No estaba. Desde mi privilegiado puesto de observación en una esquina de la clase, me di perfecta cuenta de que yo sólo podía ver una melena, unos ojos cuidadosamente pintados, su posición relajada y la mirada al vacío, un punto en blanco, tal vez, o aquel famoso infinito. De repente, una sonrisa propia de un recuerdo que no se podía compartir iluminando su cara.
Alguien dijo que una clase llena de alumnos es una clase llena de sueños...
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