martes, 25 de diciembre de 2012

De pastiches y guirlaches.


Solíamos ir allí en estos días de Navidad. Y encima de la mesa, redonda, de aquellas con brasero de siempre bajo faldas verdes de camilla, había una bandeja de dulces. ¡Qué digo una bandeja! A mis pocos años, aquello semejaba, si no lo era en realidad, a una masa montañosa de deliciosos postres, a cada cual mejor que el anterior. Y yo, que como viendo, sabía que extendía la mano indecisa por no saber qué elegir de aquel todo compacto de turrones, guirlaches y brillantes bombones dorados, coronados por una lluvia de peladillas blancas de varios tamaños, que se derramaban por los laterales de aquella construcción golosa y tentadora. 

A mis ojos, creo que con los mismos años que Niña Pequeña goza ahora, la bandeja grande, tanto como la que usábamos en casa para servir las torrijas -hasta que mi madre decidió que, como ella no las comía, nadie las comería-, aquella enorme e inmensa fuente era un homenaje a la golosina hecha chocolate amarronado, bizcochuelos, mazapanes, frutas escarchadas que parecían adornos de árbol y perlas plateadas.

Ni siquiera la amenaza de mis padres ("¡niña, que luego no cenarás!") podía atajar mi ansias de dulce, en aquella casa que era, luego lo supe, la de los primos lejanos del abuelo. Ya no vamos, aunque sí los veo a veces, de lejos, recordando las faldillas verdes, la cocina antigua de hierro, de las de siempre, y cuando hace unos días pasé por allí -la cortinilla de maderas ligeramente echada, la puerta semiabierta-, tentada estuve de entrar y comprobar si, después de los años, seguía aquella bandeja trufada.

 

lunes, 24 de diciembre de 2012

Anatomía de la Historia y yo (2)

Comparto con vosotros mi segunda publicación en la revista digital Anatomía de la Historia. Seguro que no podréis impedir sonreír -al menos- cuando leáis cómo explican mis alumnos la historia del mundo grecolatino. Pinchad aquí para poder leerlo.

Y recordad que hoy es un milagro: Dios en un pesebre... Feliz Noche.




 

jueves, 13 de diciembre de 2012

martes, 11 de diciembre de 2012

¡Señora, use los intermitentes!

Intermitente (s. v. adorno): 1. Dícese del elemento no figurativo situado en los laterales de los vehículos a motor en número múltiplo de 2, usado con función decorativa o para resaltar ambos lados del aparato, a fin de no rozar con las columnas del garaje. 2. Elemento decorativo de carácter luminoso utilizado ocasionalmente por los usuarios de los vehículos a motor, con el objeto de despistar al vehículo contrario mientras se hace una maniobra indebida (v. pirula).

 

viernes, 7 de diciembre de 2012

Mesón comidas de pan y chocolate.

Aquel día pasé por esa calle. Siempre que doblaba la esquina, justo donde antes había una casa baja, blanca, de tejado rojo y jardín de los de antes -losa, banco en la calle y macetas con geranios-, me acuerdaba de ella y de las veces, pocas, en las que la acompañábamos a la guardería, aunque ya era mayor, como nosotras, pero su madre le decía que la esperara allí porque ya la conocían y le darían la merienda: pan con chocolate, y también para las amigas. 

No sé qué había al final de la calle entonces, aunque sí, es cierto: ni me acuerdo de la calle, sólo de la esquina, la guardería, ella y el pan con chocolate. Pero hoy pone mesón donde antes me daban pan con chocolate, y se me antoja diferente y de letras que evocan tierra, murallas y piel chamuscada al fuego. Mesón y comidas, que no sé si es como dar de comer al hambriento y al obrero del final, por donde pasa el río y donde siempre hay obra porque parece eterna o es que no se cerró nunca y yo me lo creo porque paso poco por allí. No hay murallas, no hay castillo, no hay plaza y no sé si habrá pan, chocolate o piel para chamuscar, pero tiene el menú en la puerta, pintado como antes: a golpe de tiza sobre fondo negro de propaganda de bebidas...

Ella ahora trabaja en el otro lado de la ciudad, que lo sé yo porque la he visto...


  

domingo, 2 de diciembre de 2012

La imagen del abandono.

Tuve que pararme ante su puerta metálica rota, esa que había desaparecido en la esquina. Un cristal roto en el piso inferior y la madera trastabillada de la puerta indicaban que, pese a la apariencia de abandono del edificio, alguien intentaba sobrevivir -o esconderse, o aguantar, o esperar, qué sé yo- más allá de los muros. 

Pero a mí sólo me sobrevivieron los recuerdos de la casa, de aquellas cuando había hasta un restaurante y mis dos amigos íbamos -sí, cierto: muy de vez en cuando- a comer a su amplio salón en forma de ele. Nuestra mesa favorita era la más esquinada, como para mirar sin ser vistos al resto de los comensales.

Hoy no había nada, sólo otoño en el pequeño jardín, al otro lado de la puerta que aún resistía, sujetada a nada, el muro desnudo para los que huyeran de la noche. Desde los barrotes escuálidos fotografié el tiempo congelado.
 
 

viernes, 30 de noviembre de 2012

Hoy es un día tan especial...

Nació tan pequeña... Luchó contra el sueño, y este nunca la venció: las noches eran eternas, las horas tan lentas, el tiempo tan quedo... Se cayó siendo un bebé y conoció pronto qué era un hospital: las heridas fueron tan grandes, la hondura tan larga, que luce aún la cicatriz de la batalla. Comenzó a andar para poder correr: la prisa era tanta. Quiso pintar y escribir antes de saber leer: la ansiedad por estrenar rotuladores era tan fuerte. Hizo amigas en el colegio antes que amigos: las princesas se profesan tanta amistad...

Fue una noche tan larga que ni estrellas quedaron, pero rozaba diciembre y la luz quiso lucir a la mañana siguiente para darle la bienvenida. Tanta era su calma para mostrarnos su cara.

Hoy han pasado seis años y es el cumpleaños de Niña Pequeña.
 

lunes, 26 de noviembre de 2012

Y miro y miro sin ver nada...

No estaba. Desde mi privilegiado puesto de observación en una esquina de la clase, me di perfecta cuenta de que yo sólo podía ver una melena, unos ojos cuidadosamente pintados, su posición relajada y la mirada al vacío, un punto en blanco, tal vez, o aquel famoso infinito.  De repente, una sonrisa propia de un recuerdo que no se podía compartir iluminando su cara.
Una alumna en mi clase.

domingo, 25 de noviembre de 2012

De vestidos y desnudos.

Deja, Niña Pequeña, que te voy cortando yo el pollo -dice Él, solícito, mientras reparto el segundo plato y hago sitio a la bandeja. Niña Pequeña se ha deleitado con los macarrones, el tomate, el queso y ahora saborea con los ojos su ración.

Él se afana en desmigar el muslo, trocear la pechuga, salsear el plato. Aparta huesos, tendones y piel: todo para facilitar a Niña Pequeña la degustación de su segundo plato favorito. 

- Papá.

- ¿Hum? -contesta, cuchillo en una mano, tenedor aprisionando el resto de piel del muslo.

- Papá, ¡estás desnudando al pollo! -dice ella, alegre, mientras se come la miga de su trocito de pan...

 

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Un profesor debería siempre poder oir esto.

Tengo un alumno que ya no es mío, porque no le doy clase, pero que lo fue antes, aunque no es mío del todo, porque es de todos, de nadie y del futuro. Y este alumno que es compartible y compartido ha dado una noticia asombrosa, pública, verídica e igual de compartible, por aquello de no pensar que todos los adolescentes son iguales: 

- Mamá, me gusta saber el origen de las cosas. Quiero estudiar.

 

lunes, 12 de noviembre de 2012

Ese instante mágico...

Seguramente yo hubiera hecho lo mismo que Niña Pequeña.

Y me hubiera agazapado entre las mantas, con los dedos apenas saliendo por el borde del edredón, abrazando a mi muñeco de peluche -ese, el que tiene poderes para acompañar en las pesadillas. Hubiera abierto sólo una rendijita los ojos y los habría cerrado de nuevo rápidamente, apretando los párpados para que nadie se enterase. Y habría paladeado los últimos minutos de noche y de dormir, y habría contenido la respiración unos segundos, para que el instante mágico se mantuviera flotando en el aire adormecido de mi cuarto. Y luego, sí, hubiera musitado quedamente:

- Mamá... ¿Habrá venido ya el Ratoncito Pérez?

Anoche volvió el Ratón, dejando amablemente un nuevo regalo por el segundo diente caído...

 

domingo, 11 de noviembre de 2012

sábado, 10 de noviembre de 2012

Y el semáforo se puso verde...

No era bello, en aquella idea de esplendor y aura, ni siquiera llamaba la atención al resto de los transeúntes que esperaban con nosotros que el semáforo pasara al verde. Pero sí era hermoso, o, tal vez, más bien, de matemáticas proporciones: cabello negro, ligeramente ondulado, apenas movido por la brisa de la tarde de otoño, mandíbula marcada sin exceso, cejas bien definidas, ojos oscuros que la miraban, mientras mantenía su mano posada sin malicia en la cintura de su acompañante femenina y adivinaba yo una muñeca firme, levemente nudosa, la muñeca de una mano de dedos largos de violinista. Por fuerza de la diferencia de estatura entre ambos, él la miraba de reojo, asientiendo levemente a los comentarios que ella le hacía de manera desenfadada. Delgado, de apariencia flexible, seguramente no estudiante, un chaquetón oscuro de tres cuartos, con las solapas del cuello elevadas, abrazaba su figura...

 

sábado, 3 de noviembre de 2012

A mis categóricos alumnos de Secundaria.

No.

Decididamente no.

Definitivamente no.

Categórica, rotundamente no.

Los deberes, las tareas -los trabajos, como gusta decir un compañero, eufemístico él- no importan ni interesan a mis alumnos adolescentes.

Efectivamente.

Sí.

Absolutamente sí.

Tajantemente, sí.

Estoy en lo cierto. Y tengo pruebas, aquí, a mi lado, insoslayables.

No y sí porque no leen los enunciados de las preguntas. No pasan sus ojos ni someramente por la tarea que se les pide. 

Pero eso sí: escriben, escriben, escriben.

¿El qué?

Ah, amigo, lector, compañero, visitante del otro lado de la pantalla.

Escriben sin leer ni entender -ni deseo alguno por ello- los enunciados. 

Y luego lo entregan en blanco. Puro, inmaculado, límpido todo en la hoja que llevan en la mano, con la sonrisa del que ha satisfecho lo encomendado.

Y aún no me pregunto, tantos años después, si se piensan que yo hago lo mismo con lo que me entregan...

 

miércoles, 31 de octubre de 2012

Anatomía de la Historia y yo.

Comparto hoy con vosotros mi descubrimiento de la revista digital Anatomía de la Historia, editada por José Luis Ibáñez, destinada desde mayo de 2011 a la publicación de artículos, canciones, libros y diversas opiniones sobre el mundo de la Historia. 

Agradezco desde aquí a José Luis la oportunidad que me ha dado de poder empezar mi colaboración con esta revista, con la publicación del primer artículo de una serie dedicada a la Historia... vista por mis alumnos. Podéis leer este artículo pinchando aquí.


 

sábado, 27 de octubre de 2012

Gracias a mis zapatillas de flores...

Me apoyo en la esquina del portal mientras espero a que sea la hora de subir y recoger a Niña Pequeña de su clase de Inglés de los sábados. Enfrente de mí, una adolescente del Colegio de abajo me mira de reojo; estoy segura de que quiere preguntarme algo, pero, oye, mira, que no me voy a dar por enterada: hoy es sábado, hoy puedo hacer como que su joven persona es translúcida... Noto que coge aire. Se va a lanzar a decirme algo, eso que le quema. 

- Disculpa... Disculpe... Tú... Usted da clase en el Colegio de arriba, ¿verdad? -pregunta. Sonrío ante su indecisión en el trato.

- Sí, hace ya tiempo -respondo, mirándola con curiosidad, esperando la réplica.

- Ah, es que yo conozco allí a algunos profesores, ¿sabes? -vuelvo a sonreir, pues al final se ha decantado por lo que parece más natural: tutearme. Mi edad o, quizá, mi aspecto -sudadera polar ocre, vaqueros azules y zapatillas de flores- le ha servido para optar sin miedo al rechazo.

Es la hora y ella llama al telefonillo. Subo con paciencia los seis tramos de escalones, pues, aunque las zapatillas de flores y los vaqueros hagan parecer lo contrario, a estas alturas estoy ya agotada de ascender hasta la clase. Recojo a Niña Pequeña. Vamos en coche a hacer el recado que Él me pidió hace dos semanas y que he ido posponiendo por descuido.

- Buenos días -digo.

- Buenos días -me responde el relojero.

- Quería una pila nueva para este reloj -digo, mirando por el rabillo del ojo los pequeños pendientes infantiles del mostrador. Niña Pequeña cumplirá seis años dentro de un mes.

- Déjemelo un rato, señora, y se lo tendré preparado, si no le importa -responde él.

Le miro estupefacta, pero disimulo rápidamente, ajustándome la sudadera polar. Mi edad ha triunfado y no se ha dado cuenta de mis zapatillas de flores. No me tutea.

- Claro, no hay problema, muchas gracias. Volveré en un rato, aprovecho para hacer unas compras -contesto, despidiéndome. 

Cuando vuelvo al coche me miro en el espejo retrovisor interior. No es posible que esté ya en ese tramo de edad indefinida...

 

jueves, 25 de octubre de 2012

Con orden y concierto.

Hoy decidí que las cosas se harían con orden: cada cosa en su sitio, los momentos aprovechados y la agenda encima de la mesa de trabajo para ir tachando lo que fuera haciendo. Porque recordé que una vida desordenada es una vida desleal.

 

lunes, 22 de octubre de 2012

¡Gracias, nueva lectora!

¡G racias!


Una novísima lectora le ha regalado esta mañana a Niña Pequeña este precioso ratoncito para facilitar al Ratón Pérez su delicada misión de cambiar dientes de leche por regalitos nocturnos.

A veces pasan cosas como estas, que iluminan el día por ser sorpresas inmerecidas.

 

sábado, 20 de octubre de 2012

viernes, 19 de octubre de 2012

Agradecimiento al Ratón Pérez.

A la atención del Sr. D. Ratoncito Pérez. C/ Arenal, 8 (Madrid- España)

Muy sr. mío:

Por medio de estas líneas quiero agradecerle la deferencia que ha tenido en la noche pasada hacia Niña Pequeña, así como hacia mi solicitud de dejar un pequeño obsequio para contrarrestar el efecto de la caída del primer diente de la joven.

La prontitud con la que Niña Pequeña se levantó en el amanecer de este viernes impidió poder realizar una foto para rememorar en el futuro el acontecimiento de encontrar mutado el pequeño incisivo por sus dos breves, pero atentos, regalos. Sírvale de referencia no sólo la ausencia de protestas ante el despertar matutino -por una vez-, sino también la firme decisión de la joven para llevar a clase hoy la nueva pulsera de mariposas multicolores y sus dos horquillas a estrenar.

Atentamente, le saluda

 

jueves, 18 de octubre de 2012

Carta urgente al Ratón Pérez.

A la atención del Sr. D. Ratoncito Pérez. C/ Arenal, 8 (Madrid- España).

Muy sr. mío:

Por la presente le comunico que Niña Pequeña -que a este ritmo deberá ver mutado su apelativo por Niña Mediana- ha vivido esta tarde la experiencia de la caída de su primer diente, en concreto, el incisivo central inferior derecho.

Sírvase de efectuar una visita nocturna para dejar un pequeño presente, acorde con su diminuto tamaño, en la casa familiar, a fin de mitigar el desconcierto -y la sorpresa- que tal hecho ha producido.

Atentamente, le saluda

 

domingo, 14 de octubre de 2012

viernes, 12 de octubre de 2012

¿Qué hago con un papel de propaganda?

Abrí la puerta trasera y Niña Pequeña escaló rápidamente el desnivel de los asientos traseros para arrellanarse en su silla de seguridad, mientras yo dejaba mi bolso, la cartera, la suya, la chaqueta y la bolsa con los cuadernos de los alumnos -sempiterna torre por corregir- en el asiento del copiloto. Cerré, abroché el cinturón trasero, cerré su puerta, rodeé el coche -¡qué sucio!, pensé- y me puse en mi sitio. El movimiento de puerta-llave-contacto-cinturón era casi mecánico a esas alturas, aunque aún suspiraba antes de bajar el freno de mano, pues una vez quedó enganchado -todavía lo recuerdo- y mi respiración paró durante un segundo y medio exacto. Caían las primeras gotas de una tormenta que sólo podría manchar -más- el verde del capó y escurrirse en polvo y suciedad por los lados de la luna delantera. 

Fue entonces cuando lo vi, en la esquina inferior derecha del cristal: el papelito de propaganda, el anuncio malhadado de un circo volante en la ciudad, tremolando en mi cristal al ritmo del aire de tormenta del final de la mañana.  No bajé a quitarlo: cinturón-contacto-llave-puerta, dar la vuelta al coche acompañada por el grito de "mamá, ¡tengo hambre!", y la duda en la conciencia de dónde tirar el papel en cuestión, que yo adivinaba suave al tacto y brillante por el marketing -aunque no hay que ser muy listo para dejar información circense junto a la puerta de un colegio. Acabaría, sin duda, en el bolsillo de mi chaqueta o en la cremallera del bolsillo superior de mi bolso, acompañando al envoltorio transparente de un caramelo blando y los tres clips de colores que seguía olvidando guardar en la caja del despacho.


 

sábado, 6 de octubre de 2012

La norma para aprobar.

Alguien les pidió ayuda para recortar y pintar unos carteles; a la falta de materiales se les sumó la falta de espacio, y acabaron en mi despacho. Allí me las encontré, haciéndose hueco entre mi torre de cuadernos por corregir y las bandejas de papeles urgentes esperando ser resueltos. La papelera junto a las sillas, lejos de su rincón, ya me permitió saber que no serían capaces de colocar otra vez todo en su sitio. 

Musitaron un leve saludo, apenas audible para alguien menos entrenado en cuchilleos de aula que yo, mientras entraba y me abstraía ante la pantalla de mi ordenador; sabía que habría varios correos electrónicos del colegio por abrir y todavía tenía unos minutos antes de entrar en mi siguiente clase. 

- Pues a mí me gustaba más la otra profesora de Lengua, la que había antes -dice una. 

- A mí es que no me dio clase, así que me tengo que aguantar con lo que hay -contesta la otra.

Tecleo. 

- ¿Y qué os parece la profesora de Biología? -pregunta la tercera.

- Es muy difícil, manda muchísimos deberes -contesta otra, sin dejar de recortar.

- Ya, pero a mí me dio clase el curso pasado y aprobé por los ejercicios, porque de los exámenes ni idea -confiesa la segunda. 

Tecleo.

- Pues a mí este año me está encantando Plástica, que el año pasado era un rollo, todo trabajos. -sentencia la tercera de nuevo.

- A mí no me gusta. Bueno, es que a mí no me gusta nada todo, en realidad, pero como tengo que estar aquí... -suspira la primera.

Tecleo. Decido volverme invisible durante los próximos cinco minutos, justo el tiempo suficiente para mirar el décimo correo electrónico y hacer como que no escucho nada de lo que dicen. Sólo una de ellas ha sido alumna mía, hace ya tiempo, pero ni a ella ni a su madre les gusta cómo doy clase: mando demasiadas tareas, hago trabajar mucho. Su madre sentenció que cambiaría de colegio a su hija si yo volvía a darle clase.

Tecleo. Y sé que, mientras yo siga aquí, no dirán nada de mí ni de mis clases, aunque mi nuevo estado de invisibilidad me permite enterarme de que prefieren, las tres al unísono, no trabajar, evitar el esfuerzo y, a ser posible, aprobar por su cara bonita. Al estilo de aquella alumna que me dijo una vez:

- A mí, como soy extranjera, me tienes que aprobar porque sí.



 

martes, 2 de octubre de 2012

De trampas y tramposos.

No ha sido esta la primera vez que una madre le hace los deberes a su hijo y este lo entrega así, con la letra de ella impresa en folios blancos.

Pero eso sí: en la esquina derecha puso él, orgulloso, su nombre y apellidos...

¿A quién le pongo la nota?

 

lunes, 24 de septiembre de 2012

Tengo la solución contra el fracaso escolar.

La primera fila de una clase tiene un extraño poder de seducción para los padres de mis alumnos. Y hasta para ellos mismos.

- ¡¡Ponme en primera fila, profe!! Es que aquí no atiendo -me decía hoy el alumno del fondo, a la derecha.

Como si los seis asientos de la primera fila concentraran todo el saber del sistema (des)educativo. Cuando alguien me pide -sí, me pide, porque forma parte del extraño poder de un tutor sobre su clase: colocarte en algún sitio del aula, en virtud de un mágico hechizo que le permite saber en qué sitio rendirás más y mejor- estar en primera fila, entiendo que está pidiendo su reconversión total: estar en primera fila es tanto como decir que se va a aprobar, reconocer los fallos propios, transformarse en esa persona que deseo ser, pero no puedo porque las fuerzas de la Naturaleza o alguna conjunción estelar me impiden enterarme de lo que se desgrana en la pizarra.

Y es que los asientos de primera fila son poderosos. Un padre solicita firmemente que su hijo sea trasladado a una de esas sillas mágicas, y que no se mueva de ahí en todo el curso, porque lo digo yo, se lo recuerdas, Negre, que ya está bien, oiga. Y es que está ahí la esencia de todo, el Misterio desvelado, la llave mágica que abrirá el paso a los aprobados: sentarse en primera fila. No ya trabajar diariamente, ser consciente de que este es el único momento que se tiene entre manos, llevar el asunto más o menos al día, preparar la mochila para mañana, tener normas y límites en casa, restringir el teléfono, internet, la consola,... 

No.

Hay que sentarse en primera fila. Todos los males solucionados. El hábito de trabajo asimilado con sólo reposar las nalgas en la tabla de madera. Los textos comprendidos simplemente con dejar las manos deslizarse sobre la mesa próxima a la pizarra. 

Si ya lo dijo mi compañera Maricarmen el curso pasado: para dar gusto a todos, los alumnos, mejor colocados en transversal. Una única primera fila de treinta alumnos. Y asunto solucionado. Fin del fracaso escolar en este país...

 

domingo, 23 de septiembre de 2012

Llora la bandera de España

Se puso a llover, como venía anunciándose por el picor del sol de la mañana. Él corrió a la terraza a retirar la bandera de España que ondea allí desde hace unos días: se empeña en ser el que más tiempo esté celebrando los goles de la selección, aunque yo quiero pensar que lo hace como reivindicación, porque estos días no se lleva anunciar que se es español. Que no se moje la bandera, Negre, me dijo. Que no se moje o que no llore, pienso, que para el caso es lo mismo, porque lo que cae ahora no es agua, sino falta de trabajos y mucho mes de sobra.

 Entré dos veces en la cocina, aunque a Él no le  gusta que le anden por sus terrenos, que prefiere estar solo y concentrado en guisos y el sonido de las cucharas de madera en sus cazuelas. Había abierto la pequeña ventana junto a la encimera para dejar que entrara el olor. Huele a tierra mojada, Negre, ¡cómo me gusta!, así que hoy comíamos arroz con sabor a lluvia y hondura de tierra, que cuando hay aroma a mojado es como volver a nuestros ancestros, creo, y recordar que una vez tuvimos un tótem y una Gran Madre Tierra. No sé si es lo mismo, pero cuando los terrones de la dehesa se empapan, es que algo está cambiando y huele a negro, a hondo y a dulce.

Claro que la lluvia le mojó sus cristales, los que limpió, todos, esta semana, con afán para aprovechar el buen tiempo, pero bien sabía Él que después llovería y quedarían sólo sobre el terreno transparente las hileras de carreras de gotas. Se ha salpicado su obra y ahora vemos como en un cuadro puntillista. La lluvia me lleva, entonces, de la mano a los cuadros impresionistas que le gustaban a mi amiga Pilar, de la que hace muchos años que no sé nada, pero que en su momento fue importante.

Voy a dejar secar la bandera en la entrada de mi casa. No sé si tenderla cuando se aparten las nubes. Igual es una provocación. Y eso me gusta, claro.


 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Hoy estoy de estreno.

Tengo una mesa nueva en el despacho. Y no, no tenía problemas de compartir con mi amiga y compañera Maricarmen, que con ella me entiendo y hasta nos cedemos una a la otra clips, bolígrafos y tijeras, si se tercia (que esto es también material de profesores).

Tengo mesa nueva seguramente porque el despacho es amplio, vamos, que es una clase reutilizada, nueva y con corcho en la pared sin estrenar, que todavía no tiene alumnos dentro, pero que será ocupada por ellos el curso que viene. Y me gusta tener mesa nueva, porque me expando, dejo los papeles, ¡qué gusto: se quedan ahí, pendientes en la esquina, postit puestos para no olvidar, y allí siguen, esperándome, sin haberse resuelto, a la mañana siguiente! He dejado en el otro lado la cajita con los caramelos, para las visitas esas que dan sentido a esto de dar clase, alumnos que a lo largo del curso entran y salen por la puerta, llorando, riendo, hola, profe, venía a saludarte; y en el otro lado las bandejas de pendientes, amarillas, desordenadas por más que intento retenerlas en su caos.

Mi mesa nueva tiene tres cajones hondos en la derecha, que aún no están ocupados más que por unos bolígrafos y un par de cuadernos para recados. No sé si podré contenerme y no llenarlos de pinturas, reglas y folios de colores, puestos al tuntún porque no se ve lo que hay dentro... He mantenido la silla, negra, de amplio respaldo, reutilizada de algún otro despacho y de la primera o segunda mudanza. A Maricarmen no le gusta: no le es cómoda y ella prefiere las azules, más nuevas y de asiento bajo. Claro que esto tiene sus ventajas, porque así no discutimos, y el bote común de tijeras, reciclado de un antiguo regalo de bombones que me hizo Él hace años, se ha quedado entre medias de las dos mesas, en la tierra de nadie que es la frontera entre su mesa ocre de límites curvos y las esquinas del rectángulo marrón oscuro de mi nuevo espacio.

Volveré esta tarde. Allí se habrá quedado -¡qué gusto!- la hoja que debería haber fotocopiado por la mañana y que se quedó pendiente. Y mi archivador azul, claro.
 
 

domingo, 16 de septiembre de 2012

Carta a Maruja (24) en Negrevernétika.

Mi vecina Maruja no está de acuerdo con que yo sea la tutora de su hija; pincha aquí para poder ver la carta que le he escrito, con dolor y sentimiento, porque esto, oye, esto  no se hace.

 

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Tal vez mañana estrene mi caja de tizas.

Carreras hoy por los pasillos, más o menos moderadas, no sé bien si para conseguir el mejor sitio o, seguro, para comprobar que todo está igual que como se dejó en junio. Un alumno nuevo se despista y bracea entre codos buscando el cartel que señala su clase, dos amigas se despiden con media sonrisa al descubrir que no estarán juntas pupitre con pupitre y el grupo de las que ahora son las mayores del colegio saluda con curiosidad a los alumnos más pequeños. El alumno del fondo, a la derecha, me mira de reojo al ver que seré su profesora, sin decidir si es para bien o para mal; callo de refilón los saludos de sus compinches al entrar en clase...

- Perdona, profe, ¿mañana puedo traer ya los cuadernos a clase? -me pregunta una alumna nueva. La catalogo rápidamente; su mirada curiosa y la tensión que manifiesta su cuerpo desgarbado me indican que seguirá mis clases sin problema.

 Me gusta el principio de curso, cuando ellos no están desgastados y nosotros, los de este lado, aún creemos con esperanza. Luego, en la primavera, será el creer pese a todo y a pesar de todo. Hoy, sin embargo, paso lista, hablo por el pasillo, encuentro un borrador de pizarra nuevo -a estrenar, como el horario, los cuadernos, este archivador que me he comprado- y coloco encima de mi mesa una cajita azul de tizas. Mañana será real; hoy, pensar que se puede.
 
 

domingo, 9 de septiembre de 2012

Forrar libros es tarea ardua.

Atenta: huele a nuevo.

Mira: abrir este libro, no forzar su canto, cuidar las grapas. Sus hojas brillan esperando el uso.

Presta atención: ¿no notas el olor fuerte, dulce? ¿O es picante, el de estos cuadernos que acabamos de poner aquí?



 Mañana Niña  Pequeña comienza Primaria.

 

jueves, 6 de septiembre de 2012

Hoy, las notas.

Hoy, día de entrega de notas.

- ¡Toma! Soy un crac. Sólo me han quedado cinco -dice el alumno de la clase del fondo del pasillo, palmeando, choca esos cinco, la mano de su compinche.

- No estoy de acuerdo con esta nota, profe -me dice otro, señalando orgulloso su boletín, la barbilla levantada de manera ofensiva-. Me merezco, por lo menos, un dos.

- No pienso consentir que mi hijo repita -argumenta una madre, ondeando las notas de su  hijo, obligado a no pasar de curso por el imperdonable pecado (el de los profesores) de haber suspendido ocho asignaturas de las diez del curso.

- Pero..., pero... ¿Cuándo habéis dado las notas, profe? -me pregunta estupefacto un alumno.

 

lunes, 3 de septiembre de 2012

Al final, las obras quedan...

Vuelo de mariposas en el estómago. ¿O eran pececillos persiguiéndose?

Ha comenzado el curso. Hoy en sus caras no había especial emoción en el reparto de los exámenes de recuperación y para el alumno del fondo, a la derecha, no parecía haber pasado el tiempo:

- Que sí, que sí, profe, que ya me marcho -dice, hinchando sus adolescentes pectorales, orgulloso del gimnasio y los músculos logrados, y de su incapacidad para escribir correctamente su nombre sin faltas de ortografía. Entrega las hojas en blanco, cierra el estuche vacío y se pierde por el pasillo.




  

lunes, 27 de agosto de 2012

Crónicas marinas (8): estado de la mar.

Negre -llama Él.

-¿Hum?

-Negre, mira ¡qué olas! ¡Si parecen rizadas!

Marinero, Él. Se ha ido a enseñarle a Niña Pequeña el tacto de la playa húmeda.


viernes, 24 de agosto de 2012

Crónicas marinas (7): Álex.

Había rabia en la forma como cogió carrerilla para impulsarse sobre la pierna, la derecha, y aplastar, con toda la planta del pie, el montón de tierra que había apilado minutos antes junto a la sombrilla familiar.

Se llamaba Álex. Así le había nombrado su padre, unos cuarenta años y pelo muy corto simulando algunas canas; bañador de esos cortos, de los que se usan para parecer más joven. Y a Álex no le gusta la arena. O sí, porque descarga sobre ella testosterona infantil y toda la energía que no le cabe en el cuerpo: dos cubos, una pala superlativa y la colchoneta de Spiderman.

A mí tampoco me gusta la arena de la playa, aunque no derrumbo sus castillos. Me disgusta su manera de apropiarse de las plantas de mis pies, los remolinos que hace entre las olas y esa manía tan suya de esconderse en la bolsa de las toallas para no irse nunca de las fibras... Alguien inventó o tuvo la brillante idea de plantar pequeñas fuentes al final de las plataformas de madera de acceso. Aún no se le ha reconocido en el país a esa mente preclara tamaña idea: se acabó, al menos, atravesar la calle, subir la cuesta, remontar la escalera con arena fina y pegajosa, ávida de interferir en vida humana, en las sandalias.

Lo cual no impide que la playa, su arena, el rumor de las olas y hasta el castillo conscientemente derruído de Álex, tengan otro tono y color bajo la luz de la luna.

...Pero esa es otra historia, claro.

martes, 21 de agosto de 2012

Crónicas marinas (6): la regla de las tres R.


¿Por qué no se me ha ocurrido a mí reutilizar la sombrilla del carrito de Niña Pequeña? ¿Cómo he podido dejar pasar esta oportunidad de patente? La regla de la minimización y aprovechamiento del espacio playero; el fin de la odisea y conquista de unos centímetros cuadrados de arena de playa: pim, pam, pum: llegar, besar el santo, desplegar silla y sombrilla en un dos por uno.

domingo, 19 de agosto de 2012

Crónicas marinas (5): olas y casa.

Mi casa es amarilla. Era amarilla, más bien, porque hace unos días hubo una revolución y Él aceptó mi propuesta: cambiaríamos el color de algunas paredes, sólo de algunas; verde pistacho, teja, tal vez en el pasillo otro color. Mi madre siempre sentencia que no le gustan las casas de colores, y hace ese gesto de desprecio tan suyo, ese "no estáis a mi altura: color blanco, blanco, blanco".


El verde pistacho se apoderó de una pared del salón, del bajo de la ventana, el teja hizo suyo una parte de la habitación y el fondo del pasillo adquirió en un momento, "porque no me cuesta nada, Negre", un tono indefinido que seguramente será otro en el futuro. Nada del blanco, blanco, blanco y del gesto hosco de mi madre: luz, color y novedad tras años en casa.


No sé porqué recuerdo ahora mi casa amarilla, y verde y teja, con las paredes blancas de esta casa, terraza anaranjada y azul de mar y de piscina. Pero sí hay blanco, blanco, blanco: el de las crestas de las leves olas a las que esta mañana se enfrentaba Niña Pequeña, armada con el coraje que da un biquini de rayas y manguitos rosas...

sábado, 18 de agosto de 2012

Crónicas marinas (4): de niños e Infantes.

El grito del niño se expande en ondas sísmicas sobre la superficie de la piscina, gira alrededor del tronco de las palmeras, sortea veloz media docena de tumbonas, hace un quiebro en la escalerilla de la esquina, para volver, tronante, al punto de partida.

-¡Yo quiero ir a la playa! -ruge el crío con la potencia sonora de sus ocho o nueve años.

La fuerza expansiva de sus cuerdas vocales aflora entre sus labios, atrona de nuevo entre sillas y sombrillas y elude la paciencia del padre.

-Yo quiero ir a la playa. ¡He dicho que a la playa!

La madre, embarazada hasta la asfixia, acomoda los manguitos a un bebé, mientras hace como que no conoce al rugiente, sangre de su sangre y mismo perfil.

-¡¡A la playa!!

Noto las hormonas a flor de piel, entre los poros del infante; percibo de reojo el disgusto de Él por tener que aguantar en sus juegos con Niña Pequeña no a semejante niño, sino a semejantes padres. El agua dura de la piscina central me sabe a retoño consentido y príncipe doblemente destronado.

-¡¡He dicho que vayamos a la playa!! -atrona la voz de Su Alteza, se zambulle su exigencia entre los azulejos coloreados de la piscina.

-Mamá.

-¿Hum?

-Mamá, ese niño llora como un bebé.

viernes, 17 de agosto de 2012

Crónicas marinas (3): (in)útiles de playa

Pin.

Toallas. Gafas de sol. Cubo y pala, castillo de arena. Sombrilla. Chanclas. Arena. Arena. Arena. Agua helada. Sillas.

Pan.

Hincar la sombrilla. Extender las toallas. Resguardar las chanclas. Proteger las gafas. Arena. Agua. Agua. Agua.

Pum.

Un abuelo que llega. Y esa su camisa, ¡esa!: desabrochada y de rayas. Extender la toalla mientras Niña Pequeña esconde su agua en un hueco de la arena.

Splash.

Agua. Huir de la camisa desabrochada y de sus rayas.

jueves, 16 de agosto de 2012

Crónicas marinas (2): la lista de la compra.

Hay momentos en la vida de un calendario que marcan claramente un antes y un después, que son un stop vital y resaltan soberbios en rojo de cocina.
El 16 de agosto es uno de esos días claves, esenciales como una tumbona playera. Hoy, sí, 16 del presente, es el día elegido por el calendario para marcar a los veraneantes que hay que llenar el carrito vacacional de la compra.
Por eso esta mañana, en el sudoroso intervalo entre ir a la playa y refrescarse en la piscina, el supermercado de la esquina, según se sale, rotonda a la izquierda, era un baile de cestos, bolsas y listas de la compra: jóvenes enrojecidos con toallas anudadas y litronas en su compra, matrimonios jóvenes con niños pequeños enzarzados en la búsqueda de potitos y toallitas de bebé, adolescentes gloriosos, una abuela despistada ante el aceite en oferta, aquella señora que pregunta, oiga, ¿la sal?
Guardé la lista de la compra de las crónicas marinas del anterior agosto, y es que yo soy así, lo afirma Él con sus ojos brillantes de travieso. Por si acaso, porque nunca se sabe y así está el trabajo hecho; quizá se me escapa el presente asegurando cómo debería ser el futuro...
-¿Has encontrado los trapos de cocina? Siempre se nos olvida traerlos... -suspiro, tachando los guisantes de la lista de la compra, una copia en el cuaderno verde de la del año pasado.

martes, 14 de agosto de 2012

Lucha animal entre bestia y hombre.

Todo apuntó desde el principio a que aquella iba a ser lucha épica: el hombre contra el animal, un encuentro entre dos naturalezas: la humana, racional, lógica, de bloqueo de sentimientos encontrados como pago por la estrategia; la animal, instintiva, el deseo único de la supervivencia por encima de todo, a precio de todo, irracional en su simple ser bestia. 

Apenas había comenzado la noche, el animal salió del escondite que había elegido durante las largas y calurosas horas de luz veraniega y, amparándose en la oscuridad, comenzó su ronda, buscando alimento, programado para la lucha por el sustento de un día más. No sabía entonces el hombre que aquello no había hecho más que empezar, pues el animal hizo un primer vuelo de reconocimiento -bzzzzzsssi-, casi rozando el límite del hombro húmedo de sudor del hombre, que se estremeció liberando los primeros sueños de la madrugada. 

Reconocido el terreno, el animal se lanzó en un segundo vuelo, directo al olor de la sangre caliente que se arremolinaba sobre la sábana arrugada. Cogió apenas impulso, en su frenesí por alimentarse, arrojándose a tumba abierta sobre aquellos embriagadores efluvios del hombre -bzzzzzsssssiii... Él, humano, racional, lógico, más allá del puro sentimiento, abandonando el sueño por la premura del ataque del animal, ruge y sacude vigorosamente la sábana, saca hombro -húmedo aún-, brazo, muñeca y gesticula a la nada de la habitación. 

- ¡De dónde sale este mosquito!

 

domingo, 12 de agosto de 2012

Tres años de blog, tres años de Oculimundi

 Queridos amigos lectores, amigos virtuales, amigos físicos o, simplemente, queridos viajeros que quizá ahora mismo estáis de paso aquí: 

Hoy se cumplen tres años de Oculimundi. Gracias a los que leen y comentan, a los que sólo leen, a los que comentan por correo, a los que venís desde las redes sociales, a los que habéis mencionado por la Red esta casita virtual, a vuestros correos, sugerencias, propuestas, apoyo y mimitos varios online (incluído eso de Negre, tienes que escribir un libro)