Pin.
Toallas. Gafas de sol. Cubo y pala, castillo de arena. Sombrilla. Chanclas. Arena. Arena. Arena. Agua helada. Sillas.
Pan.
Hincar la sombrilla. Extender las toallas. Resguardar las chanclas. Proteger las gafas. Arena. Agua. Agua. Agua.
Pum.
Un abuelo que llega. Y esa su camisa, ¡esa!: desabrochada y de rayas. Extender la toalla mientras Niña Pequeña esconde su agua en un hueco de la arena.
Splash.
Agua. Huir de la camisa desabrochada y de sus rayas.
¿Tal vez por procurar efluvios nada amables?
ResponderEliminarJosé Luis
Por estética, José Luis. No soporto lo de las camisas de calle en l a playa o en la piscina. ¡Qué horror!
EliminarSe ve que disfrutas del ambiente playero... A mi plin, plan, plum...mientras nos sigas proporcionando crónicas.
ResponderEliminarInspiradora playa, Pepe...
EliminarPues es verdad, quedan francamente fuera de lugar las camisas de vestir en un ídem dedicado íntegramente al solaz, a mayor superficie mejor, de nuestras epidermis.
ResponderEliminarJosé Luis