martes, 1 de abril de 2014

Yo no quiero vivir a medias.

A escasos metros de mi casa se vive a medias. El cruce es sólo la mitad de lo que debería ser y la pastelería, la mitad de pequeña de lo que era la antigua -aquella de toda la vida, regida por dos hermanas mayores lejanamente emparentadas conmigo-, mi colegio un proyecto a medias porque aún no tiene alumnos de Bachillerato, la tienda de los chinos de enfrente la mitad de lo debido, porque cierra de repente sin aviso previo. 

El Negrevercarruaje frena a medias porque el semáforo previo no suele ponerse en rojo, a menos que un peatón decida cruzar a la mitad de la acera de enfrente, que sólo tiene asfaltada una parte y el resto es gravilla y arena. Ahora, además, hay un medio parque con bandera nacional incluida, que no es para niños y por eso  no llega a ser parque del todo. Por la calle lateral se iría, si se pudiera, a la mitad de la biblioteca pública, que la otra mitad está a medio kilómetro, bajando por el puente que no pasa por encima de ningún río, sino por una parte de la autopista de la mitad de la península. 

Y es por eso, claro, que la señales de tráfico en esa esquina también están a medias. Para entendernos poco a poco, sólo con un hemisferio, frenando el coche con la mitad del cuerpo y pensando -a medias- cómo nos iría si prohibiéramos del todo...

 

2 comentarios:

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