lunes, 22 de agosto de 2011

Crónicas marinas (5)

Hoy podría escribir sobre el viaje en tren de esta mañana, y afirmar sin rubor que no tengo mp3, ni 4, ni iPhone, ni iPad, ni siquiera un adsl calentito y rápido, sino una conexión móvil que suele funcionar bien. No. No soy como mis compañeros de vagón. Yo llevo un libro.

Pero realmente la protagonista es esa madre que esta tarde en la piscina se afanaba por colocar bien la toalla a su hija discapacitada psíquica y paralítica. Como si fuera de cristal, la sentaba con mimo en su silla de ruedas, sujetaba su mano, se ponía al sol en el mismísimo centro de la piscina, mostrando sin vergüenza a su hija más débil. Sus otros dos hijos, de la edad de Niña Pequeña, jugueteaban con manguitos en la zona infantil, chapoteando a menos de medio metro de profundidad. Coloca la madre de nuevo la cabeza recién caída de la otra, busca una pequeña sombra para su rostro, se deja ver sin miedo.

- Mamá, esa niña está malita -dice Niña Pequeña.
- Sí, le pasa lo mismo que a los niños con los que trabaja papá, ya te lo hemos contado -respondo tranquilamente, mientras Él afirma serenamente con la cabeza.

Y yo, que me creo fuerte, doy gracias a Dios cada minuto...

4 comentarios:

  1. "Y yo, que me creo fuerte, doy gracias a Dios cada minuto..."

    Eso es, exactamente.

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  2. Te entiendo perfectamente. "yo, que me creo fuerte", esa frase lo dice todo y no son necesarias más palabras.

    Excelente entrada, Negre. Saludos

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  3. Es el buen orgullo de amor lo que ha puesto en el centro a esa divina "debilidad".

    El precioso bebé de mis amigos, nació la semana pasada con las rodillas detrás en vez de en su sitio: displexia congénita... -no me acuerdo del nombre técnico-, segundo caso en el clínico de Zaragoza en más de treinta años. Los padres ya quieren a su bebé aún más.

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  4. Así es, queridos amigos... Él y yo teníamos claro que si Niña Pequeña nacía con alguna discapacidad (ya que algunas de las pruebas de embarazo no salieron al cien por cien bien), ella tendría los vestidos más bonitos y la atención más delicada... Pero, realmente, no sé cómo mi alma hubiera podido lidiar esa batalla. Por eso estas madres valientes, estas familias, me parecen héroes y modelos en nuestro tiempo, donde acostumbramos a esconder lo diferente.

    Un abrazo.

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