Y me hubiera agazapado entre las mantas, con los dedos apenas saliendo por el borde del edredón, abrazando a mi muñeco de peluche -ese, el que tiene poderes para acompañar en las pesadillas. Hubiera abierto sólo una rendijita los ojos y los habría cerrado de nuevo rápidamente, apretando los párpados para que nadie se enterase. Y habría paladeado los últimos minutos de noche y de dormir, y habría contenido la respiración unos segundos, para que el instante mágico se mantuviera flotando en el aire adormecido de mi cuarto. Y luego, sí, hubiera musitado quedamente:
Anoche volvió el Ratón, dejando amablemente un nuevo regalo por el segundo diente caído...
Y yo. Y aún ahora lo haría.
ResponderEliminarNunca comprenderé que se diga que el Ratoncito Pérez no existe. ¿No existe? y ¿quién sino él ha dejado un breve regalo bajo la almohada de N.P.? Y menos aún comprenderé -éstos me enfadarán- a quién diga que es malo "engañar" a los niños... ¡por favor!
José Luis
¿Engañar? ¿Enseñarles la ilusión y la esperanza? ¿Eso es engañar?
EliminarUn abrazo.
Inolvidables momentos ... para el Ratoncito.
ResponderEliminarY para Niña Pequeña, que ya está pensando en qué le regalará en el siguiente diente...
EliminarUn abrazo.
En su momento, mi niña pequeña me pidió un monedero para poder guardar los dinerillos que le dejaba su Ratón Pérez... y especulaba con ellos. Dependiendo de la cantidad de dientes flojos que tenía, lo que se iba a comprar.
ResponderEliminar¡A nunca olvidarse de estas cosas!!