claro.

    Un saludo desde tierra firme, Negre.

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  2. Ah, un nuevo truco este de las toallas que me cuentas... Hoy lo hemos podido solucionar levemente con una silla playera (sí, he caído), pero aún así, la piscina tiene unos tentadores encantos.
    Pero, como tú dices, Niña Pequeña ha afirmado hoy que la arena de la playa está para hacer castillos. Que luego decora con conchas.

    Un abrazo.

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