lunes, 21 de abril de 2014

Atronó Semana Santa.

Explota rítmico el retumbar ruido de tambores. Laten piedras, sillares, catedrales: doble fila hinchada de espectadores que contiene la respiración y cuenta, en silencio, a los anónimos cofrades. 

Y sin silencio, anunciando el paso de tronos, macarenas, dolorosas, pasiones todas de creyentes y no creyentes, antes inexplicable, hoy, misterio. 
Teruel, 18 de abril de 2014

 

miércoles, 16 de abril de 2014

Modo off.

Y todo se detiene, parece, cuando las maletas están ya a punto de cerrarse... O quiero detenerlo todo, creo, para que cuando vuelva del viaje el trabajo se deshiele...

- Negre -me llama Él.

-¿Hum? - digo, sin levantar apenas la vista de la pantalla. 

- Necesitas un despacho. Tus cosas del trabajo cada vez invaden más mesa en el salón -afirma.

- Tienes razón. Y además, me ahogan -añado. Con tristeza.



  

miércoles, 2 de abril de 2014

Hoy, Niña Pequeña en el dentista.

Hoy acompañé a Niña Pequeña al dentista, porque sus recién estrenados dientes definitivos son demasiado grandes para su pequeña carita de princesa fina, y no todos cabrán -me dijo la doctora, tras limpiar su bola de cristal- como deberían: uno al lado de otros, perfectos, brillantes como corresponde. 

Y allí estaban en la sala de espera, mientras hacíamos tiempo: encima de las dos mesas de la habitación, repleta de madres y niños que serán en su momento príncipes de ensueño con piezas dentales luminosas, ellas: las revistas. Revistas antiquísimas de bordes externos doblados, como corresponde, fruto de la lectura con minutaje, esa que se hace con un ojo en las páginas y otro en la puerta, a punto de saltar ante la llamada.

- Pase el siguiente, por favor. 

Leer una revista rosa del corazón es una experiencia de regocijo y escaso desconcierto, porque el lector se deleita leyendo que una actriz famosa estaba embarazada, pero se tiene la certeza de que no tuvo uno, sino dos bebés hace tan poco tiempo que aún está la foto entre los periódicos. No hay sorpresa ni emoción en el hojeo: todo se sabe, y eso nos gusta, porque adivinamos el futuro y sabemos más que el que escribió el tan sublime reportaje. Y nos gusta, sí, nos presta -dice Él- adelantarnos en el tiempo y creer que eso ya te lo decía yo.

- Niña Pequeña, puedes pasar -rumor de enfermería en blanco y lila.

- Mamá.

- ¿Hum?

- Estoy segura de que no me va a doler.

 

martes, 1 de abril de 2014

Yo no quiero vivir a medias.

A escasos metros de mi casa se vive a medias. El cruce es sólo la mitad de lo que debería ser y la pastelería, la mitad de pequeña de lo que era la antigua -aquella de toda la vida, regida por dos hermanas mayores lejanamente emparentadas conmigo-, mi colegio un proyecto a medias porque aún no tiene alumnos de Bachillerato, la tienda de los chinos de enfrente la mitad de lo debido, porque cierra de repente sin aviso previo. 

El Negrevercarruaje frena a medias porque el semáforo previo no suele ponerse en rojo, a menos que un peatón decida cruzar a la mitad de la acera de enfrente, que sólo tiene asfaltada una parte y el resto es gravilla y arena. Ahora, además, hay un medio parque con bandera nacional incluida, que no es para niños y por eso  no llega a ser parque del todo. Por la calle lateral se iría, si se pudiera, a la mitad de la biblioteca pública, que la otra mitad está a medio kilómetro, bajando por el puente que no pasa por encima de ningún río, sino por una parte de la autopista de la mitad de la península. 

Y es por eso, claro, que la señales de tráfico en esa esquina también están a medias. Para entendernos poco a poco, sólo con un hemisferio, frenando el coche con la mitad del cuerpo y pensando -a medias- cómo nos iría si prohibiéramos del todo...