lunes, 30 de noviembre de 2015

Hoy es el cumpleaños de Niña Pequeña (van 9)

Mamá.

- ¿Hum?

- Mamá, dame una pista sobre mis regalos -me dice con los ojos luminosos.

- No puedo, Niña Pequeña, ¡que entonces no serían sorpresa! -le digo, sonriendo.

- Ah. Claro... -me dice, pensativa. 

...

- Mamá.

-¿Hum?

- Mamá, creo que las sorpresas hoy me gustan solamente a medias -me dice, mientras le señala a su oso de peluche favorito los años que hoy cumple: 9 años de noches de otoño frío e invernal. 9 años de una vida por empezar. 


 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Dama y caballero



Ella no lo sabe, pero él ha sacado un peine de brillante carey antes de verla: en la escalera automática, pasándolo ligero con la mano derecha  y repasado cada lado con la izquierda, con la rapidez y precisión que sólo la edad y las canas puede conceder... Apuesto y caballero me lo imaginaba yo, dos o tres escalones más abajo, donjuán entrado en años y raya de pantalón impecable, gris todo, diplomático.

Él no lo sabe, pero ella le espera un vestíbulo más arriba, arreglando coquetamente el fular violáceo, a juego ligero con el traje de chaqueta y sus manos cuidadas de uñas perfectas; se recompone el pelo apenas unos minutos antes de que él llegue a su encuentro.

Se acercó él y a ella se le iluminó la cara, dejándose besar en ambas mejillas. No oí lo que se dijeron, pero adiviné, otro vestíbulo más arriba, que él le había ofrecido, galán, el brazo, y ella se había dejado mecer...

 

sábado, 14 de noviembre de 2015

Tengo un alumno que es un guepardo.


Se sienta al fondo, pero no es como los que se sientan allí, a la derecha. Él tiene la mirada afilada de ironía contenida, y no son los suyos los ojos de aquella otra compañera, rabiosa y hambrienta de miradas: él observa como el guepardo que calcula la fuerza de la gacela más débil, porque sabe que puede y que si quiere, podría cazarla sólo por el gusto de demostrar a toda la sabana de su clase que es la fiera dominante.

Lo adivino ya mayor, pasada esta enfermedad pasajera y necesaria que es la adolescencia y la fiebre de las hormonas, seguro y dueño de sí, caminando con paso decidido por un pasillo de cristaleras, el del undécimo piso del edificio de oficinas, la línea recta de su traje de chaqueta, impecable. Guepardo, al fin al cabo, y seguro que por entonces ya zorro viejo. Supongo que en ese tiempo tendrá la mirada aguda y condescendiente, cediendo el terreno calculado para simular ser quien no es, todo genio, como lo era en el pasillo del tercer piso: nada inocente.

Yo tengo suerte, porque no soy su presa; y como no lo sería, y él lo sabe y yo sé que lo sabe y él sabe que yo lo sé, sólo me mira penetrante y vivo, y se ríe porque los dos sabemos de su habilidad, pero callamos para poder yo observar cómo vigila...

-¿Preparado? -le pregunto, una mañana más, como siempre, mientras él controla su sitio desde el quicio de la puerta.

- Claro, Negre -me responde, con media sonrisa.

   

lunes, 9 de noviembre de 2015

El sabor de las mitades de manzana.


Marcos extiende la mano hacia la bolsa que su abuelo le presenta, blanca, pequeña y que antes debió de ser de aquellas de farmacia; la introduce y saca, radiante, una manzana amarilla y de aspecto jugoso. El abuelo, que, evidentemente, está preparado y se encarga una tarde sí y otra no -o sí- de sus nietos, la corta con un cuchillo limpiamente por la mitad, entregando una parte al niño y otra a la niña.

La pequeña es toda rizos y falsa plisada de colegio privado; un gran lazo adorna la coleta que le hizo su madre por la tarde y balancea cadenciosamente sus zapatos escolares desde el asiento del vagón del Metro. El abuelo le tiende la mitad de la manzana, hermana de la parte que el niño masca y saborea a dos carrillos. 

- Ten cuidado, Marcos. -le dice, mientras muerde - No te comas las semillas. 

El hermano la mira, mordisqueando el borde del corazón de la manzana. 

- Si te comes las semillas, te explico: te crecerá una planta aquí dentro...